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Edén brasileño
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Chiringuitos sobre la arena, olas para surfear y recovecos de aguas templadas turquesas. Búzios mezcla bohemia con el aluvión veraniego de Havaianas de diseño. Por qué la eligen los argentinos. texto: CONSTANZA COLL l FOTOS: Ivana Salfity - Embajada de Brasil
Un grupo de chicos improvisa un partido de fútbol en Geribá, que, con dos kilómetros, es una de las playas más largas de Búzios.
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“En Geribá pasan inadvertidos, de malla y Havaianas, jueces, actrices de telenovelas y cantantes de rock”. Sí, Búzios está llena de argentinos. Jonathan trabaja desde hace diecisiete años en Praia Brava, lo que es más de la mitad de su vida. Dice que “nunca fica saciado”, que en esta bahía tiene todo, buenas olas para surfear y un costado de piedras entre las que busca ostras nativas para vender a los turistas (quince por R$ 25). Le dicen “Loiro”, porque de tanto sol y mar se le decoloran las puntas de la cresta que se peina, insistentemente, con las dos manos. El resto es negro azulado, mucho más negro cuando usa la zunga blanca que le regaló su mujer: “Desde que quedó embarazada se puso mucho más celosa, está allá arriba, espiando, no le gusta que hable con argentinas”. En su voluntaria función de bañero, Jonathan tuvo que rescatar a varias, “más de siete”, suma con los dedos, el mar es traicionero en Praia Brava. Esta playa de Búzios tiene su grupo habitué de argentinos: equipos de colegiales en plan de spring-brake, hijas en sus veintes que toman sol y miran cómo sus vecinos de country intentan barrenar
alguna ola y ex compañeros de colegio tratan de hacer una remake del viaje de egresados. Todos compran camarones a la milanesa, queso caliente, piña colada, pareos, pulseritas, lentes truchos y cualquier otra fuente de entretenimiento playero que no se escape del presupuesto diario. Brava es surfista, joven, de agua bastante fría y cuenta con un pasadizo semiescondido que empieza en la esquina derecha de la playa y termina en otra bahía, nudista, Olho de Boi.
Sí, Búzios está llena de argentinos, pero no están en Geribá. Las familias argentinas se concentran en las playas de la costa norte de la península, como João Fernandes, Azeda y Azedinha o Tartaruga, piletones de agua calma y templada porque le dan la espalda a las corrientes oceánicas que llegan del sur. Geribá queda del otro lado, en el opuesto exacto del mapa, ocupa dos kilómetros de
arena blanca y mira de frente al mar abierto, con un buen ritmo de olas y una población mayoritaria de brasileños. Búzios queda 180 km al norte de Rio de Janeiro, que en las últimas décadas expulsó a muchos cariocas en busca de barrios más tranquilos y seguros, más agrestes. Geribá fue una de las playas elegidas, dicen, porque es parecida a la Ipanema de los años ‘50. Haciendo kite-surf, jugando al vóley o tomando cerveza con los pies hundidos en la arena, en este rincón de la península pasan inadvertidos, de malla y Havaianas, jueces, actrices de telenovela y cantantes de rock. “Por eso decimos que acá uno nunca sabe con quién está hablando”, explica revoleando los ojos entre las mesas del restaurante Rubén Rables, supervisor del hotel Colonna Park. Él llegó a Búzios por primera vez en 1976, y si bien intentó volver a nuestro país con la democracia, no pudo: “No encontré a muchos de mis amigos y los que estaban tenían las caras largas. No era la misma Argentina de mi adolescencia y yo ya había mordido la manzana roja y brillante que es Brasil”, recuerda Rubén, con mix de palabras de su lengua materna con otras del portugués que habla todos los días, desde hace treinta y seis años. En una canchita de fútbol delimitada por canoas encalladas, troncos húmedos y el mar revuelto de Geribá, unos chicos de entre siete y quince años, en cuero y descalzos, se disputan una ficha de metegol. Todos posan concentrados en el juego ante las cámaras de los turistas. Se quedan en la playa hasta la hora de cenar.
Sí, Búzios está llena de argentinos, entre inmigrantes de otras 52 nacionalidades que, según algunos folletos y la web Wikipedia, sucumbieron a la tentación de vivir en este pequeño edén brasileño. Un gran porcentaje no había siquiera pensado en mudarse de casa o barrio. Llegaron a Búzios en plan vacaciones y
IZQUIERDA: Los barcos que ofrecen paseos por la península te dejan saltar al mar y llegar a las playas nadando. DERECHA, COMO EL RELOJ: El buggy es una de las mejores opciones para recorrer Búzios; la peluca platinada ayuda a vender palitos helados en la playa; clásica moqueca de pescado; la pesca del día en Praia de Manguinhos.
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oo s e l v i a j e p e rb fĂşezci t China
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Vista del mar turquesa de BĂşzios desde un mirador en la ruta; la afamada piĂąa colada de Brasil; jugando a la paleta mientras atardece.
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encontraron un paraíso de 70 km², con veintitrés playas y trabajo para todo el mundo en hoteles, restaurantes y excursiones en barco. Otro dato que suma atractivos a semejante panorama es que Búzios tiene el mismo índice pluvial que el estado de Ceará, en el norte de Brasil, con un promedio de 290 días de sol por año. Pablo Correa tiene 26 años y es rosarino. Después de vivir en Bariloche, El Calafate y Misiones, emprendió un viaje con rumbo norte: “El plan original era subir por Latinoamérica hasta Panamá, pero cuando llegué a Búzios descubrí un cielo azul como nunca había visto. Me enamoré, hace tres años que vivo acá y ahora estoy buscando un terrenito para construir mi casa. No me voy más”. Pablo es cocinero y fotógrafo, de día convence a los turistas de posar de las maneras más ridículas y los jueves a la noche es ayudante de cocina para los eventos de samba en el Puerto de los Pescadores: “Yo soy más del palo rockero, pero con el tiempo me fui ablandando y a veces me divierte salir a bailar un poco de cachengue con los amigos”. Rua das Pedras son tres cuadras angostas de zapaterías, locales de diseño, barcitos
veraniegos y algunos restaurantes un poco más chic, aunque admiten turistas en Havaianas. Entre paréntesis, en esta calle hay un local de las famosas ojotas brasileñas que vende la colección especial por el 50° aniversario de la marca, incluyendo un par de sandalias de goma a R$ 280, con incrustaciones de cristales Swarovski. Uno de los spots clave para la tarde-noche en Rua das Pedras es Chez Michou, creación maestra de unos argentinos que vende 1.500 crepés por día, entre salados y dulces. Inaugurada en 1999, la Orla Bardot es la mejor opción de caminata junto al mar. Este paseo en madera, con plantas y bancos donde sentarse a esperar el atardecer, recorre la playa Armação y las famosas esculturas en bronce realizadas por la artista Christina Motta: Los Pescadores, la del ex presidente Juscelino Kubitschek y la de Brigitte Bardot, actriz francesa que en 1964 eligió pasar sus vacaciones en Búzios. En una antigua casa de pescadores, en el 468 de la Orla Bardot, el restaurante Salt se prepara para su segunda temporada de verano. Los platos del chef Ricardo Ferreira combinan elementos de influencias oriental y francesa con
ingredientes nativos, como el pulpo grillado con ensalada de quinua y reducción balsámica, el atún con costra de sésamo, puré de wasabi y repollo crocante, y el brownie de pistacho con helado de vainilla y salsa de chocolate (menú con entrada, principal y postre: R$ 60, Tel.: (22) 2623-6769, restaurantesalt.com.br).
Sí, Búzios está llena de argentinos... contentos. No queda tan cerca, ni siquiera hay vuelos directos a Búzios todo el tiempo (sólo charters en temporada alta). Y sin embargo, junto a Florianópolis, es uno de los destinos brasileños más elegidos por los argentinos. Es práctico, no hace falta saber una palabra de portugués, se puede pagar con pesos hasta la propina y todos los detalles están aceitados a la manera que nos gusta. También, quizás, los esotéricos dieron en la tecla al descubrir que Ponta da Lagoinha, a dos cuadras de la playa Ferradura, es un “aleph” o portal energético: acá el recorte de la costa coincide con el dibujo del litoral africano, evidencia de que ambos continentes estaban unidos hace 200 millones de años. Noviembre 2012 Lonely Planet Traveller
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