La conversación del miércoles Ciclo 2011: El mundo en que vivimos
Una sombría tendencia del presente: la derrota del pensamiento
Boletín febrero
¿Qué es La conversación del miércoles?
La conversación del miércoles es un espacio de formación ciudadana destinado al encuentro con el otro a partir de la palabra, que tiene como foco el desarrollo de un tema o problemática. Dicho espacio tiene cuatro momentos: el primero es el grupo de estudio que se realiza el último miércoles de cada mes en el que se lleva a cabo una conferencia preliminar acerca del tema que nos convoca teniendo como referencia un libro en particular del pensador de nuestro tiempo elegido para cada ocasión. Luego de ésta, se lleva a cabo una conversación en la que, teniendo como base un fragmento leído previamente, precisamos líneas de abordaje, de desarrollo o dificultades a la hora de pensar el tema que nos convoca. El segundo momento, una semana más tarde, se realiza la conferencia central de La conversación del miércoles, ofrecida por Carlos Mario González, quien, tomando insumos de lo dicho en el grupo de estudio, elabora una conferencia en la cual desarrolla unas hipótesis y tesis que permiten abrir el diálogo con los asistentes. Siendo fieles a la palabra conversación, el tercer momento corresponde a la tertulia que se lleva a cabo en el deck del Claustro de San Ignacio el tercer miércoles de cada mes; ésta abre un espacio de discusión para que las preguntas y planteamientos que surgieron a partir de lo dicho en la conferencia puedan tener un lugar en el cual pronunciarse. Por último con este boletín pretendemos construir una memoria escrita del trabajo realizado en los momentos anteriores, para que cada uno pueda recoger las preguntas y reflexiones que allí surgieron y construya así su propia posición.
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Grupo de estudio Lunes 31 de enero de 2011* Auditorio CorpoZULETA
Conferencia preliminar UNA SOMBRÍA TENDENCIA DEL PRESENTE: LA DERROTA DEL PENSAMIENTO “Los prejuicios constituyen el tesoro cultural de cada pueblo” Alain Finkielkraut. La derrota del pensamiento Titular así la charla es partir de una afirmación: el pensamiento está venido a menos en nuestra época, ello a pesar de que es ésta fervorosa en la producción de conocimiento, lo que a su vez nos hace creer que saber y pensamiento no son estrictamente equivalente. Sin embargo, podemos afirmar, para ser más precisos, que lo que verdaderamente está en declive es el pensamiento como un valor, como una dicha de la vida o como una experiencia imprescindible para la cotidianidad. No, no es menester contar con el pensamiento, el sentido común viene a suplir tranquilamente su lugar y así, creen nuestros contemporáneos, la vida es más dichosa y tranquila. Eso sí, cuando ella nos muestra sus colmillos y nos recuerda que nada está tan ordenado y armonioso como quisiéramos acudimos desesperados a los tecnicismos del alma para que nos respondan qué hacer, cómo proceder, cuál camino optar. Elegimos la vía indicada por Finkielkraut para afirmar que el pensamiento ha entrado en desuso porque es éste considerado un valor universal, y lo universal terminó siendo considerado como un enemigo a combatir con urgencia, pues la polémica que en relación a la cultura encontramos desde el siglo XIII: lo particular vs lo universal, ha virado a lo primero como una supuesta democracia que, intentando dar lugar a aquellas culturas menos dominantes a lo largo de la historia como los pueblos tradicionales o los países del llamado nuevo mundo, ha conducido, en cierto sentido, a un nihilismo cultural que iguala por lo bajo y “después de rebajar la cultura al rango de los gastos improductivos, eleva cualquier distracción a la dignidad cultural”. Asumir una acepción de la noción de cultura como las manifestaciones concretas que en términos de estética, costumbres, alimentos, cosmogonías, tiene una sociedad particular, y oponerla a esa otra acepción de que es la cultura equivalente al pensamiento reflexivo, produce una confrontación, tal vez innecesaria, en la que por un lado, los pueblos ensalzan per se sus tradiciones, combatiendo una actitud crítica con su propia historia e invitando a adscripción absoluta a lo propio, y por otro, el pensamiento y la racionalidad que él implica terminan siendo exclusivos de unas culturas y no una posibilidad y una búsqueda de todos los seres humanos. Así, la pluriculturalidad mal entendida cae en la paradoja de cerrar el diálogo entre las culturas e impide que las mayorías gocen de las producciones artísticas y culturales que ya se han ganado un lugar en la historia. Así pues, la polémica cultura particular-cultura universal hace casi inmoral que hoy pensemos en valorar la producción estética o intelectual y que nos atrevamos a decir que algo es bueno, malo, trascendente o frívolo, pues una posición firme que argumente decididamente a favor de algo, es descalificada por nuestro tiempo como un afán clasificador y como una racionalidad supuestamente autoritaria. ¿Será democrática, acaso, la posición que opta por inhibir el debate y hacernos perder criterio diciéndonos la falsedad de que todo es igual a todo?. Ahora, mientras fracasa la universalidad y nos hundimos en un mundo incapaz de construir nuevas y complejas “trascendencias”, triunfa la globalización, la economía de mercado y la angustia de nuestros jóvenes que, mal-armados por una educación complaciente, no saben cómo asumir una posición –estética, filosófica, ética y mucho menos política– en un mundo complejo que ya no tiene verdades absolutas. Y si bien aún no nos atrevemos a apostar por una definición precisa del concepto de pensamiento, si arrojamos cuatro elementos: 1). La racionalidad y la crítica son imprescindibles para pensar. 2). Aunque todos los seres del lenguaje están en condiciones de razonar, el pensamiento es exclusivo de personas o momentos en los cuales podamos (más no necesariamente queramos) asumir una posición subjetiva que se atreva a ir en contra de sí mismo, valga decir, en contra de las ideas que marcan la propia identidad. 3). Dado que somos, todos los humanos, criaturas tendencialmente dogmáticas, como nos lo dijo Estanislao Zuleta, el pensamiento es una dicha y una necesidad de la vida porque nos ayuda a gozar de la conciencia en este efímero e irrepetible paso por la existencia y a tener elementos para elegir mejor entre las múltiples opciones que tenemos para una vida que, de todas maneras, estará marcada por la falta. 4). Una estrategia para abrirse a la posibilidad de pensar, aunque nada lo garantiza, es el ejercicio efectivo de la conversación, bien sea con otros, bien sea con los libros, bien sea consigo mismo. Sandra L. Jaramillo Restrepo Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA *Por motivos de organización de actividades esta actividad no se realizó el miércoles correspondiente.
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Grupo de estudio Lunes 31 de enero de 2011 Auditorio CorpoZULETA
Discusión
Tras haber escuchado la interpretación que una de las integrantes del grupo de estudio –grupo que, dicho sea de paso, está siempre abierto a la presencia de nuevas personas que quieran integrarse a él en nuestra labor mensualrealizó del texto de Alain Finkielkraut “La derrota del pensamiento”, el centro planteado para la conversación se ubicó en la pregunta: ¿qué es pensar? En consonancia con lo que se responda a esa pregunta se delinearán caminos a esta otra: ¿está efectivamente el trabajo del pensar bajo amenaza de extinción en nuestra época? Construir, pues, una conceptualización tentativa de lo que significa pensar fue el asunto al que se aprestó el grupo, contando en esta ocasión con el aporte de quince asistentes y con su disposición a la conversación en torno a tan nada evidente concepto. Que una sociedad valore el pensamiento y se disponga a él, es el idea, pero ocurre que en la sociedad de hoy el pensar no es un valor destacado y, más bien, se configuran mayorías humanas que nada quieren saber de preguntarse por sentidos inéditos para la vida, rindiéndose así a ser presas fáciles de las ideologías prevalecientes, del dogmatismo, de la enajenación. Pensar es entonces -fue el primer intento de definición-: preguntarse por los sentidos establecidos y ser capaz de proponer unos nuevos, tratando de llevar racional o estéticamente a los otros a estos emergentes sentidos, definición tentativa que concitó de inmediato ampliaciones y complementos por parte de los asistentes. Por ejemplo, se resaltó el lugar del otro en el aflorar de sentidos inéditos, al tiempo que se advirtió sobre el carácter de acción del pensamiento y acerca de su poder transformador sobre el ser humano. Otros aspectos sobre el pensar fueron también resaltados: que él trabaja con los legados, que su función pone en cuestión los sentidos y los valores establecidos, en aras de sostener la búsqueda de la verdad, en últimas, que es un intento de desmarcación frente al sentido común. A esta altura surgió entonces la pregunta: ¿qué pasa con el arte? ¿Hay pensamiento en el saber artístico? Se dijo que el pensamiento no se manifiesta si no hay lenguaje, por lo que, en opinión de un artista, `pensar´ son formas nuevas factibles de ser configuradas con el concurso de diversos lenguajes, y formas arrojadas luego al mundo. Por ello puede decirse que el arte piensa, por tanto, que transforma, que crea nuevos sentidos y que produce y posibilita una relación con la verdad. Como última pregunta una asistente formuló: ¿permite siempre el pensamiento una mejor forma de ver el mundo? ¿Son los nuevos sentidos que emergen tras el derrocamiento de prejuicios y dogmas, garantes de las mejores posibilidades de realización y existencia para el ser humano? Diana Suárez Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA 4
Conferencia Miércoles 2 de febrero del 2011 Auditorio Comfama San Ignacio
UNA SOMBRÍA TENDENCIA DEL PRESENTE: LA DERROTA DEL PENSAMIENTO Hay una criatura a quien la naturaleza no le confirió el saber necesario para afirmar y desplegar su existencia, estando, por tanto, requerida de hacerse a él por cuenta propia. La criatura de la que hablo es, sobra decirlo, la humana. Ahora, este saber del que se dota a sí mismo el ser humano puede cobrar cuatro formas: mítica, que funda su certeza en el peso de la tradición; religiosa, apoyada en la revelación; artística, centrada en la develación que resulta de la configuración formal de los elementos con los que trabaja el artista; y, por último, racional, legitimada por la demostración. De estas cuatro formas de saber, las dos primeras acuden a referencias ultramundanas, en tanto las dos últimas se acogen a la inmanencia, es decir, permanecen en el ámbito de las fuerzas y posibilidades humanas. Pero también hay otro contraste entre estas dos parejas: el saber mítico y el saber religioso no piensan; el saber artístico y el saber racional, en tanto se cumplan ciertas condiciones del lado del sujeto, pueden pensar. Pero, ¿qué quiere decir pensar, entonces? Delimitando por lo negativo, digo que no se debe confundir el pensar con el simple hecho de disponer y desplegar representaciones, ni con el juego de elaboraciones de la imaginación, ni con tener ideas “en la cabeza”, ni con poseer una erudición de la cual echar mano en cualquier momento, en fin, mucho menos se debe confundir el pensar con el mero atributo de razonar. Entonces, ¿qué entiendo por pensar? Lo digo así: pensar es la producción racional o estética de un sentido nuevo para el sujeto, lo que acarrea el difícil efecto de desalojar representaciones anteriores, con lo cual se ve afectada la identidad previa de dicho sujeto, concitando así, en algunos casos, el asunto de la angustia concomitante a la experiencia de poner en cuestión lo-que-se-es. De lo anterior deriva que, por lo menos, tres condiciones debe revestir un sujeto para darse a la aventura de pensar, lo que, de paso sea dicho, implica que pensar no es una posibilidad democráticamente asignada a todo ser humano, pero, igualmente, que pensar no es potestad exclusiva de seres geniales. Esas tres condiciones que debe comportar un sujeto para situarse en posición de pensar son: 1. Un reconocido estado de insatisfacción frente a algo que le incumbe y de desajuste ante el saber instituido con respecto a ello; 2. Fuerza para desprenderse y sostenerse más allá del juicio dominante; y 3. Apropiación y dominio de lo sabido al presente sobre el objeto que preocupa, de tal manera que la imaginación propia prenda sobre un terreno cultivado y no sobre una espontaneidad caprichosa. Pero nuestra época –quizá como todas las anteriores épocas, pero cada una de manera propia- no quiere pensar y, en todo caso, no lo promueve, animando más bien un vivir de espaldas a él. Algunos rasgos de nuestro tiempo señalan una inclinación decidida de éste hacia dominios no sólo alejados del pensar sino negadores de él. Tomo, un poco al azar, rasgos de esta índole: el proyecto retardatario de desacreditar la racionalidad (aprovechando esta mención para dejar en claro que si no todo ejercicio de la racionalidad sostiene una obra de pensamiento, esa forma de construcción de saber que llamamos pensar racional sí exige como condición la racionalidad); el rechazo de lo intelectual y la exaltación de la tontería; la demagógica igualdad de todos bajo el falaz amparo de “todas las opiniones son válidas”; el machacón discurso de la “sensibilización” como experiencia desconectada de todo lo que aluda a la razón, a la racionalidad y al sentimiento; la proclama de la trivialización y la frivolidad como formas de la alegría de vivir, lo que empalma con la obsesiva demanda de una permanente diversión y un incesante entretenimiento, bajo el supuesto de que así se alcanza una existencia dichosa; la tontería y la ignorancia desplegándose sin pudor y sí con arrogancia; la desaparición de los intelectuales y la saturación de académicos; el culto a lo inmediato, lo aleatorio y lo efímero; en fin, el grave empobrecimiento de las relaciones individuales y colectivas con el lenguaje y, en particular, con la palabra. No obstante, si la derrota del pensar abre un panorama sombrío es porque se presupone que la disposición a pensar favorece y potencia las relaciones con la difícil, compleja y siempre singular experiencia que es la vida. Es claro que el ser humano se desconoce y desconoce el Mundo que habita; que nuestra subjetividad nos hace extraños unos a otros y nos destina al malestar en nuestros vínculos; que, carentes, por principio, de sentido para la vida, debemos encarar y tratar de responder la pregunta: ¿para qué vivimos?; que la brevedad de nuestra vida personal y la ausencia de certidumbres plenas sobre el destino de ésta nos convoca a hacernos cargo de los términos de su realización; en todo caso, que la vida por hacer siempre se juega en un abanico de posibilidades entre las cuales es menester optar. Por todo esto el pensar es crucial en nuestra aventura humana. Pero nuestra época rechaza el pensar y amenaza con su derrota. ¿Y esto por qué? Quizá por muchas razones, pero en especial por dos: porque el pensar sitúa a los sujetos en relación con la libertad y porque la asunción de ésta rebasa al individuo adaptado y conformista que requiere una sociedad injusta, adocenada e insensata como la que el capitalismo ha instaurado en el planeta, sociedad, además, que halla un mejor espacio de realización para su desenfrenado consumismo y su implacable voracidad por la ganancia allí donde la tontería reina y el individuo que piensa se desvanece. Carlos Mario González Profesor Universidad Nacional – Sede Medellín Miembro fundador de la Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA 5
Tertulia Miércoles 9 de febrero del 2011 Deck del Claustro de San Iganacio La fuerte lluvia no fue impedimento para que más de treinta personas nos reuniéramos en el deck del Claustro e hiciéramos una bella tertulia, llena de atención, de preguntas y posiciones diversas. Quienes amamos el pensamiento, por más lejos que éste se encuentre de nosotros, le damos un gran valor en tanto es una herramienta poderosísima en la producción de conocimiento y encontrando este punto como elemento común, nos dimos a la tarea de conversar.. Un asistente planteó que la dificultad propia del pensar apabulla y retuerce los fundamentos de esta época, exaltadores de la facilidad y la ligereza, y es por esto que la respuesta recibida por quien pone interrogantes a la exaltación de tales valores y reclama el papel del conocimiento, es la de acoger el saber como una herramienta para el decoro, la fama o su consumo inocuo. La universidad, ejemplo que emergió no sólo en la conferencia sino también por varias intervenciones, se ha rendido ya ante la propuesta de tecnificación del saber, poniéndolo contra la pared y midiéndolo y valorándolo en función de la ganancia que pueda proveer. “¿Por qué nuestra época hace una denostación del pensar?” Esta pregunta, retomada por uno de los asistentes más jóvenes, fue uno de los principales focos de la tertulia. “El pensar es revolucionario, o, valga decir, implica una transformación de la forma en que nos vemos, en que vemos el mundo y dialogamos con él”. Ante la propuesta del pensar, que reclama disciplina, paciencia, esfuerzo por superar la dificultad que exige salir del sentido común, esta época responde con su exaltación perpetua del quehacer desmedido y del entendimiento nulo. Varios comentarios también iban encaminados a delinear algunas características de esta época que rechaza el pensamiento, tales como el enaltecimiento que hace de la eficiencia por encima de la reflexión rigurosa, al tiempo que su ley de producción sin límites no alcanza a percibir la importancia de reconocer la finitud de este planeta. Señalando la concepción de eternidad propia de esta época, uno de nuestros acompañantes se animó a recordarnos una creencia del capitalismo, la cual plantea que las condiciones que hicieron posible que éste surgiera y entrara en vigencia no van a cambiar. Las lógicas actuales han producido esa idea perniciosa: creer que la historia ha terminado, que el capitalismo fue, es y será por siempre y que el mundo, o valga decir la humanidad, no tiene posibilidad de precisar otro camino diferente al que promueve el postmodernismo. En este punto alguien tomó la palabra y nos recordó la clase de cotidianidad que promueve esta época, marcada por su indiferencia para con el pasado y con el futuro, su negación de otros sentidos posibles por los cuales se puede encaminar la vida, y la altivez con que repite su sempiterna máxima exaltadora ante todo del presente: “vive el aquí y el ahora, nada es más importante”. Escuchamos atentamente un planteamiento muy interesante acerca del conocimiento y el pensamiento y cómo estos términos poseen contrarios, es decir, un ser humano puede desconocer, siendo esto una oposición al conocer, pero en lo referente al pensar no se puede “despensar”, sino anclarse en el sentido común y en la liviandad de la vida. Valga decir, pues, que la defensa del pensamiento radica en que da al ser humano posibilidades, nuevos sentidos y caminos para hacer de esta vida la mejor posible. Se enunció entonces una pregunta que llamó la atención de todos: “¿Qué nos ofrece esta época como elementos necesarios para el pensamiento?” Varias líneas de respuestas fueron trazadas, mostrando que el tiempo, por ejemplo, no se enfila en nuestra causa, los momentos de ocio son ocupados en la gran oferta de entretenimiento tonto e incluso esta época logra plantear que es contradictorio usar las palabras “ocio” y “creativo” en la misma oración. Por otro lado, sufrimos una problemática económica que obliga a gran parte de la humanidad a trabajar para sobrevivir, es decir, suplir a duras penas los reclamos del cuerpo sin tener posibilidad siquiera de cultivar el espíritu. Por último, ¿qué decir de las condiciones culturales que se nos presentan? ¿Es acaso la tontería, el entretenimiento enajenante o la burla al semejante lo que debemos entender por cultura? Hubo momentos en que la humanidad produjo significados y sentidos para la vida bebiendo de la fuente religiosa o de la fuente mítica, pero en la historia de occidente, la racionalidad emerge para intentar dotar de fundamento a lo que creemos, que no sólo toma el papel de ideas sino también de ideales que constituyen la forma en la que construimos nuestra cotidianidad, nuestra vida, nuestro ser. El pensamiento es una conquista del ser humano, no es natural a él y no se explica por sus condiciones biológicas, por lo que debe ser reconocido como perdible. El saber artístico y el saber racional son herramientas fundamentales para encarar la vida; nos dan que pensar, nos ponen de cara a los grandes asuntos de la humanidad y resaltan esa condición finita del ser humano, cuestionan la forma de construir la cotidianidad, la relación con los otros y la relación con nuestro entorno. En este último punto una pregunta nos retó a todos: ¿Por qué defender la raza humana si ha sido responsable del deterioro de la naturaleza? Sin duda ha sido la criatura humana la más dañina con este planeta, pero, como lo precisó otro asistente, es en particular el sistema capitalista, con sus lógicas de producción al infinito el que maltrata el hogar que llamamos Tierra. No es tampoco un asunto biológico la relación que construimos con la naturaleza, sino más bien producto de una organización económica perjudicialmente indiferente con nuestro entorno. Para terminar no está de más recordar aquella imagen del pensamiento convertido en una tabla encontrada tras el naufragio y la negación a hundirse: quizás nos lleve a tierra firme o quizás prescindamos de ella y encontremos el fondo del mar, sea como fuere, es lo que tenemos para hacer una vida que valga la pena vivir. Vincent D. Restrepo Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA 6
Pensador de referencia “... la barbarie ha acabado por apoderarse de la cultura. A la sombra de esa gran palabra, crece la intolerancia, al mismo tiempo que el infantilismo. Cuando no es la identidad cultural la que encierra al individuo en su ámbito cultural y, bajo pena de alta traición, le rechaza el acceso a la duda, a la ironía, a la razón -a todo lo que podría sustraerle de la matriz colectiva-, es la industria del ocio, esta creación de la era técnica que reduce a pacotilla las obras del espíritu.Y la vida guiada por el pensamiento cede suavemente su lugar al terrible y ridículo cara a cara del fanático y del zombie.” Alain Finkielkraut La derrota del pensamiento
El ensayista francés Alain Finkielkraut es conocido sobre todo por La Derrota del pensamiento, una obra en la que protesta contra la banalización de la cultura y defiende los valores de la modernidad. Hijo único de un marroquinero judío polaco deportado a Auschwitz, Alain Finkielkraut nació en París en 1949. En la actualidad es profesor de la prestigiosa Ecole Polytechnique de París y se lo reconoce como uno de los filósofos más brillantes de su generación. Entre la docena de ensayos que ha publicado se destacan El judío imaginario (1981), La sabiduría del amor (1984), La humanidad perdida (1996) y La derrota del pensamiento (1987). Finkielkraut, discípulo de Hannah Arendt, Lévinas y Kundera, y cofundador, junto a BernardHenri Lévy, del Centro de Investigaciones y Estudios Levinasianos, es ante todo un intelectual de la incomodidad, enfrentado con las ideas bien pensantes.
Próxima conferencia: La responsabilidad social y política de los intelectuales Referencia: Humanismo y crítica democrática. La responsabilidad pública de escritores e intelectuales Edward Said Miércoles 2 de marzo, 6:30 p.m. Auditorio Alfonso Restrepo Moreno Comfama San Ignacio (cuarto piso) Boletín de La conversación del Miércoles Edición del 16 de febrero del 2011 Revisión editorial: Alejandro López Isabel Salazar Diana Suárez Vincent Restrepo Diagramación: Vincent Restrepo Eduardo Cano
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Informes: Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA Web: www.corpozuleta.org e-mail: info@corpozuleta.org Tel: 234 36 41 Dirección: Cll 50 No. 78a - 89
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