La conversación del miércoles Ciclo 2014: De amores, sexualidades y géneros ISSN 2382 - 3763
Boletín #28 Marzo
La conversación del miércoles Ciclo 2014: De amores, sexualidades y géneros ¿Por qué nace La conversación del Miércoles? Nunca, como la nuestra, hubo otra época en la que el ser humano estuviera más desconcertado y confundido con respecto a lo más esencial suyo. Todo, absolutamente todo está en duda: el amor y su realización, la sexualidad y sus límites, el sentido de la existencia, la posición ante la muerte, la condición de mujer y de hombre y la expresión de nuevos géneros, la relación de los adultos con los niños y los adolescentes, las formas de poder económico y político que han de regir en la sociedad el lugar de la justicia y la libertad, de la igualdad y la equidad en los diversos vínculos humanos, en síntesis, y para no alargar más la lista, que nuestra época se caracteriza por tenerlo todo en crisis. Pero, si bien que estemos permanentemente en estado de crisis, es decir, en estado crítico, es algo que nos angustia, también esta situación tiene su aspecto positivo, ya que nos pone de cara a pensar lo que somos y a reinventar la vida en aras de lograr unas mejores posibilidades y realizaciones para ésta, tanto en el plano personal como en el colectivo. De la conciencia de esto y de la necesidad de aportar algunos elementos de reflexión que permitan enfrentar lo más creativamente posible la crisis que nos cruza, y no dejará de cruzarnos, es de donde nace LA CONVERSACIÓN DEL MIÉRCOLES. ¿En qué consiste La conversación del Miércoles? Es un espacio en la ciudad para que el hombre y la mujer del común puedan encontrar una referencia en los logros del conocimiento que nos han legado la filosofía, el psicoanálisis, la historia, la ética, la literatura, etc., de tal forma que accedan de manera más propia a los diversos problemas que cruzan nuestra existencia en tanto individuos y sociedad. La intención es “llevar” el gran pensamiento que la humanidad ha producido, de las cerradas e indiferentes élites académicas, hasta el hombre y la mujer del común, con el propósito de que frente a los problemas que agobian la vida en el presente se provean de herramientas de reflexión que Boletín de La Conversación permitan a cada cual escapar de esos discursos de del Miércoles consejería y orientación que como los de la autoestima, la sexología, etc. quieren recetarle a la gente qué vida hacer y cómo realizarla, encontrando, mejor, una vía en la que Contenido cada uno se haga cargo de sí mismo, piense su particular situación e invente su propio destino. Grupo de estudio - Conferencia Preliminar
¿Para qué está concebida La conversación del Miércoles? Para contribuir al desarrollo de una ciudadanía más reflexiva y crítica, que compruebe que el gran pensamiento de la humanidad no tiene que estar restringido a los recintos académicos; de una ciudadanía que sepa reconocer que para hacer una buena vida no hay ni fórmulas, como las que vienen propalando tantos consejeros que pululan, ni destinos naturales, como los que difunden quienes quieren hacernos creer que nuestro ser está escrito en nuestra biología; en fin, una ciudadanía más dueña de sí y más capaz de asumir que la maravillosa vida humanase puede hacer de muchas maneras, pero no de cualquier manera.
Página 2 Grupo de estudio - Discusión Página 4 Conferencia Central Página 5 Tertulia Página 18 Cine en Conversación Página 20
Carlos Mario González Miembro Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA Profesor Universidad Nacional
Pensador de referencia Página 22
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Grupo de estudio Miércoles 26 de febrero de 2014 Auditorio CorpoZULETA
Conferencia preliminar
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omando como referencia un texto descriptivo de tipo periodístico, comenzó el Grupo de estudio de este nuevo ciclo. La autora invitada fue Coral Herrera, una mujer de mediana edad radicada en Costa Rica y que al presentarse a sí misma exhibe múltiples oropeles académicos para recordarnos que asistimos a una época en la que por la vía de lo que se ha dado en llamar Estudios de género, las reflexiones sobre el amor, la pareja, las relaciones, la sexualidad, han ganado un lugar en la institucionalidad. Sirviéndome de sus descripciones, me permití recuperar las cinco tipologías de amor contemporáneo que ella nos ofrece, pues más allá de lo exhaustivo o no de la clasificación, lo cierto es que también puede ser que nos acerquemos a un problema teórico ubicando la forma en que morfológicamente hace presencia, y así,
la observación directa puede permitirnos ver algunos fenómenos inmediatos con los cuales ir luego a las teorías para que ese ir y venir dialéctico algo nos vaya permitiendo aclarar y actualizar sobre el eterno amor que no pierde vigencia en nuestra organización porque vemos en él una oportunidad para indagar por los fundamentos de lo que nos hace humanos y por el tipo de sociedad en la que habitamos. Pero antes de ir a esa tipología, vale la pena recordar que nuestro punto de referencia para pensar lo humano es la concepción que nos heredó el psicoanálisis y en la cual la categoría de singularidad es indispensable para dar cuenta de la forma concreta, histórica e irrepetible en la cual se vive ese universal que es por ejemplo el amor. El modelo del psicoanálisis que parte con Freud será seguramente retomado en la conferencia central del proyecto, por lo que en este momento baste con recordar que lo humano lo entendemos como un ser sujetado al lenguaje al tiempo que sujetado al inconsciente en el momento de la castración, lo que no es otra cosa que la ruptura del lazo de amor y completud en el que está el bebito recién nacido con el ser que lo acoge como figura amorosa primordial. La ruptura de ese vínculo casi simbiótico es dolorosa y deja una huella por siempre en ese bebito a modo de un inolvidable e irremplazable primer amor que toda la existencia intentamos recuperar a través de nuevos amores secundarios, con la ilusión de que nos sea superada esa falta, curado ese dolor inicial. Pero esta ruptura inicial es también esencial para la vida porque nos entrega la posibilidad de hacernos a una unidad que nos sería negada si nos definiéramos como parte de ese vínculo simbiótico. Es como el siamés que se separa de su hermano para hacerse unidad. ¿Será que así como un encuentro amoroso evoca ese encuentro inicial, las rupturas con esos encuentros secundarios posteriores son también una oportunidad para que el sujeto recupere su unidad y se abra nuevamente al mundo? Ese modelo del psicoanálisis es el que nos hace seres amorosos o el que impulsa en nosotros la búsqueda del amor, pues si careciéramos de esa falta constituyente, si nos sintiéramos plenos con nosotros mismos, si nos bastáramos, nuestra subjetividad no
Desnudo naranja - Raquel Casas Arauz Tomada de: http://www.artelista.com/obra/8381625913260547-desnudonaranja.html
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permitiría que se instalara en nuestras vidas un otro que terminamos sintiendo como imprescindible. Pero cuando nuestro corazón elige un objeto de amor lo hace respondiendo a esa falta inicial y por tanto evocando siempre el amor primigenio que perdimos irremediablemente, por lo cual no elige una racionalidad calculadora sino que elige una verdad de nuestro corazón que se nombra “fantasma” en el psicoanálisis, porque no es precisable, no es inequívoca, no es predecible. Las tipologías anunciadas son: ciberamor, swinger, sadomasoquismo, poliamoría, amor con sexo y sexo sin amor. De ellas venimos escuchando hablar
A los sadomasoquistas ya nos los ubicaba Freud hace más de un siglo y hoy llama la atención el hecho de que sean enfáticos en el establecimiento de un contrato social, dado que el encuentro sexual se da entre quienes se comportan de acuerdo a su libre albedrío y pueden saber con antelación el monto de sufrimiento que soportarán. Paradójicamente los sadomasoquistas apuntan al mismo autocuidado de quienes tienen por política practicar el amor sin sexo o el sexo sin amor, en estos “ateos del amor” o aquellos temerosos de una sexualidad que extralimite y “dañe” el amor, por lo demás bastante fraterno, que les hace compañía, el autocuidado, la preservación de una individualidad que ha costado mucho conquistar, la negativa a un riesgo que quizá transforme y quizá haga sufrir, es la regla general. Finalmente, están los poliamorosos, descendientes del movimiento hippie, que creen reunir en una práctica de pareja los grandes ideales de la igualdad, la libertad y la fraternidad. Difícil es negar que la poliamoría se propone como un modelo que parece bastante sugestivo porque niega la supuesta esclavitud del apego, atenta al corazón cristiano de la monogamia e intenta un amor libre que, no obstante, parece demasiado deportivo. Así pues, estas tipologías contemporáneas de lo que la autora nos propone como “Amores diversos”, son unas que si de un lado continúan mostrando que la diversidad y la pluralidad insisten y exigen un lugar en la sociedad contemporánea, nombrándose por ejemplo como movimiento social, también podríamos plantear que más allá de esa morfología subyace una inquietante paradoja: asistimos, enhorabuena, a la caída del ideal del amor romántico pero quizá no por una superación de este hacia una más potenciadora e intensa experiencia humana, sino por la vía del temor a la pasión y de la negación de la singularidad. Así pues, pasión y rareza son dos experiencias que muchos de los amores contemporáneos terminan dejando de lado, las más de las veces a nombre de una defensa radical a lo que también han sido conquistas de la modernidad como la libertad y la individuación. Tal vez es la regla de oro de las relaciones esa de ganar y perder en ella o tal vez asistimos a un callejón sin salida contemporáneo que ahora más que nunca requiera de posiciones artísticas para el encuentro entre los seres humanos y, más aún, entre los géneros.
«(...) asistimos a la caída del ideal del amor romántico pero quizá no por una superación de este hacia una más potenciadora experiencia humana, sino por la vía del temor a la pasión y de la negación de la singularidad.» en los medios de comunicación desde hace algún tiempo. Del ciberamor, que mejor valdría decir ciberpareja, digamos que llama la atención el hecho de que las páginas web dispuestas para estos encuentros, requieran que los solicitantes se inscriban en unas fichas predefinidas que parecen del tipo producto estandarizado, siendo pues una subordinación de la singularidad al dato a través del cual se establece una suerte de categorización que parece definirnos en lo esencial. Los amores swinger se nos presentan como un movimiento que propone el intercambio sexual de parejas, para lo cual se tienen dispuestos algunos sitios en los que se llevan a cabo dichos intercambios que son meramente sexuales y que han de realizarse en el marco de un manual de comportamiento que apunta a que se conserve siempre la máxima armonía. Los swinger creen que un impulso sexual incontrolado que siempre pide más ha de ser saciado a modo de la fiera a la que se le da de comer, logrando llevarla a un estado de satisfacción que la dejará en posibilidades para un encuentro pacífico. Los swinger creen profundamente en la armonía y así como los ciberamorosos creen meter la “gaseosa realidad” en el recipiente que es el dato, los swinger creen meter la “gaseosa pasión” en el recipiente que es la armonía.
Sandra L. Jaramillo Miembro Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA
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Grupo de estudio Miércoles 26 de febrero de 2014 Auditorio CorpoZULETA
Discusión
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na vez más se ha convocado este grupo en torno a un concepto como el del amor, y nos preguntamos por qué lo hacemos de nuevo y qué tanto en realidad hemos profundizado en estos años al respecto, interrogantes que demuestran la dificultad que implica el tratar de comprendernos. Fue así como luego de escuchar la presentación inicial se sostuvieron las siguientes líneas generales. Se comenzó cuestionando los mismos alcances de la racionalidad, desde el punto de vista de si es en verdad posible vivir el amor desde lo formulado o si más bien siempre se habla desde el ideal, de ahí que ¿qué tan viable es vivir la cotidianidad sumergido sólo en elementos conceptuales? Esta pregunta resalta a su vez una paradoja de este tiempo, la de cómo se puede mantener el amor pasional de modo que no se pierdan las conquistas del individuo. Y además, si se encara hoy en día un amor de ese tipo ¿cuáles son las tendencias que se generan en esta época que aumentan la angustiante tensión entre la singularidad y el arrobo de la pasión? Y es que fue importante recordar que ante semejante experiencia, la pasión funge como una transformadora en potencia, sin embargo la inminencia de una transformación en nuestro ser igualmente implica un desafío, el cual nos provoca o nos atemoriza, y si ocurre lo segundo se sabe que existe el riesgo de perder conquistas propias de la individualidad. ¿Cuáles? La libertad se enuncia como la primera en riesgo, mas sin tenerla como un absoluto reconocemos que en ella logramos un despliegue de nuestro ser. ¿Pero qué quiere decir libertad en un mundo aparentemente cada vez más emancipado en la individualidad amorosa y sexual? Sería ingenuo caer en la proclama de que este tiempo amplía sólo libertades y no opone límites pues la misma experiencia amorosa se vive desde el lugar que la cultura condiciona, la relación está atravesada por la época, es decir: todas las épocas intentan normalizarla desde una u otra perspectiva. Es por eso que los nuevos paradigmas posibilitan y también complejizan, sin embargo no son neutros y no es de extrañar que las formas emergentes normalizen las experiencias ya sea desde la convención heredada (el matrimonio cristiano) o desde la ruptura obligada incluso por la moda (relaciones swinger). En otras palabras, ante la vulnerabilidad en que nos pone el amor siguen estableciéndose discursos normativos, de regulación,
de indicación, de la pasión o de la sexualidad, que dicen “lo que se debe hacer es…, lo mejor para satisfacerse es, lo más adecuado para estar bien es…”, etc. Una época tan desarreglada como la actual pluraliza los discursos que muchas veces lo que hacen es repetir la idea de que hay unas fórmulas que darán una solución, pero que evitan la pregunta de cómo hacer desde la singularidad auténtica la experiencia personal. En este punto, a las dimensiones fenomenológica, conceptual y política expuestas previamente en la conferencia, habría que añadirles la necesidad de una dimensión ética que reflexione el cómo nos relacionamos sin darle categoría de dogma a las morales hegemónicas, pues un breve examen nos induce a pensar que tanto el matrimonio católico como las experiencias swinger o los ciberamores parten de regulaciones, acuerdos y establecen lugares “naturales o naturalizados” en donde la pasión se controla, ya sea en la cama conyugal, en el chat de la internet o en el club de moda de turno.
«(...) ¿qué tan viable es vivir la cotidianidad sumergido sólo en elementos conceptuales?» Entonces ¿en qué punto de la historia estamos? ¿Caminamos a una anarquía o a una nueva delimitación de las formas? Fue importante sostener la idea de en qué medida el ideal romántico ejerce fuerza en las relaciones, y si tal ideal continúa en el imaginario, y en este sentido ¿el llamado post romanticismo qué lugar en el discurso le es posible? Finalmente, con este tema del amor y la pasión la única certeza clara es la incertidumbre, incluso la misma conceptualización deja algo en el vacío de un sentimiento del cuál es muy difícil decir qué es aunque lo rodeemos con ciertos marcos necesarios para quizás ver siquiera un poco mejor una parte del cuadro.
Eduardo Cano Miembro Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA
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Conferencia central Miércoles 5 de marzo de 2014 Auditorio Comfama San Ignacio “Ahora camina por aquel camino tenebroso al lugar de donde afirman no vuelve nadie” Catulo
Silvia Pérez (1955 - 2014)
Séame permitido poner las modestas ideas y las aún más modestas palabras que a continuación expresaré, a los pies del recuerdo de Silvia Pérez, amiga única, a quien la innombrable muerte nos la arrebató prematuramente en el amanecer del 2 de marzo de 2014. Apasionada por la vida, comprometida con su sociedad, pedagoga de alma, portadora de un ilimitado sentido de la amistad, amistad que enaltecía con esa nobleza que supo ostentar hasta en la enemistad. Ha partido contra su voluntad al viaje sin retorno, y quienes de momento nos quedamos aquí sabemos ya que lo difícil será más difícil sin ella y que las dichas serán menos dichas sin su presencia, máxime cuando sabemos que ella hoy haría suyas las palabras que un día pronunció Goethe: “¡oh, dulce vida, hermosa y amable costumbre del ser y del obrar! ¿Debo separarme de ti?”
El amor y las verdades del corazón A la memoria de Silvia Pérez, con afecto imperecedero.
I. Del amor
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que atañe más a un ideal que a una realidad posible, pues habla del amor en tanto comunión con toda la humanidad, lo cual es una contradicción en los términos ya que decir amor es decir elección, siendo por tanto imposible la pretensión religiosa de “amar a toda la humanidad”, entendiendo que se puede, por ejemplo, tener respeto y delicadeza para con toda vida humana, pero que esto no equivale a amor, dado que, repitámoslo, este sentimiento es un lazo que se tiende de forma selectiva. Si el amor pasional es una experiencia excepcional y el amor amistoso es el más común, el amor comunión es lo imposible, lo que sólo funge como un ideal útil para la prédica moralizante. Acá no hablaremos del amor en su versión de amistad, como tampoco de esa otra que propende por la ilusoria comunión universal, lo haremos ciñendo la palabra al dominio de la pasión, valga decir, será la
omo siempre, lo más conveniente es precisar el sentido que se le asignará en esta ocasión a esa siempre equívoca palabra que es “amor”. Equívoca porque con ella se alude a tres configuraciones del sentimiento bien diferentes entre sí, razón por la cual lo más apropiado es adjetivar esta expresión, delimitando y precisando así la modalidad de la cual hablaremos. En la historia de la cultura occidental, de Grecia hasta nuestros días, tres referencias básicas ha tenido el sentimiento del que nos ocupamos: Amoreros, Amor-philia, Amor-ágape. El primero, eros, señala el amor como experiencia pasional, como fuerza desmesurada y resignficadora del amante; el amor-philia es el amor que se manifiesta bajo la forma de la amistad, regulado y mesurado, inscribe a quien lo experimenta en la repetición de sí mismo; el amorágape es la versión que el cristianismo ha propalado, 5
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pasión amorosa la que escudriñaremos en aras de reconocer su nexo con la verdad. La primera sorpresa que nos asalta proviene de constatar que si bien del amor se ha hablado y se habla mucho, muy poco es lo que se quiere pensar sobre él, siendo lo más frecuente que busquemos eludir la pregunta esencial: ¿qué es el amor? Para evitarla se prefiere aludir a este sentimiento ya sea desde el ideal, es decir, volviéndolo un asunto moral y estipulándole un deber ser, o ya sea desde la eficacia, esto es, como asunto técnico que pretende explicitar el cómo hacer con él. Del amor pasional, ese objeto del que se ha hablado mucho pero se ha pensado muy poco, se han ocupado algunos discursos a lo largo de la historia. Antes que nada, hay que decir que han sido los poetas y los literatos los que primero se han atrevido a penetrar en su densa trama, gracias a esa extraña capacidad de “anticipar la verdad” que poseen aquellos que merecen ser llamados artistas. Pero fuera de éstos, lo que ha prevalecido han sido los discursos moralizadores, propalados por la religión tradicional y, en nuestros días, por esa nueva versión de la prédica sacerdotal constituida por los discursos de la autoestima y de la superación personal, todos preocupados por desactivar los peligros que encierra la pasión y por encauzar el sentimiento por la senda de la sobriedad y la normalidad. Los discursos religiosos de vieja y nueva estirpe se ocupan del amor desde un ideal moralizador que lo esquilma de todas sus aristas inquietantes y subversivas. De otra parte, en nuestros días también han cobrado carrera los discursos seudocientíficos, tales como el de la sexología, que haciendo una impostura de la neurología y de la genética, pretenden derivar unas verdades universales que servirían para diseñar unas “técnicas del amor” que garantizarían llevarlo al buen puerto de la felicidad. No obstante, más allá del discurso moralista de la religión y del discurso tecnicista del seudocientificismo, en buena hora el último siglo ha visto desplegarse una serie de saberes rigurosos que se han venido ocupando, con exhaustividad y sin idealizaciones, de la experiencia amorosa, como es el caso de la filosofía –que ha retomado el testimonio que empuñaba Platón y el cual fue silenciado durante siglos, cediéndole el espacio al discurso teológico, en general de cuño eclesiástico-, la historia, la sociología, la antropología y, sobre todo, el psicoanálisis, saberes éstos que desde el ejercicio de la indagación racional han forjado conceptos y creado teorías que hoy nos posicionan mejor para entender qué es el amor, cuál es su fenomenología, qué efectos
desata y cómo testimonia de la subjetividad humana. II. Enigmas del amor Nuestra cada vez más extendida incapacidad de asombrarnos impide que reconozcamos todo los enigmas que rigen nuestro corazón, por ejemplo, a la hora de enamorarnos o desenamorarnos. A diferencia de los animales y sus encuentros de apareamiento, los humanos con tal de que nos miremos un poco podemos reconocer que cada uno es sintomático en la elección del objeto de amor y en la conducta amorosa que manifiesta. ¿Por qué, de dónde nos viene esto de ser lo que somos y como somos cuando de amar se trata, es decir, qué nos lleva a inclinarnos por alguien particular y a desplegar nuestro sentimiento según un proceder específico? Que no hay nada ni natural ni universal en nuestra disposición y en nuestra actitud a la hora de ser llamados por el amor, lo podemos ilustrar con algunos casos que refrendan que algo enigmático nos habita y ordena la inclinación y la realización de nuestro deseo. Veamos por lo menos una parte de este muestrario: 1. El “tercero perjudicado”: hay alguno para quien su deseo sólo puede optar por alguien que ya es elección de otro, lo que lo pone con respecto a éste en plan de disputa y supremacía. A este tipo de
«(...) no hay nada ni natural ni universal en nuestra disposición y actitud a la hora de ser llamados por el amor. » individuo le es imposible enamorarse de alguien que esté en condiciones de libertad e independencia, siéndole necesario el plano de la rivalidad para poder resaltar el valor del amado. 2. Amar a quien ha “caído”: en este caso la persona sólo se siente atraída por aquel o aquella que ostenta un proceder moral o existencial cuestionable, permitiéndole ocupar en consecuencia el lugar de quien cumplirá la tarea de redimir al descarriado o de protegerlo paternal o maternalmente en su abandono. 3. El objeto infiel: hay quien sólo mediante la activación de los celos, a partir de un lance real o imaginario por parte del otro, puede reconocer el
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Evening stroll under the rain - Leonid Afremov Tomada de: http://afremov.com/product.php?productid=19412
amor que siente por éste, de tal manera que el sentimiento sólo resalta para él bajo la condición de la angustia de perder al amado por la presencia de un intruso en el vínculo que tiene establecido. 4. Con quien es imposible: rayando en la desesperación, alguien se ve atrapado en la red de un amor que lo vincula a otro con quien ni la compañía ni la distancia son posibles, validándose así aquella conocida expresión “ni contigo ni sin tí”. 5. Objeto en triangulo: amar sólo a alguien ya comprometido con otro, pero que a diferencia del caso del “tercero perjudicado”, no se pretende desbancarlo, como lo ejemplifica quien sólo puede sostener el amor bajo la condición de que su amado se sostenga en un vínculo conyugal con otro. 6. Objeto libre: en esta ocasión estamos ante alguien que sólo puede abrirse al amor bajo la condición de que el otro carezca de cualquier otro
compromiso, de tal manera que si, por ejemplo, ha estado enamorado de alguien el sentimiento se derrumba inmediatamente descubre que su amado sostiene un compromiso con otra persona, incluso aunque este compromiso no esté regido por el amor. Pero si aguzamos la mirada fácilmente reconoceríamos otros enigmas que cruzan la experiencia amorosa y que deberían asombrarnos de no ser porque, como hemos dicho, vivimos en una cultura que ha ido erosionando nuestra capacidad de asombro. Estos otros enigmas nos permiten continuar la enumeración: 7. ¿Por qué se enamora uno de alguien específico y no de otros tantos que están en el campo de nuestras posibilidades? 8. Pero, ¿por qué se desenamora uno de aquel a quien tanto amó? 9. ¿Por qué vuelve uno a enamorarse, incluso 7
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privilegia, de las prácticas amorosas que despliega y del monto de sentimiento que a uno lo posee?
varias veces a lo largo de la vida, constituyendo así una serie de amores que, probablemente y aunque se nos escape, apunta a la existencia de algo común en ese conjunto de amados que hacen a la historia de una vida?
III. Relaciones sentimiento-razón-verdad Otra manera de enunciar este acápite sería ésta: “Relaciones entre lo intelectual y lo afectivo”, y la primera pregunta que se impondría sería: ¿están lo intelectual y lo afectivo separados radicalmente o se inciden mutuamente? Incluso podríamos avanzar otra pregunta: ¿comparten lo intelectual y lo afectivo un suelo constituyente común? Pero desglosemos este asunto despacio. Comencemos por examinar el título de este escrito. “Corazón” es la metáfora por excelencia que Occidente ha construido para aludir al sentimiento amoroso. Es claro que el corazón no ama, él sólo se ocupa del bombeo sanguíneo, pero más allá de su función fisiológica, ese órgano decisivo de nuestra vida ha servido como metáfora para nombrar ese carísimo sentimiento que es el amor. Por su parte, “Verdad”, si descartamos la creencia en que ella se manifiesta por revelación, es una expresión que alude a una operación y a un logro de la racionalidad: la explicación causal, demostrada y/o probada, de los fenómenos de la realidad. La verdad racional es fruto de un dispositivo teórico y conceptual que interviene sobre lo real para tratar de desentrañar su estructura y su funcionamiento, buscando explicar fehacientemente lo que hasta entonces desconocíamos. En esta línea, hoy sabemos que hay verdades universales, esto es, verdades para todos, tal como las que alcanza a producir la ciencia, pero también, y gracias al psicoanálisis y al arte sabemos que hay verdades subjetivas, valga decir, estructuras que determinan lo que es válido en la escala del uno por uno. Recogiendo lo anterior, podemos traducir el problema que nos aboca a los siguientes términos: ¿es pensable, en el sentido de explicable, el amor? O también lo podemos formular de esta otra manera: ¿puede el pensamiento dar cuenta del sentimiento, y, en tal caso, hasta dónde? Frente a estas preguntas hay quienes precipitan la respuesta y se refugian en tópicos fáciles tales como “el amor no se piensa, se siente” o “el amor no se reflexiona, se vive”, tópicos que plantean una falsa oposición entre pensamiento y sentimiento, lo mismo que entre reflexión y vida. Pero, ¿qué nos quieren decir los que afirman esto? ¿Que aquel que piensa no siente y, por tanto, que aquel que
«¿Por qué alguien se enamora de mí? ¿Por qué ese mismo alguien que tanto me amó se desenamora de mí? Pero lo enigmático es suficientemente dúctil como para presentársenos en sentido inverso: 10. ¿Por qué alguien se enamora de mí? 11. ¿Por qué ese mismo alguien que tanto me amó se desenamora de mí? 12. ¿Por qué aquel para quien fui su gran amor se enamora de otro, haciendo una serie que indica que algo en común debo tener con mis sucesores? Pero todavía, y sin pretender ser exhaustivos, podemos extender la enumeración de los enigmas que rodean al sentimiento amoroso, enigmas que están ahí a despecho de nuestra ceguera para reconocerlos y asombrarnos con ellos: 13. ¿Por qué a cada amado de esa serie lo vivo, sinceramente, como el “verdadero” y “definitivo”, mientras que los que han quedado atrás se me aparecen como extraños e imposibles hoy de aceptar en el valor que otrora les conferí? 14. ¿Por qué pasamos tanto tiempo, y a veces hasta el resto de nuestra vida, desenamorados? 15. ¿Por qué aceptamos que un amor apasionado devenga un amor amistoso y sancionamos como culpable la emergencia de una nueva pasión por un tercero? 16. ¿Por qué no aceptamos que esos dos amores de naturaleza bien diferente, eros y philia, que podemos llegar a sentir simultáneamente por sendas parejas, puedan coexistir? 17. Respecto de la condición de amante, ¿qué determina el lugar y la importancia que cobran en uno el diálogo, la ternura y los celos, por mencionar sólo estos tres asuntos? 18. ¿Cómo se origina y evoluciona la constitución del amante que uno es, en función del objeto que
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que si piensa mejor quizás, aunque sólo quizás, pueda vivir mejor tanto en lo personal como en lo colectivo” Pero a quienes enarbolan la bandera de la irracionalidad o la del agnosticismo en lo concerniente al sentimiento amoroso, se les puede interpelar diciendo: 1. ¿Por qué los sentimientos estarían por principio vedados al pensamiento? Que el amor se “siente” es del mismo orden que reconocer que también se “sienten” la angustia, el dolor ante la muerte, la tristeza, la felicidad, el odio, la ira, etc., entonces, ¿tampoco estos sentimientos son pensables? ¿Sólo nos quedaría entregarnos a ellos sin esperanza alguna de regularlos, mejorarlos y superarlos? 2. Esta conjugación de irracionalismo y de agnosticismo conduce a negar la construcción de éticas que puedan inhibir la deriva destructiva de los sentimientos, incluida la que puede llegar a ofrecer en ciertas circunstancias el amor. Plantear las cosas así equivale a declararnos impotentes frente al poder del sentimiento e incapaces para cualificar nuestra relación con ellos. 3. No obstante, que hay que hablar del amor y tratar de reconocerlo en sus manifestaciones es algo que intuye la gente, como lo muestra el éxito de canciones, telenovelas, películas, conferencias, seminarios y libros que abordan el dicho tema; sólo que por el abandono de un compromiso intelectual que recoja los mejores logros del pensamiento que históricamente se han alcanzado y que busque su propagación en el conjunto de la sociedad, la demanda de saber que la gente hace respecto del amor queda en manos de esos nuevos predicadores y conductores de rebaño que agencian los discursos de la superación personal, la autoestima y la sexología. 4. Es paradójico que quienes niegan que el amor sea pensable racionalmente, esto es, que se pueda develar la verdad a la que responde y que niegan que saberes como la filosofía, la literatura, la historia, el psicoanálisis, etc. contribuyen a descifrar los enigmas del amor, sean quienes avalan el discurso cristiano, el de la autoayuda, el de la superación personal y el de la sexología, saberes no racionales surgidos de una combinación entre intuición moralizante y
no piensa siente? ¿Que conocimiento y razonamiento anulan la vivencia, mientras que ignorancia e irracionalidad la promueven? Es decir, ¿deberíamos propender, en consecuencia, por una humanidad que nada piense para hacernos más humanos? Pero esta absurda conclusión deriva de la falsa premisa de la que parte, falsa porque entre pensamiento y sentimiento no hay una separación de antagonistas, lo que se presenta es una diferencia dialéctica que permite que el pensamiento acentúe el sentimiento y que el sentimiento convoque al pensamiento, de tal forma que entender un sentimiento permite una mejor relación con él, a la manera que, por poner un ejemplo, quien entiende la naturaleza es más sensible al daño que le infligimos. Dicho escuetamente, quien entiende el amor, probablemente pueda tramitarlo mejor. Este es el sentido y el valor que tienen para el ser humano el conocimiento y el pensamiento, lo que quedó alguna vez bellamente expresado por Estanislao Zuleta cuando dijo: “Uno no conoce para saber más, uno conoce para pensar mejor, guardando la esperanza de
El Jardín del Amor - Remedios Varo Tomada de: http://www.pinterest.com/Ericquito/art/
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«(...) la demanda de saber que la gente hace respecto del amor queda en manos de esos nuevos predicadores y conductores de rebaño que agencian los discursos de la superación personal, la autoestima y la sexología.» propósito de eficientismo técnico. La pregunta es sencilla: quienes niegan los primeros saberes aquí mencionados y propagan los segundos, ¿en qué legitiman la validez de éstos? 5. Pero si el amor no es pensable como lo afirman los agnósticos e irracionalistas, ¿de dónde proviene el saber que ostentan estos orientadores de almas? ¿Qué los designa como portadores privilegiados de un saber del que carece el resto de los mortales? 6. Tal vez lo único que quiere este coctel de irracionalismo y agnosticismo es negar un lugar a la verdad racional para reeditar la vieja proclama religiosa de la verdad como revelación provista por la fe y poseída por una minoría de elegidos que habrán de conducir a las ovejas, en sí mismas despistadas, por los caminos del amor que a ellos y sólo a ellos les fue revelado. No es extraño, en
que de partida no entendemos y, sin embargo, nos concierne y afecta. Un ejemplo baladí: durante milenios una erupción volcánica era inexplicable para los seres humanos quienes al no entenderla acudían al mito para tratar de soportarla, aunque fuera de manera impotente. Pues bien, hoy la ciencia (la geología, la vulcanología, etc.), tras una esforzada labor de producción de conocimiento, permite entender el fenómeno, facilitándonos así una mejor y más eficaz relación con él. Apelar a la racionalidad para entender el amor, no quiere decir que se pretende que el sentimiento, en lo más propio suyo, quede regido por la conciencia, no, lo único que quiere decir y que busca es explicar qué lo determina, qué lo origina, qué procesos lo gobiernan y en qué estrato psíquico nace y se arraiga. Pero, además, esforzarse por entender las causas, los mecanismos y los efectos del amor, es desnudar un rasgo exclusivo de la condición humana: que somos sujetos, es decir, seres irrevocablemente singulares. Reconocernos como sujetos, tal como nos lo permite el amor cuando nos embarga, es constatar que somos, cada uno, una rareza, y es corroborar que así como hay verdades universales, válidas para todos, tales como las que nos ofrece la física, también hay verdades subjetivas, válidas únicamente para ese sujeto, como las que develan los saberes humanos y sociales, ya sea que se ocupen de las sociedades y su singularidad o del uno por uno en que se realiza la humanidad. La verdad subjetiva que nos puede proveer la racionalidad, a la luz de variados métodos de abordaje, es del tipo de la verdad que se puede develar tras el lapsus: es aquella de la que a posteriori podemos encontrar su explicación, pero que no podemos anticipar en su nuevo advenimiento. En fin, entender el amor es también conveniente para poder inscribirlo, como manifestación del autogobierno del individuo, en una ética de lo posible y necesario, y para establecer una política, es decir, unos lazos entre ciudadanos, que sepan reconocer su peculiar naturaleza y la diversidad de sus expresiones, en síntesis, para enmarcar el amor en éticas y políticas racionales e inmanentes.
«(...) una posición simplista diría:“el amor es inexplicable, es demasiado complejo y nos embarga de maneras que no logramos entender”» consecuencia, que estos “iluminados” hagan las veces de pastores y constituyan este sentimiento en un remozado ejercicio sacerdotal, reeditando la vieja religión del amor en la forma de ese amor como religión que hoy se predica. Estos re-cristianizadores no hacen sino repetir la vieja estratagema religiosa: poner el amor en el centro de su discurso, mientras se vela su difícil verdad y se elude su gran complejidad. A ese simpleza promovida por el irracionalismo y que hace moda en nuestra época, simpleza que dice que “el amor es inexplicable, es demasiado complejo y nos embarga de maneras que no logramos entender”, se le puede contestar de una manera simple: pues para eso, precisamente, están la racionalidad y el trabajo del pensamiento, para conseguir explicar lo
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haber mamado del seno de la madre nos lo ilustra bien, se hunde con faz rubicunda y plácida en el sueño de aquel a quien nada le falta ni nada debe. El estado original del ser humano es el de quien vive y exige vivir en condiciones de goce pleno. Pero esa dicha absoluta no puede durar, siendo necesario que quienes acogen al visitante recién llegado, precisamente por el amor que le deparan, se apliquen a quebrar ese estado de plenitud original, si es que se quiere facultarlo para que realice en términos humanos una vida propia, pues, al final de cuentas, cada ser humano debe conquistar su existencia en tanto alguien que enfrenta las adversidades, despliega una acción correspondiente con sus propósitos y sus anhelos, se hace merecedor del afecto de otros, sabe enfrentar lo que le parece reprobable, asume su condición finita, en fin, que un ser humano –de no mediar el desvalimiento total- es aquel que es capaz de forjar una historia propia en el seno de una sociedad, disponiéndose para esto como un ser de la acción, conquistador de los dominios y de los contenidos que caracterizarán su paso por la vida. En la perspectiva del psicoanálisis, esa plenitud primera de la que goza el infante debe ser intervenida por la ley, esto es, por la potencia limitante que progresivamente le circunscribe el ámbito de lo que le es válido esperar y alcanzar y, lógicamente, delimitándole el área de lo prohibido, de lo que queda por fuera de sus expectativas. En consecuencia, humanizar al nuevo habitante del planeta es el efecto de una doble actitud adoptada por quienes lo reciben en el mundo: acogerlo en el campo del amor e inscribirlo en el dominio de la ley. El objeto original que garantizaba la satisfacción plena del infante queda, entonces, perdido por efecto de la ley, objeto original que es desplazado al ámbito de lo imposible, de lo irrecuperable como tal, no quedando más alternativa de ahí en adelante que representarlo por objetos sustitutivos que aluden a él, pero que no son él. Se delinea así el camino de humanización que ofrece el psicoanálisis: objeto totalizador - intervención limitante de la ley - ser en falta - recuperación del original en la forma de simulacros del mismo. A esta altura se impone aclarar que la inscripción en la ley es correlativa a la inscripción en el lenguaje y que todas las expresiones de demanda, prohibición y sustitución que se escenifican en el vínculo intersubjetivo, acaecen en el lenguaje y, en particular, por las vías del significante. Que seamos seres de lo simbólico -cosa que nos diferencia radicalmente del resto de formas vivas del
«(...) esforzarse por entender las causas, los mecanismos y los efectos del amor, es desnudar un rasgo exclusivo de la condición humana: que somos sujetos (...)» IV. Paradigma para el análisis del fenómeno amoroso El irracionalismo, culto e inculto, tan en boga en nuestra época, ese que quiebra lanzas contra la racionalidad e invoca el primado de la sensibilidad y de la emoción, cual si entre la razón y el sentimiento no existieran líneas de conexión y reforzamiento, ese irracionalismo, decía, quiere presentar el amor como algo inefable, imposible de ser pensado, caprichoso en su aparición y en su desenvolvimiento, sentimiento frente al cual sentimiento no nos quedaría sino el lugar de espectadores desconcertados cuando no de víctimas pasivas. Frente a esta invocación de la irracionalidad, se erige por parte del psicoanálisis una propuesta para el examen, en general del deseo y, en particular, del amor, que permite no sólo reconocer su condición de fenómeno inconsciente, sino explicarlo racionalmente en su génesis y en su despliegue, de tal manera que este sentimiento pueda ser pensado y, a partir de esto, pueda ser inscrito en marcos éticos y políticos que no sólo encaucen sus potencias favorables para el ser humano, sino que contengan o elaboren la destructividad que puede arrastrar consigo, todo esto en la perspectiva de articular la vivencia superior del amor con la exigencia insoslayable de la dignidad humana de quienes han sido atrapados en su red. El paradigma psicoanalítico parte de descartar que el deseo, tomado en su expresión amorosa o en la sexual, sea algo natural, inmanente al ser humano por el mero hecho de instalarse en el mundo. Por el contrario, el deseo es efecto y consecuencia del ingreso de la criatura humana a la trama de relaciones intersubjetivas que lo reciben al llegar a la vida. Ese pequeñín recién llegado se sitúa entre nosotros en estado de plenitud y de goce total. Es alguien que no ha hecho mérito para nada y que sólo se remite a clamar por su satisfacción cuando la necesidad se le impone, concitando a quienes lo atienden a hacer lo necesario para calmar el imperioso reclamo que se les hace. Satisfecho, y la imagen de un bebé colmado después de 11
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planeta-, nos permite deslizarnos por los andariveles de la metáfora y de la metonimia, siéndonos así posible no sólo, por ejemplo, hacer una poesía y vivir de hecho en un mundo virtual (la virtualidad no es un invento de nuestro tiempo, es el mundo que nos abre el lenguaje y que nos propicia vivir más allá del aquí y del ahora), sino encontrar en el sinfín de seres que nos rodean a aquel o a aquellos, siempre en número mínimo, que pueden simularnos ser el objeto que perdimos, esto es, que no son el objeto perdido pero que lo evocan de alguna manera. La condición de sustituto que signa a aquel a quien amamos con pasión, deriva a una verdad que no tiene nada de grata ni de romántica: dada su imposibilidad de replicar de forma puntual y precisa al objeto primordial, queda condenado inevitablemente a ser insatisfactorio y a no consumar cabalmente nuestro deseo. Esto es lo que explica el más o el menos de la fuerza de nuestro sentimiento amoroso por alguien, pero también es lo que da cuenta de por qué el desamor
se puede instalar donde antes existía el amor, al igual que es lo que aclara el por qué sentimos que cada vez que nos enamoramos de alguien es éste el “verdadero” amor, aunque en el pasado se hayan dado otros amores “verdaderos” y aunque, probablemente, también lo mismo pueda acaecer en el futuro. Aún más, bajo el imperio de esa matriz que es el objeto primordial perdido, los objetos sustitutivos que hacen la serie de amores que encontramos a lo largo de nuestra vida y que se relevan en el tiempo, tienen algo en común, valga decir, entre los amores de nuestra historia se tiende, como un hilo que los engarza, el fantasma del objeto cuya pérdida fue constituyente de nuestra condición de sujetos y de humanos. Pero la serie de amores que marcan el derrotero de un hombre o de una mujer, denota la relación entre, por un lado, la estructuración subjetiva por la que pasa todo ser humano habida cuenta de su ingreso a la ley y al lenguaje y, por otro lado, la trama de acontecimientos y vicisitudes de la historia personal, trama que
El Beso - Pablo Picasso Tomada de: http://www.goodliferetreats.com/17284-the-kiss-by-pablo-picasso/
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siempre es única, impredecible y en gran medida incontrolable. La aventura es la de un sujeto que arrastra consigo su propia e irrepetible falta y que de pronto a partir de un significante encarnado por alguien que se ha topado en el mundo, por ese “divino detalle” que percibe en éste y que lo cautiva, constata que algo esencial y muy suyo ha emergido a la superficie de su existencia y al registro de su conciencia, embargándolo y trayendo consigo un júbilo no ajeno a la angustia, una alegría de vivir teñida de incertidumbre e inquietud. Este circunstancial hallazgo que permite que una persona en el presente ponga en marcha en el sujeto, por la vía retrospectiva que puede recorrer el significante, la estructura que lo constituyó primordialmente, permitiéndole en la actualidad sentir y decir, pleno de veracidad, “te amo”, es un hallazgo fortuito en el mundo, pero cuya razón de ser, en términos del amor que desata, se encuentra en otra escena, no gobernada por la voluntad ni por la conciencia del nuevo amante: su inconsciente. Dicho en forma simple: lo inconsciente, en tanto estructuración fundante del sujeto, determina para éste, vía los recursos metafóricos y metonímicos del significante, la elección y la serie de amores que han de cobrar un lugar significativo en su historia personal. Bien conocido es el modelo que Platón por boca de Aristófanes propone en “El banquete” para explicar el acontecimiento amoroso: se trata de una mitad amputada a los seres humanos, como castigo de Zeus, que los condena a buscar nostálgicamente eso que les fue arrebatado, pero búsqueda que permitiría la eventualidad de encontrar en lo real la mitad que hace falta para completarse como Uno. En esta línea, el hallazgo de esa mitad propia y que estaba desprendida deambulando por el mundo, configurará una totalidad autosuficiente que hará que todo lo demás sobre, que hará que el amor no sólo sea simetría sino armonía, a más de ser una completud dadora de dicha total. En esta visión estaban ya tendidas las bases de todas esas concepciones del amor, por ejemplo como la que es propia del romanticismo, que creen y propenden por un amor-todo y que hacen del amor una experiencia total que permitiría vivir de espaldas a la sociedad, sumido en la dicha absoluta que depararía una pareja. Seguramente en este modelo expuesto por Aristófanes,
contando con algunas variaciones históricas, se encuentra la actual ideología del amor, expresada simultáneamente como imperio de la psicología y como llamado a la despolitización. Pero el modelo de Freud, aunque aparentemente parece una extensión del de Aristófanes, es radicalmente diferente a éste. Freud no habla de una mitad amputada, habla de un objeto perdido, y no piensa que se pueda reencontrar en lo real, sino que el único reencuentro posible es del orden de lo imaginario y por la vía del significante, razón por la cual, lo hemos dicho, en el más amado de los amados siempre hay un margen de insatisfacción para el amante. La consideración de Freud es que hemos sido expulsados del paraíso terrenal y, por fortuna, no podremos jamás volver a él, lo que nos destina a reconocernos en lo más
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(...) entre los amores de nuestra historia se tiende, como un hilo que los engarza, el fantasma del objeto cuya pérdida fue constituyente de nuestra condición de sujetos y de humanos.
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propio de nuestra humanidad: hacedores esforzados de una historia que jamás dejará de ser búsqueda y jamás colmará nuestra falta en ser. Vistas las cosas en clave Freud, la verdad subjetiva que nos constituye, es decir, la estructura singular de la que cada cual es portador, es la matriz que elige desde lo inconsciente, y sin que la conciencia sea invitada protagónica a participar en dicha elección, a aquel o a aquella sobre quien recaerá nuestra potencia libidinal, pero, también, queda explicitado por el modelo por qué la insatisfacción propia de todo encuentro amoroso puede llegar a ser hegemónica, conduciendo las cosas al ocaso del amor. Con el psicoanálisis podemos explicarnos esa
«(...) lo inconsciente, en tanto estructuración fundante del sujeto, determina para éste, vía los recursos metafóricos y metonímicos del significante, la elección y la serie de amores que han de cobrar un lugar significativo en su historia personal (...)» 13
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aparente paradoja de tener a lo largo de la vida varios amores diferentes y sin embargo, en cada caso, vivenciados como “verdaderos”. Efectivamente, son verdaderos porque cada uno, en su momento y en sus circunstancias, es la expresión metafórica o metonímica de la verdad subjetiva que nos constituye a partir de la pérdida primordial. Es como si cada uno de nosotros llevara impreso en su ser un guión teatral factible de ser interpretado en distintos momentos por diversas actrices o diversos actores protagónicos, siendo cada interpretación fiel al guión aunque aparejando las aportaciones que hace el intérprete, pudiéndose, sin embargo, distinguir que la misma obra sea mejor o peor llevada a cabo por cada uno de aquellos que entraron a escena con nosotros para tratar de dar cuenta del guión de nuestro deseo. En otras palabras, todo ser amado, por mucho que nos apasione, es una más buena o más mala copia de un original perdido. Digámoslo con palabras de Freud en su texto “Sobre una degradación general de la vida erótica”: “(…) el psicoanálisis nos ha demostrado que cuando el objeto primitivo de un impulso optativo sucumbe a la represión es reemplazado, en muchos casos, por una serie interminable de objetos sustitutivos, ninguno de los cuales satisface por completo. Esto nos explicaría la inconstancia en la elección de objeto, el ʻhambre de estímulosʼ, tan frecuente en la vida erótica de los adultos”. Si Freud ya había herido el narcisismo humano al señalarnos que no nos autogobernamos ni somos soberanos de nosotros en tanto seres conscientes, ahora vuelve a herirnos al afirmar que ese carísimo ideal que encarna para nosotros el ser amado es un simulacro, por lo menos en parte, indefectiblemente insatisfactorio. También la literatura nos recuerda que ese “instante de una mirada” en que se suscita el amor, no es sino el inesperado encuentro en el mundo de alguien que nos ofrece unos significantes que de golpe lanzan al espectador a una escena atrapada en su inconsciente, escena testimonial para éste del goce en su plenitud. Esto es lo que nos corrobora Goethe cuando describe el antológico pasaje en el que Werther queda fulminado por el amor al ver a Carlota: “Acababa de bajar del coche cuando una doncella que vino hasta la puerta nos rogó que tuviéramos la bondad de aguardar unos instantes: mademoiselle Lotte vendría de inmediato. Atravesé el patio tras la casa, de hermosa construcción, y cuando ascendí por la escalera que allí se encontraba y crucé la
puerta, descubrí la escena más encantadora que he visto nunca. En la antesala pululaban seis niños de dos a once años alrededor de una muchacha de hermosa figura y mediana altura que llevaba un vestido blanco y sencillo, con cintas rojo pálido en el pecho y en los brazos. Tenía una hogaza de pan negro y le cortaba una rebanada proporcional a su edad y apetito a los pequeños que tenía a su alrededor; se las entregaba con la mayor amabilidad y todos le daban espontáneamente las gracias mientras estiraban sus manitas hacia arriba antes incluso de que las hubiese cortado y salían dando saltos con su trozo de pan (…) Le hice una alabanza distraída, pues toda mi alma estaba concentrada en su figura, su tono, en su comportamiento”. Estamos habitados, más allá de que no seamos conscientes de ello, por esos fantasmas constituidos por imágenes primordiales en las cuales quedó coagulado para nosotros el goce pleno, fantasmas que cual detectores nos permiten detenernos y fijarnos en alguien que de alguna manera los reedita, deparándonos con ello ese estado de felicidad que misteriosamente sentimos que nos produce un ser con el que circunstancialmente nos hemos topado. Pero si nos encontramos en el estado normal del ser humano, el del desenamoramiento, entonces el fantasma del deseo está, por así decirlo, en condición potencial, delineando en lo más íntimo de nosotros la escena privilegiada que esperamos que alguien venga a interpretar para regalarnos el júbilo que proviene de revivir lo que en algún momento primordial de nuestra historia personal nos colmó de goce. A este respecto nada puede ser más ilustrativo que el famoso “beso de Combray” que con su magistral pluma nos describió Marcel Proust tanto en “Jean Santeuil” como en “En busca del tiempo perdido”. Se trata del beso nocturno con el que la madre suele despedirse del niño, quien una noche se siente invadido por la devastadora angustia que le suscita la eventualidad de que su madre no pueda llegar hasta su habitación a posar sus labios en su mejilla, pues está retenida en otra parte de la casa por la presencia de una visita a la que debía atender, frustrando así este ignoto visitante el anhelado beso de despedida que ahora, precisamente por la posibilidad de no ser recibido, cobra importancia mayúscula para el niño: “Este beso era el dulce viático, tan febrilmente esperado que Jean se esforzaba en no pensar en nada al desnudarse, para que transcurriera más de prisa el momento que de él le separaba, la dulce ofrenda de 14
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La Conversación del miércoles - Conferencia central Al fondo: Carlos Mario González - expositor
manjares que los griegos ataban al cuello de la esposa o del amigo difunto al tenderle en la tumba, para que hiciera sin terror el viaje subterráneo, para que atravesara tranquilo los reinos de la sombra. Y Jean saboreaba largamente las tiernas mejillas de su madre, y su madre ponía en la frente febril del niño un beso fresco como una compresa, que, a través de la piel ardiente y fina, se insinuaba entre su flequillo rubio y venía a calmar su pequeña alma. Entonces se dormía. Esta despedida en su cama era el don esperado con una impaciencia febril, y su maravilloso poder calmaba como un encantamiento, como el aceite calma el mar, su corazón agitado”. Pero como la madre no llegaba, la inquietud se apodera de él “y mientras se esforzaba por no pensar en nada, pensaba que su madre era verdaderamente muy dura haciéndole sufrir así”. Veamos ahora la descripción que Proust nos regala en “En busca del tiempo perdido” cuando, ante la madre que no llega, retenida por el desconocido visitante que ha de atender, el hijo se ve presa de la angustia: “Esa angustia que consiste en sentir que el ser amado se halla en un lugar de fiesta donde nosotros no podemos estar, donde no podemos ir a buscarle (…) El beso de Combray era lo que yo necesitaba para yo dormirme feliz y con esa paz imperturbable que ninguna mujer me ha podido dar luego, porque hasta en el momento de creer en ellas se duda de ellas, y nunca nos dan el corazón como me daba mi madre el suyo en
un beso, entero y sin ninguna reserva, sin sombra de una intención que no fuera dirigida a mí (…) ¿Quién me hubiera dicho en Combray, cuando con tanta tristeza esperaba las buenas noches de mi madre, que aquellas ansiedades pasarían, que después renacerían un día no por mi madre sino por una muchacha que al principio sólo sería, contra el horizonte del mar, una flor que mis ojos querrían cada día ir a mirar (…)?”
V. Fenomenología del amor apasionado
El camino que ha delineado Freud para acceder a la problemática del deseo, ya sea sexual o amoroso, se puede graficar de la siguiente manera, no olvidando que es un proceso que acaece en ese otro escenario que es el inconsciente del sujeto: Goce absoluto → Ley de la castración → Objeto perdido → Deseo → Vía significante → Objetos sustitutivos → Poco de goce → Margen de insatisfacción. Estamos hablando del amor apasionado, no de los otros (philia y ágape) que no son enigmáticos. Amar con pasión hace aflorar en nosotros el enigma que nos constituye y pone en juego y en entredicho nuestra subjetividad, al interrogar la identidad en que nos hemos reconocido y al inscribirla en procesos de transformación. Philia y ágape no sólo no nos arrojan a 15
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volvemos a construir inmediatamente en las laderas del volcán del que no podrá salir más que la catástrofe”. Pero otras contradicciones igualmente hacen presencia en la experiencia amorosa. El amante es testimonio de altruismo, en tanto da todo de sí al otro, pero también es expresión de egoísmo, en cuanto demanda para sí sólo lo más excelso del amado. De otra parte, cuando amamos nos insertamos en la repetición, dado que algo esencial que somos encuentra aquí su ratificación, pero, al tiempo, nos disponemos a la invención allí donde somos empujados a renovarnos. De igual forma, cuando amamos a otro, reconocemos que él es como nosotros en aspectos esenciales de nuestro ser, es decir, que nos asemejamos, pero, simultáneamente, nos seduce que encarne nuestro ideal del yo, con lo que él representa, entonces, una diferencia efectiva con respecto al que ahora somos. En fin, cuando amamos esperamos y reclamamos contar con el otro como presencia real ante nosotros, lo que no impide que requiramos distanciarnos relativamente de él para permitir al deseo renovarse a partir de esta ausencia. El amor es la puesta en marcha de un deseo imposible: poseer el ser del otro, hacerse por completo a él. Deseo imposible porque el ser no es objetivable y, por ende, no tiene lugar donde ser localizado ni materialidad en la que se pueda recoger. El ser del amado no está encerrado en un cuerpo ni se encuentra en lugar alguno al que podamos dirigirnos: el ser del amado es angustiosamente inasible. Lo imposible de su deseo es una verdad que le cuesta aceptar al amante, quien desde su ilimitado anhelo de acompañarse del amado, de conocerlo y de gozar de él, prefiere ceder a la tendencia que lo empuja a hacer del otro un prisionero, un cautivo, y a convertir la relación en una prisión para dos. Está de más decir que el triunfo de esta tendencia al cautiverio del otro y a la prisión compartida, es el comienzo del fin del amor.
la transformación de lo que somos, sino que nos contienen en la identidad en la que nos reconocemos, siendo, más bien, una fuerza ratificadora de ésta. El amor apasionado es una experiencia que implica salir de la fortaleza del yo, abandonar relativamente lo que uno es, abriéndose a nuevos sentidos. Un amor así requiere de un corazón valiente ante el riesgo y que no recula ante las sombras de lo enigmático, pues, como decía Stendhal: “El amor es una bella flor que es preciso recoger al borde de un precipicio”. Una de las cosas maravillosas de este amor es que él es una experiencia extraordinaria que se desata a partir de un hecho nimio aunque, eso sí, significativo para el amante en función de su propia historia. Esa nimiedad, ese “divino detalle” que se reconoce en cualquier rasgo intrascendente de otra persona, pone en marcha, sin embargo, algo esencial para el amante. El amor, experiencia imaginaria por excelencia, conmueve al amante en su raíz misma, a tal punto que, como dice Shakespeare, “a veces hace de una bestia un hombre, y otras de un hombre una
«El amor es una bella flor que es preciso recoger al borde de un precipicio.» Stendhal
bestia”, pero, en todo caso, disponiéndolo a la apertura de su ser y a dar lo mejor o lo peor de sí. El amor expone a una dicha extrema y a un sufrimiento devastador, vivencias coexistentes para el amante, sea en acto, sea en potencia, pues júbilo y sufrimiento son las dos caras de la moneda del amor, verdad ésta que nos ha recordado Nietzsche: “Hasta en el cáliz del mejor amor encontraréis amargura”. Jano bifronte, el amor nos franquea el paso a una experiencia vital ineludiblemente contradictoria en muy distintos aspectos. Como una de sus contradicciones, ya se ha dicho, tenemos que el dolor se articula a la alegría, sin que lo ingrato nos haga desistir de gozar de tal experiencia. Otra vez Proust: “Instantes dulces, alegres, inocentes en apariencia y en los que se acumula, sin embargo, la posibilidad insospechada del desastre: lo que hace de la vida amorosa la más contradictoria de todas, aquella en que la imprevisible lluvia de azufre cae después de los momentos más gozosos y en la que, en seguida, sin tener el valor de saciar la lección de la desgracia,
VI. ¿Qué es la experiencia amorosa? La emergencia del sentimiento amoroso es efecto del encuentro entre un sujeto singular, regido por un guión inconsciente elaborado en su temprana infancia y un objeto particular, una persona que, vía el significante, evoca el objeto primordial perdido para siempre. En este sentido, el amor es una construcción que, según el deseo preexistente en el amante, se trabaja con el material ofrecido por el objeto
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La conversación del miércoles Ciclo 2014: De amores, sexualidades y géneros encontrado en el mundo. Amar es hacer por parte del amante un ser maravilloso y único de esa cara que inesperadamente encontró. El amado, que algo de particular ha de poner de su parte como para ser el elegido, es en lo esencial una construcción imaginaria del amante a partir de ese “divino detalle” que hace las veces de percutor que dispara la fascinación de aquél, siendo esta re-creación que del amado hace el amante lo que explica la valoración tan diferente que éste hace de aquél, frente a la que hacen los demás, los que ven a su amado no alucinando como él, sino con los ribetes de la crasa realidad. En cualquier caso, el amor -verdadera labor alquímica del inconsciente del sujeto con esa materia prima humana que encuentra en el mundo en la figura de una persona particular- es un sentimiento no gestado por la conciencia ni dirigido por la voluntad. No obstante, más allá de lo impredecible en su acontecimiento y de lo conmocionador que pueda ser para el sujeto al que embarga, su génesis, estructura y funcionamiento pueden ser develados y entendidos a efecto de poder alcanzar una mejor relación con él, pudiendo expandir y profundizar sus dichas y
realizaciones y limitar y esquivar su dimensión dañina y opresora. Esto último muy importante si aceptamos que el amor no equivale por principio al bien y que él, perfectamente, puede precipitar hacia lo peor. En fin, concluyamos diciendo que si hay una verdad subjetiva e inconsciente que determina para cada uno en materia del amor la elección del objeto, la capacidad deseante, las modalidades y prácticas en que llevamos a realización el sentimiento y la potencia gozante que poseemos, entonces el trabajo de la racionalidad y la labor del pensamiento es el de descifrar la naturaleza, las formas y requerimientos de este sentimiento, tanto en general como en lo concerniente a lo personal, propiciando que al conocerlo y entenderlo tengamos con él mejores relaciones éticas y políticas y maneras más logradas de concretarlo en la vida cotidiana de cada uno.
Carlos Mario González Miembro Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA Profesor Universidad Nacional
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Tertulia Miércoles 12 de marzo del 2014 Salón cuarto piso Comfama San Ignacio
¡
A comenzar una vez más! Esta tertulia, sobre el asunto del amor y las verdades del corazón, la primera del año 2014, la primera de este nuevo ciclo de La Conversación del miércoles que indagará por los amores, las sexualidades y los géneros. Tuvo una asistencia inhabitual: por amplia, no se diga masiva pero sí muy numerosa. Rica en intervenciones de diversa índole, con apropiaciones diferenciales de los planteamientos ofrecidos por Carlos Mario González en su reflexión, ocho días antes. Había personas que llevan años de estar asistiendo, también otras que habían asistido por primera vez a la conferencia central y algunas que llegaron a la tertulia y que no sabían que ésta seguía a una conferencia dictada el miércoles inmediatamente anterior, a un grupo de estudio y a la proyección de una película. ¡Qué actividad la de Alejandro, responsable de la moderación, para darle lugar a una diversidad como esa, imbatible e inevitable y siempre deseable por difícil, parecía la de un malabarista, con las intervenciones, para conseguir coherencias! A continuación la reseña. “Puede haber amores que matan”, esto se dijo recordando La verdadera historia de Adela H, la película del director François Truffaut que se invitó a ver el sábado de la misma semana de la conferencia central: en ella se ve a una mujer que hace un viaje increíble para estar cerca del hombre que ama y que para desgracia suya ya no la ama, desamor que le causó una locura que la dejó muerta para la vida entre los vivos hasta el año de su muerte en 1915. “La experiencia del amor es singular”, lo que sucedió con Adela Hugo es testimonio de eso, pero también las experiencias amorosas de cada cual lo son. “Ella (esa experiencia) es angustiosa porque cuestiona lo que somos”, las identidades en que nos reconocemos resultan
interrogadas cuando sucede que vivimos una experiencia amorosa. Se trata del encuentro de dos singularidades –cuando resulta que son solamente dos personas las directamente involucradas–. Según se oye decir en el mundo hoy por hoy, o todavía hoy, en la duración de ella es “cuando el otro muestra lo que es” mencionó alguien, y que “cualquier encuentro sentimental y sexual que se tenga con otro es una experiencia de amor”, amorosa, lo que se dijo más para llamar a crítica un entendimiento tan reductor y empobrecedor de ella como ese, según el cual todo encuentro, casual o no casual que se tenga con otro, ha de ser considerado como una experiencia del amor. Habría que “recuperar el arte de amar” se escuchó decir, esto para hacerle frente a una reducción de la experiencia amorosa, del encuentro de las singularidades a nombre de ese sentimiento, como la que hace un entendimiento como el mencionado para las posibilidades de la vida humana. De la experiencia amorosa, del amor, del objeto de amor, se escuchó decir: lo que se ama, el objeto del amor, es el poseedor del “divino detalle”, que ciertamente no sabe que lo tiene ni dónde lo tiene. Tiene que ver con la “evocación de un estado placentero” del amante. Puede ser potenciación de las singularidades involucradas, pero también puede ser desgaste de ellas. Es sobrevaloración de ese otro poseedor de “el divino detalle”. Pero: ¿qué es lo se valora?, ¿y a qué es a lo que se aspira con ese otro: a una dicha inacabable, a una dicha incompleta? Y esa sobrevaloración, “¿implica la subvaloración de sí mismo, del que sobrevalora?” “Amamos históricamente”: resulta que como amamos hoy, no amábamos antes y no amaremos en el futuro. “El amor es vacío que se llena.” “El amor es encuentro intelectual entre sujetos.” “El amor es el hacer de dos mundos diferentes vía el respeto y la
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valoración.” “El amor decae por causa del relajamiento de los sujetos.” Aquí, en el amor y la experiencia amorosa, “es necesario y útil el narcisismo.” “Hay concepciones del amor que pretenden su instrumentalización”: siga tales y cuales indicaciones para vivir el amor, que se pueden leer en revistas o libros a la venta en supermercados. “¿Por qué tiene tanta fuerza la palabra en el encuentro amoroso? El significante tiene efectos en el cuerpo”, véase la cantidad de lágrimas que se pueden verter cuando no se tiene la suerte de ser amado por el objeto de amor, aquí se recuerdan los ojos enrojecidos de Adela Hugo, de mirar ausente por el sufrimiento de una negativa devastadora para ella. “Es el amor el riesgo más alto, es profunda realización artística, es posibilidad de ser auténticos, es resistencia a la estandarización, es dinamización de la palabra en la creatividad de los amantes”, aquí también sirve de ejemplo lo que hizo con su amor Adela Hugo en sus diarios –que sirvieron a los realizadores de la película sobre su experiencia de amor–. “Se ama en el lenguaje, y si se devalúa el amor”, como por ejemplo ocurre con esa reducción suya que se mencionó antes, lo que necesariamente ocurre es que “se ve devaluado el lenguaje.” “El amor lanza lejos de las seguridades.” “El amor hace creadores de lenguajes.” “Es pérdida de la noción del tiempo el amor, de la razón.” “Es conocimiento de sí y conocimiento del otro”, pero también reconocimiento y desconocimiento de los involucrados por el amor. “Amamos por la existencia de una amígdala en nosotros”, propuso mas o menos alguien, aduciendo que la experiencia amorosa se daba por la secreción de sustancias químicas que provocaban reacciones en el cuerpo. “Noooo. ¡Amamos porque somos seres del lenguaje, porque somos seres históricos, porque somos sujetos del deseo y del inconsciente!” pareció que contestaban las deformaciones faciales transitorias que esa afirmación causó, y se quiso decir que si bien la biología del cuerpo y sus procesos químicos tenían que ver con ese fenómeno, no había que confundir que ésta fuera condición suya, del amor, con las causas de él: la biología no causa el amor, ella es junto con otras cosas condición para él, en esto ha insistido ya antes Carlos Mario González. “Muéstrenme un amor verdadero” dijo alguien, como haciendo una demanda. “¿Pero qué se entiende por amor verdadero?”, se le replicó a esta demanda, ¿el amor eterno, que no termina sino, y si acaso, con la muerte? Esa demanda corresponde a una concepción cristiana del amor, y es muy del corte: sólo hay un amor en la vida, el verdadero, y este le
Tertulia de La Conversación del miércoles - Cuarto Piso, edificio Comfama Sesiona una semana después de la conferencia central
da a ella el sentido que ésta puede tener. Una concepción muy romántica según se nos ha expuesto antes, en otras conferencias. “Hablar de estos temas, del amor y de lo que tiene que ver con él, es cosa revolucionaria” afirmó alguien, causando una risa que fue contagiosa, “que todas las instituciones: la familia, la iglesia, el Estado, la escuela, la actividad comercial, quieran organizar el amor, la experiencia amorosa, tiene que ser porque se trata de una cosa muy importante”, explicó la persona que hizo la afirmación, señalando una cualidad política de un encuentro de personas como el de la tertulia, pero también como el del grupo de estudio y como es la conferencia, donde se ponen en discusión ese y otros asuntos de la humanidad, tan demandados de control, de normativización, de legislación, como probablemente se verá a lo largo de este ciclo de los amores, de las sexualidades, de los géneros. Ya hacia el final de la tertulia de este miércoles se propuso, se dijo y se escuchó: que cada cual se haga cargo de lo que sea capaz de construir en un encuentro con otro. Y que para hacer eso nos preguntemos “¿qué es lo que deseamos?” y también: “¿con qué fuerzas contamos para avanzar en el encuentro amoroso, con ese otro poseedor del divino detalle, que nos propone la evocación de ese estado anterior perdido para siempre, cuando se presente?”. Hablar del amor es un acto revolucionario contra la homogenización y contra el consumismo en tanto sucede que “a la sociedad le es útil la estandarización de sus integrantes, por lo que la aparición de un apasionado es un encarte para ella”; y porque “la civilización del sistema capitalista hace de la experiencia amorosa un objeto y sujeto del consumo”. Y algo más que más o menos propuso Alejandro al final: tenemos esta oportunidad que es la de vivir, única e irrepetible, ¿cómo hacerla pues, única, irrepetible?
Santiago Gutiérrez Miembro Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA 19
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Cine en conversación Sábado 6 de abril de 2014 Auditorio CorpoZULETA Película: La verdadera historia de Adela H. Director: Francois Truffaut Año: 1975
«Al no tener la sonrisa del amor, me conformo con su mueca.» Adela H.
E
n el año de 1863 la joven y hermosa Adela H. llega desde Europa haciéndose pasar como la señorita Lewly, y se instala en la sencilla y respetable pensión del matrimonio Saunders en la pequeña ciudad de Halifax, Nueva Escocia. Va en busca de una ilusión, de una quimera, de un esquivo amor. Se lo hace saber a los Saunders y, aprovechando las casualidades, le envía una carta al hombre que ha motivado su viaje, el teniente británico Pinson. Sin embargo el militar no muestra mayor entusiasmo por la llegada de la viajera. En los días siguientes, la enamorada Adela H. irá escribiendo en su diario miles de palabras de adoración por el oficial convencida de la unión
espiritual que los enlaza y no atenderá el rechazo permanente, ni la comprobación de que él ya tiene otra vida, otras mujeres, otros intereses que no la incluyen a ella. Agotada, Adela H. cae enferma, y debido a una carta dirigida al escritor francés Victor Hugo, se descubrirá furtivamente su identidad. Ella es la segunda hija del gran poeta, hermana menor de Léopoldine Hugo quien murió accidentalmente ahogada justo después de contraer matrimonio. Con su fracaso ante Pinson, la tragedia y la obsesión de Adela H. aumentan: le ofrece al hombre dinero, mujeres, la promesa de una vida segura, también recurre a un hipnotista y, más desesperada, destruye la reputación de él ante la familia de la mujer con la que se ha comprometido. Adela H. no comprende, le escribe a sus padres anunciándoles su compromiso y luego la posterior boda con el militar. Finalmente en 1864 Pinson es enviado a una misión a Barbados; la joven cada vez más enloquecida lo sigue hasta el trópico, se hace llamar la “Señora Pinson”; harapienta, enferma, sin conexión con su padre, con su nombre, con la realidad, estará sumida en un anestésico sueño idílico que la cegará y le impedirá reconocer incluso el rostro del hombre por quien se fue de su propia casa. No dejó de ser notorio el hecho de que Adela, una mujer dotada en principio de múltiples atributos, belleza, juventud, talento, riqueza, popularidad, y quien tendría hipotéticamente un futuro promisorio, terminara sumida en la obsesión, en la enajenación y en la indigencia, rendida ante un soldado como muchos otros. Mas ahí se puede ubicar parte de la explicación: en ese misterio de lo inconsciente en el cual los sentimientos no se controlan. ¿Y es que hay alguien en este mundo que pudiese asegurar que nunca le pasará lo mismo que a Adela? ¿Existe un solo ser que se afirme seguro, incólume, indiferente, anestesiado ante los vaivenes del amor? Al menos
Cine en conversación Año del cine Ruso
Todos los sábados 5:00 p.m. Auditorio CorpoZuleta
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Imagen: La verdadera historia de Adela H. Director: Francois Truffaut
y que como un anzuelo le dirigía su ruta. Acaso en ese gesto se encuentra una actitud heroica, mas los héroes caen pronto; y si bien su padre literato no tuvo tiempo de cantar su travesía, ella misma lo hizo en su diario, probablemente su única y verdadera compañía, diario que no la salvó pero que le dieron realidad y al menos recibieron el talento de una pluma desafortunadamente ahogada. Y Adela, como su hermana, se ahogó en un mar de tinta. ¿Fueron sus diarias y sus cartas entonces el escenario donde ella vio realizado su amor? Quizás entonces ¿ella amó una idea, amó al hombre o a sí misma? ¿Se enamoró del amor? Sería simplista decir que lo que le aconteció a Adela fue solo locura, es una salida fácil y mentirosamente obvia. Ella estuvo enamorada de algo, atrapada por una fuerza, una fuerza que fue una aventura, y en las aventuras nadie sabe en verdad qué va a pasar con nosotros. Hasta el mismo Pinson lo comprobó: terminó siguiendo a la mujer de la que había escapado durante una buena parte de su vida.
cabe rescatar que incluso en su solitaria y abstrusa obsesión Adela amó, lo hizo de una manera romántica, totalizando al otro, pero amó; lo hizo convirtiéndose en la esclava del militar, pero amó; lo hizo negándose a ella misma cualquier otra posibilidad, pero amó. Y es que el amor enmarca una cantidad indefinida de sentimientos, de cruces, de encuentros y de desencuentros que a estas alturas resulta difícil decir que existe un solo amor verdadero, que todo amor es el ejemplo de la bondad y que quien es herido por Cupido está destinado a gozar del Paraíso. Las cosas muestran que el asunto es más complicado. En La verdadera historia de Adela H. asistimos a un permanente dolor de la protagonista, a la descomposición paulatina de su cuerpo y de su espíritu, a un perseguir que desencadena un deambular sin rumbo, ella misma llega a reconocer que todo está perdido. Aunque estuvo perdido desde mucho antes, cuando las posibilidades sociales no se concretaron en principio debido al rechazo de la misma familia del gran escritor francés y a las convenciones sociales. Entonces Adela quiso ir más allá de lo normal, transgredió modelos y pautas establecidas para el comportamiento de una “joven de bien” y cruzó el Atlántico en busca de un sueño, de eso que le faltaba
Eduardo Cano Miembro Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA 21
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Pensador de referencia CORPORACIÓN CULTURAL ESTANISLAO ZULETA Coral Herrera Gómez. Nacida en Madrid, actualmente reside en Costa Rica. Es especialista en Teoría de Género (feminismos, masculinidades, queer) y Teoría de la Comunicación Audiovisual. Ha publicado tres libros, "La construcción sociocultural del Amor romántico", en la Editorial Fundamentos, "Más allá de las etiquetas", en la Editorial Txalaparta, ambas editoriales españolas, y "Bodas Diversas y Amores Queer", en Haika Ediciones , editorial on line fundada por ella misma para la difusión y distribución de sus textos sobre mitos románticos y amores diversos.
Boletín de La Conversación del Miércoles Ganador de la convocatoria a estímulos a publicaciones periódicas de la Secretaría de Cultura Ciudadana de la Alcaldía de Medellín Coordinación proyecto La Conversación del Miércoles
Información e imagen tomadas de: http://haikita.blogspot.com/p/bio-coral.html
Sandra L. Jaramillo R.
«De pequeñas aprendimos que lo normal es que el amor erótico se limite a una sola persona del sexo contrario. Es cierto que en la época de guardería los adultos ríen cuando decimos que tenemos varios novios o varias novias, como si fuese una extravagancia infantil; pero pronto se nos enseña que el deseo sexual y la intimidad sólo se comparten con uno. Lo demás es etiquetado como promiscuidad, adulterio o traición, y pronto comprobamos que transgredir las normas de la monogamia en nuestra sociedad tiene un coste muy alto.» Amores diversos Coral Herrera Gómez
Equipo de trabajo del proyecto La Conversación del Miércoles Eduardo Cano Vincent Restrepo Álvaro Estrada Pablo Cuéllar Fernando Ríos
Carlos Mario González Sandra L. Jaramillo R. Alejandro López Aura Rendón Santiago Gutiérrez
Edición, diseño y diagramación Vincent Restrepo Revisión de textos Dayana Cardona
Informes Escritores habituales
Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA Web: www.corpozuleta.org e-mail: info@corpozuleta.org Tel: 444 35 84 Dirección: Cll 50 No. 78a - 89
Carlos Mario González Santiago Gutiérrez Eduardo Cano Escritores en esta edición Sandra L. Jaramillo R.
Próximas conferencias Abril - Nuestra sexualidad: ¿asunto de biología o de historia subjetiva? Mayo - ¿No somos sino hombres y mujeres? Junio - Laberintos del amor en nuestra época Julio - Destinos del deseo: heterosexualidad y homosexualidad Agosto - ¿Sólo las mujeres son femeninas? ¿Sólo los hombres son masculinos? Septiembre - Lugar de gays y lesbianas en la historia y en el presente Octubre - Signo de hoy: ¿mujeres fuertes, hombres débiles? Noviembre - El amor se teje con palabras También apoyan:
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