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La Ruta de la Amistad, Luis Javier de la Torre

Luis Javier de la Torre

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La Ruta de la Amistad

Nosotros representamos a una parte de la sociedad que no ha estado del lado académico. Nuestro trabajo ha sido siempre la recuperación de los espacios públicos y, me atrevería a decir, de las cosas que se han hecho muy bien en nuestro país.

Nos animan los proyectos que tienen inspiración propia, sin tener que emular a pie juntillas las ideas que otros ya pusieron en práctica. México 68 cumplió a cabalidad con la virtud de la originalidad al mando de uno de los personajes más vitales de esta nación, el Arq. Pedro Ramírez Vázquez. Los Juegos Olímpicos de México 68 y su programa cultural dejaron una personalidad propia y son hoy una guía a seguir en todos los juegos modernos.

Dentro de los acervos que protegemos, se encuentra la Ruta de la Amistad: 22 esculturas monumentales realizadas por artistas de los cinco continentes. El proyecto fue coordinado por Mathías Goeritz y Pedro Ramírez Vázquez. Una colección de dibujos y murales de pintura infantil, donde niños de todo el mundo enviaron y realizaron obras con el tema “Un mundo de amistad”. Y por supuesto, están todos los gráficos que sirvieron para la comunicación corporativa utilizada por primera vez de forma integral en unos Juegos Olímpicos.

Con este ánimo, presentaré una secuencia de imágenes de cómo es hoy la Ruta de la Amistad, la forma en que sea ha integrado a la ciudad después de haber permanecido prácticamente 30 años en el abandono, regresando desde hace 20 años a la vida urbana de la Ciudad de México. Cómo se genera un sin número de posibilidades culturales y ecológicas a partir de ella. Todo realizado con base en un trabajo continuo y colectivo, en trabajos de colaboración permanente con diversas instituciones de México y el mundo. Me interesa compartir las imágenes porque me parece muy importante el trabajo social que nosotros, como ciudadanos, tenemos con respecto a la protección de los acervos culturales y el cómo integrarlos a nuestra actual comunidad.

Escultura de Suiza, Ruta de la Amistad. © Luis Javier de la Torre

Sol Rojo, de Alexander Calder, Ruta de la Amistad. © Luis Javier de la Torre

México propone en 1968 la primera olimpiada cultural, es decir, regresar a la esencia de los juegos olímpicos griegos: con un año de olimpiada cultural y 15 días de olimpiada atlética. México 68 fue un evento sin precedentes que reunió actividades en más de 20 disciplinas culturales. La Ruta fue una de ellas, producto de la Reunión Internacional de Escultores que convocó a artistas y planeadores urbanos para expresar cómo el arte genera espacios públicos e integración de vías, cómo los diferentes pensamientos pueden convivir en un mismo momento. México era un país incipiente, en crecimiento económico y cultural, aunque en el tema político seguía atrasado, como sucede hoy, a casi 50 años de los Juegos. El manejo político del 2 de octubre sirvió para sepultar todo lo logrado por miles de personas que participaron, de una u otra manera, en la creación y organización de los juegos.

La primera idea para entender el conjunto escultórico es cómo era la Ciudad de México hace cinco décadas. Los amplios espacios que se aprecian vacíos es donde serían colocadas las esculturas. El sur de la ciudad estaba dividido en los pedregales y campos de siembra y cosecha, ambos prácticamente deshabitados. Son estos espacios donde la Ruta de la Amistad se instala y es en ellos donde surgen sus formas y colores geométricos de gran escala.

Otro tema interesante es cómo, por primera vez, se integra el diseño y la gráfica a los escenarios olímpicos, donde la obra Sol Rojo, de Alexander Calder, que representaba a Estados Unidos como invitado especial de la Ruta, se integró al diseño institucional de los Juegos, basado en la inspiración huichola, el logotipo México 68.

La ruta original partía de San Jerónimo y concluía en Cuemanco. Eran 17 kilómetros en los cuales las esculturas estaban dispuestas cada kilómetro y medio, colocadas de manera intencional del lado derecho, para poder ser admiradas con tranquilidad. La configuración geométrica permitía que fueran vistas a la velocidad de quienes viajan en un automóvil.

La experiencia del arte en las calles creó un vínculo entre los escenarios olímpicos y el crecimiento de la ciudad. Al paso de los años, el consecuente crecimiento urbano hizo surgir la necesidad

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358 de tener que trasladar algunas esculturas, ante la inminencia de ser devoradas por la construcción de segundos pisos en las vías que las contenían.

Hoy la Ruta de la Amistad se reinventa, y puede ser disfrutada con sólo bajar de un trasporte público como el Metrobús, llegar en bici o caminando. En el Trébol I, ubicado en Insurgentes y Periférico Sur, se encuentran trece esculturas, nueve de ellas cambiadas por el segundo piso. A la par del rescate de las esculturas, se realizan proyectos únicos de ecología urbana, como el rescate del llamado Pedregal de San Ángel alrededor de las esculturas, con lo que se obtienen vistas de dos mil años de antigüedad. Ahí se encuentran vestigios arqueológicos, plantas únicas y animales difíciles de ver en zonas totalmente urbanas.

En el Trébol II se crean nuevas posibilidades verdes. Alrededor de las esculturas ubicadas en este espacio se realizan los primeros bosques comestibles con huertos de entre calles. Surgen ideas por parte de los países que entregaron esculturas, como el caso de Marruecos, que propone la siembra de higueras marroquís alrededor de su pieza.

La escultura de Uruguay desde hace más de 20 años es un espacio que se ofrece a los artistas, lo que genera un diálogo de nuevas propuestas. La escultura de Fonseca se interviene de forma temporal. En las noches de Ruta hay música, la interacción de la comunidad mexicana con diferentes culturas es permanente, las embajadas tienen un vínculo de ideas que promueven la integración de sus esculturas al entorno urbano de la Ciudad de México.

La igualdad social es parte de la Ruta, se recuperan las banquetas y postes de alumbrado originales de 1966, es un rescate de la arquitectura y la funcionalidad. La gente puede caminar sin caer en hoyos, sin tropezar con tornillos salientes. Hay una banqueta para caminar libremente y con seguridad, es un modo de generar igualdad social.

Escultura de Australia, Ruta de la Amistad. © Luis Javier de la Torre

Escultura de Hungría, Ruta de la Amistad. © Luis Javier de la Torre

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Torre, Ruta de la Amistad. © Luis Javier de la Torre

El cine a cielo abierto en la Ruta es relevante y curioso a la vez, porque sucede en una vía atestada de autos, nos enseña que los espacios públicos no necesariamente tienen que ser en zonas habitacionales; también hay espacios alternativos por descubrir en la Ciudad de México.

Una parte importante de la Ruta de la Amistad es tener a una comunidad de ciclismo que llega a las esculturas disfrutando del valor de la sorpresa, del carácter natural de la Ruta de la Amistad.

Es un espectáculo llegar hoy a la Ruta de la Amistad y encontrarse con formas geométricas de colores brillantes junto a formaciones que tienen una antigüedad de dos mil años, y que conviven con el siglo XXI, luminarias de gran diseño que permanecen con el paso de los años, los colores vívidos y las grandes escalas de las esculturas.

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