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DE AMOR LOCURA Y MUERTE CICLO DE LECTURAS
El baile de los condenados Eugenia Zuran
Lecturas a la sombra
El baile de los condenados
Eugenia Zuran
Las risas salpicaban a lo lejos los pasillos y recovecos. Eran risas crispantes, agudas, que de vez en cuando se interrumpían por algún grito o lamento. Aquel lugar era gigante, estaba plagado de bichos e insectos y saturado de suciedad en paredes y pisos. Olía, por doquier, a vómito y excrementos. Alguna vez, increíblemente, había sido un lugar esplendoroso. Se podían presenciar las débiles señales de aquella grandiosidad en las lujosas paredes y columnas que sobresalían a duras penas a través de la mugre y que poseían el típico estilo perteneciente a los lugares más fastuosos jamás imaginados. Era un lugar en constante oscuridad, por lo que en todos los rincones se habían depositado pesados candelabros de épocas remotas, cuyas llamas creaban en derredor luces y sombras danzantes. El centro de este espacio era un inmenso salón, cuyas paredes eran altísimas y sus ventanas huecos en desuso cubiertos por pesados cortinados negros. Se oía música de órgano que parecía provenir del techo. En el rincón más oscuro de este salón, trepado a un estante, estaba agazapado un ser cuyo rostro permanecía oculto bajo una capucha. Su cuerpo, de proporciones anormales, se encor7
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vaba en cuclillas sobre la superficie del estante. Entre sus manos de dedos largos y huesudos sujetaba un látigo que movía lentamente hacia un lado y hacia el otro. De vez en cuando levantaba la cabeza y prestaba atención a las risas que iban acercándose. Cuando la puerta se abrió, el encapuchado enderezó la espalda. Pareció que estaba preparándose para saltar. Los que reían ingresaron en el salón como una estampida. Eran hombres y mujeres, todos mugrientos, todos con alguna deformidad en sus cuerpos. Comenzaron a bailar apenas notaron la música, brincando de un lado al otro al tiempo que gritaban o exclamaban cosas sin sentido. El salón se llenó muy pronto de todos ellos y ya no quedó espacio posible para un integrante más. Eran demasiados. La algarabía era impresionante. De vez en cuando alguien lloraba o pedía clemencia, cosa que parecía excitar al encapuchado, que se movía inquieto sobre el estante. Entonces, en medio de todo esto, la puerta que se había cerrado tras el paso de aquella muchedumbre volvió a abrirse. Todos, sin excepción, enmudecieron. Las miradas fueron hacia un pequeño hombrecito que dio algunos pasos dentro del salón. Iba cabizbajo, temblando de la cabeza a los pies. Mantenía las manos unidas, los dedos entrelazados, y parecía rezar. Al ver esto, alguien rió entre la multitud, a lo que siguieron otros que lo imitaron. El encapuchado agitó el látigo. Con destreza pegó un salto y aterrizó sobre las frías baldosas del salón. A 8
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medida que fue avanzando hacia la puerta, los presentes fueron despejándole el camino en medio de burlas, risas y gemidos. Cuando el encapuchado llegó al hombrecito, lanzó el primer latigazo sobre él. El hombrecito aulló de dolor y cayó de rodillas, levantando los brazos en un vano intento de defensa. Todos los demás festejaron este primer ataque, saltando y aplaudiendo, muy excitados con lo que ocurría. Todos estos que ahora festejaban ya habían padecido la misma agresión, como una especie de sádico recibimiento en aquel lugar de castigo. El órgano continuó escupiendo música que se mezcló con los gritos del nuevo integrante. El encapuchado descargó más y más golpes y las velas se consumieron al mismo tiempo que la fuerza del flagelado.
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Lecturas a la sombra Catálogo 1. Miguel Angel Silva
Cap74 de Cuadros
2. Claudia Aboaf
El rey del agua de El rey del agua
3. Eduardo Vardé
La que baja casi corriendo
4. Graciela De Mary
Y sin embargo se mueve
5. Celina Abud
Música de rieles
6. Miguel Ángel Di Giovanni Los sueños, los viajes 7. Diego Rotondo
El pendenciero de Mamá no me odia
8. Victoria Mora
Basural
9. Marcos Tabossi
El otro mundo de El otro mundo
10. Fabiana Duarte
Viento norte
11. Inés Keplak
Adolfo
12. Lucas Gelfo
Andy Warhol y la difícil
13. Marcelo Rubio
El caracol
14. Jada Sirkin Deja que esas manos te toquen de Yo, cuento (y otros cuentos) 15. Marcelo Filzmoser
Vecinos
16. Cristian Acevedo
La adivinanza
17. Daniel IbaĂąa
Mirar el fuego
18. Javo Santos
Milagro en la bailanta
19. Margarita Dager-Uscocovich Sortilegio en el rincĂłn de los suspiros