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COLABORACIÓN

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R uth Bader Ginsburg

Por Carmen Castro Manzanares, abogada

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Con su voz pausada pero firme, la jueza Ruth Bader Ginsburg (que antes de jueza había sido abogada) apuntó: “Me hice abogada en una época en la que las mujeres éramos despreciadas por la mayoría de nuestros colegas de profesión”.

Aspiraba a ocupar una de las nueve plazas de magistrado del Tribunal Supremo de Estados Unidos y hacía esta afirmación en la audiencia de confirmación previa a su nombramiento ante el Comité Judicial del Senado (que presidía el hoy electo presidente de los Estados Unidos, Joe Biden). Finalmente, fue la segunda mujer que ingresó en dicho Tribunal.

Nacida en 1933, su camino hasta llegar al Alto Tribunal —que Hollywood llevó a la gran pantalla en la película Una cuestión de género (2018)—, no fue sencillo: hija de un emigrante judío nacido en Ucrania y de una neoyorkina hija de polacos, estudió arte en la Universidad de Cornell, donde conoció al que sería su marido, Martin Ginsburg. Martin fue un hombre adelantado a su tiempo con el que construyó una maravillosa relación de apoyo, complicidad y mutua admiración, y con el que, en 1955, tuvo su primera hija. Un año más tarde, empezó sus estudios de derecho en Harvard, siendo una de las nueve mujeres matriculadas en una clase con más de 500 hombres. A todas ellas el decano les preguntó que por qué estaban ocupando un asiento que podía ocupar un hombre. “Se sentía una presión constante: si te preguntaban algo en clase, sentías que, si no lo hacías bien, fallabas no sólo por ti, sino por todas las mujeres”, explicaba años más tarde en una entrevista recogida en el documental RBG (2018) al relatar cómo vivió esa situación.

LITIGIOS ESTRATÉGICOS

Bader Ginsburg fue una precursora de lo que ahora se conoce como ‘litigios estratégicos’: como abogada, escogió cuidadosamente qué casos llevar hasta el Tribunal Supremo de EEUU para denunciar desigualdades —especialmente de género— de la misma manera que en su día se había denunciado la discriminación racial, ello para conseguir avances y modificaciones legislativas.

En Reed v. Reed (1971) consiguió que el Tribunal Supremo dictaminara que la ley que preveía la prioridad del padre sobre la madre para administrar los bienes de su hijo fallecido era inconstitucional y, por tanto, ilegal, lo que originó una cascada de modificaciones legislativas.

En Weinberger v. Wiesenfeld (1975) logró que el Tribunal Supremo fallase que la Social Security Act (que preveía que, ante el fallecimiento del padre, sus esposa y los hijos recibieran determinadas prestaciones) era inconstitucional en tanto en cuanto no establecía una previsión equivalente si quien fallecía era la madre y era el padre quien solicitaba la prestación social.

Cartel del documental RBG, dirigido por Julie Cohen y Betsy West

Bibliografía principal: • Documental RBG. Dir. Cohen y West (2018). CNN Films, Storyville Films. • https://en.wikipedia.org/wiki/Ruth_Bader_Ginsburg, consultado el 29 de noviembre de 2020. • https://www.revistavanityfair.es/poder/articulos/ruth-bader-ginsburgcomo-una-jueza-octogenaria-se-ha-convertido-en-un-icono-millennial/34075, consultado el 29 de noviembre de 2020.

Su enorme capacidad de trabajo (mientras estudiaba en Harvard, durante varios meses asistió, además de a sus propias clases, a las de Martin, a quien le acababan de diagnosticar un cáncer; todo ello mientras se encargaba también del cuidado de su hija), su indudable inteligencia y varias recomendaciones por parte de sus profesores no fueron suficientes, sin embargo, para que algún despacho la contratase como abogada al terminar sus estudios de derecho, por lo que decidió orientar sus pasos al mundo académico. Así, en 1963 comenzó a impartir clases en la Universidad de Rutgers y, a raíz de que su alumnado le propuso que impartiera un curso sobre ‘Derecho y género’, Baden Ginsburg se sumergió de lleno en el estudio de diversos casos de lo que para ella suponían claras discriminaciones por razón de sexo. Este fue, posiblemente, el germen que propició la creación, en 1972, del ‘Proyecto sobre derechos de las mujeres’ de la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles, a través del cual canalizó algunos de los litigios estratégicos sobre discriminación por razón de sexo que llevó hasta el Tribunal Supremo. Posteriormente, fue nombrada jueza del Tribunal de Apelaciones del distrito de Columbia, donde permaneció hasta su elección como jueza del Tribunal Supremo en 1993. Ya como magistrada del Alto

Tribunal, continuó trabajando a favor de la igualdad, como ocurrió, por ejemplo, en el caso United States v. Virginia, donde declaró inconstitucional que el prestigioso

Instituto Militar de Virginia impidiera a las mujeres matricularse. En los últimos años, Bader Ginsburg se convirtió en una auténtica figura de culto para las nuevas generaciones, que veían en ella un ejemplo de rigor, valentía y talante en la lucha por la igualdad. Incluso, en un guiño al rapero Notorious B.I.G., se la rebautizó como Notorious R.B.G., generando merchandising como si fuera un icono pop: chapas, tazas, camisetas e incluso tatuajes con su rostro y sus frases más célebres, libros infantiles con ella de protagonista, eslóganes (“You can’t spell truth without Ruth”, un juego de palabras intraducible que vendría a significar que no puedes deletrear la palabra verdad —truth— sin recurrir a la palabra Ruth)… Su fallecimiento en septiembre de 2020 no ha hecho sino agrandar la figura de esta inspiradora jurista que, en su alegato en el caso Frontiero v. Richardson (1974), recordó las palabras de la abolicionista Sarah Grimké: “No pido ningún favor para las personas de mi sexo. Todo lo que pido a mis hermanos es que levanten sus pies de nuestros cuellos”.

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