Reportaje
Social
Yolanda Sánchez comparte una historia muy particular, similar a las que conocemos en películas de drama, superación y sueños. Creció en Puerto Vallarta, siendo la tercera hija de una familia de 12, en un núcleo familiar tradicional con abundantes carencias y retos, pero donde afortunadamente se contaba con salud… hasta que en el año de 1994 dejó de estar presente en la familia Sánchez Santiago cuando su hermana menor Astrid, de 19 años, adquirió una rara y poco conocida enfermedad “pénfigo vulgar”. Astrid gradualmente comenzó a limitarse en actividades que solía hacer de manera independiente, los medicamentos le inflamaron el rostro hasta desfigurarle, lo que provocó que ella eligiera terminar con el novio, y distanciarse de amigos y conocidos por vergüenza. Requería tanque de oxígeno y de asistencia para tareas básicas, la enfermedad de Astrid tuvo un viacrucis de 3 años hasta que su cuerpo un día se rindió. La enfermedad de Astrid marcó en la familia su etapa más difícil:
Pasitos de Luz Por Yolanda Sánchez
Una historia que nace del dar amor, Para amor desesperanza, lucha, reflexión, entrega y, a su vez, fue detonador para que Yolanda Sánchez transformara esa experiencia en un regalo de vida al servicio y bien de otros. Haber vivido el desgaste físico, emocional y económico que representa cuidar la salud de un familiar enfermo, en este caso de Astrid, es la razón del inicio de Pasitos de Luz. ¿En su origen, a qué segmento apoyó Pasitos de Luz? El proyecto inicia respaldando a madres que tenían hijos en condiciones especiales, pero no contaban con los recursos para su rehabilitación, por lo que regularmente viven entre emergencias, viajando de un lugar a otro buscando información, diagnósticos, atención directa para sus hijos. Sumado a que no podían