Maldonado, Uruguay

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el viaje perfecto Uruguay

The striking white sands and turquoise waters of the Hill Inlet estuary as it snakes its way deep into the heart of Whitsunday Island, in the Great Barrier Reef


el viaje perfecto Uruguay

El Viaje Perfecto

Playa

adentro Además de meterte en el mar, descubrí Maldonado desde una ruta alternativa. Sabores gourmet, arte en plena ebullición, los mejores atardeceres y rincones místicos de Uruguay. TEXTO: CONSTANZA COLL

FOTOS: ESTEBAN WIDNICKY


el viaje perfecto Uruguay

Hoja de ruta Aceites de oliva apadrinados por el chef Francis Mallmann, vinos de la bodega boutique Alto de la Ballena, misterios de Piria y su balneario y un recorrido por el rincón artístico del departamento, La Barra.

garzón Nueva cosecha

sierra de la ballena De copas

piriápolis Misteriosa

Simbología masónica y alquimista en los monumentos, castillos, plazas y la rambla de este balneario con historia.

Cata de aceites de oliva y otras delicias en la planta boutique de Agroland. Bungalows flotantes y kayak por la laguna de Garzón.

Recorrido guiado por su dueño y cata de vinos exquisitos en la bodega boutique Alto de la Ballena.

la barra De los artistas

Galerías de artistas emergentes y de un fotógrafo consagrado. Además, el jardín de esculturas de la Fundación Pablo Atchugarry.

Un recorrido en yate con el arquitecto más famoso de Uruguay. “Los Dedos” y algunos personajes de las playas Brava y Mansa. 22

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ilustración de mapa: ale francés

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PUNTA DEL ESTE

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La-rai-la-ra-lai. Eduardo tararea una canción cualquiera a toda voz. Con el agua en los tobillos, esta es una de sus técnicas para pasar el frío. La-la-ra-lai-la-la. Ya se mojó las muñecas, las axilas y el cuello. Canta un poco más alto y entra al mar a paso firme, con las antiparras puestas, gorra con visera hacia atrás y un flota-flota fucsia que le prestó su nieta. Dice que antes tomaba coraje con la marcha peronista, “la única cosa buena que tuvo alguna vez el peronismo”, pero que sus amigos se la prohibieron. Eduardo es de Palermo, pero vive la mitad del año en un departamento que tiene acá enfrente, en la Parada 5 de la Mansa. Construido hace casi tres décadas, su edificio quedó petiso entre los rascacielos súper modernos que desfilan seguiditos en las costas de Punta del Este y más allá, camino a la Barra, y más acá, hasta Casapueblo en Punta Ballena. Son millones de dólares que trepan pisos por tener la mejor vista, que pagan amenities cinco estrellas para pasar como dioses esos diez o quince días de vacaciones entre la última semana de diciembre y las dos primeras de enero, cuando la temporada se pone caliente en las páginas de Caras y Gente. Eduardo prefiere evitar esos pocos días de fiestas electrónicas, los chivitos más caros de la historia y miras paparazzis por doquier, así que alquila su departamento de dos

ambientes en unos cuantos miles y así paga las expensas de todo el año. Ricardo Weiss puede explicar mejor que nadie el éxito inmobiliario de Punta del Este. Con más de 260 edificios construidos y el proyecto del Hyatt Montevideo en marcha, el arquitecto más afortunado de la república vecina invita a periodista y fotógrafo de Lonely Planet a pasear por la bahía en su yate de 50 pies de eslora, que compró en Australia a un millón de dólares y navegó durante unos meses por las Canarias. Salimos de la Marina 3 - Amarra 230 con la promesa del mejor atardecer de nuestras vidas, sanguchitos de miga y unas botellas de Chandon heladas que Weiss le encargó traer a una funcionaria de la constructora. El arquitecto no suelta la rueda del timón, mientras su amigo Pedro hace las veces de marinero, soltando amarras, levantando defensas, prendiendo la radio y las luces de

de izq. a der.: Bandera uruguaya en Playa Brava; rabas en el restó Il Belvedere; de paseo por la rambla de Punta. abajo: Monumento “Hombre emergiendo a la vida”, más conocido como “La Mano”.

navegación. Rumbo a la isla Gorriti, con el motor a toda marcha las preguntas y respuestas se suceden a los gritos. El magnate se deshace en elogios a su Punta del Este querida, nos desafía a que nombremos un balneario más hermoso que este en toda América del Sur. Nadie tira la primera piedra, así que sigue. Dice que es la mezcla perfecta entre la costa española y la campiña francesa, que nada tiene que envidiarle a los destinos mediterráneos. “Además de la belleza natural, tiene esa impronta de glamour bon vivant que le dieron los argentinos”, explica Weiss con una copa de champagne en la mano, mientras saluda de lejos a su vecino de


Marinas de Punta del Este al atardecer. derecha: Feria de lanas en La Barra; abajo: El millonario arquitecto Ricardo Weiss se tomó la tarde libre para pasear en su yate hasta la Isla Gorriti con Lonely Planet Argentina

amarra, que también se fondeó frente a la isla, junto a otros tantos mega yates y sus respectivos jet skis. Es a este glamour le atribuye Weiss la capacidad de atraer el nuevo público brasileño: “Punta del Este derrocha para todos lados, pero sobre todo para el norte, Rocha tiene un gran potencial y limita con Brasil. Cuando asumió el intendente, me llamó para preguntarme qué tenía que hacer. Le dije que necesitaba un aeropuerto, un puente para cruzar la laguna de Garzón y sentarse a esperar. Hoy, hay inversiones millonarias en toda la zona”. MáS INFO LLEGAR: De Buenos Aires a Punta del Este hay vuelos directos de Aerolíneas Argentinas (desde US$ 309, aerolineas.com) y de BQB (desde US$ 303, flybqb.com). Colonia Express y Buquebus ofrecen una alternativa fluvial-terrestre, en ferry hasta Colonia y de ahí en micro a Punta (desde $ 894 y $ 1.200 respectivamente, más información

en coloniaexpress.com y buquebus.com). COMER: La tabla Guappa de mar viene con camarones, gambas, chipirones, rabas y miniaturas de pescado fritas por unos US$ 40. Y entre los principales destaca el roll de brótola con queso y salmón ahumado, espárragos, salsa de vieiras y mejillones por US$ 30 (en Rambla General Artigas entre Calles 27 y 28, Tel.: (+598) 4244 0951, guappa.com.uy). DORMIR: A pocos metros del faro de Punta del Este, el Atlántico Hotel reabrió en diciembre como el primer hotel boutique de la península. Cuenta con 43 habitaciones totalmente renovadas, pileta y jardín con barra de finger food y tragos exquisitos (habitaciones dobles desde US$ 145, en Calle 7 y 10, Tel.: 4832 8737, hotelatlanticopuntadeleste.com). PASEAR: Por US$ 6 podés subir al piso 24 del Torreón. Ahí, La Vista es un bar restaurante que gira, muy despacio, 360°. Todos los días hay happy hour de algún trago a US$ 2 (en Rambla. C. Williman y calle 32, espaciotorreon.com).

LA BARRA

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Los límites de Punta del Este no están tan claros, es como Palermo en Buenos Aires, que en las inmobiliarias ya se comió manzanas de Almagro, Villa Crespo y Chacarita. Pero lo cierto es que una vez que se cruza el Puente Ondulante ya estamos en La Barra, y a muchos les conviene esta distinción. Roberto Fernández Ibáñez aterrizó hace siete años de este lado que, asegura, concentra los ateliers y galerías de toda la zona. “Hay de todo, artistas con un estilo definido y otros que vienen pensando que esto es una mina de oro y que pueden vender esas obras hormonales, pasionales le dicen”, cabecea para un costado desde la puerta de su local en el Paseo de la Barra. Roberto usa el pelo por los hombros, alpargatas blancas y una pipa finita de unos treinta centímetros de largo. Estudió química y trabajó de gerente hasta que se cansó de tanta pastilla para bajar el estrés y la hipertensión. Pero sigue aplicando muchos de esos conocimientos científicos en sus series fotográficas, como “Otra alquimia”, en la que trabaja químicamente con la plata, los distintos colores y papeles. “Vendo obras, todas originales, desde 250 dólares. Pero lo cierto es que no podría vivir de esto si no fuera por el circuito de coleccionistas, la gente no tiene cultura fotográfica, no es como el mercado de la pintura, que ya está mucho más desarrollado”. Y si bien vive en un


el viaje perfecto Uruguay veinticinco metros cuadrados sobre el local mientras dura la temporada, lo cierto es que el nombre Roberto Fernández Ibáñez ya se grabó en galerías destacadas de Montevideo, Buenos Aires y Sao Paulo (en Ruta 10, Km. 159, robertofernandez.com.uy). Siguiendo por la Ruta 10 y luego tierra adentro por la 104, la Fundación Pablo Atchugarry es una mansión para el arte, un jardín de esculturas gigantes en metal, mármol, cemento y madera, varias salas con exposiciones de pintura, más escultura y fotografía. Mansión porque el predio es inmenso, porque son muchas hectáreas de parque, laguna incluida, porque se confunde con las casonas vecinas en dimensiones y estética. Hasta ahora, otro proyecto de rico con pretensiones culturales y artísticas. Pero la primera foto que aparece a página

completa en todos los catálogos de obras de Atchugarry, que son cientas, habla de un pasado muy diferente: con el look hippie que se imponía a fines de los setenta en Italia, muy flaco, todo en jean, barbudo y pelilargo; el artista empuja en un antiguo cochecito para bebés a La Lumiere, su primera escultura de mármol de carrara. “No tenía un mango Pablo -dice mirando la foto Magdalena Fernández, la curadora de la fundación-, y a pesar de que sus obras ahora se venden por mucha plata (desde US$ 30 mil), lo encontrás trabajando en su taller de ocho a ocho, todos los días, tiene un régimen muy estricto” (en Ruta 104, Km. 4.5, El Chorro, Tel.: +598 42775563, fundacionpabloatchugarry.org).

MáS INFO COMER:Sobre la ruta 10, entre las calles Las Sirenas y Los Remansos, Alebrijes es un restaurante mexicano decorado con mucho color, sillas talladas y pintadas a mano con personajes como Frida Kahlo y una basta colección de artesanías oxaqueñas. Probá la selección de tacos de la casa con sus salsas por US$ 20 (alebrijes-restaurant.com). A pocos metros de allí, otro propuesta interesante es la de Baby Gouda. Con toques marroquíes, lámparas curiosas y una boutique gourmet muy tentadora; no dejes de probar la ensalada con queso camembert tibio, tomates confit, berro, rúcula y miel y semillas de girasol (en Ruta 10 esquina Los Romances, Tel.: 42771874, babygouda.com.uy).

Parque de esculturas en metal, mármol, cemento y madera de la Fundación Pablo Atchugarry, en El Chorro.

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Ya habían plantado 700 hectáreas de olivos y cosechado el aceite extra virgen más premiado de todo el país. Pero a uno de los dueños de Agroland, el petrolero argentino Alejandro Bulgheroni, se le antojó tener una etiqueta de vino de sus terruños. Entonces llamó al más experto en la materia, el enólogo italiano Alberto Antonini, para que analizara la posibilidad de satisfacer su

El nuevo proyecto vitivinícola del petrolero argentino Alejandro Bulgheroni, en Agroland. arriba, de izq. a der.: En kayak por la laguna de Garzón; los bungalows flotantes de Laguna Garzón Lodge, los tan premiados aceites de oliva de Colinas de Garzón

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voluntad. El suelo era pobre, estaba a 300 metros de altura y a 18 kilómetros del mar, condiciones en principio favorables para hacer un rico vino. Con estas variables en la ecuación pero para no correr riesgos, Antonini propuso plantar unas poquitas hectáreas y dar su veredicto final en cinco años. Pero Bulgheroni no es bueno para esperar, dijo que el riesgo que fuera lo asumía él y mandó a plantar 200 hectáreas con doce variedades de uva. Y como suele suceder con los proyectos de inversiones millonarias, anduvo bien. Después de visitar las plantas de producción de aceite -donde se puede ver esculturas de Pablo Atchugarry talladas en madera de olivo- y recorrer las plantaciones de olivos, almendras, castañas y viñedos, nos dispusimos alrededor de una gran mesa cuadrada para probar los aceites mono, bi y trivarietal, más el corte italiano, primero solitos en cuencos de vidrio azul (el color del aceite no dice nada de su calidad), y después con quesos varios, panes y frutos secos. “Esto es mucho más fácil que catar vinos”, adelanta el gerente comercial Nicolás Kovalenko y guía la degustación paso a paso:

“Un aceite extra virgen tiene que cumplir tres condiciones fundamentales, ser frutado en nariz, amargo y picante en boca”. Primero se respira y después de dar un buen sorbo, se airea dentro de la boca para sentir el amargo atrás de la lengua y el picante en el paladar. Recién entonces se traga. Uno de los participantes rompe en toses y estornudos. Nicolás sonríe: “Eso es lo mejor que podés hacer para felicitar a nuestros productores”. Apadrinado por Francis Mallmann, chef argentino que le devolvió la vida al pueblo de Garzón con un pequeño restaurante, el aceite de Colinas de Garzón se vende a US$ 10 el medio litro. Un buen negocio. MáS INFO PASEAR: En la planta boutique de Agroland se ofrecen desde degustaciones guiadas y paseos en bicicleta, hasta vuelos en globo y picnic entre olivares (desde US$ 60, en Ruta 9, Km. 175, Tel.: (+598) 4224 4040, colinasdegarzon.com). DORMIR: Laguna Garzón Lodge son una serie de cabañas flotantes de madera, unidas por senderos y cabos. Las habitaciones son pequeñas pero puestas a todo trapo (desde US$ 250, en Ruta 10, Km. 190,5, Tel.: (598) 444806016, lagunagarzon.com.uy).


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SIERRA DE LA BALLENA

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Un deck de madera balconea ocho hectáreas de viñedos, la Sierra de la Ballena al fondo y el sol que baja, muy despacio, entre nubes violetas y naranjas. Álvaro Lorenzo se disculpa por el espacio improvisado que, muy por el contrario, parece diseñado con la simpleza perfecta que exigen los vinos que se suceden en las copas y el olor a campo seco. Después de tanto edificio modernoso y empresa primermundista, la tierra ondulada que se extiende a lo lejos y la brisa que llega del mar nos devuelve un poco de lo que somos. Y aunque junto a su mujer están proyectando una pequeña posada y una bodega con más comodidades para quienes la visiten en un par de años, Álvaro sabe muy bien que no se trata de un mero negocio, que la cosa pasa por otro lado: “Hace un tiempo, un expositor de un congreso sobre vitivinicultura nos dijo que iba a develar el secreto de cómo hacer una pequeña fortuna con esto. Ahí todos paramos la oreja, se generó cierto clima de

suspenso. Cuando tuvo la atención de todos los presentes, remató: Para hacer una pequeña fortuna con este negocio... ¡hay que empezar con una muy grande!”. Álvaro y su mujer Paula Pivel están poniendo los ahorros de muchos años de gerencias en esto, dejaron lo que venían haciendo en bancos y empresas portuarias y, sin hijos en los que invertir, se dedicaron a criar buenos vinos. Estudiaron, cataron vinos por el mundo y recorrieron todo el sureste de Uruguay hasta que dieron, en el año 2.000, con estas diez hectáreas: “Maldonado ya tuvo una tradición vitivinícola, de hecho, el fundador de Piriápolis, Piria, plantó viñedos alrededor del cerro Pan de Azúcar el siglo pasado. Y si bien se comprobó que el suelo y el clima son óptimos para la uva, la historia corrió al departamento fuera del mapa”. Álvaro está atento a la heladera, va y viene controlando que las botellas estén en la temperatura justa. Primero sirve un fresco y frutado rosé cosecha 2010, sigue con un tannat, la cepa uruguaya por excelencia, y un merlot bien redondo. La cata se ajusta al ritmo de la charla, muy relajado, como entre amigos, Álvaro sabe mucho de este mundo y es lindo escucharlo hablar, explica que el aire seco del mar y un verano templado son condiciones climáticas ideales para cosechar buenas uvas, lo mismo que el suelo pobre y pedregoso, recomienda vinos de otras bodegas uruguayas y argentinas,

Cata de vinos al atardecer en la bodega Alto de la Ballena; en marzo, las uvas ya están en su punto en los viñedos del departamento de Maldonado.

cuenta de su pasado rural en el departamento de Flores y de sus viajes por los vinos de Estados Unidos y Europa. Para cerrar, Álvaro trae todo orgulloso a la mesa el vino insignia de la bodega, Cetus, que en latín significa cetáceo. De este último no quedó ni una gota en las copas. Por la salud. MáS INFO La cata de vinos en Alto de la Ballena cuesta de US$ 30 a 50, según la cantidad de botellas que se descorchen. Está ubicada sobre la Ruta 12 en el Km. 16.400, Sierra de la Ballena, reservas con antelación al (00598) 94 410 328, más información en altodelaballena.com. Marzo 2013 Lonely Planet Traveller

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Un lobo marino se despereza en el puerto de Piriápolis. izq., de arriba a abajo: Capilla de San Antonio; vista desde la cima del Cerro San Antonio; el Castillo de Piria fue construido en 1897; Embarcaciones del Este ofrece paseos en catamarán por la bahía de Piriápolis.

piriápolis

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“¿Le damos pata pa´llá nomás?”, y con el ok de la guía, el chofer pisa el acelerador en dirección a la primera escala del circuito místico de Piriápolis. Bajo los rulos negros y pesados que le cubren la frente y los hombros, Cisel Cardoso maneja el suspenso con silencios largos, preguntas retóricas y miradas de costado, contando las historias de Piriápolis y su fundador, Don Francisco Piria, con palabras de respeto y cierta idolatría: “Piria fue un verdadero visionario, se le ocurrió hacer este balneario cuando la gente ni siquiera iba de vacaciones al mar. Construyó un monstruo de hotel, hizo un puerto y trajo barcos cargados de gente desde Montevideo y Buenos Aires”. Don Francisco nació uruguayo, pero sus papás lo mandaron a vivir Italia hasta los 13 con un tío jesuita, alquimista y conocedor de secretos templarios. De este viaje volvió lleno de ideas pero con poca plata, así que durante un tiempo comió de juntar chatarra en la calle, hacer trueque, vender verdura y ropa, comprar barato y rematar caro. Un negociante pura sangre, que para 1890 pudo comprar 2.700 hectáreas de campo, entre el cerro Pan de Azúcar y el mar, donde levantó la ciudad que llevaría su apellido. “¿Por qué acá? Se preguntarán ustedes”, dice Cisel en tono pedagógico, y tras un silencio sin respuesta, continúa: “En Piriápolis se hacen congresos geológicos todos los años, por el interés que generan nuestras piedras, nuestro suelo. Y hay otro fenómeno que llama la atención, y que fue

plasmado en las cartas marítimas de la región. A la altura de Punta Fría o Punta Imán, las brújulas y compases se vuelven locos, el norte desaparece, dicen que es por una gran franja de magnetita”. La primera escala en el circuito místico es la Virgen de Stella Maris, que vista desde atrás parece su hijo, Jesús. Su mano derecha señala el sol que se oculta, lo que nos lleva a la segunda escala del recorrido, el Cerro del Toro, donde es de buen piria-maníaco subir los treinta y tres escalones (número sagrado en la Masonería) y sentarse a esperar el sol nacer. Lo último que visitamos es la Fuente de Venus, aunque el circuito podría extenderse por horas con tanto simbolismo en castillos, vitrales, la rambla y las plazas: las águilas son el aire, las bellotas los sueños, el agua que cae sobre las piedras es la purificación, el león alado es el combate entre los seres que se fusionan, entre muchos otros. Como decía Don Piria en sus libros: “No basta ver, hay que ser vidente”. MáS INFO DORMIR: Construido por Don Francisco Piria entre 1920 y 1930, el Argentino Hotel se inauguró con capacidad para 1.200 personas y tanto lujo que lo convertía en un destino en sí mismo para la época. Desde la vajilla hasta el mobiliario se conserva hasta el día de hoy, la comida es excelente, cuenta con piletas termales, servicios de spa y un club de chicos (dobles desde US$ 300, en Rambla de los Argentinos, argentinohotel.com.uy). PASEAR: Barcos del Este ofrece paseos por la bahía de Piriápolis al atardecer y salidas de pesca todas las mañanas en un gran catamarán (desde US$ 30 por persona, Tel.: 4432 26665).

Se agradece la gentileza del Ministerio de Turismo y Deporte de Uruguay y de la Intendencia Municipal de Maldonado por la colaboración en la realización de este reportaje.


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