Amazonas, Brasil

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Las aguas del rĂ­o Amazonas son poco profundas pero esconden todo tipo de secretos.

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Bienvenidos a la

Jungla Abanico y repelente en mano, animate a meterte en lo m谩s profundo de la selva amaz贸nica para descubrir fascinantes especies de flora y fauna. texto y fotos: constanza coll

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Las casas en la selva amazónica son flotantes o se construyen sobre terrenos elevados, porque el nivel del agua sube hasta veinte metros en temporada de lluvias.

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as manos arriba, a la altura de la cabeza y sin tocar el agua. En malla y con los pies descalzos, fuimos bajando uno a uno los escalones de madera, resbalosos por el verdín, hasta la tarima donde Erico Evangelista Cruz nos espera con un balde lleno de pescado fresco. El folleto vendía “delfines amazónicos en su hábitat natural”, así que suponemos que bajo el agua marrón, que en la tarima nos llega a la cintura, se pasean varios ejemplares a la espera del almuerzo. Erico tiene 22 años, sangre indígena y tres hermanos con los que trabaja en el negocio de su mamá Silvana, Recanto do Boto, a donde llegan turistas de todo el mundo para “nadar” con delfines. Y va entre comillas porque la actividad, muy popular y familiar en los destinos caribeños, es totalmente diferente en el lago de Acajatuba, en el Amazonas de Brasil. Erico saca el primer pescado del balde y lo hace rebotar un par de veces en la superficie del río mientras nos advierte: “Estos delfines no son como los de las películas, no hacen piruetas, en cuanto 36

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salgan del agua tienen que ser muy rápidos para poder tocarles el cuello o la panza”. En fila y con las manos todavía en la cabeza, vamos pasando de a uno al frente, cerca de Erico, el pescado y de repente... ¡una bestia que se abalanza torpe y pesada sobre su comida, Erico y el turista que se animó a ser primero! “Nadar” es una forma de decir “caer”, porque este delfín no entiende de turismo ni de buenos modales, así que arremete contra el pescado carnoso y cualquier cosa o persona en su camino. El primer soldado cae aplastado, totalmente sorprendido, pero en dos brazadas asustadas vuelve a pisar firme la tarima. “Próximo”, pide Erico, que quiere terminar con el trámite para poder volver a su perrito, la hamaca paraguaya y El Show del Chavo en el televisor de tubo. El Inia geoffrensis, también conocido como boto o delfín rosado, llega a pesar 185 kilos y a medir dos metros y medio, tiene un hocico alargado con 28 pares de dientes y una responsabilidad social para con las niñas que se embarazan: hay documentos fechados hasta el año 1980 en los que se lee “Boto” sobre la línea punteada

destinada al nombre del padre. Cuenta la leyenda que, las noches de luna llena, el delfín rosado se transforma en un hombre hermoso y llega a las fiestas vestido de blanco para seducir a las mujeres solteras. Por eso Silvana (de 38 años) le agradece a Dios todos los días, porque le dio cuatro hijos maravillosos y no la complicó con hijas a la que cuidar: “No da con tanto boto por aquí, una estaría todo el tiempo preocupada por dónde o con quién está la pequeña. Yo solo recibo en casa a las niñas de mis hijos, pero después de casadas”.

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l setenta por ciento del Amazonas está cubierto de agua en temporada de lluvia, entre diciembre y junio. Esto explica el amontonamiento de barcazas, cruceros, lanchas colectivas, transportadoras de containers, grúas, botecitos inflables y canoas a orillas de Manaos, la capital del estado. Es viernes al mediodía y hace todo el calor que uno podía calcular buscando la ciudad en el mapa, “3,5 grados al sur del Ecuador”, decía en Wikipedia. Y aunque en el mercado de


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“Nadar” es una forma de decir “caer”, porque este delfín no entiende de turismo ni de buenos modales. Arremete contra el pescado carnoso y cualquier cosa o persona en su camino. 6

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Como las agujas del reloj: 1. Los chicos saludan ante las cámaras turistas. 2. Un delfín rosado se abalanza sobre su almuerzo. 3. La cúpula del Teatro Amazonas, inaugurado en 1896. 4. Por este tipo de construcciones, Manaos era llamada la "París de los trópicos". 5. Atardecer rojo sobre el río Solimões. 6. Las embarcaciones se amontonan en el puerto de Manaos. 7. Erico Evangelista Cruz tiene 22 años y trabaja con su mamá en el Recanto do Boto.

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amazonas Izquierda: Proa del crucero Iberostar Grand Amazon. Derecha: Los botes del pueblo amazónico suelen marchar con motores de rabeta, los mismos que usan como generadores en sus casas. Abajo, de izq. a der.: Rana Hoja (Mantidactylus asper), que, como su nombre lo indica, se camufla perfectamente con el follaje de la selva; planta en la huerta medicinal de una familia indígena que se visita en excursión; yacaré de tamaño similar al que sostuvo Rafael; mono tití en el Hotel Ariaú Amazon Towers.

pescados y la feria de bananas la gente anda como loca comprando y vendiendo a los gritos, cargando cachos al hombro y bolsones de arpillera con alimento para los días que le toquen abordo o para llevar a sus casas flotantes en medio de la selva, el calor es aplastante, denso, húmedo, y obliga a muchos a tomar siestas repentinas bajo la sombra de una palmera o de un toldito en plena vereda. Mujeres y hombres se cubren del sol con lentes y visera, paraguas o hasta sombrillones de playa, toman agua de coco helada y mucha cerveza Skol. La temperatura baja drásticamente al entrar en los edificios públicos, museos o teatros de la ciudad, porque son construcciones antiguas, de techos altos y paredes anchas, resabios de la belle époque de Manaos. Porque esta ciudad fue el refugio del Príncipe de Portugal y toda su corte cuando Napoleón ordenó la invasión del país europeo y más tarde, a fines del siglo XIX, creció y se desarrolló como ninguna otra urbe de Latinoamérica mientras duró la “fiebre del caucho”, casi treinta años, hasta 1920. Por eso fue pionera en cuestiones como las redes de tranvías eléctricos, la luz y el sistema de agua por caños y alcantarillas; por eso se llenó de aristócratas ingleses, italianos y franceses que con sus ropas, carruajes y palacetes 38

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transformaron Manaos en el lujoso “París de los trópicos”. Lo cierto es que el estado natural en la selva no es el asfalto ni las paredes de ladrillo y cemento, sino la frescura de las hojas verdes y el suelo barroso, la brisa que llega de los ríos y corre libre entre los techos vegetales y las ventanas sin vidrios. Es lo que vinimos a ver; allá vamos.

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ay distintas formas de entrar y conocer la capa superficial de la selva amazónica, ya sea en Brasil, Perú, Bolivia o Ecuador, abordo de cruceros más o menos lujosos o durmiendo en lodges de madera en plena mata, pero las excursiones son más o menos las mismas en todos lados: pesca de pirañas y avistaje de delfines rosados, trekking por senderos en medio de la selva, observación nocturna de yacarés, visita a una familia indígena y posibilidad de compra de artesanías locales... Los paquetes turísticos se repiten, es difícil salirse del combo armadito para entrar en contacto con el Amazonas profundo y sus tantas comunidades indígenas que, al día de hoy, se mantienen totalmente aisladas, muy lejos de la civilización y el hombre blanco. Uno de los casos famosos que mantiene a


Al descubrir sus ojos rojos entre los pastizales, Rafael se arroj贸 al yacar茅 y lo tom贸 con sus manos fuertes por la boca y la cola para que los pasajeros pudieran sacarse una foto.


hacelo realidad Cómo llegar Desde Buenos Aires hay vuelos a Manaos, con una o dos escalas, desde $ 4.000 por Tam (tam.com.br) y $ 4.300 por Lan (lan.com). Cuándo ir La temporada de lluvia en Amazonas va de diciembre a mayo. En estos meses el nivel del agua sube hasta 20 metros, lo que permite navegar más adentro y recorrer los canales que se forman entre las superficies de selva elevadas. Por otro lado, la temporada seca también es recomendable ya que el agua se retira y permite hacer caminas al interior del bosque. Alternativa deluxe: Tres noches en el crucero Iberostar Grand Amazon, con excursiones, comidas y bebidas, cuestan US$ 1.200 (crucerosamazonas.com). Paseo: A orillas del Hotel Tropical de Manaos hay un puerto de paseos desde donde salen lanchas hasta el Recanto do Boto, para ver los delfines rosados. La excursión, de unas tres horas, cuesta alrededor de US$ 60. Más información: En la Embajada del Brasil en Buenos Aires, ubicada en Cerrito 1350, tel.: (11) 4515-2422; turismo@brasil.org.ar

Monos tití en el hotel Ariaú Amazon Towers, con habitaciones en las copas de los árboles. Aquí se filmó la película “Anaconda” y el reality show “Survivor”.

raya el turismo es el de un grupo de periodistas alemanes que, en la misión de contactar a una de estas tribus, perdió el equipo, las cámaras de fotos y toda la ropa.

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ntre las opciones menos peligrosas, o mejor dicho, más cómodas y exclusivas, destaca el paquete de tres noches por el Río Solimões abordo del crucero Iberostar. Estándar Grand Collection, la categoría más alta entre los hoteles cinco estrellas del Grupo Iberostar, este barco tiene apenas 72 cabinas, pileta en la terraza, dos bares equipados con botellas de etiqueta nacional e internacional, gastronomía de primer nivel y guías bien guapos. Entre ellos, el preferido por las 40

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pasajeras de esta travesía es Rafael Estrela, 32 años, de brazos fuertes, nacido y criado en Amazonas, amigo y superviviente de la naturaleza salvaje. A veces, Rafael muestra su costado sensible con los collares y pulseras de semillas que enhebra y regala a las pasajeras del barco, cuando toca bossa nova en la guitarra o se zambulle en la mata para rastrear especies medicinales y ranitas camufladas con las hojas. Otras veces, Rafael muestra sus destrezas con la navaja, todo su conocimiento sobre los peligros de la zona y la fuerza de su cuerpo entrenado en la selva: una noche oscura, embarcados en una lancha, fuimos a buscar yacarés a la orilla del río en la región de Manaquiri. Al descubrir sus ojos rojos entre los pastizales, Rafael se arrojó al animal, que dio pelea, y lo

tomó con sus manos por la boca y la cola para que los pasajeros pudieran tocarlo y sacarse una foto. Más tarde, esa misma noche, mientras corren unas caipirinhas en la cubierta del barco, el chico “estrella” confiesa que ya lo han mordido yacarés y pirañas (muestra cicatrices en las piernas y una mordida más importante en el costado izquierdo): “Esto no es nada...”, dice superado, canchero, y tras unos segundos de silencio cuenta su mejor historia. Las chicas escuchan atentas: “Hace un par de años nadaba muchísimo en los ríos de Amazonas, a modo de entrenamiento. Hasta que un día, entre una brazada y la siguiente, sentí un pinchazo por acá y después otro, y otro más. Gracias a Dios, un hombre que pasaba con su lancha respondió a mi grito de ayuda y me sacó del agua a tiempo, ¡se me habían metido cinco candirús!”. Más conocido como pez-vampiro, es un parásito vertebrado que se mete por los orificios o lastimaduras y se aloja en cuerpos ajenos, muerde y chupa la sangre para alimentarse y reproducirse. El candirú puede crecer hasta veintidós centímetros y llega a matar, desde adentro. Rafael Estrela sobrevivió no a uno, sino a cinco ejemplares del bicho más temido del Amazonas. Las chicas suspiran.


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