La conversación del miércoles La pareja: incertidumbres modernas de esta relación Ciclo 2013
UN IDEAL EN DECLIVE: LA PAREJA COMO PARAÍSO Boletín mayo
La conversación del miércoles Ciclo 2013: La pareja: incertidumbres modernas de esta relación Grupo de estudio Miércoles 24 de abril de 2013 Auditorio CorpoZULETA
Conferencia preliminar
De un paraíso de dos o de una contradicción en los términos “(…) entonces comenzamos a inventar paraísos, islas afortunadas, países de cucaña. Una vida sin riesgos, sin lucha, sin búsqueda de superación y sin muerte. Y, por tanto, también sin carencias y sin deseo: un océano de mermelada sagrada, una eternidad de aburrición. Metas afortunadamente inalcanzables, paraísos afortunadamente inexistentes.” Elogio de la dificultad - Estanislao Zuleta
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paradisiaca del cristianismo y el acceso a él podrían rastrearse en propuestas de la más variada índole. A lo largo de nuestra historia nos hemos encontrado con propuestas de economías, sociedades, culturas y relaciones humanas perfectas donde, finalmente, una vez ha transcurrido el tiempo la imposibilidad se nos aparece y nos quedan dolores, heridas y desilusiones. No podría decir que refiriéndonos al amor dicha visión paradisiaca es la imperante en nuestros días —no me atrevería a decir cuál es la visión imperante, hoy nos encontramos ante una pluralidad de visiones que intentan abrirse campo o que están en declive—, sin embargo considero que algunos elementos de una visión paradisiaca se incorporan en nuestros ideales sobre el amor y que además muchos de ellos van en caída libre. Ideales como la eternidad del amor (un amor hasta que la muerte lo termine), la búsqueda de la felicidad en el emparejamiento, la suplencia de toda carencia en el encuentro con el amado, la pretensión de eliminar la competencia o a aquellos que pretendan enamorarse de aquél ser al que se ama, el deseo de un amor tranquilo y sin tormentas, un amor que reconforte luego de un pesado día de sacrificios, una compañía para los momentos más difíciles o un ser que sea “incondicional”, un amado que se entregue en sacrificio y que encarne la belleza, la virtud, las buenas costumbres y el éxito, un amado que nos comprenda y nos apoye. Pero ¿qué tanto de posible tienen estos ideales o qué contradicciones encarnan cuando se habla del amor en nuestros tiempos y específicamente cuando se habla del amor en la pareja, de ésta como paraíso de dos?
eseamos mal, sentencia Zuleta, y advierte al mismo tiempo que nuestra desgracia tal vez no está en no poder lograr lo que nos proponemos sino más bien en eso que nos proponemos: “En lugar de desear una relación humana inquietante, compleja y perdible, que estimule nuestra capacidad de luchar y nos obligue a cambiar, deseamos un idilio sin sombras y sin peligros, un nido de amor, y por lo tanto, en última instancia un retorno al huevo.” ¿Qué tan cierto es esto en las relaciones de pareja que establecemos? ¿Qué es eso que deseamos? ¿Nuestros fracasos amorosos son producto de nuestros ideales sobre el amor a priori –es decir que estamos condenados al fracaso- o, por el contrario, son producto de la historia que llegamos a concretar una vez nos enamoramos? ¿Podemos desear nuestros amores de forma distinta, esto es, construir un imaginario del amor distinto a una forma paradisiaca del desarrollo de nuestras historias amorosas? ¿Podemos desprendernos del ideal de que el amor y los relacionamientos sean eternos? Todas preguntas difíciles de plantearnos, pero preguntas que son necesarias al fin y al cabo, cada cual habrá de arreglárselas con ellas. Nuestro referente más cercano del paraíso tiene que ver con una visión cristiana de un mundo al que se accede después de la muerte; un mundo de paz y tranquilidad, bellos paisajes, sin maldad, sin riesgo, sin dolor, sin carencias, de días tranquilos, sin pecado y sin impíos, sin infelicidad (¿y por tanto sin felicidad?) y sin muerte. Allí ingresan aquellos que han vivido terrenalmente según las normas de Dios, se ofrece como el alivio a una vida de obediencia, sacrificios y penas. Esa idea
El paraíso sólo puede ser conquistado por uno, la individualidad destruye el paraíso para dos.
«¿Nuestros fracasos amorosos son producto de nuestros ideales sobre el amor a priori o, por el contrario, son producto de la historia que llegamos a concretar una vez nos enamoramos?»
La individualidad es una conquista de la modernidad que vía la racionalidad ha venido a transformar el significado del concepto pasión; si antes el sujeto pasional aparecía como pasivo y entregado sin condicionamientos, hoy aparece en una posición activa y
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La conversación del miércoles Ciclo 2013: La pareja: incertidumbres modernas de esta relación de búsqueda de la identidad. Esa posición activa lleva a los amantes a la búsqueda de la realización de sus ideales en el mundo que el amado puede ofrecerles, dicho de otra manera, el amante tiene el ideal de que en el mundo del amado encontrará aquello que pueda suplir las faltas que lo constituyen. La introducción de la búsqueda del desarrollo de la individualidad en el sentimiento amoroso pone de manifiesto una dificultad a la construcción del amor como un paraíso de dos, esa dificultad radica en la lucha constante por encontrar la realización de los ideales propios y la constatación de la imposibilidad de realización completa de dichos ideales, por otro lado está también la necesidad de representar la posibilidad de realización de los ideales del amado en nuestro mundo, de lo contrario el sentimiento del amado se esfumaría. Esta doble necesidad nos coloca en una posición paradójica, si por un lado debemos encarnar una posición activa en la búsqueda de nuestra identidad, por el otro debemos prestarle nuestro mundo al amado, esto significa conquistar la palabra del otro y entregar la nuestra, reclamar el tiempo del otro y entregar el nuestro, sacrificar parte de nuestra búsqueda para que el otro pueda sostener el ideal de que podrá suplir sus faltas en nuestra compañía. La paradoja resulta entonces en una auto sumisión conquistadora que debe sostenerse como catalizadora del sentimiento amoroso, la aparición de un paraíso para uno de los amantes constituiría la renuncia total del otro a sus ideales, es decir, la construcción de un paraíso puede resultar para uno solo de los amantes, sin embargo para el otro constituiría más bien una especie de sacrificio que no es propio de una imagen paradisiaca. La introducción de la individualidad introduce además un grado de improbabilidad mayor en el surgimiento del sentimiento amoroso; entre más extraordinarios resulten los ideales sobre el amor, más improbable se vuelve encontrar a alguien que prometa la ilusión de realización de dichos ideales, es mucho más difícil encontrar el consenso de los demás en las formas de llevar una relación amorosa. Finalmente digamos que la búsqueda de la individualidad complejiza las relaciones y las enriquece, sin embargo la radicalización del discurso de la búsqueda del crecimiento propio imposibilita la comunicación con el otro. Sólo nos queda ser conscientes de que,
The Fall of an Angel (La caída de un ángel) - Max Ernst
como dice Niklas Luhmann, “el proyecto conceptual de un mundo propio es individual y único y, consecuentemente, no consensual”. El paraíso, un final, ¿pero es un final feliz? La cultura aparece como posibilitadora o limitante de las relaciones amorosas, la grandeza o empobrecimiento de nuestros imaginarios sobre el amor han sido determinados en gran medida por las sociedades en las que nos desenvolvemos. Sólo podemos acceder al sentimiento amoroso en virtud de la existencia de un imaginario del amor, imaginario éste construido socialmente. Sin embargo dicho imaginario se nos presenta sólo como instrucciones o ideales que no definen formas precisas, instrucciones que cada sujeto debe dotar de sentido. Es así como en la cultura occidental, en general, se establecen relaciones de pareja y sin embargo las parejas resultan distintas. Pese a que en las sociedades occidentales actuales es función de los amantes definir las formas de llevar su amor, siguen persistiendo instituciones que pretenden, a nombre del sentimiento amoroso o de una promesa paradisíaca imponer dichas formas precisas; estas instituciones han pretendido homogeneizar los relacionamientos humanos, el matrimonio occidental es una clara muestra. En dicho modelo de se postula 3
La conversación del miércoles Ciclo 2013: La pareja: incertidumbres modernas de esta relación que la única forma posible de encontrar la felicidad consiste en la búsqueda de un compañero para toda la vida, un compañero que nos entienda y nos apoye, que sea incondicional y pueda sacrificarlo todo por el vínculo matrimonial y la familia. Es así como las historias cotidianas de la televisión o de ciertas películas muestran a personas en lucha con sus sentimientos, en desazones, frustraciones amorosas, luchas incansables por conquistar ese amor que les deparará una felicidad infinita. Luego de tantos azares dichas historias terminan con un final “feliz”, una pareja que ha superado todos los obstáculos y sella un vínculo matrimonial. De allí en más el televidente tendrá que imaginar el resto de la historia pero se presupone que será una vida paradisíaca, que llegarán los hijos a dar más sentido al amor, que la suerte los acompañará y que los momentos difíciles serán llevados en compañía y que por lo tanto serán más fáciles de llevar. La aparición de un modelo como el del
medida en que se conquistan mundos pero se necesita de otros, una conquista que siempre exige más, una conquista que nos hace carentes. Por otro lado, el amor pretende eternidad pero lo único que puede conservarlo es la conciencia de su muerte, la conciencia de la finitud del amor actúa como operador catalítico que aumenta la intensidad del sentimiento, sólo ama aquél que no se siente seguro de poseer al otro o, como decía Proust, “sólo se ama lo que no se posee totalmente”, esto implica otra paradoja que sostiene el sentimiento amoroso y es que si por un lado el amor nos exige permanencia por otro lado nos exige transformación para no agotar nuestro deseo ni el de aquél que nos ama. Con lo anterior sólo queda advertir que el amor exige para sostener el sentimiento que se viva en una contradicción que sostenga el deseo de los amantes, que el deseo sólo se sostiene en el reconocimiento de la carencia y que la carencia no tiene cabida en el imaginario de un paraíso de dos y por lo tanto la entrada al paraíso constituiría más bien el fin del amor como pasión.
«Sólo se ama lo que no se posee totalmente»
El paraíso no se concreta, nos estrellamos contra el muro de la desilusión. Rudamente la realidad ha venido demostrando el fracaso de los modelos de relacionamiento en pareja. La tasa de divorcios se dispara a niveles astronómicos, las familias se destruyen, los conflictos aparecen con el pasar del tiempo, hoy resulta cada vez más complejo sostener la ilusión de construir una relación de pareja paradisiaca. El tedio de la rutina aparece, lo que antes resultaba perfecto ahora resulta confuso, se pierde la satisfacción y el sentido, la palabra no fluye como antes, la sorpresa no emerge, los días parecen finalmente predecibles, nos vamos acostumbrando a la presencia de ese ser amado y nos sentimos más seguros de que estará en el mismo lugar y en los mismos tiempos, el cuerpo pierde su misterio, los sitios que eran nuevos reclaman transformación, ese paraíso construido resulta ahora un tranquilo infierno. Aparece la crisis y la duda, ¿qué hacer? ¿Dónde hemos fallado si nuestras intenciones han sido las mejores? ¿Cómo reconstruir el paraíso? Cabe preguntarnos a este respecto sobre las posibilidades de evolución del ideal amoroso. Vivimos en un contexto complejo, en general la sociedad colombiana carece de ideales propios, es difícil encontrar sujetos que tomen una posición crítica respecto a los ideales de nuestra sociedad, más bien acríticamente nos sumamos a una serie de modelos preestablecidos, a todo un arsenal de consejeros y profetas de las formas perfectas. Para algunos, si el matrimonio fracasa o la pareja fracasa no es un problema de los ideales sobre el amor, más bien estaríamos frente a unos amantes incapaces de estar a la altura de los ideales. Todos los
— Marcel Proust matrimonio cristiano efectivamente significa un final, pero tendríamos que preguntarnos si en realidad es un final feliz en el amor o es un final del amor. Toda construcción paradisiaca es en sí misma estática, ¿podríamos pensar en un paraíso con carencias y por tanto en la necesidad de transformarlo?, sería una contradicción en los términos. El paraíso es un lugar sin lucha, sin superación, sin carencia y por lo tanto sin deseo y sin muerte. Sin duda, esta construcción paradisiaca está presente en nuestro imaginario del amor, es constitutiva del amor mismo, el problema consiste precisamente en que es una resolución de las contradicciones del amor y por lo tanto la superación del amor. El amor sólo existe como conflicto, como contradicción, como forma paradójica; si postulamos en el ideal del amor la posibilidad de encontrar la suplencia de las faltas que nos constituyen tendríamos que reconocer inmediatamente que para enamorarnos debemos reconocernos como seres en falta, como seres en una búsqueda incansable por encontrar nuestras mejores realizaciones en el mundo que nos ofrece el amado, resulta paradójico que en la medida en que se conquistan esos mundos sea necesario sostener el sentimiento amoroso en la carencia, es decir que el sentimiento amoroso se sostiene sólo en la
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La conversación del miércoles Ciclo 2013: La pareja: incertidumbres modernas de esta relación modelos encuentran formas de blindaje, se transforman pero no renuncian a sus pretensiones básicas. Ante el fracaso del modelo matrimonial católico, tenemos la opción del matrimonio civil; ante los problemas que suma la familia al amor, tenemos la posibilidad de no tener hijos; ante el fracaso de la convivencia bajo el mismo techo, tenemos la posibilidad de vivir separados. Sin embargo, el código amoroso se sostiene pese a dichas “transformaciones”. Históricamente la racionalidad ha dado lugar a transformaciones del código amoroso, la novela ha sido una forma de expresión de la racionalidad que ha jalonado cambios en los ideales sobre el amor. Entre más intensa resulte la relación de una sociedad con el pensamiento, existen más probabilidades de evolución de los ideales. Nuestra pobre relación con la palabra ofrece posibilidades para que los modelos decadentes perduren por un tiempo más y ponen una barrera para que formas particulares de llevar las relaciones de pareja emerjan con fuerza y libertad. Nos constituimos en general como una sociedad reactiva, una sociedad que no logra descifrar muy bien las causas de sus fracasos y nos encerramos en nuestras certezas, eso esencialmente nos convierte en una sociedad conservadora, creemos aún que el amor sólo puede llevarse en la forma de la pareja, más concretamente entre hombres y mujeres, creemos que los hijos sufrirán daños irreparables si no se crían dentro de una familia tradicional. Nuestra reacción ante la dificultad no puede entonces ser propositiva. Por otro lado, la sociedad de consumo en la que vivimos actualmente da otras respuestas, una forma de relacionamientos light, sin compromiso, sin dolor, sin permanencia, sin amor. Nos encontramos ante el comercio de la sexualidad. La pornografía abunda, el sexo se compra y se vende, los cuerpos se moldean para encontrar rápidamente compañías que no exijan esfuerzo y superación y que sean cambiables cuando ya no deparen placer. De la pareja “rígida”, hemos llegado también al amor “light”, dos extremos lamentables en nuestros días, dos formas de renuncia a la individualidad, a tomar las riendas de la vida propia. ¿Tendremos que aceptar que el amor es difícil y elogiar la dificultad para que nuestros relacionamientos sean más gozosos? ¿Cómo escapar de los amores “light” y las propuestas paradisiacas que el mundo burgués nos ofrece?
Ahora te quiero... Ahora te quiero, como el mar quiere a su agua: desde fuera, por arriba, haciéndose sin parar con ella tormentas, fugas, albergues, descansos, calmas. ¡Qué frenesíes, quererte! ¡Qué entusiasmo de olas altas, y qué desmayos de espuma van y vienen! Un tropel de formas, hechas, deshechas, galopan desmelenadas. Pero detrás de sus flancos está soñándose un sueño de otra forma más profunda de querer, que está allá abajo: de no ser ya movimiento, de acabar este vaivén, este ir y venir, de cielos a abismos, de hallar por fin la inmóvil flor sin otoño de un quererse quieto, quieto. Más allá de ola y espuma el querer busca su fondo. Esta hondura donde el mar hizo la paz con su agua y están queriéndose ya sin signo, sin movimiento. Amor tan sepultado en su ser, tan entregado, tan quieto, que nuestro querer en vida se sintiese seguro de no acabar cuando terminan los besos, las miradas, las señales. Tan cierto de no morir, como está el gran amor de los muertos.
Alejandro Mesa Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA
— Pedro Salinas Poema leído en el grupo de estudio de La conversación del miércoles
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La conversación del miércoles Ciclo 2013: La pareja: incertidumbres modernas de esta relación Grupo de estudio
Discusión Miércoles 24 de abril de 2013 Auditorio CorpoZULETA
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uestro deber en tanto grupo de estudio de La conversación del miércoles es dar los “primeros pasos” en la indagación del tema del mes. Entrecomillo primeros pasos pues por un lado el tema está siempre presente en otros meses, lo ha estado en otras conferencias y en otros ciclos, y por otro lado, quizás el más importante a tener en cuenta, está siempre presente en nuestras existencias. Al ser hechura del tiempo, el ser humano no cuenta con disposiciones cronológicas eternas, y máxime en estos temas, cuando la conversación nos embarca en la ilusión de que las manecillas del reloj andan más deprisa. “Nos faltó tiempo para seguir pensando”, dijeron algunos, pero vale la pena preguntarse ¿alguna vez dispondremos de todo el tiempo requerido para pensar la vida sin olvidar que ésta se agota mientras le damos algún sentido? El ideal del paraíso plantea una contradicción: por un lado la exaltación del sentimiento amoroso
romántico que implicaría para el individuo la plenitud de la vida cuando se concrete junto a otro. Es decir, que un día encontraremos a ese hombre o a esa mujer al lado de la cual la vida se librará de angustias, tristezas y dolores. Por otro lado la emergencia y mantenimiento de una categoría humana hoy imprescindible: la individualidad, que como precisó alguien del grupo, no es individualismo cerrero, sino la posibilidad de decir: mi vida cobra sentidos y recorre caminos singulares, diferentes a muchos otros, incluso a los de aquella persona a quien amo. Esta tensión nos pone de cara a la constatación de que eso que decimos con tanta facilidad “la pareja” no es nada clara. Se enunciaron algunas preguntas justamente en este orden: ¿qué es la pareja?, ¿es unión de fuerzas que tiran en un mismo sentido?, ¿o acaso en sentido paralelo?, ¿o en sentidos completamente diferentes? En otras palabras sería como preguntarse: ¿el hecho de ser pareja con otro es algo que define mi ser, mis ideales, mis concepciones, mis derroteros existenciales? ¿Soy pareja de éste o ésta las veinticuatro horas del día, mientras estoy en el baño, mientras me tomo un café, mientras camino por la calle? La multiplicidad de sentidos en torno al sentimiento amoroso, así como el cuestionamiento que presenciamos de la pareja son sin duda elementos que nos complican la vida. A modo de ejemplo, hoy una mujer puede plantearse en el espectro de posibilidades de su existencia si desea ser esposa, madre, profesional, ninguna o las tres juntas, y esto no hace sino mostrarnos que una puerta se ha abierto y debemos ser conscientes de ella: podemos poner en cuestión todo lo que antes era verdad intocable y actuar en consecuencia de nuestras conclusiones. Hoy podemos preguntarnos si la mejor manera de tramitar el amor es en la alcoba matrimonial, si la pareja es la única posibilidad de juntarnos en función de una pasión amorosa, si es posible hacer una historia de amor con otro ser sin delegar nuestra autonomía o renunciar a ningún deseo propio en tanto sujeto. Junto con dicha puerta se abre la posibilidad de reconocimiento de una gama variopinta de respuestas a las preguntas enunciadas, que cada ser o cada encuentro de subjetividades (sea una pareja, una amistad, un amor de tres, etcétera) dan a ese inherente problema del ser humano: el amor. De este grupo de estudio nos queda un valioso intento por conceptualizar, pero en lo concreto, en aquella arena donde se juega la existencia llamada cotidianidad, nos hallamos arrojados... ¡Que cada sujeto se haga responsable de su historia posible y de las consecuencias de la misma!
Vincent Restrepo Miembro Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA
Amor - Rocío Carbia
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La conversación del miércoles Ciclo 2013: La pareja: incertidumbres modernas de esta relación Conferencia central Miércoles 8 de mayo de 2013 Auditorio Comfama San Ignacio
Un ideal en declive: la pareja como paraíso
Windsor Castle in Modern Times - Sir Edwin Landseer
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dejamos de soñar. Abocados, pues, al malestar ineludible, tres actitudes podemos emplazar para enfrentarlo: denegarlo mediante la búsqueda de recursos como la droga, el entretenimiento compulsivo y todas las formas del entusiasmo vacío que tanto abundan en nuestros días; responderle haciéndonos a una ilusión que nos promete un destino sin dificultades, luchas ni frustraciones, tal como, por ejemplo, acaece con la ilusión religiosa del paraíso; o, finalmente, reconociéndolo y aceptándolo, contando con él para los empeños de la vida y tratando de llevarlo a su mínima expresión. Detengámonos, por hoy, en la segunda actitud. Entre el bagaje que nos depara el orden de lo imaginario, el mito y la ilusión son dos productos suyos particular-
s de sobra conocido que nuestra condición de ser-del-lenguaje, esto es, de la cultura, nos destina al malestar de manera indefectible, el cual dispone, por lo menos, de cinco fuentes para cobrar presencia en nosotros: la naturaleza, la que con sus poderes desbordados hechos catástrofes desnuda nuestra dolorosa indefensión y nuestra angustiante impotencia; el cuerpo, frágil y vulnerable, precario y degradable; los otros, exigentes y con quienes el malentendido siempre está al orden del día; la existencia, en tanto destino, que siempre nos depara tareas insolubles, fracasos y desengaños; en fin, uno mismo, cruzado por fracturas, escisiones y contradicciones que nos alejan irremisiblemente de la coherencia y la armonía con las que no 7
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mente preciados por nosotros y de los que con frecuencia solemos echar mano como paliativos para los engorros de la vida. El mito es una construcción imaginaria, de orden colectivo, que apunta a situar, en tiempos primordiales o definitivos, la verdad esencial y perdida que nos constituye como comunidad; por otra parte la ilusión es una construcción imaginaria gobernada por el principio del placer, la cual puede fungir como ideal efectivo que sirve de norte a la vida, trazándole el horizonte de los logros supremos y más apetecibles por alcanzar. Acorde con esto se puede decir que una ilusión, alimentada por un mito y que ha avanzado hasta hacerse un ideal, no es una mera ensoñación inocua, sino que constituye el modelo con el cual forjamos nuestros anhelos, búsquedas y acciones en la vida concreta. Las ilusiones no son representaciones vaporosas, son la forja en que tallamos nuestro destino real. En la cultura predominante hoy, fácil es constatarlo, ante el malestar no prima la actitud que lleva a reconocerlo y a aceptarlo, imponiéndose más bien ora la fuga ansiosa hacia los dominios de la adicción y de la diversión maníaca, ora la entrega a ilusiones consoladoras, una de las cuales es, precisamente, la ilusión religiosa del paraíso, la misma que nos interesa en esta oportunidad por el modelo que le ha provisto al amor, modelo que no es otro que el del amor romántico. Pero vamos por partes. ¿Qué es el paraíso? Un mito traducido a ilusión universal, siendo la narrativa cristiana sólo una versión más de este ancestral relato imaginario de la humanidad. En términos generales, el paraíso alude a un estado de satisfacción absoluta y permanente, a una plenitud dichosa o a una dicha plena, a una forma radiante de la vida que nada sabe de las fuentes del displacer, siendo un estado de placidez continua, un estado en el que no hay dificultad, ni sufrimiento, ni desavenencia, en todo caso, en el que no hay ni por asomo malestar, reinando más bien lo contrario, esto es, la facilidad, el placer, el acuerdo y el bienestar, en últimas, un estado en el que no hay muerte ni agresividad y que, en su lugar, nos garantiza inmortalidad y fraternidad. El paraíso, como toda ilusión, tiene acogida en nosotros porque nos promete que la vida será tal como quisiéramos que fuera. Lo decepcionante es que ese esquema mítico, gratificante a primera vista no soporta, como en general pasa con toda expresión de la fe, el más mínimo análisis racional, pues de inmediato saltan a la vista las grietas, incoherencias y contradicciones de su relato. Pero es que
un mito no está para ser pensado, está para ser asimilado como acto de fe, con el agravante de que se arroga el papel de paradigma para la vida concreta de los individuos. Por ejemplo, si el mito que nos habla de Adán y Eva lo examinamos, y sin mencionar todas las contradicciones y paradojas en que incurren estos dos personajes, resalta de inmediato que configura un estado sin tiempo, es decir, sin historia; sin trabajo, es decir, sin un obrar productivo; sin deseo, es decir, sin búsqueda alguna; sin acción, es decir, sin lucha; sin otro, es decir, sin diferencia; sin preguntas, es decir, sin asombro; sin diálogo, es decir, sin una palabra creadora; sin conquistas, es decir, sin merecimientos; en síntesis, un estado monstruosamente inhumano. El asunto es que bajo el peso de la falta que nos constituye y de la vulnerabilidad y fragilidad, concomitantes con ella, que nos signa, somos proclives a rendirnos a la nostalgia como añoranza de la plenitud perdida y a entregarnos a la ilusión como anhelo de reencontrar la plenitud originaria, en otros términos, somos muy susceptibles a la ilusión paradisíaca en todas sus manifestaciones. Efectivamente, la ilusión del paraíso puede presentificarse en forma celestial y religiosa, pero también puede cobrar expresión terrenal y laica. En el primer caso nos encontramos ante la promesa
«El paraíso, como toda ilusión, tiene acogida en nosotros porque nos promete que la vida será tal como quisiéramos que fuera. » metafísica de un más allá eterno, en el que el cielo y sus dulzuras serán la dicha prometida para quienes lo hayan sabido merecer; en el segundo caso constatamos que también los proyectos de esta tierra y de nuestro tiempo vital pueden delinearse según el modelo de una ilusoria plenitud definitiva. La modernidad, incluso en el mismo momento en que trataba de saldar cuentas con el cristianismo, pergeñó algunos de sus proyectos más preciados bajo el modelo del paraíso final en la tierra. Así, desde finales del siglo XVIII cultivó con la ciencia y con la técnica la ilusión de que pronto todas nuestras afugias quedarían resueltas y viviríamos de ahí en más en pleno boato y bienestar; pero también por la misma época, y superando las utopías religiosas y literarias
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La conversación del miércoles Ciclo 2013: La pareja: incertidumbres modernas de esta relación
Conferencia central de La Conversación del miércoles
medievales y renacentistas, la modernidad labró la utopía política —fuera en la forma del llamado socialismo utópico de Fourier, de Proudhon, de Owen, etc., fuera en la forma marxista del comunismo—, utopía que, en cualquier caso, nos auguraba una sociedad regida sólo por vínculos de bondad y fraternidad; de la misma manera, en aquellas fechas se configuró ese modelo de la pasión amorosa que es el amor romántico, el cual prometía que el encuentro del amado soñado, y mediando la reciprocidad de éste, haría de la pareja, matrimoniada para el efecto, la experiencia de una dicha suprema y perpetua. Empero, los dos siglos transcurridos desde entonces se han encargado de mostrar lo ilusas que fueron estas expectativas, pues la ciencia y la técnica, si bien nos han deparado logros que han cualificado nuestra vida, también han promovido inéditas y peligrosas dificultades que han cargado la existencia y el destino de la humanidad de nuevos agobios y de un riesgoso e incierto futuro; de la misma manera, y sin menoscabo de reconocer que la aspiración a una sociedad más justa, más equitativa y más razonable, sigue vigente, a lo largo de estos doscientos años hemos corroborado que todo sueño de una sociedad perfecta y homogénea deriva exactamente en su antítesis y que no hay peor infierno que el que terminan configurando los epígonos del destino humano como hermandad finalmente lograda; pero otro tanto, y pese a que de las tres es la ilusión más recalcitrante en nuestra época, ha acaecido con la pareja romántica, la cual tras haber prometido que el paso del amor apasionado al matrimonio sería la consumación de la felicidad en la Tierra, que ha tenido que reconocer que adonde ha conducido la vida, las más de las veces, es a la
zona gris de la monotonía o a la roja de la irritación cotidiana entre los cónyuges o, diciéndolo de otra manera, que la pareja romántica en vez de llevar a sus contrayentes al paraíso, los ha dejado en el limbo o los ha arrojado al infierno. En cualquier caso, hoy sabemos que las dos primeras ilusiones paradisíacas que promovió la modernidad bajo el comando de la ilustración, la científico-técnica y la política, ya no se sostienen más, pero también detectamos los síntomas que muestran que la que se forjó bajo la égida romántica de la modernidad, esto es, la de la pareja edénica, hace agua y fracasa como recurso para una vida plenamente dichosa. Precisemos un poco. En lo afectivo la propuesta de la modernidad burguesa ha sido promover el paraíso bajo la forma del amor romántico cristalizado como institución matrimonial. Pero aquí es menester hacer un alto que permita precisar el vocabulario y aclarar algunos conceptos. Excluyendo las modalidades del amor interpersonal que están materializadas en los vínculos paterno-filiales o en los lazos amistosos y de trato social, la palabra “amor” nombra el vínculo entre dos (o más) seres que lo pueden concretar según modos diversos: como amor-normal o como amor-pasional. El amornormal denota la experiencia del sentimiento sin deseo, pues se puede amar a otro sin desearlo. En nuestro tiempo el amor normal es predominante y él se suele manifestar en dos realizaciones: como amor-conyugal, que representa el sentimiento atado al deber institucional y a las lógicas de la posesión mutua entre los cónyuges, o como amor-líquido, caracterizado por el hedonismo ligero y la sustitución fácil del objeto. Por su parte, el amorpasional, infrecuente en nuestros días, habla del sentimiento cruzado por el deseo, un deseo que es deseo-
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La conversación del miércoles Ciclo 2013: La pareja: incertidumbres modernas de esta relación del-ser-del otro, en lo que queda incluido el cuerpo como decidido empuje al erotismo. El amor-pasional se puede resolver, en primer lugar, como amor-todo, animado por el propósito de encontrar a alguien que sea todo para uno y que uno sea todo para él, amor-todo cuyas manifestaciones históricas han sido el modelo caballeresco medieval y el romántico propio de la modernidad, y, en segundo lugar, el amor-pasional se puede concretar como amor-no todo, entendiendo esta última expresión como un amor deseante que no abdica ni de la libertad ni de la singularidad de cada uno de los comprometidos en él, a la luz de la constatación de que nadie es todo para otro. Respecto de la pasión amorosa interpersonal, la época burguesa ha implementado una doble operación: de un lado, la resuelve según el paradigma romántico, valga decir, sofocando las individualidades en aras de la pareja y, de otro, inscribiéndola en el matrimonio, esto es, en un dispositivo privado de disciplinamiento y control. A esta altura conviene reiterar que a nombre de la pertinente crítica que merece el amor romántico, modalidad promovida, como he dicho, por la época burguesa, no se puede arrasar con la pasión amorosa, pues lo que está en entredicho es la manifestación romántica de ésta, la misma que, bajo expresiones dulzonas y rosas, encubre un verdadero sistema mutuo de dominación y sojuzgamiento entre los amantes, con énfasis, no obstante, en la servidumbre y resignación de sí que han encarnado las mujeres. Aclaremos. El amor romántico, con su pretensión de destinar la pasión a un objeto que se reclama como todo y único, es decir, que hace inocuo todo lo demás (sean seres o causas), es un mecanismo de reducción de los comprometidos en esa experiencia pero, históricamente hablando, las mujeres, al haberse identificado con este modelo más decididamente que los hombres, lo han tenido que padecer como una de las causas de su opresión y hasta de su envilecimiento. Recordemos algunos rasgos caracterizadores del amor romántico, insistiendo en que la pasión amorosa puede vivenciarse bajo modelos distintos a éste. El amor romántico se idealiza como fusión con el otro y como simbiosis plena con él; es exaltado por la capacidad del amante de olvidarse de sí y de abnegar todo lo propio en aras de su partenaire; aspira a forjar entre los amantes un todo impermeable e indisoluble; proclama el valor prevalente del gran “Uno” que hace la pareja, en detrimento, cuando no en franco rechazo, de la libertad en tanto deseo, pensamiento y subjetividad de sus Cacciata di Adamo ed Eva (Expulsión de Adán y Eva del paraíso) - Masaccio
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La conversación del miércoles Ciclo 2013: La pareja: incertidumbres modernas de esta relación miembros; enarbola el slogan “Tú eres todo para mí, yo soy todo para ti”, dando por sentado que cualquier circunstancia en la que no se le acate sólo puede provenir de la traición o la deslealtad; por último, al señalar que el amado es el sentido de la vida, termina subordinando y haciendo depender la complejidad de la existencia de la exclusiva experiencia amorosa. No cabe duda que estos rasgos que animan al modelo romántico de la pasión amorosa, modelo privilegiado en la época burguesa, son rasgos no sólo empobrecedores del conjunto de la experiencia vital, sino que configuran unas exigencias imposibles de cumplir, pues van más allá de las posibilidades psíquicas de los sujetos y de lo que es factible que comprometan, condenándolos, en consecuencia, a una vida esquizoide en la que el ocultamiento, la mentira y la culpa serán una sombra que planeará permanentemente sobre ellos. En palabras simples: es imposible hacer una existencia desde el ideal del amor romántico, no siendo por esto sorprendente que quienes acometen un proyecto vital regido por él, vean más temprano que tarde derivar la pasión amorosa al amor-normal, cuando no al franco desamor o a la abrupta metamorfosis de su amor original en odio. Así las cosas, la escueta realidad que nos depara la época en que vivimos señala que aquella tercera gran ilusión moderna, la de la pareja de la pasión-amorosa
destinada a una relación paradisíaca, ha declinado, al igual que ha sucedido con la científico-técnica y la política. Declive de esta ilusión indicado no sólo por la extendida crisis que hoy corroe a la conyugalidad y por las grandes tasas de divorcio, sino, también, por la fácil constatación de que un modelo que se quiere sostener ignorando los que son precisamente dos grandes logros de nuestro tiempo, la libertad y la singularidad del sujeto, no puede conducir más que a la irritación cotidiana en que se enfrascan quienes no quieren renunciar a lo más propio de sí ni someterse a un imperativo que los desconoce o a la resignación de quienes aceptan seguir haciendo la vida al margen del deseo, transmutando éste en amor por los hijos y en el logro de una “posición” social para llenar como puedan el vacío de la pasión que se extravió. En cualquier caso, mal que bien todos reconocen hoy que tampoco la pareja, ¡y por fortuna!, abre las puertas del paraíso, conduciendo más bien, como dije más arriba, al limbo cuando no al infierno.
Carlos Mario González Miembro Fundador Corporación Cultural Estanislao Zuleta Profesor Universidad Nacional
Próxima Conferencia:
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La conversación del miércoles Ciclo 2013: La pareja: incertidumbres modernas de esta relación Tertulia Miércoles 15 de mayo del 2013 Salón cuarto piso Comfama San Ignacio
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La pareja arrastra el ideal del paraíso, un ideal que no admite falla, que es infinito, que concibe al otro como un ser perfecto, que dará plenitud; según ese ideal la pareja es el estado perfecto (para el amor y la realización suya y de la existencia) donde nada faltará: ¿es esto lo propio del sentir amoroso?, ¿es esto deseable?, ¿es esto posible? La conferencia ofreció una diferenciación conceptual del amor: el 'amor pasión' y el 'amor normal'. El 'amor pasión' como aquel que conjuga deseo y sentimiento, que tiene como derivas suyas posibles el 'amor todo' y el 'amor no-todo'. Sobre el amor no-todo: ¿frente a qué lógicas y dinámicas que se concreten en lo real, en la vida cotidiana, en el encuentro de los enamorados, nos estamos situando con esta propuesta desde lo teórico?, ¿cómo se podría concretar en el relacionamiento amoroso, la propuesta de que sea la de los enamorados una unión de seres libres, autónomos? No hay que olvidar que contamos ahora con que la mujer ya es un ser deseante; tampoco dejar de lado que contamos con medios que nos abren a experiencias disímiles en tránsitos culturales de ritmos muy acelerados y complejos.” Esa, más o menos, la introducción que hizo el responsable de la moderación de la tertulia, recogiendo las líneas más gruesas expuestas en la conferencia, y con ella se propuso abrir caminos para la indagación que sobre el asunto del ideal en declive le correspondía hacer a los tertulianos de esa tarde. A la tertulia asistió gente de distintas edades. Las intervenciones no se hicieron esperar: ¡palabras se oyeron en abundancia! Las intervenciones abrieron más sendas, confundieron, hicieron olvidar otras porque abrían a otras preguntas, excitaron los entendimientos. Es posible reunirlas en cuatro temas que serían: sobre el emparejamiento, sobre la experiencia amorosa, sobre el ideal de la pareja como paraíso, y por último, de condiciones sociales y subjetivas para el emparejamiento según el 'amor no todo'. Así pues: (Sobre el emparejamiento amoroso) Una participante señaló algunos aspectos que ella reconocía como problemáticos y comunes a todos los emparejamientos que a nombre del amor se hacen: el irrespeto, “siempre ha estado presente en el amor-pareja”, los emparejados se asumen como propietarios uno del otro, de aquél al que aman. Además, la convivencia de los
emparejados es una cosa nefasta; el espacio propio es fundamental. La fidelidad en una relación amorosa será posible mientras uno quiera acompañarse de ese otro. Si muchas mujeres se casan todavía, eso también pasa por la presión social: a todas las amigas suyas les da por casarse, y aquella a quien se le impone la soledad opta finalmente por matrimoniarse para tener con quien hablar. Sucede que muy pronto se acaba eso que nos anima a irnos a vivir con alguien. ¿Por qué se dañan tantos matrimonios? ¿Por qué no perduran las relaciones amorosas? A este decir sobre el emparejamiento, que hizo una mujer que declaró que hace rato había pasado de los treinta y que ha elegido estar sola, una de las jóvenes participantes preguntó por qué ese decir no era común entre las mujeres y jóvenes con las que ella tenía contacto, y probablemente entre gran parte de los individuos de la sociedad nuestra. ¿Qué había influido en esa mujer para que tuviera esas ideas sobre la pareja? El entendimiento más extendido sobre ese tema, según propuso otra intervención, pasa por una exigencia tal como es la del dominio del otro, y la aceptación de esa dominación como la expresión del amor, y cuando una persona se rebela contra esa exigencia, entonces lo que recibe como contestación es que “no sabe querer y que no sabe lo que es el amor y el amar”. (Sobre la experiencia amorosa) “La experiencia amorosa es inédita en cada ser.” Esto lo propuso alguien que situó algunos interrogantes a lo expuesto sobre el asunto en la conferencia: ¿qué elementos convocan al amor pasión? ¿es posible que en una época que ha interrogado la totalidad pero que no soporta mantenerse en la interrogación, ese amor se dé? También propuso que si bien no se debe aspirar a ser 'el todo' del otro (como ocurre en el 'amor todo') en una relación, eso no desdice que ese otro sea un ser que se reconoce como esencial al ser de uno. Lo que implica un peligro: porque cuando reconocemos algo como esencial, el ser se ve abocado a una tendencia suya de querer atraparlo. En relación con esto último alguien se preguntó: ¿será que es en lo constitutivo del apasionamiento, en donde está eso que nos hace tender hacia el otro (ser esencial) sin control, sin medir en las exigencias, queriéndolo atrapar, encontrando el dolor allí donde el otro no responde a esas demandas? ¿Tiene uno que luchar contra el empuje de querer atrapar
« (...) y cuando una persona se rebela contra esa exigencia de dominación como la expresión del amor, entonces lo que recibe como contestación es que “no sabe querer y que no sabe lo que es el amor y el amar”» 12
La conversación del miércoles Ciclo 2013: La pareja: incertidumbres modernas de esta relación al otro? Alguien más señaló que nosotros, los seres humanos, no somos seres acabados, de ahí que sea imposible entender, en estos procesos de cambios permanentes que experimenta un ser, que alguien se cristalice como 'el todo' suyo. Reconocer y aceptar que no se es todo, es reconocer que no se es indispensable: “si yo me planteo un (amor) no-todo, eso me pone en el riesgo de no ser indispensable y de significar menos al otro, en el riesgo de que se pierda la significación construida y de que se rompa el vínculo, ¿cómo romper entonces con estas estructuras?” preguntó una participante. (Sobre el ideal de la pareja) Que el ideal del amor como paraíso está en declive, ¿qué quiere decir eso? ¿Se trata de un declive del ideal o un fracaso del vínculo de pareja? Sucede por lo general entre nosotros que cuando un vínculo se termina, no se interroga el ideal sino a los sujetos que no fueron capaces de llevarlo a su realización: “es que no nos esforzamos lo suficiente por este amor”, es lo que se oye decir. Esto lo propuso un participante que además se preguntó si lo que estaba en declive era la ilusión que promovía el ideal, y no tanto el ideal mismo, con lo que abrió a una nueva diferenciación: ideal - ilusión, no son lo mismo, un ideal es un horizonte de perfectibilidad. La pregunta por el primero nos pone frente a la complejidad y la exigencia que el ser sea capaz de soportar para forjarse sus propios horizontes, contando con los otros, por supuesto. El capitalismo tiene un ideal para la relación amorosa que está camuflada entre nosotros, habitándonos, sin que la interroguemos. ¿La reincidencia en el intento de emparejarnos, no hace patético decir de ese ideal que está en declive, así se sostenga en las estadísticas? (De condiciones sociales y subjetivas para el emparejamiento según el amor no-todo) El ideal del amor está estrechamente ligado a los seres en sociedad, los seres en su contexto. El ideal del amor en declive, se corresponde a sociedades en declive; aunque no podemos perder de vista que éstas son preguntas que trascienden modelos económicos. Cuando decimos que la sociedad dice esto, la sociedad dice aquello, ¿quién -o qué- es quien dice? Reincidir en el emparejamiento una y otra vez bajo las mismas lógicas, ¿no será un asunto de educación? ¿El que participemos de un ideal por ejemplo para el asunto de las relaciones amorosas, tiene algo que ver con los diversos dispositivos con que cuenta una sociedad para reproducirse y sostenerse? Una participante declaró sentirse descuadrada, estafada, cuestionada y preguntó: ¿ese irrespeto del otro en la pareja, cómo nos fue vendido y en qué momento creímos que en base a este podríamos sostener la dicha con el otro? Alguien más se preguntó a propósito de la educación recibida –que no únicamente en el dispositivo escolar, en la escuela–, ¿por qué no nos han enseñado a gozar en la angustia del no-todo, de la finitud,
Imagen tomada de: http://www.manchesterconfidential.co.uk/
de la muerte que es siempre compañera de la aventura humana?, ¿es posible una educación que forje a los individuos sujetos de ella en el encaramiento de la finitud, sin ofrecerles ilusiones de vidas eternas, futuras y ultramundanas?, ¿una educación que forjando en esa dificultad de aceptar la finitud eterna, disponga mejor a los sujetos de ella al encuentro amoroso como experiencia del 'amor no todo': que los amantes no se asuman como el todo del otro y que no se propongan recíprocamente como tal?, ¿una educación que forje individuos para la libertad y para vivir de cara a la angustia que ella implica? ¿Qué estructura es menester para que se pueda concretar en el encuentro de los enamorados la experiencia del amor no todo? La vida de hoy en día, en el conjunto de cosas que ofrece por vivir, es mucho más rica que la de otras épocas anteriores a ésta. ¿Es la nuestra una época que está buscando nuevas formas para el vínculo amoroso? Tenemos en el presente un acumulado de asuntos que le proponen nuevos retos al ser y para la experiencia amorosa: el lugar del deseo en la mujer y los desafíos para el ser masculino, las reivindicaciones de los géneros, el sentimiento amoroso pasional por fuera del emparejamiento. Amamos no sólo subjetivamente, sino también socialmente y esto nos pone en el ámbito de lo histórico, lo cual deja siempre abierta la posibilidad de transformar estas formas que conocemos ahora: por otras formas para el relacionamiento amoroso, ¡un horizonte de lucha!, actividad que incluye la lucha contra nosotros mismos y que tendrá que ser constante. Este intento de reflexionar que hacemos sobre el asunto del amor no es de muchos, y con él no pretendemos promover modelos: el asunto es de invención, del arte de amar, que cada quien haga su pequeña obra según sus posibilidades, el reto es para cada uno contando con los otros.
Santiago Gutiérrez Miembro Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA
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La conversación del miércoles Ciclo 2013: La pareja: incertidumbres modernas de esta relación Cine en conversación Sábado 11 de mayo de 2013 Auditorio CorpoZULETA
Película: 5x2 Cinco veces dos Director: François Ozon Año: 2004
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gusta de participar en ellos y más bien parece incómoda cuando se habla del tema?, ¿es un asunto de voyerismo o de indiferencia? ¿Qué une a estas parejas cuando la pasión ha menguado? No vemos un proyecto común en construcción y es evidente que no existen lazos fuertes de unión entre ellos. Pero es que además, Gilles es un hombre vacío, manipulador, de carácter débil, lo cual se evidencia en la actitud que asume frente a la experiencia de la paternidad, responsabilidad que parece demasiado grande para él; no asiste al nacimiento de su hijo y evitando ver a Marion, huye precipitadamente del hospital, y esa vacuidad es lo que prevalece en la relación. Por eso nos sorprende su propuesta, luego de formalizado el divorcio, de volver a intentar una aventura ya fallida. De otro lado, surge la pregunta por la institución del matrimonio y cómo éste sólo puede reglamentar y ordenar lo que pertenece al campo del “deber”; una forma jurídica que se ha quedado anclada en viejos códigos que ya no responden a las necesidades del individuo actual y que acaso sólo pueda garantizar la justa distribución de los bienes comunes, entre los que parecen quedar incluidos los hijos. Para terminar, destaquemos la música compuesta por Philippe Bombi, y las canciones escuchadas en algunas escenas muy significativas de la película, como “Una Lacrima Sul viso” que acompaña las propias de la protagonista. Beatriz Flórez Miembro Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA
a película de esta semana guarda estrecha relación con el ciclo de La conversación del miércoles, que en su reciente sesión abordó el tema de “Un ideal en declive: la pareja como paraíso” El director Francois Ozon (París, 1967), nos trae la historia de cinco años en la vida de una pareja, contada en forma cronológicamente inversa, iniciando con los trámites de divorcio y finalizando con su primer encuentro. Se trata de Marion y Gilles y cinco momentos importantes en su convivencia: el divorcio frente a un juez, debate y confesión de infidelidad en el marco de una reunión de amigos, el nacimiento del hijo, la boda y finalmente, las circunstancias de ese primer encuentro. Reaparecen temas que ya Ozon había tratado en otras ocasiones y que retratan las dificultades que amenazan la pareja: soledad, incomunicación, desencuentros, heridas que no sanan… Los primeros planos utilizados al inicio de la película nos recuerdan a Bergman, director admirado por este francés. Como lo señalaba un asistente, al contrario de Haneke, Ozon poco nos revela sobre la cotidianidad de estos dos seres; sólo momentos decisivos en sus vidas, con el propósito deliberado de que el espectador se plantee dudas y preguntas sobre el devenir que tuvo su pasión amorosa; el amor no parece hacer presencia en esta relación, más bien una ilusión construida solamente sobre la sexualidad y de ahí, su desgaste. Claramente, no se individualiza el cuerpo del otro y, sobrevienen episodios de infidelidad, incluidas las experiencias homosexuales de Gilles, con la aprobación de su esposa; ¿por qué consiente estos juegos eróticos de su esposo, cuando ella misma no
Escena de la película “Cinco veces dos” en Cine en Conversación
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La conversación del miércoles Ciclo 2013: La pareja: incertidumbres modernas de esta relación Pensador de referencia «Mientras se siga entendiendo el amor como un místico entregarse plenamente al otro, la exigencia de exclusividad quedará por entero dentro del marco del código; pues, ¿cómo podría alguien entregarse plenamente a diversas amantes al mismo tiempo sin tener que multiplicarse? Las reactualizaciones del código de la intimidad hacen retroceder tales ideas. En sí todas las características del código, sobre todo el precepto del exceso, hablan de la obligación de amar siempre, de la estimulación por medio de la belleza contra la exigencia de exclusividad. Sin embargo, no se llega a esa consecuencia. Introduciendo la idea contra toda lógica, d'Alibray habla de supertition religieuse; la exigencia de exclusividad lleva en sí una importante función de sistémica: simboliza la existencia de un nuevo comienzo en cada una de las relaciones amorosas. Sólo así el código de la intimidad puede conducir la catálisis del sistema. Esa ruptura de la lógica no molesta porque es funcional.» El amor como pasión: La codificación de la intimidad Niklas Luhmann
Niklas Luhmann (1927 – 1998) fue un sociólogo alemán. Estudió derecho en Friburgo de Brisgovia graduándose en 1949 (después de ser detenido y liberado durante la Segunda Guerra Mundial). Es muy conocido en América del Norte por su debate con el teórico crítico Jürgen Habermas sobre el potencial de la teoría de sistemas sociales. Luhmann aboga por "la gran teoría", apuntado a dirigir cualquier aspecto de vida social dentro de un marco universal teórico. Escribió varios libros sobre una variedad de temas, incluyendo leyes, economía, política, arte, religión, ecología, medios de comunicación y amor. Dentro de éstos se encuentran: Ilustración sociológica y otros ensayos (1973), El amor como pasión: la codificación de la intimidad (1985), Sistemas sociales: Lineamientos para una teoría general (1992), La ciencia de la sociedad (1996), entre muchos otros. Información e imagen tomadas de http://luhmannteoria.blogspot.com/2009/04/biografia-fer.html
Boletín de La conversación del miércoles Edición del 24 de mayo de 2013 Revisión editorial y diagramación: Vincent Restrepo
Informes: Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA Web: www.corpozuleta.org e-mail: info@corpozuleta.org Tel: 444 35 84 Dirección: Cll 50 No. 78a - 89 También apoya:
Próxima conferencia: La pareja y su potencial deslizamiento del amor al odio Miércoles 5 de junio. 6:30 p.m. Auditorio Alfonso Restrepo Moreno Comfama San Ignacio (cuarto piso) Organiza: