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Desert traces – approaching the Atacama de Michael Hirschbichler y Guillaume Othenin-Girard
DESERT TRACES – APPROACHING THE ATACAMA DE MICHAEL HIRSCHBICHLER Y GUILLAUME OTHENIN-GIRARD
Todo proceso industrial extractivo exige instrumentos de aproximación para sondear el territorio y convertirlo en un espacio dócil. Esa producción preparatoria para enfrentar un lugar desconocido permite un modo de acceso a un entorno como el desierto, cuya aridez y desolación lo convierten a priori en algo inhóspito, adverso e inmanejable. Los aparatos de prospección no solo determinan la presencia de los anhelados recursos sino que generan un orden del paisaje que allana su conocimiento. Siguiendo esa lógica, la fotografía ha jugado aquí un importante papel. Su retrato del espacio ha permitido que una extensión geológica inconquistable, al ser retratada, pueda ser incorporada a una mitología productiva. En este caso, como productora del paisaje para su reducción y manejo, la fotografía actúa no solo como una herramienta de representación, sino incluso, como una orden de intervención en el entorno. A partir de esta complicidad entre la fotografía y el avance industrial, las imágenes reunidas en Desert traces – approaching the Atacama (Huellas del desierto – aproximación a Atacama) indagan en una serie de gestos característicos de la prospección visual que Michael Hirschbichler y Guillaume Othenin-Girard levantan a partir del uso de archivos.
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Mediante una mezcla de croquis, diagramas y fotos intervenidas, las delicadas escenas en blanco y negro que ambos investigadores reúnen en su muestra, de pronto adquieren la sutileza de un paisajismo abstracto e histórico al mismo tiempo. Este rescate del patrimonio industrial está certeramente enclavado entre las maquetas y rocas que conforman el museo de las Ruinas de Huanchaca, destinado a mostrar el proceso histórico de la explotación mineral en la región. Allí las imágenes manipuladas por Michael y Guillaume adquieren una misión propia: revisitar un lugar abstracto y distante –el desierto de Atacama preindustrial–en su proceso de transformación en un enorme yacimiento. Podemos imaginar esas fotografías aéreas como vistas lejanas de un lugar que conserva una “desertitud” originaria. Cierta nostalgia empieza a notarse en esas “huellas del desierto”. Porque tal vez, el avance de los procedimientos industriales ha terminado por reducir el paisaje atacameño a un potencial campo de extracción donde ya no están.
El rescate, entonces, de una dimensión estética a partir de esta reconsideración visual de las imágenes de archivo de la industria minera se aparta de la complicidad con la que el ímpetu moderno y maquinal ahoga el paisaje y, en su lugar, propone una nueva forma de arquitectura de las imágenes. Lo que pensamos que era conocido, parecen decirnos estas imágenes, aún guarda un insondable misterio en tonos sepias. En esa nostalgia por replantear diagramas de apreciación del paisaje los autores dejan sin recato sus propias huellas dactilares, que aparecen marcadas en los paspartús que bordean cada imagen. El rechazo a la pulcritud impersonal del método moderno se borronea aquí en cada pieza, manchada y pegoteada con cinta adhesiva. La aparición de estos rastros desprolijos no es circunstancial a las imágenes sino que aparecen como la propia firma de los autores en su aproximación a un desierto que ya no conciben sometido a una tecnología de la imagen destinada a su dominación. Al contrario, las fotos de Michael y Guillaume recuperan una plasticidad cercana al ensayo tembloroso y manchado que imprime un sello personal.