Boletín de La conversación del miércoles - abril 2011

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La conversación del miércoles Ciclo 2011: El mundo en que vivimos

En defensa de los libros,

la lectura y los lectores

Boletín abril


¿Qué es La conversación del miércoles?

La conversación del miércoles es un espacio de formación ciudadana destinado al encuentro con el otro a partir de la palabra, que tiene como foco el desarrollo de un tema o problemática. Dicho espacio tiene cuatro momentos: el primero es el grupo de estudio que se realiza el último miércoles de cada mes en el que se lleva a cabo una conferencia preliminar acerca del tema que nos convoca teniendo como referencia un libro en particular del pensador de nuestro tiempo elegido para cada ocasión. Luego de ésta, se lleva a cabo una conversación en la que, teniendo como base un fragmento leído previamente, precisamos líneas de abordaje, de desarrollo o dificultades a la hora de pensar el tema que nos convoca. En el segundo momento, una semana más tarde, se realiza la conferencia central de La conversación del miércoles, ofrecida por Carlos Mario González, quien, tomando insumos de lo dicho en el grupo de estudio, desarrolla unas hipótesis y tesis que permiten abrir el diálogo con los asistentes. Siendo fieles a la palabra conversación, el tercer momento corresponde a la tertulia que se lleva a cabo en el deck del Claustro de San Ignacio el segundo miércoles de cada mes; ésta abre un espacio de discusión para que las preguntas y planteamientos que surgieron a partir de lo dicho en la conferencia puedan tener un lugar en el cual pronunciarse. Por último, con este boletín pretendemos construir una memoria escrita del trabajo realizado en los momentos anteriores, para que cada uno pueda recoger las preguntas y reflexiones que allí surgieron y construya así su propia posición.

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Grupo de estudio Miércoles 23 de marzo de 2011 Auditorio CorpoZULETA

Conferencia preliminar “Pero la verdad principal es ésta: en cada acto de lectura completo late el deseo de escribir un libro en respuesta: el intelectual es, sencillamente, un ser humano que cuando lee un libro tiene un lápiz en la mano”. George Steiner Contando con la referencia que nos proporciona George Steiner en su libro Pasión Intacta abrimos esta nueva sesión del ciclo 2011 El mundo en que vivimos, del proyecto de formación ciudadana La Conversación del miércoles. Como anuncia el título de la conferencia, este mes nos congrega a la reflexión un combate que se propone defender tres significantes que nos son fundamentales en el quehacer cotidiano de la Corporación Cultura Estanislao Zuleta, y que siendo interdependientes entre sí, exigen ser cualificados y ampliados, de tal modo que se clarifiquemos qué es aquello que queremos defender y cuáles los ataques que sobre ellos se ciernen. Libros, lectura y lectores conforman, pues, la triada sobre la cual la indagación pone ahora las miras, de tal modo que precisando las concepciones que de ellos tenemos, superemos también sentidos comunes e inmediatos que limitan una aproximación crítica a estos elementos de la cultura escrita. Un postulado transversal presente en estas líneas y que es necesario considerar para una mejor comprensión de lo aquí planteado, reza que asumir esta defensa conlleva una postura ética y política permanente, que vincula fuerzas en la construcción de espacios propicios para el despliegue de una humanidad con mayores posibilidades para el pensamiento, el sentimiento y la sensibilidad. Ahora bien, esa humanidad no nos es dada naturalmente, sino que pasa por las inscripciones singulares que en su devenir la configuran, inscripciones que en el orden subjetivo están cruzadas por las formas que adoptan esas dos coordenadas que trazan el campo de posibilidad para la extraña criatura humana: el amor y la ley, y que llegando a ellas a través del lenguaje nos implican ser arrojados a un mundo en el que jugamos un doble papel: recibirlo como herencia, y asumir el reto de seguir construyéndolo. En este mismo sentido, podemos afirmar que los libros -esos objetos extraños, diversos, fascinantes, que no han existido siempre ni en todas las culturas y que, en consecuencia, también pueden dejar de existir-, la lectura -práctica extraña, que también tiene su historia y que igualmente puede configurarse de diversas formas y encararse con variados sentidos-, y los lectores -posición subjetiva, que puede o no adoptarse y desde múltiples perspectivas-, constituyen singulares construcciones con las cuales la experiencia de humanidad cobra sentidos, direcciones y matices que expanden el orden de posibilidades de los seres humanos. Siguiendo entonces a Steiner y reconociendo los múltiples flujos culturales que nos han configurado, podemos afirmar que nuestra cultura ha estado cimentada históricamente en el libro1 : Homero como un referente que articula logos, tradición helénica y filosófica; la Biblia en la visión religiosa y en la tradición hebreo-judeo-cristiana; Shakespeare que abre la tragedia en la modernidad como perspectiva existencial y que parafraseando a Bloom, nos brinda la invención de lo humano; y finalmente Kafka que nos pincela el drama del hombre contemporáneo, constituyen pilares imprescindibles a la hora de indagar por aquello que somos. Así pues, todo este mar de posibilidades al que sin duda se articulan muchos más, nos sirve de referencia para desenvolver la vida; es él el que nos justifica que esa defensa de los libros, la lectura y los lectores se hace necesaria para sostener el reconocimiento de la vastedad y la pluralidad en la que se inscribe lo humano y en particular nuestra singular y diversa herencia cultural. Nos construimos existiendo en los comentarios de los textos de la tradición, tanto individual como colectivamente; habitamos la interpretación y nos hacemos eslabón en la cadena del saber humano. 1 Nos adherimos a la filiación que propone Steiner, reconociendo las dificultades que plantea este tipo de elecciones, no sólo al dejar por fuera gran cantidad de autores y textos, sino porque deja implícito una forma particular de pertenecer a la cultura occidental.

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Grupo de estudio

Conferencia preliminar

Pero esta demanda tiene aún más exigencia, pues los libros, la lectura y los lectores que posibilitan una postura creativa, son aquellos capaces de hacerse significativos a través de un trabajo constante y tesonero en el que se haga de esta triada un dispositivo activo y dinámico capaz de renovarse en el encuentro que se da entre sus elementos. Sin embargo, muchas tendencias actuales van en contravía de estas posturas, pues hacen de los libros simples objetos instrumentales que importan en tanto ofrezcan información inmediata para la resolución de problemas; que hacen de la lectura una práctica y un tiempo para el entretenimiento; y que promueven lectores pasivos y sumisos frente a los textos. En esta perspectiva, modas intelectuales que a nombre de una mal entendida libertad individual defienden el gusto como único criterio de juicio y el todo vale como criterio de elección, con lo que promueven posiciones que igualan por lo bajo, se constituyen en agresoras de esa forma significativa de la lectura que pretende transformar y conmover, construir y conquistar una humanidad de más elevados ideales. De igual forma y sin pretender condenar los avances tecnológicos, hay que decir que el excesivo halago que de ellos se hace, impide un posicionamiento crítico que permita preguntarse entonces qué es un libro, cuál la lectura que se quiere promover y cuáles los lectores que se desean formar; pues algo va de aquella lectura que se enfrenta a libros que nos golpean en el cráneo zarandeándonos la vida, a la lectura con la que se entretiene el tiempo cuando no hay nada más que hacer, ya que esta última difícilmente logrará conmovernos y poco o nada nos exigirá, pues tampoco nada con ella se pretende; mientras que la primera necesitará un lector capaz de reconocer en la lectura un acto creador, exigente y al que tendrá que disponerse con lápiz en mano, en actitud laboriosa, y así mismo, libros buenos, que no se agoten en la primera lectura y que tengan el poder frente a buenos lectores, de renovarse y recrearse en ese maravilloso y extraño acto que los conjunta. Eso es lo que queremos defender. Alejandro López Miembro Fundador Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA

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Grupo de estudio Miércoles 23 de marzo de 2011 Auditorio CorpoZULETA

Discusión Este grupo de estudio no tiene como objetivo la resolución del problema o tema que nos convoca. Al contrario, se trata de un espacio en el cual las dudas, las posiciones encontradas, los matices y los nuevos caminos para abordar los temas propuestos emergen. Nuestra labor hoy se concentró en la indagación de esos tres significantes lectura, libros, lectores, y qué es lo que son hoy en contraposición a lo que han sido en otros momentos de la historia. El título de la conferencia “En defensa de los libros, la lectura y los lectores” sugiere que una apuesta válida sería la defensa de esas tres cosas, a lo que un comentario quiso apuntar que Medellín, por ejemplo, hace dicha defensa, pues no en vano tenemos parques biblioteca, clubes de lectura, tertulias literarias, etcétera, pero ahí cabe una pregunta necesaria que condensa en gran parte el pensamiento de la Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA: ¿Qué tipo de lectura y qué tipo de lectores se hacen en estos sitios o acuden a ellos?, o en otras palabras ¿qué tipo de lectura y qué tipo de lectores son los que se defiende? Por un lado podemos establecer la lectura, y es lo más común, como una práctica entretenida, usada por muchos para “matar el tiempo” o para “relajarse un rato”; por otro lado la lectura se constituye en la actividad casi sagrada del encuentro de un ser humano con un paralelepípedo de papel que le abre mundos, posibilidades, angustias y conocimiento, todo esto encerrado en un código que, al decir de Zuleta, un lector disciplinado ha de descifrar. Una intervención marcó el rumbo de nuestra reunión de aquí en más: “¿Qué tipo de libros han de ser defendidos?” arrojando esta pregunta no en el sentido de su contenido sino de su formato, es decir, preguntándose por el acceso a nuevas tecnologías y lo que se puede alcanzar con ellas. ¿Será acaso que el libro como un documento virtual riñe con aquel paralelepípedo de papel que tenemos desde Gutenberg? Nuestras inteligencias se plantearon entonces este problema. Un interesante comentario de una participante enunció que estas dos cosas no se excluyen por principio pues, si bien el internet y las herramientas de búsqueda nos dan acceso rápido a lo que queremos consultar, el libro físico no decae en su uso, tanto así que en una biblioteca, por ejemplo, el internet es la herramienta con la que se precisa el título del libro que buscaremos luego entre los estantes. La misma persona agregó más tarde que tratándose del libro virtual podemos tener acceso inmediato a una gran cantidad de información que enriquece nuestra lectura: datos curiosos, música relacionada, información del autor, etcétera, aunque es más hermoso y personal regalar una bella edición de El Quijote de la Mancha que enviar un correo con el libro virtual adjunto, ¿Qué goce estético se pondrá en juego allí?... una pregunta que quedará al lector. Otra intervención planteó que, si bien no se trata de una cruzada en contra de las nuevas tecnologías, tampoco se trata de otorgarles irresponsablemente la potencia del pensamiento humano; ¿acaso abundan los pensadores, filósofos o intelectuales ahora que tenemos el internet, herramienta que supuestamente llevaría el saber a todos los rincones del mundo? Muy acorde con esto, otra persona aportó que si bien tenemos el acceso, ¿qué es a lo que tenemos acceso? Los contenidos virtuales a menudo son poco aportativos o superficiales, y allí puede encontrarse una ganancia y una pérdida: información más rápida y precisa en detrimento de profundidad, sin llegar a asegurar, por supuesto, que por principio los libros de papel gozan todos de profundidad. Pensar que la virtualidad eliminará el libro en su formato físico puede ser una conclusión apresurada, pues lo mismo se pensaba del radio al llegar el televisor. Quizás, como se planteó luego en la discusión, no se trate de una disyuntiva sino de una conjunción, en la que libro físico, el libro virtual, la televisión y el radio tengan cabida. Terminamos nuestro grupo de estudio afirmando que no se trata de hacer el denuesto de las nuevas tecnologías pero sí preguntarse críticamente si éstas llegarán borrando todo lo que las precedió, si son o si llegarán a ser todo lo que prometen e incluso preguntarse si hacen una democratización efectiva del saber.

Vincent D. Restrepo Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA

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Conferencia Conferencia Miércoles 6 de abril del 2011 Auditorio Comfama San Ignacio

En defensa de los libros, la lectura y los lectores ¿Qué es un libro? Es un artefacto, una máquina, un aparato para hacer cosas, esas cosas que son las ideas. Constituye una relativa unidad o totalidad provista de una identificación propia, esto es, de una diferenciación con respecto a otros semejantes suyos. Está configurado por signos hechos trazo, bien sea alfabéticos, ideogramáticos, fotográficos, pictóricos, etc., que se hilvanan como una elaboración discursiva o como una secuencia dotada de sentido y posibilitadora, en su encuentro con el lector, de significación. En fin, es un dispositivo de comunicación que cumple la prodigiosa tarea de articular individuos y de conectar generaciones. De aquí que el concepto “libro” no se puede reducir y mucho menos determinar por el formato o soporte que lo constituya, de tal forma que si es menester defenderlo es bueno precisar que la amenaza que pende sobre él en nuestra época no es la de la comunicación electrónica. Cada uno de los tres formatos que le han dado existencia a lo largo de su historia –el rollo, el códice y el digital- lo hace tan “libro” como los demás. Pero la defensa en la que me alineo es la de los buenos libros, con lo que doy por un hecho que hay malos libros, así esta afirmación no sea del gusto de una época en la que “todo vale” y en la que el capricho del sujeto, mal llamado “gusto”, quiere reinar sin tener que responder por ningún criterio serio de elección. Hay libros malos, sólo que sobre estos no se puede promover ninguna censura o prohibición, pero sí se hace necesario argumentar en qué radica su carácter insulso cuando no directamente pernicioso. Por ejemplo, un mal libro es el que se entiende cabalmente y no deja duda ni pregunta alguna, mientras un buen libro nunca terminar de decir lo que tiene por decir, de ahí su madera de inmortal. Pero también la defensa que invoco es la de aquellos libros que afirman, potencian y complejizan la experiencia vital, mientras que esos otros que fungen como referentes dogmáticos para entornar sobre sí comunidades fanatizadas, prestas a localizar y liquidar herejes, son libros que deben ser más bien objetados, siempre en términos argumentativos y racionales. Necesitamos los buenos libros, pero los buenos libros nos necesitan a nosotros como sus lectores, pues leerlos es la única manera de revivirlos, de volverlos a la existencia. Un buen lector es el que acepta la invitación a salir de sí que le hace el libro, permitiéndose de esta forma entrar en diálogo con lo “otro” que él no es y que el texto le ofrece. Está de más decir que la defensa es la de un lector activo, laborioso del sentido, forjador de interpretaciones, en tanto para nada se quiere defender ese lector pasivo, mero apropiador de información y consumidor empedernido de novedades, figura ésta de lector tan promovida en nuestra época. La buena lectura es una labor de desciframiento que contesta al libro acerca de lo que éste dice, es la que escribe sobre lo escrito, la que trabaja con el texto re-creándolo, de tal manera que se puede decir que hacemos una buena lectura de un libro cuando éste nos lee a nosotros. En esta línea, la defensa es la de la lectura como apuesta por el pensamiento, combatiendo, por tanto, la lectura entendida como simple habilidad alfabética halada por la curiosidad espúrea, tan frecuente en una época en la que los individuos se encuentran ávidos de primicias que más demoran en digerir que en desechar. 6


Conferencia Conferencia Miércoles 6 de abril del 2011 Auditorio Comfama San Ignacio

El lector ante el libro y en ejercicio de su lectura es antes que nada un ser ganado por el amor a la lengua y por el asombro que ella y sus poderes demiúrgicos le suscitan. El goce que obtiene el buen lector que frente al buen libro despliega una buena lectura, es el que deriva de ser testigo y agente de ese misterio supremo que es la producción del significado, significado que no antecedía ni en el texto ni en el sujeto, sino que emerge prodigiosamente del encuentro de aquél con éste. Un buen lector no es el que obtiene placer por entretenerse con algo curioso o por “matar el tiempo” (!), sino el que goza de su labor de creador de significaciones, sin importar que él sea modesto mientras el libro sea inmortal, pues en eso radica precisamente el goce maravilloso de la lectura: en que a todos nos permite dar a luz ideas merced al diálogo que establecemos con el texto. ¿Cuál es la amenaza que se cierne, hoy por hoy, sobre los libros, la lectura y los lectores? Seguramente no es la comunicación electrónica, aunque sobre ésta hay que advertir de la ingenua ilusión con que muchos la reciben, creyendo, por ejemplo, que Internet es la nueva divinidad, omnisciente e infinita, dadora a los mortales de una sabiduría gratuita y propiciadora para todos de frutos que llegan sin esfuerzo ni disciplina. El problema no es la comunicación electrónica, el problema es que ésta no sea tomada como una mera herramienta y quede investida por la tendencia humana a forjarse paraísos que nos exonerarían de la dificultad, el malestar y las limitaciones. Pero también el peligro es que la era digital, en lugar de desplegar sus poderes a favor de una democratización del acceso al patrimonio intelectual y artístico de la humanidad, quede atrapada en las mallas de la lógica capitalista que, con su monótona pero terrible reducción de todo a la ganancia privada, termine siendo un potente mecanismo de exclusión e inequidad con respecto a los bienes espirituales de la humanidad. El capitalismo es antidemocrático en lo material y antidemocrático en la sabiduría, peligro éste que acecha a los novísimos poderes que con respecto a los libros, la lectura y los lectores nos depara la comunicación electrónica. Por último, y dejando aparte esa otra ingenuidad que declara “superado” el libro impreso y que se entrega ilusamente, con cánticos y loas de por medio, a la fe en la “omnipotencia” digital, sin que le quepa siquiera un margen para considerar, habida cuenta de sus respectivos y exclusivos valores, la coexistencia del formato de papel con el formato electrónico, digamos que algunos rasgos de la civilización actual, los que aquí apenas enumeraré, son enemigos deplorables de los libros, la lectura y los lectores: la cultura de masas con su vocación por la moda, lo efímero y lo desechable; la familia destinada a ser una simple unidad de consumo y una instancia mimética respecto del bombardeo mediático que dócilmente asume y que le provee sus valores, ideales y finalidades; la escuela y, en particular, la universidad, que reduce el saber a ser un mero recurso instrumental y profesionalizador, generando una ignorancia casi total para todo lo que no sea del orden laboral y económico-productivo; los medios de comunicación y su culto a la novedad inocua y al entretenimiento entontecedor; las nuevas determinaciones urbanas sobre el espacio doméstico, sin lugar para las bibliotecas y para la privacidad del acto de leer, y sobre el tiempo de los individuos sobrecargados de obligaciones, particularmente laborales; la primacía de una realidad ganada por el ruido y la distracción, que hace cada vez más excepcional el disfrute del silencio y la facultad de la concentración; la desvirtuación, en los procesos de formación, de la memoria y la consecuente devaluación del pasado y sus logros perdurables; en fin, la vigencia de una mentalidad que destina la experiencia vital humana a la funcionalidad, la eficiencia y la diversión.

Carlos Mario González Profesor Universidad Nacional – sede Medellín Departamento de Estudios Filosóficos y Culturales Miembro Fundador Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA

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Tertulia Miércoles 13 de abril del 2011 Comfama San Ignacio, centro de convenciones, cuarto piso Ni el cambio en el lugar habitual de reunión, ni el video-concierto de Rafael en el auditorio principal de Comfama, ni la lluvia fueron obstáculos para que lográramos juntarnos veinte hombres y mujeres, jóvenes y adultos, alrededor de la palabra y la reflexión para discutir sobre tan importantes significantes: los libros, la lectura, los lectores y la defensa que de ellos, es la propuesta, ha de realizarse. La conferencia nos dejó muchas puntas que fueron recogidas como introducción para acometer el análisis de estos significantes, con ellas se dio paso a la conversación. La primera intervención propuso un eje para la discusión que atravesó tácitamente las reflexiones de la noche: los libros (las ideas allí contenidas) y la lectura tienen efectos políticos y sociales en la forma de actuar y habitar el mundo que asumen los lectores que a ellos se aprestan. La pregunta que se configuró como centro de la tertulia fue: ¿qué es un libro? Quien relanzó esta cuestión reconoció que si bien puede aceptarse que es un artefacto, una batería de signos sobre los cuales trabajar, advirtió que no es un concepto acabado, y propuso tomar en consideración preguntas como: ¿por qué se acerca una persona a un libro? ¿cómo se posiciona frente a él? ¿interpreta y piensa lo que lee? De igual forma resaltó que hay algo en la transferencia de un amor por los libros y la lectura que más allá del esfuerzo que se realice, no logra evadir la singularidad de quien a ellos se acerca; incluyendo también en su aporte la pregunta por los buenos y malos libros y cómo esta valoración nace de prejuicios y gustos particulares. Los apoyos y refutaciones a esta participación no se hicieron esperar, pues los temas se abrieron dando paso a las preguntas por el lector (su formación, su subjetividad, sus posibilidades) y por los juicios que sobre un libro pueden o no emitirse. En su afirmación de la apreciación subjetiva de los libros varios de los tertuliantes lo acompañaron: uno situó que los propósitos e intereses con los que alguien se acerca a un libro, incluso desde una comunidad particular (si es filósofo, literato, científico, ama de casa, estudiante), son determinantes en esta apreciación singular. Otro compañero recordó que un buen libro es aquel que humaniza, angustia y trastorna, recordando lo propuesto por Carlos Mario González en la conferencia pública. Una interpelación a este punto nos situó de cara a “el mundo en que vivimos" al señalar que si esos son los buenos libros, esta época, con sus exigencias de ligereza y facilidad, los calificaría de “malos libros”, esos que no gustan ser leídos por el tipo de lectores que ahora se configuran, los que no quieren “zarandearse”, los que requieren de bálsamos que apacigüen la vida; a lo cual le replican que precisamente por eso se trata de una defensa también de los buenos lectores y la buena lectura. Luego de estas primeras participaciones, quienes dirigen la tertulia retomaron lo dicho haciendo algunas precisiones: es necesario tomar posición frente a lo que se propone desde el mercado: los best sellers y las lecturas para el entretenimiento light; posición requerida de argumentos firmes que generen valoraciones no moralizadoras sino racionales y avancen en defensa del pluralismo que le da cabida y enaltece la diferencia bien sustentada. También es necesario establecer que si la singularidad participa en la elaboración del juicio sobre un libro, la primera condición que debe cumplirse antes de emitirlo es reconocer qué tipo de acceso al libro se ha tenido, tanto desde lo subjetivo como desde lo histórico y lo social. Respecto de esto, una participante reconoció que hacía un tiempo no sabía si su lectura era buena o mala, que hacía una lectura sin ningún objetivo y que no sabía por qué unos libros la “encarretaban” y otros no; pero desde que escuchó decir “leer nos tiene que llevar a vivir mejor” entendió la exigencia de coherencia entre las ideas transmitidas por la lectura y el cómo vivimos. De la misma manera, hubo quien se arriesgo a afirmar: ¡no hay malos libros! ¡Hay malos lectores!, lo cual generó gestos de todo tipo en los tertuliantes: de desaprobación, de inquietud por cómo iba a argumentarlo, de afirmación, y de inmediato suscitó que muchas manos se levantaran para pedir la palabra. Todas las participaciones coincidieron en que la preocupación por el tipo de lectores es fundamental, pues se reconoció que hoy por hoy, no sólo las bibliotecas intimidan a quienes a ellas tímidamente se acercan, si es que se acercan, que la formación de los lectores está en las vías del consumo, la especialización, la instrumentalización y el entretenimiento vacuo y que también hay no-lectores angustiados con la vida que no han conocido la lectura como herramienta para dotarla de sentidos propios, y que con esta población es menester continuar acciones formativas. Por último se resaltó que no hay que temer el afirmar que hay libros malos y también malos lectores, así como hay libros humanizantes y lectores comprometidos, esos que precisamente deben defenderse, siempre teniendo presente que la lectura en sí misma no garantiza una transformación sino que debe acompañarse de pensamiento crítico y acción efectiva. El encuentro fue muy nutrido, de participación muy activa y lejos de dar respuestas absolutas o abarcar por completo todo lo que suscita este tema, quedamos con ganas de más tiempo y más palabra para compartir con los otros, motivo entonces para refrendar el encuentro del próximo mes. Diana M. Suárez Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA 8


Pensador de referencia “Leer bien es contestar al texto, ser equivalente al texto, 'una equivalencia' que contiene los elementos cruciales de respuesta y de responsabilidad. Leer bien es participar en una reciprocidad responsable con el libro que se lee, es embarcarse en un intercambio total (…) Leer bien es ser leído por lo que leemos. Es ser equivalente al libro.” Pasión intacta George Steiner

George Steiner nació en París el 23 de abril de 1929. Es un escritor, crítico y teórico de la literatura y de la cultura. Uno de los intelectuales de influencia internacional más relevantes desde mediados del siglo XX. En 1974 accedió a la cátedra de Lengua Inglesa y Literatura Comparada en la Universidad de Ginebra, y se convirtió en profesor emérito en 1994, año en que también fue nombrado profesor visitante de Literatura Europea Comparada de la Universidad de Oxford. El primer éxito de Steiner fue La muerte de la tragedia (1961), una obra ambiciosa en la que proclamaba la incapacidad de la literatura para humanizar a los lectores. El lenguaje, una de sus constantes preocupaciones, es el eje sobre el que giran muchas de sus obras posteriores como Lenguaje y silencio (1967), En el castillo de Barbazul (1971) y Presencias reales (1989). Su gran obra humanística, Después de Babel (1975), se centra en los misterios de la traducción y la comunicación. En 2001 publicó Gramáticas de la creación. El mismo año fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades.

Próxima conferencia: Nuestra ligera época y la liviandad de sus amores Texto de referencia: Amor líquido Zygmunt Bauman Miércoles 4 de mayo. 6:30 p.m. Auditorio Alfonso Restrepo Moreno Comfama San Ignacio (cuarto piso) Boletín de La conversación del Miércoles Edición del 20 de abril del 2011 Revisión editorial: Alejandro López Sandra Jaramillo Diana Suárez Vincent Restrepo Diagramación: Vincent Restrepo

Apoya:

Informes: Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA Web: www.corpozuleta.org e-mail: info@corpozuleta.org Tel: 234 36 41 Dirección: Cll 50 No. 78a - 89

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