República Dominicana

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especial islas y playas mns,ms ,msn s,bs,sbj sn snsbjs ,jbs s,jbs ,jbs ,sjb s,jb s,bjs sbj smbs sb sb ssb sbjs skjbkss

República Dominicana

un Pez

Quisiera ser Dominicana fue tres años consecutivos líder en exportación de cigarros; teleférico en la ciudad de Puerto Plata; construcción colonial en el casco antiguo de Santo Domingo; la agenda de fiestas va de lunes a lunes en Dominicana.

... para moverme ágil al ritmo de la bachata y por los mundos submarinos de Dominicana. texto constanza coll

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fotos go-dominicana y constanza coll

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especial islas y playas

Hacia la derecha 93 hectáreas de Santo Domingo están protegidas por la UNESCO; heladito de pistacho frente a la Plaza Independencia de Puerto Plata; patio en una de las Casas del XVI, en Santo Domingo; escalada y descenso en los Charcos de Damajagua.

C

olón, primero, descubrió República Dominicana. Cruzó el océano Atlántico y encontró, en medio del Caribe, en esta isla virgen, súper fértil y con agua dulce, un punto estratégico para desembarcar a los conquistadores y clavar la bandera en el Nuevo Mundo. Al primer pueblo le dio el nombre de su reina, La Isabela, un caserío de techos bajos y jardines frutales que hoy es paso obligado hacia Charcos de Damajagua. Vamos por caminos de tierra en un camión adaptado tipo safari, con bancos sobre los costados, una lona en el techo para evitar insolaciones y a los lados, pura ventana sin vidrios, para respirar el aire caliente y mirar. De camino se ve plantaciones de caña de azúcar, cerros y mata verde, hombres a caballo, vacas que se cruzan, perros sin collar, casitas numeradas a mano del #1 al #63, tierra seca, sol por todos lados. El camino atraviesa Puerto Plata, una provincia en la parte norte de la isla que aloja tesoros naturales poco conocidos, tal vez, gracias al éxito que tienen las playas all-inclusive de Punta Cana. Si bien acá también hay mega-resorts con todo incluido, playas de agua tibia y sombra fresca de palmeras, Puerto Plata es para gente inquieta, que no se conforma con el dolce far niente. En el camión viaja una pareja de luna de miel, y otros tórtolos recién comprometidos, irlandeses; dos hermanas evangelistas de la Florida y un explorador canadiense todo

camuflado, con largavistas y borcegos todoterreno. También está el guía, Elvis Castillo Durán, y su hijo Joan, de 7 años, que completa las frases de su padre y le tira línea cuando se saltea algún dato. Todo, por la módica suma de dos paquetes de Skittles, una Coca-Cola y papas fritas Pringles con gusto a cheddar. Estamos a no tantas millas de Estados Unidos. “Familia, vamos a hacer dos paradas antes de llegar a los Charcos de Damajagua”, adelanta Elvis mientras se seca el sudor de la cabeza afeitada. En la primera, visitamos una asociación de artesanos que trabaja con piedra caliza y madera petrificada desde hace más de treinta años, en el pueblo de Barrabas. El primer escultor fue Pablo García Gómez, y hoy son más de doscientas familias las que viven de las más diversas creaciones en piedra, desde imitaciones perfectas de bochas de béisbol hasta parejas bailando merengue y figuras religiosas encargadas por la iglesia del barrio. Entre las piezas más lindas se destaca una ronda de personas, que representa la danza indígena de los taínos de la zona, el areito: “Ellos tallaban sellos con el símbolo de cada familia y se los imprimían con tinturas naturales por todo el cuerpo antes de comenzar el areito”, explica Roberto Clase, el maestro de la asociación, sobrino y primer aprendiz del fundador (venden artesanías desde US$ 10, artesanosimbert.com). De

salida, una pequeña demostración de pelea de gallos escandaliza a las chicas del grupo y entusiasma a los hombres. República Dominicana y Puerto Rico son los únicos dos países donde la riña de gallos es legal. Considerado el tercer deporte nacional y con fechas todos los sábados y domingos del año, la pelea termina cuando uno de los dos gallos muere o sale volando, rendido. La segunda parada es en una casa de cigarros, donde Don Alejandro y Moe nos muestran de qué están hechos y cómo se arman los afamados puros Aurora. “Las hojas de tabaco se rocían con coñac, esencias de chocolate, vainilla o cualquier sabor que queramos agregarles, y se las deja fermentar de tres a siete años, según la calidad que estemos buscando. Con el tiempo, el tabaco pierde lo amargo y lo picoso, y gana sabor, aroma”. Don Alejandro habla con parsimonia, entre largas exhalaciones de humo blanco y con los ojos redondos clavados en el armador que convierte las hojas en la “tripa” del cigarro. Después de este primer armado y prensado, llega el turno de Moe, que estira y corta las hojas más suaves para dar la cobertura final, o “capa”, a cada cigarro: “Hacemos unos 500 por día, salvo que sean de doble envoltura, que es nuestro cigarro premium, Hemingway, entonces hacemos apenas cien”. Moe es prolijo en cada terminación, tiene el pelo crespo y las manos rudas pero ágiles. Atrás del tablero

Cerros y mata verde, vacas, perros sin collar y casitas numeradas a mano 80

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especial islas y playas de madera donde la dupla demuestra su expertise, un cartel anuncia que “Dominicana fue tres años consecutivos líder en exportación de cigarros”. Si bien no tienen el prestigio internacional de los habanos cubanos, exportan 350 millones de puros dominicanos cada año; de hecho, este país es el principal productor mundial de puros de calidad. Como pan caliente, todos nos llevamos una cajita souvenir para degustar con los amigos de vuelta en casa. Eso y una botella de ron añejo, el destilado caribeño por excelencia, que en Dominicana puede tener tres nombres: Barceló, Brugal o Bermúdez. Por suerte, todas las bolsas pueden quedarse con Elvis en el camión mientras hacemos la travesía por los Charcos de Damajagua. Equipados con casco, salvavidas, zapatillas de neoprén y un guía en cada punta de la fila, nos adentramos en esta reserva natural y cruzamos varias veces el río Damajagua hasta llegar al primer pozo de agua dulce, redondo, profundo, turquesa y refrescante. El agua baja por la cordillera central de Dominicana, se abre paso entre pasillos de piedra, da saltos de hasta 13 metros de altura y forma 27 piletas naturales rodeadas de bosque, aunque en temporada seca solo se llenan las primeras doce. Augusto y Miguelito son bien fornidos, y con razón, porque de ida las cascadas hay que escalarlas, y sin Augusto que empuja de abajo, y Miguelito que tira de arriba, la excursión sería apta solo para expertos. Así podemos todos, incluso las hermanas evangelistas de la Florida, que como no saben nadar se montan a cococho de su guía favorito para cruzar las piletas más profundas. Si bien los Charcos de Damajagua existen desde siempre, y los dominicanos se bañan en ellos de toda la vida, los primeros turistas llegaron acá recién en 1994. Localizado a solo 10 kilómetros de Puerto Plata, este lugar es surrealista, con una energía especial para los místicos, y con su cuota de adrenalina también. Porque a la vuelta, todo el esfuerzo de trepar la montaña se compensa con lo divertido de tirarse por los toboganes de piedra pulida y la posibilidad, para los que se animan, de tirarse de palito en el salto más alto de todo el circuito. ¡A ajustarse las bikinis!

Cayo Arena es un pequeño islote que desaparece cuando sube la marea. Abajo Helados tropicales frente a la Plaza Independencia de Puerto Plata; hay callejones que tienen quinientos años en Santo Domingo; todo cien por ciento orgánico en este puestito rutero.

Esta excursión cuesta alrededor de US$ 50 por persona (otiumtour.com / saltosdamajagua.com).

Cayo Arena A 40 minutos de lancha poderosa desde un pueblo de pescadores en Punta Rucia, en medio del mar turquesa, se eleva un pequeño islote de arena blanca. Como una visión, aparece a lo lejos este pedacito 82

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Vineyards cascade down the hillsides west of Volastra, while down at sea level the town of Manarola is just visible


especial islas y playas Vernazza sits below the remains of Castello Doria – a fort named after one of the most powerful families in Genoa

Las hojas de tabaco se fermentan de 3 a 7 años antes de convertirse en los afamados puros Aurora.

de playa rodeado de corales y con unas casetas de madera, muy rústicas, básicas y a la vez imprescindibles para tener un poco de sombra. Cuando llegamos, uno de los tripulantes se tira al agua para asegurar el ancla en el fondo, maniobra que vemos a la perfección desde la superficie. El agua es muy cristalina, más celeste donde el fondo es de arena y más

Las playas de Cabarete, en Puerto Plata, son ideales para deportes como el kitesurf.

azul donde hay corales. Allá vamos. Con el equipo de snorkel y patas de rana, nos damos una vuelta para explorar los alrededores de Cayo Paraíso –el nombre real de este islote– y descubrimos corales estrella, cerebro y abanico, gorgonias plumosas, aguas vivas fosforescentes, peces de colores vibrantes y otros bien camuflados entre las algas. Nada peligroso, nada de que asustarse, un mundo submarino hermoso, infinito y muy frágil, en el que estamos de visita, invitados a mirar y no tocar. Entrar y salir del agua no exige ningún esfuerzo, no hay chuchos, grititos, ni siquiera un atisbo de piel de gallina, el mar en República Dominicana tiene una temperatura media de 26 grados centígrados. Es, como cuando no hay fiebre, la temperatura justa de un cuerpo feliz. El cayo cambia de tamaño según la época del año y llega a desaparecer bajo el agua cuando la marea sube cada día. Entre los paseos submarinos, las idas y vueltas entre el sol y la sombra, y unos pedazos helados de piña, melón, banana y mango, el agua empieza a trepar por la arena hasta cubrirla por completo. Primero chapoteamos, después nos cubre los tobillos, luego las pantorrillas, y cuando llega a las rodillas es hora de volver a las naves. Todos abordo para el despegue, se encienden los motores y salimos disparados de regreso a Punta Rucia. Durante la mañana se levantó un poco de viento y formó unas olitas en el mar que nos sacuden un poco, sobre todo a los

valientes que van más a proa. Antes de llegar, damos una vuelta, ya a bajas revoluciones, por los manglares de Estero Hondo. Entre el mar y la tierra, esta especie de delta o pantanal se extiende casi por 50 kilómetros cuadrados de mangles –rojo, blanco, boyón y negro–, un área protegida donde viven grandes poblaciones de crustáceos, aves y manatíes dominicanos. Después de un almuerzo criollo con arroz, habichuelas, tomate rojo y carne guisada, con todo el cansancio del sol y del mar, el regreso al hotel es cabeceando entre coplas que canta el guía, Yokaury Castaño, alias Yoki. La letra y la cadencia nos acompañaron el resto del viaje. Más tarde, googleando, supimos que era una canción del dominicano Mozart La Para: “Oye, olvídate de lo’ problema’, que la vida se hizo pa’ gozar / Oye, la vida es una na’ más, no le pare m’ente’ a na’, ayer estaba resaca’o y hoy yo quiero beber más”. Repite. Y una vez más. La excursión a Cayo Paraíso cuesta US$ 60 por persona (otiumtour.com).

Santo Domingo “Estamos aguantando el jalón pa’ que quede lindo el moño”, explica la dueña de una casona boutique en el casco histórico de Santo Domingo. Muchas calles, veredas y fachadas de estas 93 hectáreas protegidas por la UNESCO están siendo restauradas por el gobierno, con una inversión de 30 millones de dólares financiados por el Banco Interamericano de Desarrollo. Fundada en agosto de 1498 por Bartolomé Colón –hermano menor de Cristóbal–, Santo Domingo fue la primera ciudad de europeos y sede central de la administración del Nuevo Mundo. Entre los registros vivos de estos siglos de historia se destaca el Monasterio de San Francisco, la Puerta del Conde, la Escalinata de Las Damas, la Catedral, los fuertes y el Alcázar de Colón. Este último es un palacio construido entre los años 1511 y 1514 para ser la casa de Diego Colón, primogénito del descubridor de América y primer gobernador de La Española, isla que hoy se divide en República Dominicana y Haití. Pero Santo Domingo no se conforma con tener el pasado colonial más antiguo de América, sino que se nutre de sus raíces taínas y de la tradición africana que trajeron los esclavos, obligados a trabajar en los ingenios azucareros. Por eso el ron, el merengue pegajoso y Romeo Santos; por eso los cigarros, las mejores ligas de béisbol, la Coca-Cola y Juan Luis Guerra.


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