Boletin de La conversación del miércoles - marzo 2013

Page 1

La conversación del miércoles La pareja: incertidumbres modernas de esta relación Ciclo 2013

¿De qué amor hablamos cuando hablamos del amor?

Boletín marzo


La conversación del Miércoles Ciclo 2013: La pareja: incertidumbres modernas de esta relación Grupo de estudio Miércoles 27 de febrero de 2013 Auditorio CorpoZULETA

Conferencia preliminar

¿CUÁNDO HABLAMOS DE AMOR?*

N

o se habla de amor sólo cuando se está enamorado, como ante cualquier experiencia, se puede hablar, darle sentido, valorarlo, aun en momentos en los que no se es partícipe directo de él. Sí, se habla y habla del amor y tal vez continúe siendo así, por ser el amor una experiencia, cuando no la experiencia que por excelencia, habla de nosotros. Ahora bien, es una habla distinta la que se ocupa del amado de aquella que se ha centrado en el amante, así como también es distinta la que prolifera en aquél que se ha sorprendido a sí mismo amando o amado y la del que por una u otra razón, no se reconoce como un convidado del amor. Entonces, ¿de qué amor hablamos, hoy cuando volvemos a hablar de amor? En el marco de esta pregunta vale la pena también preguntarse ¿qué significa amar hoy y en particular en Colombia?. Referencia esta última que de ninguna manera pretende ser alusiva a algo del orden de lo nacional, o de la patria, cuando lo único que se pretende con ella es poner de manifiesto la necesidad de interrogaros por una especificidad que relacionamos con una sociedad como la colombiana. Es decir, tratar de acercar el problema de pensar en el amor desde la actualidad que configuramos en un recorte del aquí y ahora de nuestras existencias, que nos implica de diferentes maneras, cuando por ejemplo, nos nombramos, nos identificamos en una convivencia con otros, una convivencia que algunos marcos de injerencias y de limitaciones nos devuelve. Sean pues

«En nuestras tinieblas no hay lugar para la belleza, todo el lugar es para la belleza.» -René Char 2

estas reflexiones incitadas por las preguntas planteadas, una dedicatoria para el amado-amante colombiano, para quien participa en nuestra sociedad del amor. Hemos atendido a la invitación de leer el Banquete de Platón. En el intento de situarnos ante la pregunta que nos hace concurrir ante este texto, ¿de qué amor hablamos cuando hablamos del amor?, es justo decir, que el intento de contextualización que inicialmente abordaremos, no pretende alimentar de ningún manera una posición arrogante, desde la cual ufanarse por interrogar la vigencia y la pertinencia de éste legado o de cualquier otra tradición. Todo lo contrario, la invitación a leer el Banquete constituye poner de manifiesto otro aquí y ahora de la existencia de cada cual, en la medida en la que se pueda adoptar una posición de lector que entienda la diferencia pero que a la vez se enriquezca con todo lo que tan bella, poética y potentemente fue expuesto sobre el amor por la sociedad griega. De toda la riqueza y potencia que ofrece un texto como El Banquete, será entonces el decurso de la siguiente exposición, un camino muy insuficiente, por no decir escaso en relación a lo que el texto puede decirnos. Ante esta ilusión que es la de poder interpretar la propuesta sobre el amor que constituyen los siete discursos que allí han sido expuestos, concederemos un espacio en esta reflexión a la exposición de unos elementos sobre la especificidad de la captación del mundo que nos dejan los griegos en el Banquete, tal y como si se tratara de una huella. Voy entonces a referirme a lo que he llamado la captación griega del mundo, como forma de aproximarme a dos elementos que la caracterizan y singularizan en su experiencia vital. El primero de ellos que se alberga en su corazón mismo indica que tal captación es trágica y en este sentido El


La conversación del miércoles Ciclo 2013: La pareja: incertidumbres modernas de esta relación Banquete constituye una entre otras respuestas a esta forma de la captación una respuesta que bien podríamos nombrar como socrática, la cual a su vez es particular dentro de ella. La captación trágica se caracteriza, pues, por una respuesta, por una posición, por el lugar y la forma particular que ocupa la muerte en dicha sociedad. Y si tenemos en cuenta que la nuestra es una sociedad que evidentemente se encuentra enredada con el asunto de la muerte, podemos sopesar por qué se torna importante hablar del amor y al hacerlo referirse a una sociedad como la que construyeron los griegos, pues frente a estos, no adoptamos la misma posición ante la muerte los colombianos. En un texto como El Banquete se unen entonces dos experiencias universales, la de la muerte y la del amor, con una posición específica ante ellas. Es decir, es común a los griegos y a nosotros las experiencias del amor y de la muerte, pero es singular la respuesta que en cada momento y en cada sociedad se le da a ambas. Pero es muy importante tratar de entender en qué consiste la diferencia entre las posibles respuestas que se adoptan ante estas experiencias. Sin que esto quiera decir que no se pueda hoy y en Colombia, adoptar una posición trágica ante la muerte. Aunque las experiencias son universales, esto es, nos- Cristina son comunes a los humanos, no se viven La Humanidad Alejos Cañada de la misma manera, ni de una cultura a otra, ni a lo largo del tiempo en lo que significa la historia de la humanidad, ni a lo largo del tiempo de lo que significa la historia subjetiva. Es bastante difícil pensar que se vive el amor de la misma manera cuando se está joven a cuando ya se esta viejo. En la captación trágica del mundo y en particular frente a la muerte, esta se caracteriza entonces porque se vive sin ningún embellecimiento, sin ninguna compensación; esto quiere decir que no participan ellos de una tradición que habla de un después de la existencia. No se habla de la vida, concebida como limitada, finita, introduciendo elementos de compensación, esto quiere decir que lo vivido no es compensado por algo después. Así, la lectura de un texto

como el Banquete que tiene en cuenta la captación trágica del mundo que lo hace posible, se diferencia de una lectura que se realice en una perspectiva que entiende la vida como una preparación para un después, y lo que sucede en ella como algo susceptible de ser compensado en un momento posterior; y si contrastamos esta manera de asumir la existencia con las que son posibles en otras culturas y en otras tradiciones del pensamiento, nos encontraremos con lecturas y diálogos muy disímiles de Platón. Aquí una frase que quizás aluda de una manera contundente a ese principio de la captación trágica del mundo presente en los griegos: “nada vale la vida, pero si nada vale más que ella, la vida no vale nada” Al desglosarlo nos encontramos con una primera afirmación hiriente: nada vale la vida, afirmación que sin embargo tomada en el conjunto de la proposición, se transforma en una provocación a asumir que no contamos los humanos con un valor o con un sentido otorgado de antemano sobre nuestra existencia. Una invitación, el reto, con el que contamos los humanos que se hace manifiesto cuando al lado de esta primera afirmación nos topamos con un “pero si nada vale más que la vida, la vida no vale nada” este “pero” que no es más que el condicional que se debe asumir para que la vida tenga sentido, es nada más ni nada menos, que al asumir el hecho de estar desprovistos de uno inicial, nos vemos en la penosa y también gozosa labor de hacernos a uno. Es esto lo que realmente signa a los humanos: asignan valor y crean sentido a su existencia, para

Muerte de Adonis - Sebastiano del Piombo

3


La conversación del miércoles Ciclo 2013: La pareja: incertidumbres modernas de esta relación confusión cualquiera pues es en un ser particular que se detiene la mirada singular del amante. Encontramos en el discurso de Sócrates la alusión a que no es Eros algo que participa de lo divino de la misma manera en que lo hacen los dioses, estos últimos identificados precisamente como la divinidad. Existe para el amante una confusión frecuente entre el amado y el amor, que en este diálogo se retoma y nos posibilita saber porque

que esta efectivamente algo valga. Frente a este rasgo de lo humano ¿qué respuesta es la que da nuestra sociedad ante el reto de tener que asignar valor y crear sentido a su existencia? ¿Qué de ella y de nosotros trunca estas que son también valoradas posibilidades de afirmar y experimentar la dicha de vivir? Ante la exigencia de asignar valor y crear sentido a la existencia, los mismos griegos han descrito por lo menos de manera tendencial, tres diferentes respuestas: una heroica, en la que la vida sin gloria y sin fama no es vivible; otra poética, en la que se podría enunciar que la vida sin lo bello no es vivible y en la que también es posible encontrar una elaboración, en algunos casos incluso crítica, de lo que ha sido la respuesta heroica; por último, nos hallamos ante una respuesta filosófica, cuyo enunciado sería que la vida sin examen, la vida vivida irreflexivamente, no es vivible. Ahora bien, tomando en cuenta lo anterior, las alusiones al amor que encontramos en un texto como El Banquete, los discursos que en forma de elogio se pronuncian, beben de las tres posiciones que ante la consciencia de la finitud de la existencia, sintetizan cada una de las respuestas mencionadas. Y si bien, es la filosófica la que allí prima, es posible también reconocer de qué manera ella emerge intrincada a la tradición que constituyen las otras. Así, podemos entender la especificidad de la respuesta filosófica ante la captación trágica del mundo que constituyen los griegos como asumir una lucha permanente ante el no ser, del que quiere ser, siendo reflexivamente. Ahora bien, la reflexión del amor que nos ofrece Diotima, y que ha sido expuesta por Sócrates en el sexto elogio que se enuncia durante El Banquete es, precisamente, una bella muestra de la lucha que hemos mencionado, la lucha ante el no ser que asume quien quiere ser, siendo reflexivamente. Un discurso que desde el comienzo nos propone llegar al corazón mismo de eso que es el amor, antes de describir o elogiar sus múltiples efectos. Habíamos mencionado al comenzar que los elogios que se pueden componer al amor, se realizan desde diferentes perspectivas, cuando se toma como objeto de ellos al amado, pero que lo importante era distinguir cuando y desde dónde es que se elogia al amor. Si no es lo mismo elogiar al amor, que elogiar al amado o al amante. ¿Por qué ocurre con tanta insistencia que confundamos al amor con el amado? No se trata de una

«(...) asumir una lucha permanente ante el no ser, del que quiere ser, siendo reflexivamente.» no se trata de un simple error o de un descuido, sino precisamente algo que habla de la naturaleza del amor. Si Eros no es un dios como se ha supuesto en otros discursos de El Banquete y no lo es porque no participa de manera a priori ni de lo bueno, ni de lo bello, nos encontramos en una posición ante él que puede describirse con las siguientes preguntas: ¿qué puede ser aquello que participa de lo divino, sin ser dios, ni inmortal, pero tampoco mortal? ¿Qué puede ser algo que no es mortal, ni inmortal? ¿Qué relación diferente a una oposición excluyente puede haber entre lo inmortal y lo mortal? ¿Cómo accedemos a un pensamiento de lo contradictorio bajo una lógica que no sea la de la exclusión?. Que lo contradictorio coexista en el amor implica que dicha experiencia no está por principio destinada a lo bueno o a lo bello; pues asumiendo la posibilidad de lo contradictorio en ella, nos encontramos ante la posibilidad de componer armonías o discordancias. ¿Cómo es una armonía que no niega lo contradictorio? No se trata de una posición relativista en la que todo daría lo mismo, lejos de ello, hay el discurso de Sócrates y más exactamente en la filosofía de Platón el establecimiento de un ideal respecto al amor. Ahora bien, si ante el amor, no nos encontramos con una garantía de que nos aguarde de antemano lo bueno y lo bello, ¿cuál es la relación que ambas cosas sostienen con dicha experiencia? Tendríamos que convenir nuevamente en que es posible hacer una diferencia entre querer lo bueno y

4


La conversación del miércoles Ciclo 2013: La pareja: incertidumbres modernas de esta relación estar lleno, pleno, completo. ¿Cómo conseguir, entonces, permanecer siempre en un estado de querer lo bueno y lo bello en lugar de sentirnos permanentemente satisfechos de nosotros mismos y con ello nunca procurar lo que en realidad nos falta? “El que no cree estar necesitado, tampoco desea lo que no cree necesitar”, afirma Platón. Ciertamente, las más de las veces asociamos el amor con la plenitud, con la abundancia, con lo bueno y con lo bello. ¿Cómo entender entonces una reflexión sobre el amor como algo que expresa nuestra relación con la carencia, que es un compañero inseparable de la indigencia, en la medida en que no acumula? ¿Qué es lo que esto puede significar, hoy, en una sociedad que ahonda y encauza a adoptar dos respuestas ante la producción: la del consumo y la de la acumulación? Para comprender lo anterior, recuperemos una afirmación que se ha realizado en otras oportunidades, la afirmación de que es el amado la que pone de manifiesto el amor para el amante, y que esta experiencia que es especifica dentro del universo de nuestras afecciones y relaciones con los otros, puede muy bien singularizarse cuando comprobamos lo insufrible que resulta la vergüenza y el deshonor ante el amado, cuando se las compara con aquellas sentidas ante aquellos con los que compartimos relaciones filiales o fraternales, de esta manera el amor se sitúa y sitúa al amante en esa paradoja de que “lo que consigue siempre se le escurre de las manos, de modo que nunca esta privado de recursos, sin que esto quiera decir que alguna vez llegará a ser rico.” Si es el amado el que pone de manifiesto para el amante la existencia del amor, no es extraña la confusión en la que cae el amante y que le dificulta distinguir entre amor y amado, cuya frecuencia se debe precisamente a que sea en presencia del amado que se manifiesta para cada uno que es esto especifico que es el amor, y eso especifico que es él ante el amor. El querer lo bueno y lo bello, el querer atraparlo, el entender que atrapándolo se le pierde, se constituye muchas veces en la experiencia del amor, una que se afirma en la tendencia a querer atraparlo y a entenderlo como aquello que al fin nos completa y que afirma locamente un querer permanecer en la plenitud y en la dicha que significa para nosotros el amado. El amado como una manifestación de lo bueno y de lo bello que nos hace prolíficos en discursos sobre lo bello y bueno del amado, hace brillar también nuestro ser, resaltando nuestro

lo bello, que creer tener lo bueno y lo bello. Pues sólo hay posibilidad de sostenerse en un querer lo bueno y lo bello, de sostenerse en la experiencia del amor, cuando uno se reconoce en una carencia respecto a ambas cosas, es decir, no cree uno que ya en sí misma las posee. Otro tanto podríamos decir en relación a la posición que guarda Eros ante la sabiduría y la ignorancia: lo sabio se encuentra asociado en este discurso a la divinidad, valga decir, a lo que es. Y la ignorancia al que cree que ya es, al que se sostiene en un estado de llenura que impide la búsqueda y la pregunta, pues, ¿cómo llegar alguna vez a saber de lo bueno y de lo bello, encontrarlo, si se cree que ya se tiene? Pero la experiencia amorosa en esta complejidad no es muy dada a ocurrir. ¿Cuándo es más susceptible de que acaezca el amor? ¿Cuando uno se encuentra ante él como ante algo que permanentemente incita a la búsqueda, o cuando se cree que por haberle reconocido se posee de una vez y para siempre? Esto último en el sentido que hemos recobrado para el término ignorancia, implicaría

CINE EN CONVERSACIÓN: «LA PAREJA: INCERTIDUMBRES MODERNAS DE ESTA RELACIÓN» Libertad guiando al pueblo [fragmento] - Eugène Delacroix La Humanidad - Cristina Alejos Cañada

Todos los sábados siguientes a la conferencia central se realizará la proyección de una película en referencia al tema tratado. Quedan invitados e invitados a disfrutar de nuestro espacio Cine en conversación. Sábados, 5 p.m. en la sede de la Corporación Cultural Estanislao Zuleta.

5


La conversación del miércoles Ciclo 2013: La pareja: incertidumbres modernas de esta relación

El Banquete de Platón - Anselm Feuerbach

narcisismo y construir así un querer retener lo que se ha manifestado como experiencia de lo bello y de lo bueno. ¿Qué es lo que se pretende con dicha retención? distinto a pretender que lo bueno y La Humanidad -Nada Cristina Alejos Cañada lo bello que se ha manifestado, que la dicha que nos ha otorgado, perdure y se quede con nosotros. En este querer retener actuamos tal y como si fuera posible poseer la felicidad. Es precisamente ante esta tendencia que se nos presenta como una propuesta muy dura, aquella que comporta un discurso filosófico como el de Platón, pues el principio que rige al amor, aquel que ha sido identificado a su vez con un principio del honor y del deshonor, de lo virtuoso y de lo deshonroso, es el de la creación. Correr el riesgo de transformarse es propio de quienes asumen la experiencia amorosa; así, si “amar es dar lo que no se tiene a quien no se es” este —el amor— nos pone en la ruta que permite adoptar una posición que es la de crear y transformarse, dar lo que no se tiene, implica aceptar el reto de no ceder ante la tendencia de retener, de asumir frente al otro algo que se pueda poseer, aún cuando advenga la confusión; y darlo a quien no se es, a su vez, implicaría el no suponer como un dato invariable al amado.

Si el querer, como hemos afirmado, implica carencia, nuestra pregunta siempre actual sería: ¿cuál es la posición que guardamos los humanos ante la carencia, ante lo que siempre se escurre de las manos? ¿Cómo somos ante la manifestación de la carencia que somos, ante el no ser todo, ante la consciencia de la finitud de nuestras existencias? La confusión frecuente ente el amado y el amor, se deriva de que es ante el amado cuando se manifiesta para nosotros la relación que guardamos con la carencia, la relación que guardamos con el querer. Pues ante una experiencia suprema como puede ser la del amor, nuestra tendencia es la de creer atraparlo, y por esta vía a un peligro: seguir creyendo en el mito de andrógino: que nuestro amado es aquel que me completa, valga decir, aquel que me hace total. Un querer que en presencia del amado pueda creerse, pero que en su ausencia nos deja ante nuestra propia fragilidad.

*

Este escrito fue realizado a partir de la transcripción de la conferencia dictada por Isabel Salazar en el grupo de estudio de La Conversación del miércoles. Es entonces producto de la palabra oral y de lo que significa su conversión a la palabra escrito, por tanto es necesario considerar esta forma al ser leído.

6


La conversación del Miércoles Ciclo 2013: La pareja: incertidumbres modernas de esta relación Grupo de estudio

Discusión Miércoles 27 de febrero de 2013 Auditorio CorpoZULETA

N

uestra discusión comenzó con el reconocimiento de una angustia latente: la pregunta por el amor en términos de su relación con la sociedad, con la historia concreta de un sujeto en el mundo, con el contexto que una época ofrece para su realización y, siempre presente, su relación con muerte. Un asistente lo dijo más o menos de esta forma: delinear eso que llamamos amor no puede estar aislado de las preguntas que nos hacíamos el mes pasado: ¿qué es el amor?, ¿cómo nos lo presenta esta época?, ¿cómo lo renovamos?, ¿cómo lo actualizamos?, ¿cómo impedimos su destrucción? Sabemos que mucho se ha dicho ya sobre el amor, pero he aquí un asunto curioso, y que

algo estructural al ser humano, o por lo menos la capacidad de amar? Dicho en otras palabras, ¿se puede considerar al amor (más allá de las variaciones que ostente en función de su contexto) como algo constitutivo, característico de la vida humana? El amor es una forma de darle un sentido a la vida, lo incita a la búsqueda, es una puerta que se abre, la posibilidad de hacer una historia. La expositora toma la palabra y agrega otro tanto a tal idea: nuestra experiencia del amor es algo estructural, es diferente a decir que el amor como tal lo es; en el amor se pone de manifiesto lo que somos, habla nuestra estructura subjetiva y de las valoraciones, concreciones e ideales de una época, no sobre una estructura de lo humano. Justamente sobre esto último escuchamos una interesante pregunta: ¿qué significa un amor fallido? Supongamos que alguien ama a otro y no media entre ellos una reciprocidad, es decir, la puerta a un encuentro de esos dos seres permanece cerrada. No hay historia posible para los dos pero, ¿podemos decir que una persona puede hacer una historia propia a propósito de ese sentimiento que despliega hacia otro y que no encuentra correspondencia? ¿Se define esto como una experiencia amorosa? De lo enunciado en nuestra reunión se avanzó lo siguiente: la enunciación no es una garantía de logro o de historia. El amor fallido es una tragedia pues el amor ha logrado un lugar en uno pero no en otro, con lo cual el panorama que se plantea es la angustia y la imposibilidad. Pues bien, estas, entre muchas otras ideas, preguntas y reflexiones circularon en nuestro grupo de estudio, que ha sabido llevar la continuidad de este circuito del pensamiento que es La conversación del miércoles. Grupo de estudio, conferencia central, tertulia y boletín virtual son los cuatro momentos de este proyecto de formación ciudadana, y cuyos audios pueden encontrar en la página de la corporación:

«¿es el amor algo estructural al ser humano?» renueva la seguridad de enunciar que para la vida no hay fórmulas construidas: a la reflexión sobre el amor nunca se ha puesto el punto final. También sabemos reconocer que no es anodino tener como texto de referencia unas palabras enunciadas hace más de dos mil años en la Grecia Antigua, pues, como aseguró alguien, “se ha dicho mucho del amor, sí, pero nunca nadie ha dicho algo tan profundo como Platón”. Así las cosas, nuestra conversación logro construir puentes interesantes entre lo dicho en El Banquete y lo que cada uno podía reflexionar hoy en día sobre ese tema siempre inasible, ríspido e inmortal: el amor. Éste se puede pensar como una experiencia que se vive subjetivamente, pero también se puede ligar a la sociedad en tanto sus concreciones y posibilidades están enmarcadas en el contexto de una época particular. Dicho esto, es posible afirmar que mucho ha cambiado en la forma en que los sujetos se relacionan entre sí respecto a la Grecia Antigua; sin embargo —parafraseando una pregunta lanzada a la conversación— ¿no podemos hablar del amor como

http://www.corpozuleta.org/formacion-57/cm/ ¡Hasta una próxima ocasión!

Vincent Restrepo Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA

7


La conversación del Miércoles Ciclo 2013: La pareja: incertidumbres modernas de esta relación Conferencia central Miércoles 6 de marzo de 2013 Auditorio Comfama San Ignacio

¿DE QUÉ AMOR HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DEL AMOR?

Muerte de Francesca de Rimini y Paolo Malatesta - Alexandre Cabanel

I a todos sabemos que la palabra “amor” es equívoca, en tanto ella nombra una gama muy amplia de experiencias afectivas perfectamente diferenciables. Hablamos así de amor filial, amor fraterno, amor paterno y materno, amor por los amigos, amor por el conocimiento, amor por el país, en fin, que la lista puede alargarse bastante más. Dejaré, sin embargo, todas estas acepciones del término y aludiré exclusivamente a esa modalidad del amor que adjetivamos como “apasionado”. Hablar del

amor en tanto pasión para nada desacredita esa otra forma que suele reinar entre las parejas y que se puede nombrar como amor “normal” o amor “cariñoso”, pero lo que sí quiero refrendar es el hecho de ser la pasión amorosa una realidad en el orden de los afectos que expresa para el sujeto una fuerza y unos efectos que para nada se asemejan al estado calmo e inercial que suele gobernar, por lo general, a las parejas instituidas matrimonialmente. En tanto acontecimiento profundamente conmovedor, el amor apasionado es una experiencia

Y

8


La conversación del miércoles Ciclo 2013: La pareja: incertidumbres modernas de esta relación

inusual, siendo lo normal en la vida de todos el andar desenamorados, incluso y mucho más de lo que se suele reconocer, en la pareja establecida. Lo común es que las parejas pierdan el trazo de la pasión y deriven, en el mejor de los casos, a vínculos caracterizados simplemente por la ternura y la calidez, sin que esto se pueda considerar, a la manera como en plan consolador hacen algunas psicologías, consecuencia de las “etapas de maduración” del amor. Ya lo he planteado en otro lugar: este “etapismo” que algunos psicólogos pretenden presentar como proceso natural del amor, no va más allá de ser un simple consuelo y una triste invitación a la resignación ante la muerte de la pasión. Pero el asunto relativo a si una pasión amorosa es perpetuable o, por el contrario, está fatalmente condenada a su extinción, no es el que le corresponde abordar a estos renglones, razón por la cual he de dejarlo para otra oportunidad. El conocimiento de lo que es la pasión amorosa se encuentra en nuestros días asediado por tres graves peligros: 1. La desidia de gran parte de la gente para (pre)ocuparse de tomarlo en serio y cavilar sobre él, fundamentándolo racionalmente. No deja de ser curioso, y lamentable, ese rasgo nuestro, tan acentuado en nuestra época, por el cual no gustamos de atender, y menos gustamos de pensar, lo esencial que nos constituye, lo que explica que frente, por ejemplo, a asuntos como la muerte, la soledad, la angustia, la sexualidad, la amistad, la paternidad, la sociedad, la guerra, el amor, etc., nos desenvolvamos en la vida irreflexivamente y equipados más bien con una carga de prejuicios, dichos y lugares comunes. Hoy más que nunca se corrobora que el ser humano no ama la verdad y que prefiere vivir en las tinieblas de la ignorancia. 2. El dogmatismo de los científicos, pues aunque suene raro, la ciencia, diría mejor algunos científicos, se yerguen como amenaza para el conocimiento de lo humano y lo social al pretender constituirlos en objetos matematizables y, por tanto, regularizables y predecibles. Desde Galileo se entiende por ciencia sólo aquello que puede ser registrado en lenguaje matemático y puede en consecuencia estar por fuera de la multiplicidad interpretativa. Decir ciencia es lo que se puede formular como matema, es decir, lo que se puede consignar de manera inequívoca, pero no es la ciencia

la única expresión del rigor y la exhaustividad, cosa que queda probada por los saberes humanos y sociales, pues ni lo humano ni lo social son matematizables, pero sí son susceptibles de conocimientos rigurosos y exhaustivos. No hay ciencia del amor, y esa pretensión de algunos de “explicar” este complejo sentimiento acudiendo a la neurología, a la genética o a las disposiciones hormonales del individuo, no son sino testimonio de un grave extravío epistemológico, pues quienes así piensan confunden dos cosas bien distintas: las condiciones para que algo se dé con las determinaciones que operan como causas para que el fenómeno acontezca. Es claro que para yo amar requiero ser un individuo vivo y que goza de las posibilidades biológicas que me sostengan en pie y me permitan desplegar una existencia, pero el hecho de yo amar o dejar de amar a esa mujer precisa y puntual, a esa y no a otra, no es asunto imputable a mi dispositivo neural, a mi configuración genética o a mi organización hormonal, sino que está determinado por los rasgos peculiares que han determinado el tipo de sujeto que soy y la singularidad que me constituye. Ni las neuronas ni los genes ni las hormonas determinan el amor o desamor que me embarga, pues esto es

«(...) no hay “ciencia del amor”» potestativo de la estructuración histórica de mi subjetividad. De ahí que sostenga que un peligro para el conocimiento del amor en nuestra época es esa arrogancia, nacida de la ignorancia, que ostentan muchos científicos, tras de cuyo discurso pretendidamente objetivo, no se esconde sino la confusión originada en su incapacidad para entender que lo propio del ser humano es su condición de ser-dellenguaje. A este respecto, quienes con aire de suficiencia pretenden explicar el amor en gracia a neuronas, genes u hormonas, actúan como aquel que insatisfecho con la programación de televisión que recibe llama al técnico de televisores para que le

9


La conversación del miércoles Ciclo 2013: La pareja: incertidumbres modernas de esta relación

Conferencia Central de La conversación del miércoles

explique y le resuelva su insatisfacción. Lo que no entiende quien así actúa es que con el mismo “aparato” podría presentarse esto o aquello, estando radicada la diferencia, más bien, en el entramado de experiencias que han definido el juego de posibilidades, opciones y decisiones del sujeto comprometido en ello. No entender esto es lo que explica ese dogmatismo contemporáneo de algunos científicos que extrapolan su saber de los dominios en los cuales ha demostrado ser válido, llevándolo a otros –en este caso los humanos y sociales— para postular en éstos de forma dogmática los conceptos, teorías, modelos y proposiciones que dieron a luz en función de objetos matematizables. 3.El ilusionismo de las tecnologías propio de discursos en boga como los de la superación personal, la autoestima, la autoayuda, la orientación personal, etc., verdadera catarata de fórmulas para vivir y de recetarios para hacer la existencia, tanto más alejados del pensamiento cuanto más bonachonamente consejeriles se ofrecen. Correspondiéndose con lo que decía en el primer numeral respecto a esa característica que en la actualidad nos signa —la renuencia a pensar y a tomar la vida en serio—, los vacíos, angustias y sinsentidos que siempre nos están abrumando se busca paliarlos con “expertos” del afecto y con “especialistas” del ser, los que no dejan de presentarse y ofrecerse como “orientadores” y “conductores” de todos aquellos que están extraviados y no atinan a encontrar la senda de la buena vida. El amor, sus dolores y dificultades es terreno abonado para estos neopredicadores que con faz bondadosa transfieren la ilusión de que el buen destino amoroso está asegurado siempre y cuando se

10

aplique en ello propósito y voluntad y, sobre todo, se atiendan las reglas y prescripciones que ellos enuncian. En una época renuente a pensar, este tipo de promotores de una “dietética” del amor vienen a jugar el papel de tecnólogos del sentimiento, alimentando en las personas la ilusión de que si se aplica las debidas técnicas procedimentales llegará a buen puerto en materia afectiva. Lo que sigue siendo muy difícil, pero sobre lo que hay que seguir insistiendo, es que el amor, como en general todo lo concerniente a lo humano, no es asunto ni de ciencia ni de técnica, es asunto, más bien, de arte. Para evitar malentendidos sobre esta afirmación, vale la pena decir que lo humano y lo social, en lo que obviamente queda incluido el amor, son objetos de saberes rigurosos y exhaustivos que hoy trabajan sobre ellos, tales como la filosofía, la historia, la antropología, la sociología, el psicoanálisis, la literatura, etc., pero siendo saberes que reconocen que su objeto es elusivo y no permite fórmulas categóricas e indiscutibles, por lo cual lo abordan y lo tratan como lo que es: una obra de lenguaje, valga decir, un asunto más para la aproximación elíptica del arte que para la fórmula científica o la prescripción técnica. II Circunscribiéndome, ahora, al amor como un objeto en sí, se puede señalar una fenomenología característica de este sentimiento. En primer lugar, el amor representa un embargamiento del yo, es decir, la experiencia amorosa le permite al sujeto salir de la cárcel de su yo y arriesgarse en campo abierto a vivir lo más esencial de sí en persona interpuesta. La conmoción que representa el amor se traduce en formas inusuales de vivenciar el tiempo y el espacio, de la misma manera que afecta las conductas del enamorado. Quien ama alcanza la experiencia de vivir fuera de sí, en otro, haciendo de todo lo del otro algo suyo y decisivo. Amar es vivir en otro o, a la inversa, es lograr que otro viva en uno, cosa que no es de poca monta en un tiempo en el que el cerrero


La conversación del miércoles Ciclo 2013: La pareja: incertidumbres modernas de esta relación individualismo burgués destina a que cada uno viva blindado en su yo. En tanto rompe la coraza de nuestro yo, el amor pone en juego una entrega de sí, lo cual no quiere decir una rendición de sí; también implica la condición de una relativa dependencia, pues a partir de él la dicha o la desdicha dependen en gran medida del otro, pero esa dependencia es algo por completo distinto a servidumbre; de igual manera, el amor nos hace vulnerables, dado que el otro nos afecta de manera sensible, incluyendo la posibilidad de herirnos en lo más hondo de nuestro ser, advirtiendo, no obstante, que esta ineludible vulnerabilidad no equivale a debilidad. En fin, un amante es un ser temerario y aventurado, que ha salido de sí, arriesgando, con la esperanza de llegar a ser y a realizar lo que siente como lo más propio.

«Amar es aceptar el riesgo de vivir...» gozar con la presencia y la presentación del otro ante su mirada, esto es, que el mero recorte de la figura del amado en el horizonte de su visión ya depara un elevado monto de dicha, cosa que conviene resaltar, pues en general la inmensa mayoría de los seres humanos no nos suscitan un efecto especial con su presencia o su ausencia; la segunda dicha la proporciona la palabra, muy en especial la que cobra forma de conversación, ya que ella constituye la percepción más lograda y la cercanía mejor alcanzada con respecto al ser del amado, siendo ésta la razón por la que quienes se aman gozan tanto de entrelazarse con palabras; la última dicha, de más está decirlo, es la del erotismo, ya que el goce sexual alcanza un plus de intensidad cuando el cuerpo que lo depara está sobrevalorado por el amor, lo que explica el error de los que piensan que la sensualidad humana es un asunto de terminales nerviosas, pues simple y llanamente no es el mismo goce el que ofrece besar a un ser amado que el ofrece besar alguien que no tiene para nosotros esa sobrevaloración que implica el amor.

Así pues, amar es aceptar el riesgo de vivir, cada que amamos de verdad arrojamos nuestra existencia por la senda de la incertidumbre, siendo la contraprestación de ello que el amor nos regale la reafirmación de la vida y el deseo de vivir. Prueba de ello es el aliento que nos da para avanzar en la perspectiva de un perfeccionamiento de sí que permita la aprobación por parte del ser amado, de la misma manera que nos dispone a una actitud re-creadora de lo que somos y del mundo sobre el que intervenimos. Vivencia extraña e inusual, el amor equivale a una sobre-estimación del objeto, el cual cobra calidades especiales a los ojos del amante, al punto que éste, cual si padeciera de una hipertrofia en su mirada, no deja de reconocer rasgos cautivantes en su amado que, sin embargo, pasan desapercibidos para los demás. Quien ama delira al ser amado, en tanto aquél ve y valora en éste lo que nadie más percibe y reconoce, todo ello con un grado de certeza indiscutible que sitúa la experiencia en el rango de lo que es racionalmente indemostrable para el amante, pero también irrefutable racionalmente por parte de los demás. Por eso, paradójicamente, el amor, que es un anhelo de continuidad y aproximación al otro, produce un efecto de soledad, en tanto el amante percibe que nadie más en el mundo logra calar y comprender el sentimiento que a él lo posee. No sobra repetir que estar enamorado es disponer de tres dichas excepcionales, las cuales, todo hay que decirlo, pueden bascular hacia su contrario: desdichas también excepcionales. Sabemos que tres son las dichas que acarrea el amor para el amante: la de

Si toda verdadera pasión amorosa se perfila siempre contra el fondo de la incertidumbre, de tal manera que el concepto de seguridad absoluta es lo más contrario al amor, también es cierto que desde lo más hondo de sí prende siempre en el amante el anhelo de que ese sentimiento que lo posee sea perpetuo. Nadie ama de verdad a tiempo finito y si alguien, para decirlo un poco en términos de Nietzsche, no puede suponer que con el ser que está apostaría todo el tiempo de su vida, entonces que diga que lo aprecia o lo quiere, pero no que lo ama. Amar lleva consigo la esperanza de una renovación perpetua del mismo sentimiento. Lo que no deja de ser llamativo es que todo verdadero amor se vive no sólo desde el anhelo de su perpetuidad, sino como único e insustituible, pero cuando el fracaso se cierne sobre él, tras el tiempo de

11


La conversación del miércoles Ciclo 2013: La pareja: incertidumbres modernas de esta relación dolor por la pérdida del ser amado, queda abierto un campo que puede venir a ser ocupado por un nuevo amor, tan verdadero, único e irreemplazable como el anterior. Es como si el tiempo en el que se experimentara este amor impidiera llegar a concebirlo como inexistente algún día, pero en cuanto se ha pasado el viacrucis de su pérdida la aparición de otro amor reedita las mismas valoraciones del anterior con respecto a su perpetuación y a su condición de único e irreemplazable. En consecuencia, la historia de cada cual está sembrada de esos hitos que fueron, cada uno en su momento, el amor verdadero. Somos, también, la serie de nuestros amores verdaderos. No obstante, esto no se puede entender como si todos esos amores fueran idénticos, pues aunque existe lo que se pudiera llamar una “ley de composición” de la serie de nuestros amores, que nos indica que algo de común hay entre ellos, también es cierto que cada uno guarda su propia marca de diferencia, pues estuvo inscrito en un momento particular de nuestra historia y trajo consigo características singulares. Todo amor de verdad es una huella indeleble que ha impregnado nuestro camino en la vida, razón por la cual no sólo cuesta su pérdida, sino que se hace inolvidable y se constituye en presente permanente, en tanto está cristalizado en lo que somos en la actualidad. De ahí que la huella de esos amores, con tal de que el otro no nos haya decepcionado y devenido en fiasco, la guardamos con gratitud, incluso aunque nos haya

costado o nos siga costando algún monto de dolor. Es como dice Pedro Salinas: “No quiero que te vayas,/ dolor, última forma/ de amar. Me estoy sintiendo/ vivir cuando me dueles/ no en ti, ni aquí, más lejos:/en la tierra, en el año/ de donde vienes tú,/en el amor con ella/ y todo lo que fue (…)” III ¿Por qué la gente, por lo menos en nuestra cultura, tiende a juntarse como pareja? ¿Qué lleva a las personas a hacer o a buscar un enlace con otro, con el cual avanzar, en algunos aspectos esenciales, por una senda común? Dos respuestas se pueden ofrecer a estas preguntas. La primera concierne con el lugar de la muerte en nuestro ser y, en particular, con la angustia de morir. Aunque parezca paradójico el empuje a enlazarnos con otro puede provenir del sentimiento de fragilidad, vulnerabilidad y desamparo en el que nos sitúa la conciencia de ser seres destinados a morir. Mucha gente se une a otro a quien valora y quiere porque constituye un respaldo, un apoyo y una compañía frente a la condición menesterosa que nos signa. Pero una segunda manera de responder a las preguntas antedichas es diciendo que nos ligamos de forma esencial a otro desde nuestro anhelo de ser, es decir, porque el vínculo con él abre en nosotros la promesa de una realización de sí. Un otro, definido y particular, se nos presenta en el mundo

Rough Sea at Etretat - Claude Monet

12


La conversación del miércoles Ciclo 2013: La pareja: incertidumbres modernas de esta relación como causa que despliega las potencias de nuestro ser, esperanzándonos en haber encontrado a alguien que resuelve una falta en ser que arrastrábamos con nosotros. En consecuencia con todo lo anterior, se puede decir que la inmensa mayoría de las parejas se ligan por la demanda de una compañía que permita sostener la ilusión de superar la soledad en que nos sume nuestro destino mortal, configurando así lo que se puede llamar un amor-compañía, en tanto, y seguramente en número sensiblemente menor, otros hacen lazo de dos apostados a la esperanza de ser y jugados al amor-pasión. En esta línea de argumentación se puede afirmar que quienes hacen una pareja regida por el amor-compañía rinden a favor de la seguridad el anhelo de ser, en tanto que los arrojados al amor-pasión subordinan la certeza de estar seguros a la promesa de realizar y consumar inéditas dimensiones de sí.

que se despliegan en el seno de una historia social y cultural específica.

De lo anterior se deriva que quienes no quieren satisfacerse con esas explicaciones que sólo caricaturizan a la genética, a la neurología o a la fisiología, saben que es en los dominios ya citados, el de la filosofía, la historia, la antropología, la sociología, el psicoanálisis, la literatura y la poesía, donde ha de abrevarse acerca del siempre asombroso y desconcertante sentimiento amoroso. Pero, ¡atención!, no he dicho que la genética, la neurología o la fisiología sean una caricatura, sino que las caricaturizan quienes las usan a la ligera para pretender explicar lo que no cae dentro del respectivo campo epistémico en el cual cada una de ellas ha demostrado su pertinencia y validez. Es como la caricatura que haría de la química quien pretendiera con ella explicar la función Contrario a lo que supone económica del oro como dinero la arrogante dogmática cien«(...) como la caricatura o como la caricatura que haría de tificista que hoy por hoy hace que haría de la química la física quien pretendiera carrera, no hay universales para el quien pretendiera con ella explicar la belleza de una amor, cosa que se puede constatar catedral gótica por las leyes de la por el simple reconocimiento de explicar la función gravedad. No se trata de negar el la singularidad de cada expeeconómica del oro como valor y la importancia de las riencia de amor pasional, singuciencias mencionadas sino, para laridad que pone en juego al dinero.» decirlo coloquialmente, “zapasujeto en relación a un objeto tero a tus zapatos”, que es tanto como decir “saberes a particular y específico. ¿Por qué yo amo a este ser y no vuestros dominios”. Así como la química no explica el a otro? ¿Por qué dejo de amar a quien tanto amé? ¿Por dinero o como la física no explica la arquitectura –y qué puedo amar a quien no me ama? ¿Por qué puedo con ello no se niegan ni la química ni la física, sino que ser amado por quien no amo? Difícil la tienen quienes se rechaza su inapropiada utilización en dominios que piensan que al amor lo explican las neuronas, los no son los suyos-, ocurre también quela neurología, la genes o las hormonas para explicar por qué entre la genética o la fisiología sacadas de su propio contexto muchedumbre de personas con las que entramos en epistémico sólo siembran confusión y error cuando se contacto a lo largo de nuestra vida, sólo excepciotrata de explicarnos, por ejemplo, un fenómeno como nalmente alcanzamos la experiencia de amar siempre el amor. Igual que el oro en tanto dinero no le en relación a un alguien específico y diferenciado. corresponde a la química sino a la economía o igual Desde ese paradigma cientificista no se podrá que la belleza de la catedral no la explica la física sino tampoco responder a por qué acaece ese extraño hecho la arquitectura, tampoco es la biología la que da cuenta de dejar de amar a quien otrora amábamos del amor (o de la sexualidad, para extender el caso), apasionadamente. No está en la biología la sino que le concierne a los saberes humanos y sociales explicación de la singularidad del acontecimiento arriba mencionados tratar de descifrar, hasta donde amoroso, como tampoco está en ella la causa del sea posible, este enigmático sentimiento, saberes que, desvanecimiento del singular estado que es el amor, hay que reiterarlo, disponen de sus propias formas de pues el origen y la desaparición del amor antes que rigor, exhaustividad y validación de las proposiciones estar “indicados” por los susodichos genes, neuronas que enuncian. Es muy simple: la verdad no se dice sólo u hormonas, están determinados por los avatares del en clave matemática y los objetos del conocimiento no sujeto y su historia personal, sujeto e historia propia

13


La conversación del miércoles Ciclo 2013: La pareja: incertidumbres modernas de esta relación son todos matematizables. Pensar lo contrario es incurrir en un lamentable reduccionismo y en una dogmática falsificación de la ciencia. IV Entonces, ¿qué es el amor? Pregunta de fácil enunciación y, sin embargo, cuán difícil es tratar de responderla. A esta tarea se han aplicado durante siglos los mejores esfuerzos de esos importantes saberes humanos y sociales ya mencionados, saberes que, evidentemente, no simplifican el problema sino que lo toman en toda la envergadura de su complejidad, muy al contrario de lo que hacen las psicologías de la autoestima y la superación personal con sus recetarios simplistas, recetarios con los cuales se engañan, pues lo simple no es el amor sino las explicaciones que a este respecto ofrecen. Por esto, porque el amor es un sentimiento muy complejo, ningún gran pensador ha pretendido reducirlo a fórmulas, y menos a consejos, sino que, por el contrario, nos han puesto de cara a la obligación de pensar en clave personal un asunto tan crucial para nuestra existencia. Un gran pensador no nos dice “el amor es sencillo y yo os explicaré qué y cómo debéis hacer con él”, sino que nos advierte “el amor es más difícil de lo que os imagináis y yo os trataré de mostrar la gama de su complejidad, para que cada cual construya por cuenta suya y a riesgo propio la mejor salida que le sea posible”. Mientras los recetadores del amor se desbordan en respuestas sobre cómo proceder con él, los grandes pensadores, simplemente, desentrañan para nosotros las piezas y la trama de preguntas que subyacen al nacimiento y despliegue de este sentimiento, dejando a cada uno el reto de construir con esos elementos de juicio una respuesta propia. Los saberes humanos serios y rigurosos no están hechos para simplificarnos las cosas sino, por el contrario, para mostrarnos que la riqueza maravillosa de la vida es correlativa a la complejidad de la misma, así como nos enseñan que no es en la facilidad de nuestro ser sino en su dificultad donde radica la riqueza de nuestra experiencia vital. Tomemos como muestra un botón. Acudamos a ese texto que desde hace dos mil quinientos años ha dialogado a propósito del amor con todas las generaciones que lo han sucedido, sin que nunca haya dejado de hacer lo que le compete a todo gran texto: Giorgio de Chirico - Hector and Andromache

14


La conversación del miércoles Ciclo 2013: La pareja: incertidumbres modernas de esta relación inquietarnos, quitarnos las respuestas fáciles y las seguridades tontas. Me refiero al hermosísimo y profundo diálogo de Platón titulado “El banquete o del amor”. En él el pensador griego presenta siete discursantes que versan sobre este sentimiento, sin que ninguno lo agote a plenitud y sin que se concluya con una especie de síntesis que conjugaría armoniosamente los diversos puntos de vista expuestos. Lo inquietante, diría incluso lo angustiante, de este diálogo es que todos los que hablan dicen algo que en parte es verdadero sin que ninguno dé cuenta de una explicación suficiente, sin que al cabo se integren las interpretaciones como piezas de un rompecabezas por fin armado, sin que nadie pueda reclamarse dueño de la palabra “toda” que agotaría la explicación del amor e, incluso, sin que las verdades parciales dejen de señalar afirmaciones que se pueden contraponer. En pocas palabras, Platón lo que nos recuerda es que el amor es más difícil de lo que creemos, pero que en esa dificultad estriba el color que le regala a nuestra vida.

agotar ni de lejos la mina inagotable de este diálogo, Fedro inicia recordando que el amor es el más viejo de los dioses, valga decir, traducido a nuestro vocabulario actual, que el amor es del orden de la estructura del sujeto y es correlativo a nuestra configuración como humanos, siendo una fuerza que nos impulsa a ponernos a la altura de nuestros ideales. Toma la palabra Pausanias y nos dice que el amor nos eleva a los goces más excelsos de lo espiritual, pero también nos depara la dicha de lo carnal. Para Erixímaco el amor aproxima lo diferente a lo diferente, articulándolos armónicamente, a la manera como en la música los tonos graves y agudos pueden configurar un resultado armónico. Por su parte Agatón, al contrario de lo que afirmó Fedro, advierte que el amor es el dios más joven, esto es, que el amor no envejece, lo que hace que bien puede ser una experiencia que habite a alguien de cuerpo envejecido. Pero también aporta que el amor es de esencia sutil, que ama lo bello y es hacedor de poetas, constituyendo un lazo social. Por su cuenta, Aristófanes ofrece el bello y sugestivo mito del castigo que Zeus inflige a los hombres por su arrogancia, castigo que consiste en partirlos por la mitad, de tal forma que habiendo sido las criaturas humanas esferas con una cabeza redonda, cuatro brazos, cuatro piernas y dos órganos genitales

Enunciado de manera sumaria y sin exonerar a nadie de la dicha de leer este prodigio de texto, los comensales de este banquete del pensamiento se suceden uno a otro aportándonos una perspectiva propia sobre el amor. Así, y repito que sin ánimo de

Próxima Conferencia:

15


La conversación del miércoles Ciclo 2013: La pareja: incertidumbres modernas de esta relación él creerá que es para provocar la risa, pero la imagen tendrá por objeto la verdad, no la burla. Pues en mi opinión es lo más parecido a esos silenos existentes en los talleres de escultura, que fabrican los artesanos con siringas o flautas en la mano y que, cuando se abren en dos mitades, aparecen con estatuas de Dioses en su interior”. Contentémonos, por el momento, sólo con esta imagen, con la cual el joven héroe griego nos dice que Sócrates, es decir, todo ser amado, no lo es en tanto lo que vemos ante nuestros ojos, sino en cuanto suponemos o imaginamos que en su interior hay algo divino, el agalma decían los griegos, que nos fascina y cautiva. Amamos a alguien porque, a partir de un divino detalle, le asignamos imaginariamente ser el portador de un tesoro encubierto desde donde se nos promete la plenitud. Por eso el amor es una acción de imaginarización por parte del amante que atribuye unas dotes especiales a un objeto, el cual, sin embargo, no es cualquier objeto pues debe a partir de un destello, un “divino detalle”, desatar la operación idealizadora que aquél realizará sobre él. En síntesis, amar es reencontrar el agalma, el tesoro perdido y supuesto en esa persona especial, y es disponerse a hacer una obra de lenguaje con ella.

(en algunos casos dos órganos de macho o dos de hembra, pero en otros uno de macho y uno de hembra), habida cuenta de la amputación que impone Zeus, los seres humanos pierden esa mitad de sí que desde entonces añoran reencontrar para recomponer la unidad pérdida, siendo el amor no otra cosa que la nostalgia por lo que se tuvo en algún momento y luego se perdió, pero que jubilosamente se puede volver a hallar. En la explicación de Aristófanes, como se colige, lo semejante se une a lo semejante. Cuando Sócrates toma la palabra lo primero que viene a decirnos es que lo que él sabe del amor –y dice que él no sabe sino del amor— lo ha aprendido de una mujer, de Diotima. De ésta él aprendió que el que desea –y el amor es un deseo— es porque le falta la cosa que desea, pues no se puede desear lo que se posee y, a la inversa, sólo se puede desear lo que no se está seguro de poseer. Para él el amor desea la belleza y la bondad, lo que quiere decir que no las posee. La enseñanza socrática es que el deseo es señal de una privación, pero también agrega que él es, simultáneamente, expresión de pobreza, en tanto el amante es un carente, y de abundancia, dado que el amor nos regala en exceso. Igualmente no deja de plantearnos que el amor, dado que no es ni ignorante ni sabio, pues ni rechaza el saber ni lo posee, es filósofo, esto es, ama el saber. Pero tampoco deja de mencionarnos que quien está habitado por el amor se sitúa en la posición de creador de la belleza, ya sea mediante el accionar del espíritu, ya sea mediante la expresión del cuerpo. Por último, bien embriagado, hace su inmortal ingreso Alcibíades, verdadero paradigma griego del joven bello y valeroso, quien, para nuestra sorpresa va a declarar su amor por el feo y viejo Sócrates. Lo que él destaca de éste son dos cosas: el dominio de sí mismo que posee y la belleza espiritual que lo caracteriza, doble rasgo de Sócrates que seduce a Alcibíades, pese a que su demanda de amor no encuentra la respuesta deseada en el anciano filósofo, con lo cual el hermoso joven nos recuerda que el amor es un sentimiento que puede darse, a diferencia de la amistad, en ausencia de reciprocidad.

Ahora, si el amor es un anhelo de ser, entonces el amor es una experiencia que se sitúa en la dimensión femenina, pues lo femenino se caracteriza por el goce de ser. Si bien femineidad y mujer no son sinónimos, siendo posible encontrar hombres abiertos al goce femenino o mujeres entregadas al goce masculino, lo que sí es cierto, por razones que no viene al caso detallar en este momento, es que las mujeres tendencialmente se dirigen al goce de ser, razón por la cual saben más del amor y gozan más con él que nosotros, los hombres, a quienes nos cuesta mucho saber amar, reduciéndonos, cuando mucho, a implementar el arte de saber ser amados. En esta disposición de la mujer, por vía del goce femenino, radican tres características que ellas resaltan en nuestro tiempo y que no pueden ser soslayadas: que las mujeres suelen ser más interesantes que los hombres, pues mientras nosotros nos rendimos a esa forma monótona del goce que es el poder, el cual suele quedar circunscrito a meros logros cuantitativos, ellas en tanto inclinadas al goce de ser, asumen la existencia como diversidad cualitativa, radicando en esto, también, una diferencia crucial que muestra que cuando los hombres se abren a la aventura no suelen ir

Empero, he querido poner aparte una crucial y luminosa indicación que hace Alcibíades y que será explorada agudamente por Jacques Lacan, indicación que en palabras del mismo Alcibíades dice así: “A Sócrates, señores, yo intentaré elogiarlo de la siguiente manera: por medio de dos imágenes. Quizás

16


La conversación del miércoles Ciclo 2013: La pareja: incertidumbres modernas de esta relación que, en tanto volcado al goce sobre su propio yo, es incapaz de amar, reduciendo su relación con el otro a tratar de ganar la veneración de éste. Pero quien le puede dar un lugar a la falta, se hace susceptible de esa experiencia excepcional que es el amor, la cual presentífica su singularidad subjetiva, no sólo en términos del fantasma que tipifica los objetos que lo pueden seducir, sino de la potencia de deseo que expresa y de la intensidad de goce que puede alcanzar. De otra parte, en tanto el amor no se fija sobre cualquier objeto, hay que considerar que aquel objeto excepcional, es decir, para nada común y corriente, es el que le desata al sujeto tres efectos: lo encanta como foco de fascinación, lo fija y lo detiene sobre él, obturando la deriva hacia otros objetos, y, al mismo tiempo, lo moviliza creativamente hacia él. De todas maneras, no está de más reiterar que el carácter específico y excepcional del objeto que suscita el amor no riñe con la afirmación de que ningún objeto, por excelso que sea, es “todo” para el sujeto. En todo caso, amar es el esplendoroso azar de encontrar un objeto fulgurante, haciendo posible detenerse sobre él para llevar adelante el trabajo del deseo, que no es otro que el de forjar una obra de lenguaje. Diciéndolo sintéticamente, esta es la secuencia de la experiencia amorosa: Divino detalle-Tesoro oculto en la persona y tesoro que nos concierne- Logro de la reciprocidadObra de lenguaje. El acontecimiento amoroso sitúa dos posiciones: la del amante, en tanto ser en falta, y la del amado, supuesto allí en tanto está llamado a suplir la falta. Son dos posiciones diferentes y desiguales en términos del deseo y del poder, pero a partir de las cuales el amante emprende la tarea de la seducción, que no es otra que la puesta en marcha de una operación metafórica por la cual, mediante el develamiento de la respectiva falta en el amado, el amante consigue devenir amado y el amado se ve impelido a devenir amante. Pero, como dije más arriba, el amor que se siente por alguien no garantiza la conquista de la reciprocidad de éste, no

más allá de un arriesgar por incrementar el poder, mientras que la mujer al arrojarse fuera de sí lo hace como una aventura del ser, tal como, no gratuitamente, nos lo muestran esas tres inmensas mujeres que nos fueron develadas por la literatura del siglo XIX: me refiero a Emma Bovary, a Madame de Renal y a Ana Karenina, mujeres antes las cuales palidecen por su pobreza sus respectivos partenaires amorosos; la segunda característica atañe al hecho de que las mujeres, hoy por hoy, son las guardianas y albaceas de lo más esencial del ser humano: el lenguaje o, si se quiere ser más preciso, los lenguajes, lo que explica por qué el estatuto simbólico que la mujer le asigna a su obrar y al vínculo con el hombre o con la otra mujer y por qué la importancia que le da a temas que el hombre trivializa tales como el campo de los sentimientos y el ámbito de la palabra; la tercera apunta a señalar el plus de erotismo que testimonia la mujer dado que, si el hombre deslinda la sexualidad del amor, la mujer vincula estas dos experiencias, consiguiendo con ello que el cuerpo, al estar investido por el sentimiento, sea dador de un goce mucho más elevado, intenso y pleno que el que, como en el caso de los hombres, depara el mero cuerpo devenido anatomía y fisiología.

V Una condición imprescindible para amar es reconocer y confesar(se) la falta que nos constituye y el requerimiento del otro que se nos impone. La imagen de un narciso absoluto equivale a la de alguien

17


La conversación del miércoles Ciclo 2013: La pareja: incertidumbres modernas de esta relación

Joan Miró. Man and Woman in Front of a Pile of Excrement. (Fragmento)

simultáneamente, en el otro se ama el ideal del yo, esto es, el otro objetiva lo que uno no es pero aspira a ser según una anhelo de perfectibilidad de sí, abriéndose así el amor a la dinámica de la invención. Amamos, con amor compañeril, como decía al comienzo, a quien nos protege y nos ampara, pero amamos con amor pasional a quien, al mismo tiempo, nos refleja lo que somos, nos impulsa a lo que queremos ser y nos ayuda a descifrar nuestras verdades más hondas e íntimas, permitiéndonos hacerlas soportables. Puestos aquí a la altura de la pasión amorosa, la pregunta subsecuente es ¿cómo no asistir al agotamiento de esa pasión y cómo conseguir que ella trascienda lo efímero y permita forjar una historia compartida? Pero esta es una pregunta que ha de quedar pendiente para otra oportunidad, aunque se puede anticipar, para nuestro desconsuelo, que la pasión en los tiempos largos casi siempre pierde su lucha, tal como no nos lo deja olvidar Pedro Salinas: “¿Serás, amor,/ una largo adiós que no se acaba?/ Vivir, desde el principio, es separarse (…)/ Si se estrechan las manos, si se abraza,/ nunca es para apartarse,/ es porque el alma ciegamente siente/ que la forma posible de estar juntos/ es una despedida larga, clara./ Y que lo más seguro es el adiós”.

siendo infrecuente que el destino que aguarde a la empresa seductora sea el fracaso, con lo cual no queda disponible sino la tortuosa senda que conduce sino al olvido sí al desamor. Pero ¿qué se ama en el otro? Para contestar, en un principio por la vía negativa, he de decir que no es la belleza como estereotipo, tal como ingenuamente se propala en esta sociedad, forma engañosa en la que suelen quedar atrapadas muchas mujeres que terminan creyendo que es aproximando su figura a un modelo como conseguirán suscitar el amor en el otro, estrategia ésta que, sin embargo, no suele llevarlas más allá de su constitución como objetos para la sexualidad o para el aprestigiamiento del hombre. Que el amor no engancha en la belleza promovida como modelo ya nos lo decía Cervantes: “Pero, puesto caso que corran igualmente las hermosuras, no por eso han de correr iguales los deseos, que no todas las hermosuras enamoran; que si algunas alegran la vista, no rinden la voluntad; que si todas las bellezas enamorasen y rindiesen, sería un andar las voluntades confusas y descaminadas, sin saber en cuál habían de parar, porque siendo infinitos los sujetos hermosos, infinitos habían de ser los deseos”. Son otros los requerimientos que un objeto ha de acatar para suscitar el amor en el otro. O dicho a la inversa, cuando uno se enamora ama en el otro algo que es propio y esencial de sí, ama en el otro, cual si fuese un espejo para el narcisismo, a su propio yo, con lo cual el amor ingresa a la dinámica de la repetición; pero,

Carlos Mario González Miembro Fundador Corporación Cultural Estanislao Zuleta Profesor Universidad Nacional

18


La conversación del miércoles Ciclo 2013: La pareja: incertidumbres modernas de esta relación Tertulia Miércoles 13 de marzo del 2013 Salón cuarto piso Comfama San Ignacio

E

s la nuestra una época que demanda respuestas, y muchas. Muchos de sus individuos no toleran la permanencia en la incertidumbre, en el reconocimiento de que en cuanto se trata de lo humano, hay muy pocas cosas claras; anhelan respuestas absolutas y totalizantes para las cuestiones que más apremian la existencia. Entre éstas, es una de ellas la que tiene en el centro al amor, experiencia humana tan maravillosa y misteriosa como pocas, por inusual, por difícil de realizar, porque tiene mucho de inexplicable, porque pone en relación muy particular a quien lo vive con el mundo y con el otro, porque no se deja agotar en proposiciones, discursos o poemas, porque da mucho de qué hablar y qué callar, porque estalla en preguntas y consideraciones como las expuestas en la reflexión ofrecida en la conferencia o las que se elaboraron ocho días después en la tertulia, como se observa a continuación, agrupadas según unas preocupaciones generales que se podían decantar entre ellas, algunas de las consideraciones y preguntas que al hablar del amor saltaron en la reunión entre los tertulianos, como fragmentos de un estallido: Lo que nombramos con la palabra amor. Sucede que con la palabra amor nombramos por lo menos tres cosas diferenciables: el sentimiento y su emergencia: siento amor por, el objeto del

sentimiento: ella, él, mi amor, el relacionamiento que se hace por la fuerza de ese sentimiento con el objeto del mismo: juntos vivenciamos y nos relacionamos en el amor. Cuando amamos sucede que realizamos una invención imaginaria con otro, una ficción, invención que es acechada por la nada: “El otro encarna la promesa de lo que falta: es como caminar sobre la cuerda floja de una posibilidad concreta rodeada de la nada”. ¿Quién que haya amado alguna vez no ha estado convencido de que ese ser por el que siente amor, es un ser excepcional, de atributos inigualables, insuperable? A este respecto una pregunta que suscitó muchas intervenciones, se dejó escuchar: ¿qué es eso de que el amor es ficcional? ¿”Ficcionar”? ¿Qué es eso? ¿Es mentir? ¿Crear mentiras y creer en ellas? De ahí que por ejemplo en el momento de la ruptura sea común escuchar expresiones como: yo si estaba muy engañado(a), es que yo estaba ciega(o), es que esa persona no resultó ser tan maravillosa como yo creía. Una participación propuso una aclaración: conviene desligar la ficción de la mentira para pensar mejor este asunto y ese fenómeno en relación con el amor, hay que situar junto a ella, a la ficción, el asunto de la realidad, y hacer lo propio con la mentira, valerse del asunto de la verdad: no hay que asociar lo que no se corresponde, para no extraviarse aún más. La ficción trata de una apariencia que afecta al sujeto, y que hace realidad: cuando se acaba el amor, el sufrimiento que se experimenta es real. Se oyó también decir del amor, que en él “no comanda la voluntad”. Si bien es muy difícil pensar que la fuerza de la voluntad pueda operar en lo que se refiere a la emergencia del sentimiento: mañana me voy a enamorar de, y aún en lo que se refiere a nombrar así al objeto: tú serás mi amor, en lo que atañe al relacionamiento la voluntad como fuerza sí puede tener intervención: si bien siento esto por vos, no quiero establecer una relación, y que ocurra que la decisión que se tome aliente o ahogue el sentimiento. En el desarrollo de este intento de esclarecer lo que se nombra por amor, otra vertiente para la exploración: ¿amor y enamoramiento, son fenómenos distintos, son dos momentos distintos de un fenómeno, tratan del mismo sentir? Ya

Amor infinito - Alfred Gockel

19


La conversación del miércoles Ciclo 2013: La pareja: incertidumbres modernas de esta relación

«El otro encarna la promesa de lo que falta: es como caminar sobre la cuerda floja de una posibilidad concreta rodeada de la nada.» atravesamos la etapa del enamoramiento, y ahora estamos en la del amor más serio ¿Puede durar un enamoramiento lo que dura la historia de un amor? ¿Hasta dónde es posible que reconozcamos qué es lo que deseamos? ¿Por qué ocurre que nos juntamos con otros? ¿Quién que haya amado puede dar cuenta del porqué amó a otro? Es un misterio porqué sucede que amamos a unas personas y no a otras, por más que la ciencia haga ingentes esfuerzos por descubrir en los genes el fin del mismo. En la ocurrencia de ese misterio se identifica que participan personas, y que cada una de ellas es sujeto de unas determinaciones sociales, históricas, culturales que lo disponen o no para la vivencia del sentimiento amoroso, que le permiten reconocer unas formas posibles e imposibles para vivir el amor. Pero es también menester para que se dé el amor que se den otras condiciones: que el sujeto se reconozca como un ser incompleto, necesitado del otro: que el sujeto acepte que no lo es todo, que el sujeto tenga consciencia de su finitud, de la muerte: de que un día ya nunca más será, y que vivencie la angustia que ese insuperable saber depara, y que contando con ese saber sobre su destino y posibilidades, que el sujeto desee ser, que le apueste a la construcción de sí contando con el otro, que quiera ampliar sus horizontes: ser aún lo que no es. Que nos juntemos con otros es un misterio que también incluye un rasgo singular de un sujeto que se detiene en una característica particular de un objeto, a quien tiene por su amor, que es también un sujeto: es que hay algo en esa persona que no sé qué es pero que me enamora de ella, es otra expresión que se oye cuando se trata de entender porqué amamos a alguien. Son éstas pues, además de los genes, cuya constitución muy poco puede explicar la cuestión del amor, del amar, del enamoramiento, condiciones para que ocurra el sentimiento amoroso. Sentimiento que es, como experiencia, histórica en los sujetos y en la sociedad: hoy no amo como amaba hace quince años; lo que hoy se reconoce como amor, no es lo que se reconocía como tal por ejemplo hace tres siglos. Los

esfuerzos que se hacen por penetrar en ese misterio, como el de la reflexión del conferenciante o el de la conversación en la tertulia, no pretenden tanto como desvelar ese misterio que es el porqué nos juntamos con otros, y se fundan en el reconocimiento de que indagar e indagar sobre tal misterio, afianza y potencia la experiencia del amor. Así como en el desarrollo de lo que nombramos con la palabra amor emergieron otras preguntas, a propósito de este misterio otras aparecieron: ¿Qué posibilidades tiene el amor pasional en una sociedad como la nuestra? ¿En qué apostamos nuestras energías vitales sociales como individuos integrantes de ella, para ser una sociedad amable, admirable, deseable? ¿Cómo se puede significar el ser de uno y el ser del otro? ¿Qué es lo que un enamorado pone en su amor, en ese sentimiento? ¿Qué tan propio de su ser es “eso que el amante pone en el otro”, y qué tanto de eso pertenece a las ideologías de su sociedad? ¿Qué es lo que busca un enamorado, alguien que ama, un amante? Algunos efectos de ese relacionarnos con otro en el amor. En los diferentes momentos, que son como dimensiones de la experiencia amorosa —emergencia del sentimiento, nombramiento del objeto y relacionamiento con dicho objeto— y también en otras enunciaciones, pronunciamientos y sentires de los seres que aman, de los que son amantes, de los que son objetos de amor, pueden tener lugar, o no tenerlo, afectaciones de los sujetos que participan de la vivencia del amor, y que éstas bien pueden darse de manera recíproca entre los involucrados, bien pueden darse en uno y no el otro, bien puede ser que a uno le ocurra algo que sea contrario a lo que ocurre en el otro: reconocimientos, heridas, potenciaciones, expansiones, detenimientos, goces, muertes, éstas entre muchos otros movimientos posibles en el ser de los sujetos. A continuación algunas que surgieron en la palabra de los contertulios: Reconocer que se ama implica reconocer un cierto grado de dependencia de otro; en el amor no se trata de sometimiento, de servidumbre, sino de dependencia, yo que te amo, dependo también de ti, según lo cual

20


La conversación del miércoles Ciclo 2013: La pareja: incertidumbres modernas de esta relación puede suscitarse la emergencia del poder en ese relacionamiento de los sujetos, de los seres humanos: uno que agencia una acción, esto es, por ejemplo, lograr que un otro se enamore de él y un otro que es objeto de esa acción, de la seducción; uno embargado por el sentimiento amoroso y un otro que no; uno que sea origen de muchas significaciones y que sabe mirar detenidamente y un otro que sea vertiginoso, más liviano, más inmediato. En fin, cuántos seres se propongan entrar en relación en el amor, tantas posibilidades de encuentro y desencuentro, de relacionamiento, habrá entre los seres humanos, por tanto no es posible imaginar una forma igual y homogénea para una experiencia como la amorosa, ni tampoco darle lugar en la vida por principio. Unas preguntas se situaron en la conversación que se traía: ¿Todo amante quiere ser amado? ¿Cualquiera puede amar? ¿Qué efectos puede suscitar en alguien escuchar que le digan que le aman, que es el objeto de la pasión amorosa de alguien? ¿Hasta cuándo es posible afirmarse en la realización de un amor? Yo voy a hacer hasta lo imposible con tal que me ame. El amar a un otro hace que queramos que ese otro también nos ame: la seducción consiste en hacer de un objeto de amor un amante, se dijo. Y sin embargo se sostuvo la pregunta: ¿En qué se realiza la seducción? -No, pero es que yo no te amo. - Pero yo a ti sí. - Ah, eso no es asunto mío, yo qué puedo hacer. ¿Es el amor un sentimiento requerido de ética? La persona amada,

por su situación privilegiada, tiene que convenir a una ética: es que el amante es muy vulnerable, una ética que se funde en la pregunta: ¿cómo he de relacionarme yo con ese otro que me ama, que alberga en su ser ese sentimiento por el mío? Pero es que el amante también tiene que construir una ética respecto de sí mismo como amante, de la relación que tiene con el otro y también de su objeto de amor; no entregarse hasta perder la dignidad, cuidar de la vida propia, de esa singularidad suya y del otro que allí, en la relación, participan. Mi máxima felicidad en la vida será el día que encuentre a ese otro a quien amaré y con quien tejeré una historia de amor. ¿Amor y sentido de la vida: que el amor dé sentido a la vida de los involucrados por ese sentimiento? ¿Cuándo no se concretan las dichas del amor: la presencia del otro, la palabra del otro, el cuerpo del otro, decae el amor? ¿Que la terminación del amor signifique el extravío del rumbo de la existencia? ¿Qué será lo que busca ese enamorado que no claudica aún arriesgándose a sufrir por su fragilidad y vulnerabilidad? Como se dijo al comienzo: cuando se trata del amor, las preguntas abundan, las respuestas son muy esquivas, las exploraciones parecen no tener fin.

Santiago Gutiérrez Miembro fundador Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA

Tertulia de La conversación del Miércoles

21


La conversación del miércoles Ciclo 2013: La pareja: incertidumbres modernas de esta relación Pensador de referencia «Todos los hombres, desde su nacimiento, poseen un impulso creador no sólo en el cuerpo, sino también el alma, y cuando se llega a cierta edad, nuestra naturaleza desea procrear. Pero la procreación no puede ser de lo feo sino de lo bello. (…) pues la fecundidad y la reproducción constituyen un principio inmortal en la criatura mortal.» «De esta manera, en efecto, se conserva todo lo mortal, no por ser siempre lo mismo como lo divino, sino porque lo que se marcha y está ya envejecido deja en su lugar otra cosa nueva semejante a lo que era.»

Platón El banquete o del amor

Platón (Atenas o Egina, ca. 427-347 a. C.) fue un filósofo griego seguidor de Sócrates y maestro de Aristóteles. En 387 fundó la Academia, institución que continuaría su marcha a lo largo de más de novecientos años y a la que Aristóteles acudiría desde Estagira a estudiar filosofía alrededor del 367, compartiendo, de este modo, unos veinte años de amistad y trabajo con su maestro. Platón participó activamente en la enseñanza de la Academia y escribió, siempre en forma de diálogo, sobre los más diversos temas, tales como filosofía política, ética, psicología, antropología filosófica, epistemología, gnoseología, metafísica, cosmogonía, cosmología, filosofía del lenguaje y filosofía de la educación. Información e imagen tomadas de http://es.wikipedia.org/wiki/Plat%C3%B3n

Boletín de La conversación del miércoles Edición del 27 de marzo de 2012 Revisión editorial y diagramación: Vincent Restrepo

Informes: Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA Web: www.corpozuleta.org e-mail: info@corpozuleta.org Tel: 444 35 84 Dirección: Cll 50 No. 78a - 89

También apoya:

Próxima conferencia: Un extraño invento moderno: fundar el matrimonio en el amor Miércoles 3 de abril 6:30 p.m. Auditorio Alfonso Restrepo Moreno Comfama San Ignacio (cuarto piso) Organiza:


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.