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EN EL CAfETÍN DEL COLEGIO
EN EL CAfETÍN
Con Javier Garicano
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Ex DECANO DEL COLEGIO DE ABOGADOS DE VALLADOLID
Por Piluca Burgos, periodista
Javier Garicano (Valladolid, 1968) ha estado al frente del Colegio de Abogados de Valladolid (ICAVA) los últimos cuatro años y, a pesar de que los estatutos le permitían presentarse de nuevo, tomó la decisión de no hacerlo, porque asevera que “en los cargos representativos es bueno no quedarse demasiado tiempo”. Eso sí, confiesa que se ha quedado “muy a gusto” sabiendo que el nuevo decano es Javier Martín.
A sus espaldas lleva un Congreso Nacional que califica de “oportunidad y privilegio” y la gestión de la institución durante la pandemia. Asegura que no puede cuantificar las horas que dedicó al ICAVA durante el confinamiento, pero los trabajadores del Colegio y los compañeros de Junta confesaron que estaban deseando que el decano volviera al despacho. Muchas horas de trabajo que ahora quiere dedicar a su familia y pasar más tiempo con sus hijos, porque “no quiere perdérselos”.
Explica que las nuevas tecnologías han llegado a la abogacía para quedarse y bromea con que “si en el congreso hubieran dicho que se van a celebrar juicios telemáticos, hubiéramos pensado que era ciencia ficción”. Deja el Decanato con la tranquilidad de haber trabajado duro durante estos años, pero también preocupado por todos los que están sufriendo los efectos de la pandemia tanto física como económicamente. “El COVID está siendo una tragedia para todos los ciudadanos”, se lamenta.
Pregunta.— ¿Se acuerda del día que se colegió? Respuesta.— No me acuerdo. He visto una foto, sí, pero no me acuerdo (se ríe). P.— ¿Y de la primera vez que vino al Colegio? R.— Sí que tengo un leve recuerdo del día que entré en el Colegio...
P.— La edad está pasando factura, ¿eh? R.— Cierto.
P.— ¿En aquella época imaginaba llegar a ser decano? Fue vicepresidente de los Jóvenes del ICAVA, ¿le va la marcha? R.— Pues la verdad es que, cuando empecé a ejercer, alguien me aconsejó (y me parece un consejo muy sabio) que era importante implicarse en el Colegio. Pero lo que no me contó es que como te implicases mucho acababas en el Decanato... Por eso primero entré en la Agrupación de la Abogacía Joven y luego en la Junta de Gobierno. Y así hemos terminado cuatro años como decano.
P.— Esa marcha se ha ido apaciguando. Pocos decanos no afrontan una segunda legislatura… R.— La verdad es que yo cuando entré en el Colegio siempre pensé que iba a estar un solo mandato. Personalmente, siempre me ha parecido que en los cargos representativos es bueno no quedarse demasiado tiempo. Por otro lado, en un despacho se exige mucha dedicación que el Decanato no te permite y, además, también está la familia, porque tengo niños pequeños y no quería perdérmelos.
P.— Un decanato con Congreso Nacional ya era de órdago, pero lo de que se haya hecho realidad una distopía mundial que haya parado la Justicia por primera vez... R.— La pandemia está siendo una tragedia que a todos nos está afectando, y el congreso la verdad es que fue una oportunidad y un privilegio.
P.— ¿Mucho trabajo? R.— Pero en la vida las cosas importantes cuestan.
P.— Si no hubiera sido un decanato tan complicado, ¿se hubiera vuelto a presentar? R.— No, porque siempre he tenido esa convicción y las circunstancias de mi despacho y de mi familia también me ayudaban a mantenerme firme, por lo que estoy convencido de que si no hubiera habido estas circunstancias, también lo habría dejado. Además, me ayuda mucho el hecho de que ahora el decano sea Javier Martín, es una tranquilidad para todos, y para mí el primero.
P.— ¿Se quedó a gusto cuando le dijo que se presentaba? R.— Me quedé a gusto porque creo que él se lo merece y porque el Colegio también se merece un decano como Javier Martín.
P.— Y la gente que se ha ido con usted... ¿Por desgaste, por atender a sus despachos, porque es más duro de lo que parece? R.— Al final, evidentemente esto ocasiona desgaste y la profesión, como saben todos los compañeros y compañeras, exige mucho. Luego son compañeros que también habían tenido experiencia en Junta y que pensaban como yo, que había llegado el momento de dejarlo.
P.— ¿Va a seguir vinculado al Colegio de alguna manera? R.— Seguro que sí. Creo que cuando dejas un cargo de esta naturaleza es bueno apartarse a un lado y dejar que la gente que entre ahora desarrolle su trabajo, pero yo siempre estaré a disposición del Colegio, por convicción y porque realmente me gusta.
P.— Volviendo a la pandemia, ¿cómo la vivió? ¿Cuáles eran sus preocupaciones, a qué dedicó más esfuerzos? R.— Como todos, con preocupación, con sorpresa, con extrañeza y, sobre todo, desde la perspectiva del Colegio, con muchas decisiones que tomar y con poco tiempo para hacerlo. Lo más duro de la pandemia es ir conociendo las dificultades de salud y económicas de algunos compañeros. A mí personalmente me ha preocupado mucho y por eso hemos puesto mucho énfasis en buscar fórmulas de ayuda económica, como anticipar el pago del turno de oficio o dotar de más dinero a la Fundación Camilo de la Red para que pueda hacer frente a la prestación de ayudas.
P.— Los hechos se sucedían de forma vertiginosa durante la pandemia. ¿El ICAVA ha sabido reaccionar? R.— Sobre todo nos ha obligado a estar muy al día en cuanto a las modificaciones normativas, los cambios legislativos, los cambios de criterio de la Administración, a las posibilidades de lo que podemos y no podemos hacer. Nos ha afectado mucho también el tema de la paralización de la actividad judicial y también hemos tenido mucho trabajo en ese sentido. Pero creo que hemos sabido afrontar la vuelta a la actividad y a lo que llaman la ‘nueva normalidad’, que desde luego de normal no tiene nada.
P.— En la época del confinamiento, ¿cuántas horas diarias pudo dedicar al Colegio? R.— No las sabría cuantificar, pero la verdad es que me levantaba y me acostaba con el Colegio en la cabeza y con mucha comunicación con muchos compañeros y con el personal. Recibía información de muchos lugares y había que ordenarla, que extractarla…
P.— El congreso fue un vaticinio al centrarse en las nuevas tecnologías. ¿Qué carencias ve en la profesión en este sentido? R.— Sí, la verdad es que la abogacía es una profesión en continuo cambio, pero a mí personalmente el congreso me ayudó a darme cuenta de que debíamos afrontar ese cambio, porque estábamos un pelín anquilosados. Sabíamos que debíamos acometer ciertas actividades que hoy, nueve meses después de empezar la pandemia, nos parecen del día a día. Hoy por la mañana he atendido a algún cliente por zoom y se están celebrando juicios telemáticos. ¡Si esto nos lo dicen en el congreso, hubiéramos pensado que nos hablan de una película de ciencia ficción!
P.— ¿Los abogados son unos acomodados? R.— Nos dedicamos tanto a proteger los intereses ajenos que no nos preocupamos de nuestras obligaciones propias: de acomodar el despacho a los tiempos. Yo creo que el
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congreso nos enseñó a todos que teníamos esta asignatura pendiente. No debemos entender que el despacho está adaptado, sino que debe estar en continuo proceso de evolución.
P.— Y, hablando de adaptar, ¿cuándo se crea un perfil en redes sociales? R.— Te confesaré que siempre he pensado que, durante el decanato, no debía tener voz propia, sino que debía de ser la corporativa del Colegio. Por lo tanto, opté por no tener redes sociales. Cuando he terminado el decanato, y veo lo que suponen las redes sociales, ahora ya estoy dudando de si merece la pena o no participar de ese proceso. No por la dedicación, sino porque a veces te enfrentas a situaciones en donde el tuit, que tiene pocos caracteres, da un significado que no es el que tú quieres dar a las cosas.
P.— ¿Qué futuro le espera a la profesión tras el COVID? ¿En qué le va a pasar factura? R.— La verdad es que es difícil disociar a la profesión de la sociedad, porque a todos nos va a pasar factura. Yo espero que estos cambios nos ayuden en el futuro. Por ejemplo, creo que hay cosas positivas dentro de