isla mocha
Muy cerca del continente, y a la vez muy lejos. Una isla chilena de 48 kil贸metros cuadrados que supo alojar piratas y corsarios del mundo, ballenas de renombre, tesoros escondidos y un pueblo de cientos que vive al ritmo del carret贸n. por Constanza Coll l fotoS Juan ulrich
photocredit
Mocha
Dick
Octubre 2013 Lonely Planet Traveller
63
isla mocha
photocredit
Hay pocos medios para recorrer los 34 kilómetros que separan la isla del continente: el Tiburón, sólo para huéspedes del Lodge Punta Norte, la avioneta de Mario Hahn, para quienes reserven estadía en sus cabañas, el avioncito social para seis de los 500 habitantes de Mocha, que hace tres vuelos por semana si el cielo lo permite, y unas lanchas privadas, que llegan con mercadería, garrafas de gas, bidones de nafta y algunos mochileros gauchitos, que resisten el oleaje del Pacífico y más de tres horas de navegación por ahorrarse un par de lucas chilenas. Y aunque la gente reclama mejor conectividad, entre los testimonios mochanos que pude recolectar estos días no hay uno que registre más de tres viajes a la ciudad en el último año. Héctor por ejemplo, que define su trabajo como “el asunto del fuego”, dice que en el 2012 tuvo que ir una sola vez, por temas administrativos, y que preferiría no tener que salir de la isla. El asunto del fuego es clave, uno de los must-see para el turismo en Mocha. Resulta que en algunas playas de la isla hay pozos de gas natural que, cuando la marea está baja, personas capacitadas como Don Héctor
64
Lonely Planet Traveller Octubre 2013
photocredit
L
a isla no quiere dejarlos ir”. Recuerdo la sentencia de Hernán Neira antes de abrir los ojos, y confirmo sus palabras al ver, todavía desde la cama, que la luz en la ventana es blanca, espesa. Hoy tampoco se va a poder volar, así que me quedo un rato más, pensando en este primer párrafo. No se ve más allá de una vaca que protagoniza la escena entre las cortinas abiertas, un verde pálido en la parte baja, tal vez un arbusto, pero ni asomo de azul en el cielo. Hace tres días llegamos a Isla Mocha volando bajo, Hernán nos trajo en su avioneta con asientos para cuatro y un tiburón pintado en la trompa por unos grafiteros de Tirua, de donde salimos esa mañana. “Les contamos que somos miembros de la One World y que con este vuelo suman veinte millas de regalo para el bar de esta noche”, dice mientras pelea con la manija de la puerta, y suelta una carcajada que contagia, liberando algunos músculos nerviosos en la cabina. El Tiburón acelera y despega rápido con una inclinación pronunciada, por decirlo de alguna manera, alcanzando los cuatro mil pies de altura en dos minutos. “Quedan diez”, pienso en silencio, y trato de concentrarme en cosas puntuales hasta el aterrizaje: la palabra “Turbofans” en la espalda del piloto, Hernán; la pequeña sombra que dibuja la avioneta en la arena; los lobos apiñados en unas rocas que asoman a la superficie del mar; los instrumentos por demás analógicos desplegados por todo el tablero; el faro oeste junto a un cartel que pide “Jesús sálvanos”; el bosque denso en el centro de la isla; la pista que se acerca y nos recibe: “Bienvenidos a Mocha”.
Una familia recolecta luga, especie de alga con propiedades estéticas que se exporta a Japón; EN FRENTE: El Faro Oeste de Isla Mocha, junto a un cartel que pide “Jesús sálvanos”.
iSsTlRaA m P ocha mi papá para hablar sobre Hernancito –recuerda en tercera persona y apura una copa de piscola que hace las veces de postre, “para limpiar la guatita”, justifica a sus 36 años – La reunión no era porque el chico sacara malas notas, ni porque era revoltoso, nada de eso, el problema era que tenía demasiada imaginación, entonces era necesario echarme un ojo para que la cosa no se saliera de control. Entonces mi papá le preguntó sobre qué fantaseaba, y la maestra repasó las historias de Hernancito sobre piratas, tesoros, avionetas y la ballena Moby Dick… ¿Ya les conté que Melville basó su novela en la historia del cachalote Mocha Dick? La cuestión es que por entonces veníamos a la isla de tanto en tanto para visitar a mi abuela, era lo mejor. Y al final, me hice piloto, igual que mi papá, para asegurarme de poder volver siempre”.
Con apenas 48 kilómetros cuadrados, la isla provocó al menos 150 naufragios de grandes navíos. Antiguo refugio de piratas de renombre internacional como Francis Drake y Oliver Van Noort, entre los mochanos aún hoy son verosímiles las historias de tesoros escondidos, batallas mal ganadas, tripulaciones amotinadas y fantasmas de corsarios en plan de venganza. Para evitar el trueque entre isleños y piratas que necesitaban reabastecerse de agua dulce y víveres, la Corona Española mandó a deshabitar la isla por completo, y así quedó durante tres siglos, hasta que el gobierno chileno abrió una convocatoria para arrendar estas tierras bajo el concepto “Caja de Colonización Agraria”. Los abuelos de Hernán Neira no lo dudaron y se mudaron a Mocha para cultivar vacas, básicamente. “Una vez, la maestra de la escuela llamó a
66
Lonely Planet Traveller Octubre 2013
El lodge de Hernán, Punta Norte, es un museo sin vitrinas, una colección de objetos invaluables que recuperó del fondo del mar, buceando entre naufragios de todos los tiempos, como compases antiguos, boyas de vidrio, escotillas de bronce, cornamusas, herrajes, timones y hasta una quijada de ballena, tesorito que convirtió en sillón. El comedor, donde los huéspedes comparten la mesa, está custodiado por una sirena gigante tallada en madera y con una botella en cada mano, la proa oxidada de un barco, una guirnalda de pabellones, caracoles y piedras, una pintura del faro de Mocha, el título de piloto del dueño de casa, mapamundis color sepia, cañas de pesca y muchas cosas más si uno se toma el tiempo de mirar. Hernán juntó todo esto durante años, incluso trajo enormidades como una dispensadora de
photocredit
pueden transformar en una fogata sobre el mar. “A los gringos les encanta, sacan muchísimas fotos mientras dura, este es mi asunto con los turistas”, cuenta con aire victorioso, después de lograr la odisea casi bíblica de prender fuego en el agua, y con condiciones adversas, a saber, mucho viento, neblina, marea crecida. Héctor se saca las botas con cuidado y guarda los fósforos en un bolsillo seco, se sube al jeep Land Rover de los años 60 y se asegura con fuerza al asiento para seguir viaje hasta el Faro.
photocredit
Como es muy difícil llevar autos hasta la isla, la mayor parte de sus pobladores se mueve en carretas o a caballo. ENFRENTE: Trekking por la reserva de selva valdiviana virgen en el corazón de Mocha.
isla mocha
Octubre Marzo 2013 Lonely Planet Traveller
67
isla mocha nafta de los años 50 de un viaje a los Estados Unidos, y hace cinco años les encontró su lugar al construir el lodge: “Este es el proyecto de mi vida, estoy en casa”. Aunque arrancan temprano, las cenas en Punta Norte se estiran hasta las dos y pico de la mañana. Hernán es muy bueno para las anécdotas, para reírse de sí mismo y convencer a cualquiera de tomar una copa más. Las botellas de vino se acumulan bajo la mesa y las expresiones más sinceras se desatan entre los que estamos. Junto a Carola, otra huésped del lodge, oriunda también de la región del Bio Bio, Hernán recuerda las miserias del tsunami que arrasó con la isla en el 2010, la destrucción que
provocaron los temblores, la gente desesperada porque los sacaran volando de Mocha. Y, salvando las distancias, la charla me recuerda que hace dos días no podemos volver al continente por causa de la niebla: “¿Cuál es el pronóstico para mañana Hernán?”, pregunto tímida, porque acá el tiempo se pasa tan bien que uno pudiera quedarse toda la vida a recolectar luga (alga que los mochanos exportan a Japón por motivos desconocidos, a US$ 0.70 el kilo), pero el vuelo de Lan a Buenos Aires, vía Santiago, no sabe de demoras por niebla misteriosa en pequeña isla del Pacífico. Hernán es contundente en su respuesta: “Chicos… La isla no quiere dejarlos ir”.
hacelo realidad Cómo llegar: Desde Buenos Aires se puede volar a Concepción, vía Santiago, por LAN (desde $ 1.062, lan.com). Desde allí son 210 kilómetros (tres horas de auto) hasta Tirúa, de donde salen las avionetas y lanchas a la Isla Mocha. Cuándo ir: Se puede visitar todo el año, aunque la temporada fuerte es entre septiembre y abril, cuando los días son más tibios y la neblina no se vuelve un protagonista del viaje. En verano las playas son muy seductoras y algunos se animan a entrar al mar. Dormir: El Lodge Punta Norte ofrece traslados a la isla en avioneta, alojamiento, pensión completa, pesca y excursiones. El plan mínimo, de dos días y una noche, cuesta US$ 200. Y el de una semana completa, US$ 600 por persona (Tels. (56 9) 62298543/88605405, más información en islamocha.cl). Otra opción más económica es el hospedaje Aventura Sur, de Anselmo y Lilian Astete (US$ 40 por día por persona, con comidas y traslados, islamocha-chile.cl). Pasear: Además de ver el “asunto del fuego”, pasear en carretón y a caballo, se recomienda visitar y recorrer la Reserva Nacional Isla Mocha, un bosque nativo de 2.368 hectáreas, casi la mitad de la isla. Hay distintos senderos para realizar, bien señalizados de acuerdo al nivel de dificultad.
1
2
3
4
5 COMO LAS AGUJAS DEL RELOJ: 1. Gran anfitrión, Hernán Neira pilotea la avioneta in-out, maneja el jeep hasta su lodge y entretiene a sus huéspedes con las anécdotas más locas; 2. Botes de pescadores; 3. Piedras y caracolitos junto al mar; 4. Un paseo por las costas de Mocha en avioneta; 5. Ejemplar de la novela Mocha Dick, de Ortega - Martínez; 6. Don Héctor trabaja como “el asunto del fuego”; 7. Constanza, hija de recolectores de luga.
Dato: Según la religión Mapuche, Trempulcahue es el nombre de las cuatro ballenas que llevan las almas de los muertos a descansar a Mocha. Por eso, en la ciudad de Tirúa, en el continente, hay una serie de esculturas en madera que miran y custodian el viaje hasta la isla. 6
68
Lonely Planet Traveller Octubre 2013
7
Marzo 2013 Lonely Planet Traveller
69