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Dios camina con nosotros

Bajo el lema “Ensancha el espacio de tu tienda” (Is 54, 2), obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, diáconos, laicos y laicas de Uruguay, Chile, Paraguay, Argentina y Brasil (Cono Sur) nos reunimos en la Casa Dom Luciano Mendes de AlmeidaBrasilia, en el marco de la Etapa Continental del Sínodo “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación, misión”, convocada por nuestro querido Papa Francisco, del 6 al 10 de marzo del corriente año.

Fui invitada por el área de APyCA- Abordaje Pastoral y Comunitario de las Adicciones- de Cáritas Argentina, en representación del Hogar de Cristo y Clubes Parroquiales. Junto a Micaela Surita, Miguel Merlo y Francisco Velázquez y 36 hermanos más, representantes de distintas regiones y realidades de nuestro país, viví realmente un Nuevo Pentecostés. Un encuentro verdadera- mente fraterno, intenso, profundo, de mucha acogida y de mucho por elaborar y acoger en el corazón.

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Los protagonistas centrales del Encuentro: Dios y la humanidad.

La Clave: La Conversación espiritual.

Trabajamos intensamente el documento para la Etapa Continental, que nos acercó mucho a la realidad de nuestra Iglesia hoy, una realidad que nos interpela como Pueblo de Dios, hombres y mujeres de fe que buscan incansablemente hacer presente la Tierra Prometida.

Desde aquel llamado de invitación, una gran emoción, un gran honor y una inmensa alegría me acompañó, así como también, sentí una la responsabilidad de llevar a la Asamblea la voz de la Iglesia de las periferias. Porque desde allí provengo, de una comunidad de las periferias de La Matanza, donde la Iglesia siempre fue el espacio de resistencias y luchas, de abrazo y familia, de sueños y esperanzas, en medio de un Estado ausente durante muchos años de mi vida. Una Iglesia socialmente comprometida, queriendo responder a la pregunta que Dios le hace a Caín: ¿Dónde está tu hermano?

Pregunta que fuimos rumiando de la mano de Padre Bachi, un villero que quiso ser cura, un cura que quiso ser villero y que luchó siempre por la dignidad de cada hermano y hermana que golpeaba a su puerta. Y en la actualidad accionando de la mano de San José y el Padre Tano, con una gran comunidad organizada, que ensancha su corazón cada día entendiendo que nadie se salva solo, que es preferible una iglesia en salida, capaz de recibir la vida como viene, accidentada, herida, a una iglesia muerta en vida. sia sostenida por el Amor y la Misericordia de Dios.

Fue muy conmovedor vernos conversando, con distintas realidades, distintos roles, escucharnos y entendernos aun en diferente idioma… Como en pentecostés nos sentimos renovados, llamados a volver al Evangelio de Jesús, capaz de transformar nuestra realidad todos los días desde la sinodalidad impulsados matrimonios, dirigentes, personas en situación de vulnerabilidad, educadores, etc.

• Promover la escucha atenta y diferentes instancias de diálogo en todos los ambientes.

• Las celebraciones Eucarísticas que sean más participativas. Inculturar la liturgia y facilitar el acceso a quienes hoy se sienten excluidos. Que se promuevan las celebraciones de la Palabra donde no hay Eucaristía.

• Revalorizar el sacramento de la Reconciliación y considerar la posibilidad de acceder al mismo de modo virtual.

• Tener en cuenta el cuidado de los sacerdotes y la vida consagrada, sobre todo a los que están más solos.

Llevar esta experiencia de ser Iglesia, escuchar otras, afirmó en mi corazón una certeza: Dios camina muy cerquita de la humanidad, en especial de los más pobres de los pobres, de los excluidos, abandonados, de los que luchan por el trabajo y por el pan digno, de los “diferentes”, de los que no tienen voz, de los más olvidados. Dios está en las periferias. Dios habla al corazón. Dios se deja interpelar por nuestra fe. Porque en la periferia solo queda eso, fe, amor y esperanza, en fin, lo esencial.

Nuestra Iglesia del Cono Sur es sumamente creyente y culturalmente muy rica, muy sabia, muy colorida y festiva porque su pueblo sabe lo que es el dolor, la opresión, la negación. Esos días me vi y me sentí en la más rica diversidad, muy unida a una igle- por el Espíritu Santo, ensanchando cada vez más nuestras tiendas para que nadie quede afuera.

Finalmente, puedo decir que, en este encuentro sinodal, me encontré como Pueblo de Dios, viva, esperanzada, hermanada, fraterna. Volví a mi comunidad queriendo abrazar a cada uno, mirándolos, reconociéndolos y valorándolos más, porque no hay iglesia si no hay “otros” caminando a la par, no hay iglesia si no nos reconocemos y valoramos. Todos somos miembros indispensables y todos somos UNO en Aquel que nos fortalece siempre en el camino.

• Crear estructuras eclesiales que garanticen la transparencia en los procesos pastorales y económicos. Crear instancias para la rendición de cuentas.

• Promover la cultura del cuida- do, creando espacios para compartir la propia vulnerabilidad y donde se pueda trabajar en la prevención de todo tipo de abuso.

• Que los Consejos de Pastoral sean obligatorios en el Derecho Canónico.

• Que haya un mayor diálogo entre iglesia universal y diocesana e iglesia diocesana y parroquial.

• Trabajar el tema de la reconciliación y la restauración de vínculos en lugares y situaciones de conflicto.

• Consultar a laicos también para para cambios de sacerdotes y nombramiento de obispos.

• Que la Piedad Popular sea tenida en cuenta como punto de partida en la espiritualidad sinodal.

• Reflexionar sobre la Iglesia post-pandemia y los efectos en la salud mental, adicciones, suicidio.

Los jóvenes tuvieron un espacio particular de participación para considerar particularmente eso de que en muchas comunidades se constata una gran ausencia de los mismos. Ellos, en primer lugar, expresaron que en la Iglesia sí hay jóvenes, y que ellos los repre- sentan en esta Asamblea y que, a su vez, es verdad que muchos se alejaron. A continuación ma nifestaron que ellos saben por qué muchos jóvenes se alejaron invitándonos a alentar una actitud de mayor cercanía, escucha, acogida y comprensión para con los jóvenes de hoy considerando sus variadas situaciones de vida. Éste fue un momento muy emotivo que nos alentó a abrir a nuevos caminos de trabajo y acompañamiento de la realidad juvenil.

Para finalizar les comparto que esta vivencia eclesial fue un paso más que significativo en el camino sinodal que vamos transitando. El percibir las mociones del Espíritu y dejarse guiar por él, el compartir recíproco entre laicos, vida consagrada y pastores va dando forma al estilo sinodal de la Iglesia. A su vez, fue hacer una experiencia clara de que cada bautizado tiene un lugar propio en la Iglesia y puede participar, de modo corresponsable, de la misión evangelizadora que Jesús le encomendó. Sí, se trata de caminar juntos como Iglesia para el servicio de un mundo más justo y fraterno, donde el amor nos lleve a valorar toda vida y a contribuir a la edificación del Reino de Dios, mientras peregrinamos hacia la Patria eterna con alegría y esperanza.

Cecilia J. Cofrancesco Profesora y Bachiller de Teología

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