Edit EDITORIAL
Desde hace 86 años, el periodismo mundial no recibía el Premio Nobel de Paz. Fue en 1935, cuando este importante galardón lo recibió el periodista alemán Carl von Ossietzky, por sus reportajes sobre un programa de rearme que Alemania mantuvo en secreto entre las dos guerras mundiales. La semana pasada de nuevo sucedió y la noticia llenó de alegría a quienes recuerdan y practican a diario con su reportería el multifacético papel de la prensa: divulgar, comunicar, fiscalizar, denunciar y educar, entre otras funciones. En esta ocasión, cuando el periodismo está en crisis, por el facilismo propiciado por las redes sociales y la proliferación diaria de las llamadas “noticias falsas”, en pleno siglo XXI, el Nobel de Paz se concedió a María Ressa y Dimitri Muratov, quienes denunciaron en su momento los abusos de poder en Filipinas y Rusia, respectivamente.
“La señora Ressa y el señor Muratov representan a todos los periodistas que defienden esos ideales en un mundo en el que la democracia y la libertad de prensa se enfrentan a condiciones cada vez más adversas”, fueron las palabras de Berit Reiss- Andersen, la presidente del Comité del Nobel, al anunciar el deseado premio.
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De otro lado, también la denuncia periodística y el importante papel que juega el periodismo en las causas sociales volvió a brillar en el a menudo oscuro panorama mediático colombiano. Esta vez, a nivel nacional, dos trabajos presentados por el programa de Comunicación Social de la Universidad de Pamplona llenaron de regocijo al quehacer periodístico de provincia y a nuestra alma mater, cuando el premio de periodismo La Bagatela fue concedido a siete de nuestros estudiantes.
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