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¡Ven Espíritu Santo! Con Francisco, te invocamos
Reflexiones desde sus diez homilías como Papa en la Solemnidad de Pentecostés
nas que buscan conquistar lo inaudito: expresar lo divino.
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«Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar.
De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban.
Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos.
Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse» Hch 2, 1-4
En su texto programático, la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, el Papa Francisco nos enseña que el anuncio del Evangelio en el mundo actual reclama evangelizadores con Espíritu, es decir, cristianos y cristianas absolutamente disponibles a su Acción, con parresía y sin temor, aunque implique andar a contracorriente (Cf. EG 259). Ahora bien, ¿qué significa esta fuerza irreversible derramada en nuestros corazones? Sin pretender domesticar su Misterio, intentaremos balbucear una respuesta desde las muchas pistas propuestas por el mismo Francisco durante estos diez años como Sumo Pontífice en cada Pentecostés, la fiesta litúrgica del Espíritu Santo por excelencia. Para ello, exploraremos sus homilías, todas ellas “místicas” porque nos introducen espiritualmente en este gran acontecimiento, el de la incesante Venida del Santo Espíritu de Dios.1 En efecto, leyéndolas con los ojos enamorados del corazón creyente, advertiremos palabras huma-
Comenzamos mencionando los términos novedad, armonía y misión. En el año 2013, fueron predicados por Francisco para comunicar el desborde que es el Espíritu, quien cual fuerza irresistible, trae consigo la novedad de Dios, esa que armoniza nuestra diversidad para impulsarnos como Pueblo hacia la misión. Un año más tarde, en el año 2014, tres verbos son priorizados por Francisco para anunciar la esencia del Espíritu: enseñar, recordar y hablar. De esta manera, confirmamos que sólo Él es nuestro maestro interior, que sólo Él es nuestra memoria viviente, que sólo Él es nuestra voz profética. En el año 2015, Francisco nos ilumina con los conceptos guiar, renovar y fructificar. Es dicho entonces que el Espíritu es quien guía hacia la verdad plena, es quien renueva para que vivamos la libertad auténtica y es quien cosecha cual gozoso programa de vida abundantes frutos de virtud.
Durante el año 2016, Francisco nos regaló la palabra hijos, en oposición a la palabra huérfanos. Donado por el Padre, el
Espíritu nos conduce hacia Él, el más perfecto Abbá, haciéndonos entrar en una nueva y maravillosa dinámica, la dinámica de la fraternidad. En el año 2017, Francisco proclama que la Ruah es quien crea un pueblo nuevo con corazones igualmente nuevos. Siendo el Don de los dones, únicamente el Espíritu es capaz de unirnos en nuestras muchas diferencias. También, de regalarnos el tan necesario perdón para que podamos recomenzar siempre, con esperanza evangélica y en dirección hacia el Reino. El año 2018 trajo una imagen, aquella fuga, porque nos expulsa hacia el exterior comprometiéndonos con todas las periferias. Hace poco, en el año 2019, Francisco manifestó que el Espíritu no es algo abstracto, sino la persona más concreta. De hecho, la más cercana. Siendo la Armonía, construye entre nosotros la paz, distribuyendo sin homologar cualidades y carismas. Con la pandemia desatada por el virus COVID19 como contexto, el año 2020 fue la ocasión para pensar la que identifica al Espíritu con un viento que sopla fuerte. Junto a Francisco lo imaginamos como una fuerza grande, tan grande que es capaz de transformar la realidad. Más precisamente, como fuerza de cambio centrípeta y centrífuga. Centrípeta, porque nos empuja hacia el centro regalándonos la intimidad con Dios. Centrí- unción. Por consiguiente, aunque seamos plurales, Francisco nos declara unidos por el mismísimo sello del Espíritu, para que todos juntos podamos lanzarnos hacia el mundo, nuestro mundo, tan herido y necesitado de compasión. En el año 2021, fue protagonista la expresión paráclito, título pronunciado por el mismo Cristo para subrayar dos de sus funciones: el consuelo y la defensa. Según Francisco, el Espíritu consolador y abogado fortalece nuestras vidas creyentes cada vez que nos permite experimentar ya, en el aquí y en el ahora, el propio estilo de Dios: la Ternura. Finalmente, durante el último año 2022, Francisco reflexionó sobre el Espíritu desde las preguntas por dónde empezar, qué caminos tomar y cómo caminar. Por dónde empezar, porque el Espíritu nos confirma el Amor como el único punto de partida. Qué caminos tomar, porque el Espíritu nos reclama discernir con perseverancia su Moción. Cómo caminar, porque el Espíritu nos marca nuestra misión: la salida hacia la realidad para evangelizar.
Atravesado este sendero ahora sí es fácil comprender por qué motivos el Papa Francisco sueña una evangelización con Espíritu (Cf. EG 261). Más aún, siendo el alma de la Iglesia, co- rroboramos que es el Santo Espíritu quien nos impulsa, motiva y alienta imprimiendo sentido en todas nuestras acciones misioneras, las personales y las comunitarias también. Así las cosas, evangelizar ya no puede (ni debe) significar una obligación pesada que se tolera: «¡Cómo quisiera encontrar las palabras para alentar una etapa evangelizadora más fervorosa, alegre, generosa, audaz, llena de amor hasta el fin y de vida contagiosa!» EG 261. ¡No, de ninguna manera! Hoy más que nunca evangelizar debe (porque efectivamente puede) disponernos hacia la eterna sorpresa de Dios, esa que hace arder en nuestros corazones el fuego de su Espíritu.
Cual mayoría de edad, evangelizar con Espíritu implica pues adultez y madurez. En definitiva, compromiso con la Voluntad del Señor anteponiendo el Evangelio en nuestra cotidianeidad con humildad sencilla y obediencia filial. Es decir, descentrarnos para recorrer con docilidad su Camino, el del Amor a Dios desde
NOTAS:
el amor a nuestros hermanos2 Es evidente: así movidos por el Santo Espíritu, nos convertimos en una Iglesia sinodal que transita bien unida los caminos del Camino. Es más, testimoniando en la historia su Buena Noticia, advertimos que la sinodalidad expresa nuestra mayor conciencia, la conciencia de nuestra identidad. Estar en camino es pues nuestra misión, para recorrer juntos y con todos los infinitos senderos del Señor.3
Tan próximos como estamos a una nueva Solemnidad de Pentecostés, con Francisco seguimos invocando al Espíritu para que venga y nos rebose con su Amor, para que venga y nos desinstale con su Sorpresa, para que venga y nos rescate con su Paz. ¡Ven Espíritu, ven! ¡Vení, vení sobre nosotros, tu santo Pueblo fiel! Por acá, todos y todas te esperamos porque sólo Vos eres nuestra tregua y descanso…
Pbro. Oscar Mercado Bolton Asesor de la Vicaría de Jóvenes