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Editorial
Edit EDITORIAL Vivir la Semana Santa forma parte de la tradición religiosa que, con fuerza, mueve al cristiano en el mundo hacia un tiempo de reflexión y conciencia. El momento de fe en el 2022 ha tenido la particularidad de abrir nuevamente los actos eucarísticos, las actividades de profesión de fe, el comercio religioso e incluso, los espacios con vocación turística para aquellos que destinan el tiempo hacia el descanso o el entretenimiento. Lo cierto es que después de dos años de pausa todos vivimos con mayor intensidad los días santos. Algunos participaron con mayor fervor y agradecidos por superar los momentos más críticos de la pandemia; para otros significó un ingreso considerable para sus negocios o emprendimientos afectados gravemente por la crisis económica de una cuarentena que, por varios meses, diezmó la productividad y un último grupo, apoyó el sector turístico aprovechando la oferta y aumentando la demanda de consumo en transporte, alojamiento, ingreso a lugares turísticos; podría decirse entonces que sumado a la reflexión y la renovación de la fe, tomó protagonismo la esperanza, la gratitud y la calma que generalmente llega después de la tempestad. En Pamplona, por ejemplo, cuya Semana Santa forma parte del patrimonio inmaterial de la nación, la comunidad esperaba con ansias la noticia de salir nuevamente a las calles para participar en las procesiones tanto de adultos como infantiles. Fue grato ver nuevamente a quienes afanosamente buscaban un lugar para apreciar la tradición y otros, se preparaban con sus mejores galas para estar en ellas. Los niños y niñas caminaron otra vez por las calles apelando a las prácticas culturales religiosas que se han transmitido de generación en generación y que al parecer, ni siquiera la pandemia logró quebrantar. orial
Edit Las iglesias recibieron a sus feligreses quienes concurrieron en mayor proporción a los escenarios de culto y luego, los reencuentros en lugares públicos desplazaron el encierro y las videollamadas porque ahora compartimos, reímos, extrañamos a las víctimas de un virus que nos mantiene alertas pero los hicimos juntos, cercanos, viéndonos a los ojos. El balance final efectivamente, fue más que alentador resiliente, porque evidenció la fortaleza que nos vimos obligados a desarrollar en estos tiempos de crisis (que no han terminado), podría decirse entre los cristianos que hablamos de una lección de fe. Las cifras en la ciudad destacan el movimiento de personas que acudieron al municipio para vivir desde el turismo religioso los días de tranquilidad; se aprecia que 30 mil visitantes se hicieron presentes en el municipio. Estos datos económicos además, contaron la buena nueva de un comercio dinámico, un aumento de ingresos, unas familias que encontraron alivio a sus necesidades financieras con un estimado de 10 mil millones de pesos distribuidos en los diferentes servicios comerciales. Así como en Pamplona, el territorio nacional también dio cuenta de una temporada sobreacogedora durante la Semana Mayor; las noticias se tornaron diferentes y la labor periodística compartió un mensaje más fraterno. Respiramos un poco de paz entre los saumerios e inciensos. Por fin el miedo y la incertidumbre nos dieron algo de tregua y nos reconciliamos con la información; esa que dejamos de consumir durante los años 2020 y 2021 porque nos robaba el tesoro más preciado: la paz. En ocho días la cruz a cuestas que cargamos desde la individualidad se sintió más liviana. Sin embargo, nos queda pendiente como humanidad, buscar la forma de aligerar la carga de la cruz pesada que hemos forjado con la violencia, la falta de conciencia ambiental, la indiferencia por el dolor ajeno. Tenemos que convocarnos como sociedad hacia un espacio común de reflexión colectiva permanente, para evaluarnos y determinar el futuro que queremos para nosotros mismos y las generaciones que están iniciando su trasegar por el mundo, sin contar con la oportunidad de vivir otras épocas más alentadoras; están naciendo seres humanos en medio del caos por lo que, esa resistencia mundial a la crudeza de las crisis ocasionadas por nosotros mismos, se le deben sumar más voluntades de cambio. orial
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