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Más allá de la ficción, Cristina de Middel
Cristina de Middel
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Más allá de la ficción
En esta contribución me centraré en Afronautas, el trabajo que cambió mi carrera, que me llevó de los periódicos a las galerías y que sienta las bases de qué es lo que hago con fotografía en este momento. Más adelante comentaré dos trabajos en curso que describen mejor mi posicionamiento en torno al movimiento de personas por el mundo, pero tengo que empezar diciendo que gracias a estos “afronautas” empecé a experimentar esa idea de migrar, ya que me paso la vida viajando.
Ahora mismo tengo dos pasaportes, uno de ellos caducado. No tengo residencia en ningún sitio porque me asaltaron en Lima hace un mes y me robaron toda la documentación, entre ella mi tarjeta de residente mexicana, y cuando pierdes la tarjeta pierdes la residencia. Ahora mismo no soy residente de ningún sitio, así que decidí por un tiempo alzar la bandera pirata en mi barca.
La historia de Afronautas comienza después de casi 12 años de trabajar en la prensa, que se alimentaba de un entendimiento ingenuo y romántico sobre la capacidad de la fotografía para abrirle los ojos a la gente e intentar así cambiar las cosas, me di cuenta de que sí, por un lado la fotografía podía conseguirlo, porque tiene un potencial de comunicación enorme y la gente la entiende sin esfuerzos. Sin embargo, por otro lado, existe un problema con los medios de comunicación que, al perder su independencia, hacen que todos los que colaboremos en eso seamos parte de un monstruo que tiene poco que ver con la verdad y poco que ver muchas veces con ayudar a la gente.
Empecé a identificar los temas que habían sido víctimas de esta estigmatización por la prensa. Son temas conocidos de todos, como la prostitución, a veces algunos lugares, a veces son continentes enteros, y uno de ellos, sin duda, el que más se ha estigmatizado y reducido a cuatro clichés, es África. Si uno va a Google Images y escribe Nigeria o África, saldrán un montón de imágenes de elefantes al atardecer en el Kalahari, de masáis, de guerras, de niños soldados, de mujeres sufriendo; pero no va a salir nunca una clase media africana, gente que va normalmente
a trabajar, un banco africano o una oficina. Nos falta mucha información a nivel visual a la hora de entender al continente y sus ciudadanos. En definitiva, y a pesar de los avances tecnológicos, no sabemos qué es África.
En ese sentido, tanto la fotografía como la prensa le han hecho un flaco favor al continente. Podría decirse que África ha sido víctima de una de las peores campañas de marketing de la historia. A partir de ahí, cuando salí de la prensa, un poco cabreada por cómo funcionaban las cosas, quería contar otras historias de África y desde otro punto de vista. Quería jugar con la idea de la fotografía como documento, y tuve la suerte de encontrarme con esta anécdota histórica de los Afronautas, que es un título que puse de broma y que, al final, como todo lo que ocurre en mi vida, se consolida como algo serio.
Ésta es la historia real de un programa espacial que existió en Zambia, en 1964. Cuando el país se independizó de Reino Unido y quiso mostrarle al resto del mundo que eran tan importantes y tan capaces como el resto de los países. En esa época, en el contexto de la Guerra Fría, lo primero que hicieron fue un programa espacial, con la idea de emular a las dos principales potencias y su carrera al espacio: la Unión Soviética y los Estados Unidos. Si Zambia se hubiese independizado en este siglo, quizá hubiese optado por unirse a la investigación del genoma o sin duda a la clonación, pero en 1964, el tema era la carrera espacial.
Me di cuenta entonces de que tanto el espacio como África eran dos fuentes de estereotipos y de clichés muy ricas. Todos disponemos de una amplísima biblioteca visual que no hace necesario viajar al espacio o a la Luna, y desde luego a África, para poder visualizar esta pequeña historia. Así que decidí trabajar de una manera deliberada con el estereotipo y centrarme en él. No hablar tanto de la increíble anécdota sino del hecho de que fuera increíble. También, al fin y al cabo, yo soy una mujer blanca escribiendo sobre algo que ni he experimentado ni conozco. No soy experta en África, pero sí puedo tener algo que decir sobre los estereotipos y los clichés que vamos consumiendo desde hace tiempo, porque formé parte de esa maquinaria mientras estaba en la prensa.
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250 Lo que hice fue juntar estos dos clichés, esos dos estereotipos, 50% África y 50% carrera espacial. También, por limitaciones de presupuesto, tuve que usar como fondo de la historia un sitio que se pareciese a África: España, en concreto Alicante, como a 10 minutos de casa de mis padres. Conseguí un modelo africano por Facebook, que era ingeniero de informática y jugador profesional de balón mano, y así fuimos a contar la historia. Si para rodar La Guerra de las Galaxias no tuvieron que viajar a las galaxias, pues yo con Afronautas tampoco necesitaba ir a África, sobre todo porque no podía tampoco viajar en el tiempo a los años sesenta.
En el nivel formal, y para compensar el aspecto ingenuo de las fotografías, con una ingenuidad autoinducida que reivindico en mi trabajo, necesitaba elementos que le diesen un poco de veracidad. Me dediqué entonces a generar un archivo de documentos falsos en los que mezclaba igual fotografía antigua de los años cuarenta de la época colonial africana con fotografías de los ensayos de la NASA. Con una de las fotografías, en la que aparece un elefante, mucha gente me pregunta si estoy tratando de engañarles, porque se dan cuenta de que el elefante es indio y no africano. La gente sigue queriendo ver y buscar la verdad en la imagen, es decir, ¿no ven al astronauta a un lado? Se quedan con la idea de que les estoy engañando porque es un elefante indio en lugar de uno africano. Existe en la audiencia esa fe en la imagen fotográfica, y eso para mí genera un campo de reflexión y de juego increíble.
En 2012 publiqué un fotolibro llamado The Afronauts que me catapultó y me situó en la escena fotográfica. El éxito de ese libro y la atención que generó me permite al día de hoy seguir haciendo un poco lo que me da la gana. Desde entonces he publicado un total de nueve libros y siempre estoy con cuatro o cinco proyectos al mismo tiempo. Al final conseguí ir a África, a un festival de fotografía en Nigeria, en Lagos. He estado yendo incluso como comisaria de todo el festival, lo cual ha sido un aprendizaje increíble para mí, y poco a poco voy entendiendo más y me voy sintiendo cada vez más capacitada, no para explicar el continente, porque no podría, sino para explicar cómo me siento con respecto al continente y cuáles son las dudas que sigo teniendo con respecto a ese sitio como mujer blanca que intenta hacer fotos en África.
Uno de los temas que más me llaman la atención es esta relación entre la magia y la realidad. Siendo europea me parece muy llamativo el tema de las religiones africanas y la forma en que se crean estos mundos. De ese interés ha salido una colaboración con un fotógrafo brasileño que pertenece a la religión Umbanda y que tiene mucho conocimiento sobre cómo han llegado las religiones africanas, cómo viajaron de África hacia Haití, hacia Cuba, y cuál ha sido la transformación de estas religiones. Estamos haciendo un proyecto que se llama Exuegguá, que en Brasil, Eshu es el espíritu, en África es Elegba, en Cuba Eleggúa y en Haití es Papa Legba.
Estamos siguiendo a este espíritu que se transforma, desde un tótem en África hasta un niño en Cuba. En Brasil es un malandro, un joven seductor de la noche, y en Haití es un señor mayor. El proyecto es una mezcla de documental y ficción en el que usamos las leyendas de Eshu para intentar explicar, desde un punto de vista más mágico y no tan antropológico, el significado y las funciones de este espíritu para todas las vertientes de las religiones africanas. Lo estamos explicando con un lenguaje de ficción y de fábula, que para mí es mucho más accesible y que ayuda a entender mucho mejor.
Hace dos años estuve en una feria en Los Ángeles y decidí quedarme dos semanas más conduciendo porque me gusta mucho manejar. No sabía a dónde ir, así que agarré un mapa y vi que había un pueblo cerca en la frontera de Arizona, muy cerca de la frontera con México, que se llama Why (Por Qué) y fui a ver por qué manejando hasta allí. Fue un viaje un poco extraño y absurdo, y en un momento del viaje me encontré un cartel que decía: Felicity, Centro Oficial del Mundo/Center of the World; por supuesto me detuve. Estaba justo en el desierto, en la frontera con México, desde donde se veía aún el muro divisorio.
La historia del lugar es muy interesante. Un legionario francés retirado había leído un libro de pequeño en el que un dinosaurio le decía a una niña que el centro del mundo se llamaba Felicity, y se dio cuenta entonces de que no había un centro del mundo oficial. Decidió años más tarde comprar un terruño en California, y decidió que ése sería el centro del mundo. Los californianos vinieron con sus leyes a certificar que efectivamente es el centro del mundo y nació la ciudad de Felicity.
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Afronautas. © Cristina de Middel
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254 Cuando el señor me vio llegar me dijo: “No… ¿Tú eres fotógrafa?”. Y yo dije: “Sí”. “¿Sabes que necesitas permiso para hacer fotos?” Y yo dije: “Sí, ¿quién me lo da?”. Y me dice: “Yo”. Digo: “Bueno, ¿me lo das?”. “Sí.” El lugar entero no tenía ningún sentido. Y me dice: “¿Tú conoces a Cartier Bresson?”. Y yo: “Hombre, pues personalmente no, pero sí que he escuchado de él”. Y dice: “Es que justo este terreno lo encontré haciendo un roadtrip con la hermana de Cartier Bresson, que era mi novia”.
Así que estando de repente en medio del desierto, pensé que por supuesto ahí había un tema. Al margen del señor, que era un personaje del lugar, a mí me pareció muy, muy, muy interesante cómo desde ahí que se veía la valla fronteriza. Si se piensa detenidamente, es un lugar en el que un señor francés había decidido crear el centro del mundo… ¿dónde? En Estados Unidos, por supuesto.
El viaje empezó a transformarse literal y metafóricamente en el viaje al centro de la Tierra de Julio Verne. Así que me paré en el siguiente pueblo, donde había una librería, y me compré el libro y lo leí de nuevo. El libro tiene muchísimas similitudes con el fenómeno de la migración, tal y como lo entiendo y como me gusta contar las historias. Se meten en un mundo irreal para llegar al centro del mundo, simbólicamente, Estados Unidos, y para acabar, son expulsados por el volcán Estrómboli, en Italia.
La idea de que salgan expulsados por un volcán a México simboliza las deportaciones exprés que dicen “vuélvete para casa, y ya está”. Es un proyecto que tengo en curso, tengo hecha la parte americana, la parte en que es utilizar un objetivo central con todo lo misterioso, lo enigmático, mítico que puede haber en estas carreteras y en estos paisajes.
Mi padre es belga, mi madre es de Cádiz y yo he crecido en Francia. He vivido en un montón de países, nunca he tenido un sentimiento nacional, de pertenencia, más allá del gastronómico: volver a casa, donde mi madre me hace una comida que reconozco y que me gusta. En España, últimamente se han visto bastante acentuados los nacionalismos, sobre todo muy acentuados por estrategias políticas. A mí me llama la atención cómo hay esta separación de un territorio. Nunca lo he entendido, no he entendido nunca la frontera ni los aduaneros, nada.
Decidí hacer una propuesta sobre la identidad en España con la intención de para calmar un poco los nervios, y para verlo desde otro punto de vista. El proyecto consiste en seguir unas rutas por la geografía española; pero en lugar de las conocidas rutas históricas, como la Vía de la Plata o el Camino de Santiago, mi intención es seguir un orden desprovisto de carga tradicional, como el orden semántico. Es decir, descubrir España a través del significado del nombre de sus pueblos. Es una tontería que a mí me encanta hacer, que tiene mucho significado y provocación.
Básicamente, lo que he hecho es recorrer España con distintas temáticas. Está la Ruta Safari, en la que manejo conectando todos los pueblos que tienen nombre de animal. Hago fotos de los carteles de entrada a las ciudades o pueblos, pero también voy haciendo fotos de todos los animales que me encuentro, que no suelen ser muy exóticos. Y está también la Ruta del Terror, la Ruta Anatómica y la Ruta Gastronómica, que es una invitación a conocer España desde un punto de vista totalmente distinto, usando la semántica y el significado de sus pueblos; no su significado histórico, sino su significado puramente gramatical.
Realmente lo que quiero es que la gente descubra a España así, quitarle el sentimiento, quitarle las emociones sobre lo que es España. Creo que eso ayuda a entender una problemática desde un punto de vista desprovisto de emociones, que es como mejor se piensa.
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