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El gozo creativo viaja en un carro de plastilina Guillermo Castellanos (Memo Plastilina

El gozo creativo viaja en un carro de plastilina

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Hace varios años, cuando estudiaba la universidad, anhelaba en convertirme en ilustrador de contenidos para la niñez. Mis compañeros, con intención de elogiar mis habilidades para reproducir imágenes con diferentes técnicas, me apodaban ‘El Scanner’. Me sentía muy orgulloso de mi alias, pero ahora entiendo que duplicar imágenes no es crearlas. Yo era un tipo de máquina que le faltaba un ingrediente que

habitaba en lo íntimo, hasta entonces inexplorado.

“Seguro te va a gustar, dibujas bien” me dijeron cuando me contrataron para hacer talleres con plastilina en grupos escolares. Yo necesitaba un trabajo, no sentía ni pizca de entusiasmo por la actividad, pero la paga era buena y los materiales necesarios para mi licenciatura, muy caros. Acepté ignorando que, quienes supuestamente yo iba a enseñar, terminaron dándome lecciones básicas de cómo convertirme de máquina duplicadora a creador.

La plastilina de mi tierna infancia era incolora, dura y con olor a petróleo. No fue mi

material favorito, recuerdo que alguna vez tuve exponerla al sol para lograr manipular aquella consistente masa. Me encontraba delante de mi primer grupo, había practicado muy bien los pasos de la figura que les iba a enseñar, todo salió sorpresivamente bien y noté dos cosas: la plastilina es la protagonista (inclusive sobre el tallerista) y había una especie de aura en el salón, que no entendía muy bien pero que daba gusto.

Ese buen ambiente que se generaba cuando trabajábamos con la masa de colores seguía llamando mi atención. Me costaba trabajo definirlo, pero me fue sencillo dejarme llevar por él. Me gustaba la espontaneidad de los niños, la sencillez con la que resolvían, el asombro cuando descubrían algo nuevo y la alegría de juego cuando trabajaban sus piezas. No recuerdo pensar “voy a imitarlos”, simplemente sucedió. Realicé mis primeras ilustraciones con plastilina para un proyecto de mi carrera, los personajes eran tiesos y las composiciones regulares, pero a ‘el Scanner’ le salieron patitas y dió sus primeros pasos.

Soy de aquellos que piensan que nunca se deja de aprender y siempre habrá una posibilidad nueva por explorar con los materiales creativos. Piezas mecánicas seguían cayendo del ‘Scanner’ con cada paso nuevo, hasta descubrir que bajo la carcaza se encontraba un ser espontáneo, sencillo, alegre y capaz de asombrarse. Mi constante convivencia con niños fue el detonante y, su mejor doctrina, el gozo creativo. Hoy para mí no puede existir uno sin el otro: no es posible acto creador sin gozo y no hay gozo estéril.

”Voyque Vuelo” nombré a mi primera colección de ilustraciones originales, en honor a que dejé de dar pasos para emprender vuelos. Después de 20 años sigo haciendo talleres, además de ilustrar y ahora escribir mis propias historias. Ni en mis momentos más optimistas habría imaginado el rumbo que ha tomado mi carrera como creador. Tampoco hubiera adivinado que el gozo creativo viaja en un carro de plastilina y que los niños me enseñarían a descubrirlo.

Tips para leer en casa

Nuestros libros y lecturas deberían tener un efecto detonante en nosotros, provocarnos a hacer, a movernos, a jugar. Yo recomiendo tener a la mano materiales para dibujar, pintar, para construir un títere sencillo o hasta un disfraz con papel y dar rienda suelta al viaje que nos invite la historia.

Memo Plastilina

Facebook: @MemoPlastilina Instagram: @memoplastilina Semblanza : Memo Plastilina

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