Crucero al Cabo de Hornos

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cabo de hornos

Gran Escape

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Entre fiordos y glaciares por los mares del sur 112 Lonely Planet Traveller Diciembre 2014

En la cordillera de Darwin, las paredes del glaciar PĂ­a alcanzan los 300 metros de altura.

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La partida

Zarpá al atardecer del puerto de Ushuaia. Con rumbo sur, se navega a través del Canal de Beagle.

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Primer desembarque en gomón para hacer una caminata por la selva fría patagónica. Abajo La embarcación Vía Australis vista desde tierra.

Se zarpa de Ushuaia al atardecer y el viaje comienza rumbo sur, a través del mítico Canal de Beagle. Abajo Harón es el líder de guías de expediciones.

Día 1

Expedición por el fiordo Garibaldi, caminata con final para el recuerdo y el glaciar Pía conforman un combo perfecto.

H

arón Aillon es líder de guías de expediciones, tiene 34 años, habla los idiomas que hagan falta, y es de la ciudad de Concepción, Chile. Lleva cinco temporadas abordo, y si bien a veces se siente lejos de todo, vive el día a día como un desafío constante en lo que refiere a resistencia física, relaciones con las personas y en eso de poner al mal tiempo buena cara. “La seguridad está primero, y

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os grandes navegantes de la historia temieron, y con razón, el Cabo de Hornos. Antes de la construcción faraónica del Canal de Panamá, este cabo, el más austral del planeta, era el paso obligado de los barcos mercantes que necesitaban ir del Pacífico al Atlántico, o viceversa, sin dar la vuelta completa al globo. Ubicado en la latitud 59° Sur, pasando los rugientes 40 y los furiosos 50, es el único lugar donde las olas y el viento pueden dar la vuelta al mundo sin ningún reparo de tierra. Por ello, acá se registran vientos de más de 120 nudos (220 km/h) y olas de hasta 30 metros de altura, condiciones que provocaron al menos 800 naufragios y 10.000 muertes. Claro que los tiempos cambiaron, y hoy, con las previsiones meteorológicas y todos los dispositivos tecnológicos, los capitanes tienen más herramientas para decidir si zarpan o si mejor esperan. Porque una vez que la idea surge, se queda pegada, crece y el desafío es tan seductor que ya no hay vuelta atrás. En el puerto deportivo de Ushuaia , un velero de acero, de cuarenta pies y bandera francesa, acaba de sumarse a la cofradía de “cape horners”. El capitán de esta pequeña gran embarcación esperó casi tres semanas un pronóstico favorable para doblar el cabo, y cuando finalmente llegaron sintieron cierta decepción: “No había nada de viento, tanto así que tuvimos que arriar las velas y prender el motor. Las previsiones le quitan el factor sorpresa a uno, pero bueno, son los pros y contras, tampoco quisiera formar parte de ese gran cementerio de barcos, como se le llama”. Desde hace 25 años, la empresa chilena Cruceros Australis surca los mares del sur y ofrece a los viajeros, turistas, civiles, la posibilidad de conocer este hito en el mundo de los navegantes. En apenas dos días y tres noches de navegación, no seremos verdaderos cape horners, pero habremos estado en uno de los lugares más recónditos, temidos y hasta misteriosos del planeta. Allá vamos.

por eso, a veces la orden del capitán es no desembarcar en Cabo de Hornos, que es uno de los highlights del viaje. Algunos lo entienden enseguida, y hasta se contentan de ver el cabo en su máxima expresión, pero otros se enojan y hay que estar bien dispuesto para levantar los ánimos”, explica Harón mientras termina de abrigarse con todo y ajustarse el salvavidas de rigor para guiar la primera expedición en el fiordo Garibaldi . Son las nueve de la mañana, el cielo está despejado y la sensación térmica nos sorprende con once benditos grados centígrados, un parte meteorológico inaudito para estas latitudes. Las opciones son quedarse en el crucero para hacer una navegación panorámica frente al glaciar, o bajar en los gomones Zodiac para trepar un cerro a través de la selva fría patagónica y llegar hasta la base de una cascada, a unos 250 metros de altura. Desde la playa, la propuesta parece más que desafiante, con el salto de agua en una ladera tan empinada y brotando entre las piedras Diciembre 2014 Lonely Planet Traveller 115


En el primer desembarque, una de las opciones de expedición es una escalada –de dificultad media/alta– hasta una cascada. Desde arriba se ve completo el glaciar Garibaldi.

y la selva apretada, pero somos muchos los que nos animamos a la escalada. Hay ñires, coihues, lengas, pájaros carpinteros, huellas de zorros y el ruido del agua que baja con fuerza en esta época de deshielo. El paso no es rápido sobre las piedras y raíces húmedas, el sendero es natural, poco pisado y en algunos tramos, tan vertical que exige usar las manos para afirmarse en los troncos cubiertos de musgo y líquenes. Fuimos bien advertidos de la dificultad media-alta del recorrido, pero también de la merecida recompensa por tal esfuerzo: la vista casi aérea del glaciar Garibaldi, el fiordo cubierto de témpanos, los picos nevados, la selva y un traguito helado de cascada pagan con creces y renuevan la energía para la vuelta. El crucero nos recibe calentito y con el almuerzo servido en la primera cubierta. El buffet este mediodía es italiano, con canelones, minestrone, ensaladas de mariscos, tiramisú y mucho más. La dinámica del “todo incluido” relaja la vida abordo y evita preocupaciones. Los pasajeros volvemos hambrientos de las caminatas, y pasamos sin escalas al Comedor Patagonia; por la tarde, después de la siesta imperiosa, a los tentempiés y el vermut en la barra del Salón Sky; y a partir 116 Lonely Planet Traveller Diciembre 2014

de las 20, la cena con entrada, principal, postre y vinos chilenos. Comer, caminar, dormir: una rutina diseñada especialmente para poder hacer todas y cada una de las excursiones sin morir de cansancio en el intento. Por la tarde, navegamos 25 millas hacia el Este por el Canal de Beagle para visitar el glaciar Pía , un gran muro en tonos azulados con paredes de hasta 300 metros de altura. Otra vez, Harón ofrece opciones más y menos esforzadas, desde una caminata por la bahía plana hasta un trekking rápido a un mirador en lo alto de un cerro donde la vegetación son arbustos más achaparrados, como chauras, calafates, zarzaparrilla y el michay. Otra de las guías de expedición, Mónica Rivero, de Ushuaia, fanática de las aves, hoy cumple 32 años y recibe, en la cima del cerro y a cargo de todo el grupo, la canción correspondiente en inglés, italiano, francés y portugués. De vuelta a bordo, el capitán anuncia que comenzamos a navegar con destino al Cabo de Hornos, y que de camino surcaremos las aguas de la Avenida de los Glaciares , con los ventisqueros España, Romanche, Roncagli, Italia y Holanda. Al pasar junto a cada uno, se hace un brindis con copas de vino, chops de cerveza, quesos, pizzas y salchichitas.

El Día 1 se navega sin escalas hasta el fiordo Garibaldi, y por la tarde, se regresa por el brazo Noroeste del Canal de Beagle y la Avenida de los Glaciares.

Flora y fauna

Mientras se navega, los guías de expedición dan charlas sobre flora, fauna, historia y geografía de la región. Ya sea desde el barco o en las excursiones a tierra, podemos identificar distintas especies. Entre las más representativas destacan: leones y elefantes marinos, castores, ballenas y delfines, pingüinos de Magallanes, gaviotas, petreles, albatros, cormoranes, cóndores y patos; coihues, ñires, lengas, calafates, canelos, turba y chauras (foto).


cabo de hornos Desembarque en Glaciar Pía. Izquierda El gomón se abre camino entre los témpanos y permite acercarse más a los glaciares. Abajo El Alcamar Andrés Valenzuela.

Día 2

Cabo de Hornos es el clímax del viaje. Pero hay más: excursión a Bahía Wulaia, en la isla Navarino, para hacer cima en un cerro de 230 metros de altura y vista de 360 grados.

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icen los navegantes que el albatros es portador de buenas noticias, y que, tan elegante, veloz, rey de las aves migratorias, encarna el alma de un marinero que perdió la vida en altamar. Son las seis de la mañana y un grupo de albatros acompaña a la nave en las últimas millas que nos separan del Cabo de Hornos. La ola es suave y larga, el cielo totalmente celeste, y casi no sopla viento, parece que estuviéramos navegando en cualquier otro lugar menos la bahía Nassau, rodeada por las islas del archipiélago de Tierra del Fuego, muy azotada siempre por fuertes vientos provenientes del Pacífico. La Isla se alza frente a nosotros de Hornos con su emblemático faro, y en la cima de su punto más alto, a 425 metros, una escultura del artista chileno José Balcells con la silueta de un albatros y la poesía de Sara Vial en honor a los marinos: “Soy el albatros que te espera en el final del mundo. Soy el alma olvidada de los marinos muertos, que cruzaron el Cabo de Hornos desde todos los mares de la Tierra. 118 Lonely Planet Traveller Diciembre 2014

Pero ellos no murieron en las furiosas olas, hoy vuelan en mis alas, hacia la eternidad, en la última grieta de los vientos antárticos”. Nos preparamos para el desembarque, el corazón se acelera y evidencia que el evento sí emociona, tal vez por las leyendas, por la historia o la magia, y cómo no, vamos a pisar el pedazo de tierra más austral de América. Desde este punto hasta la Antártida, hay 954 kilómetros de agua. La isla forma parte del Parque Nacional Cabo de Hornos y de la Reserva de la Biósfera declarada por la UNESCO en el año 2005; tiene apenas 30 kilómetros cuadrados, aloja la capilla más austral del mundo, y es la casa con jardín de una familia chilena. El Alcamar Andrés Valenzuela (37), su esposa Paula, su hijo Matías, de doce años, y Melchor, un caniche toy blanco, se mudaron de Punta Arenas a la Isla de Hornos el 17 de diciembre de 2013 y se quedan poco más de un año para custodiar el cabo, chequear el faro, el radar y comunicar los partes meteorológicos cada tres horas, de día y de noche, entre otras tareas. Valenzuela

explica que se postuló voluntariamente para ocupar el puesto y que fue seleccionado entre 380 personas: “Ya había estado acá, una vez, con el Buque Escuela de la Armada. Y cuando me dieron la noticia quedé pasmado de contento, mi familia me apoyó al tiro. De hecho, mi


Pasarela al Monumento Albatros, en el Parque Nacional Cabo de Hornos. Abajo Troncos cubiertos de musgos en la selva fría patagónica; Cartas y deseos en la capilla Stella Maris.

paso Drake, al sur del cabo. Adolfo Navarro es oficial de marina mercante y, antes de ser el responsable máximo de esta embarcación, trabajaba en barcos de carga con roles de seis meses consecutivos en altamar: “Hay un mundo de diferencia entre aquel trabajo y este. Acá la responsabilidad es muy grande, porque estamos llevando a civiles, llegamos a tener pasajeros de hasta 25 nacionalidades en el mismo crucero. Y aunque las previsiones sean buenas, nunca me quedo tranquilo, porque la cosa cambia radicalmente de un momento a otro”. Navarro recorre el horizonte con la mirada y agrega: “Acá el mal tiempo es prominente, es normal, con granizo, aguanieve, nieve, olas, muchísimo viento… hace poco tuvimos que auxiliar un pesquero centollero y rescatamos a cuatro personas. Los pasajeros estaban felices de haber visto la maniobra”. El capitán y la tripulación hicieron esta ruta varias veces, tanto así que lo viven como algo normal, como de rutina: “Nos falta creernos el cuento nosotros mismos, eso de ser cape horners…”. Dice la tradición náutica que aquellos que consiguieron doblar el Cabo de Hornos pueden comer con los pies sobre la mesa y hacer pis a barlovento, es decir, contra el viento. Privilegio de dudosa honra, por cierto. El Día 2 se navega por el canal Murray y la bahía Nassau hasta el P.N. Cabo de Hornos; y por la tarde se navega hasta Bahía Wulaia.

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hijo dice que si pudiera, se quedaría a vivir en la isla. Le encanta acá, es totalmente libre, juega y recorre por todos lados con Melchor. El otro día andaban por allá arriba”, Valenzuela señala la cima de un cerro, y aclara que eso se da solo cuando el clima está bueno, porque cuando está malo hay que afirmar el techo de la casa en unos trozos de cemento, guardar todo y meterse adentro a mirar películas y estudiar. “Uno de los primeros días que pasamos acá había como cien nudos de viento y casi se nos vuela Melchor, ¡de verdad!, casi se nos va por los acantilados. Lo más difícil es el invierno, de abril a diciembre, porque no vemos un alma, después ya empiezan a llegar los cruceros, los veleros que vienen 120 Lonely Planet Traveller Diciembre 2014

de los lugares más lejanos... hace poco llegó un japonés medio loco, loco del todo, que estaba dando la vuelta al mundo en su kayak”, comenta Valenzuela. Ya había dicho Harón que el Cabo de Hornos es el clímax de la travesía, y sin embargo el viaje continúa: nos queda una expedición más, por la tarde, en la Bahía Wulaia, en la Isla Navarino. Allá la propuesta para los valientes será hacer cima en un cerro de 230 metros de altura y guardar silencio por cinco minutos mientras se disfruta de una vista de 360 grados. Antes de poner rumbo norte y navegar 78 millas más hacia Navarino, el capitán del crucero Vía Australis aprovecha el buen clima para navegar el

Los albatros son aves marinas de grandes dimensiones que se encuentran en los océanos Antártico, Pacífico y Atlántico Sur. En la parte más alta de la Isla de Hornos hay una escultura con su silueta realizada por el artista chileno José Balcells, de 7 metros de altura. Ubicado en el archipiélago de Tierra del Fuego, este mítico hito es considerado el punto más austral del mundo. Fue descubierto por los europeos en 1616, y durante siglos fue una importante ruta de navegación entre los océanos Pacífico y Atlántico.

constanza coll es cronista de viajes y navegante. Si bien prefiere la vela, dice que estos paisajes fueron de los más lindos que vio.


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