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CARTA DEL DECANO
JAVIER MARTÍN GARCÍA, JULIO DE 2021
La lucha de más de un año contra la pandemia ha demostrado la capacidad de resiliencia de la ciudadanía en general y de la abogacía en particular. Ahora que nos encaminamos hacia una progresiva mejora de la actividad profesional, necesitamos recuperar aquellos valores que han resultado colateralmente dañados por la grave situación padecida.
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La mascarilla, la distancia de seguridad y el aislamiento social han sido —y son todavía— medidas extremadamente eficaces en la lucha contra la propagación del virus, pero estas mismas medidas también han provocado importantes efectos negativos en nuestra salud mental y en algunas de nuestras capacidades naturales. A partir de ahora debemos trabajar en reparar ese daño y reestablecer esos valores.
La necesidad de relacionarnos con nuestros semejantes, y de hacerlo en libertad, es consustancial a la condición humana. Valores ambos que nos han sido, al menos parcialmente, hurtados. O para ser más exactos, sacrificados en beneficio de un valor aún más importante: la salud pública. Ahora es el momento de iniciar el camino hacia la íntegra recuperación de esos valores, y aprovechar este compromiso para fortalecer y avanzar aún más en otros como la igualdad real y efectiva entre hombres y mujeres, la defensa de los derechos de los menores y adolescentes, de las personas presas y de los extranjeros. En definitiva, la lucha por lograr una sociedad mejor, en la que siempre se ha destacado como firme impulsora la abogacía. Para conseguir esos objetivos resulta primordial una abogacía fuerte y unida, que desde el 1 de julio cuenta con un instrumento esencial: el nuevo Estatuto General. Una reforma que se ha traducido en una modernización de la profesión, pero también ha logrado reforzar valores esenciales para el ejercicio de la abogacía como la honorabilidad, la libertad e independencia, el respeto a las leyes y a las normas deontológicas, el secreto profesional, la formación continua, la defensa de los derechos y libertades públicas y la defensa de los derechos humanos.
En ese importante avance hacia el progreso de la profesión —y gracias al trabajo de varias compañeras y compañeros, al esfuerzo de la Junta de Gobierno y a la colaboración de anteriores decanos de este Colegio— se ha elaborado un nuevo estatuto particular, que se someterá a enmiendas y a la aprobación de la Junta General durante el último trimestre de este año.
Pero el avance de la abogacía sería incompleto sin la recuperación del insustituible capital humano. Debemos recuperar el contacto físico, la actividad social, el ocio compartido, los reconocimientos honoríficos... El factor que más enriquece la profesión es, sin duda, el humano. El intercambio de conocimientos, pareceres o ideas se manifiesta mucho más efectivo cuando se produce en ambientes distendidos.
Espero —y en ello vamos a trabajar intensamente— que durante el último trimestre del año podamos celebrar aquellos actos institucionales y sociales suspendidos por la situación sanitaria. Para ello es imprescindible vuestra colaboración, y apelamos a vuestra comprensión sobre la forma en que poder finalmente llevar a cabo esos actos, siempre condicionados por las medidas vigentes.
Quiero, en resumen, aprovechar el privilegio que se me otorga en esta tribuna para trasladar un mensaje de optimismo realista sobre el resultado del trabajo que se está realizando para lograr una abogacía mejor cada día. Sin duda redundará en una sociedad mejor.