La conversación del miércoles Ciclo 2014: De amores, sexualidades y géneros ISSN 2382 - 3763
Julio
Boletín #32
La conversación del miércoles Ciclo 2014: De amores, sexualidades y géneros ¿Por qué nace La conversación del Miércoles?
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unca, como la nuestra, hubo otra época en la que el ser humano estuviera más desconcertado y confundido con respecto a lo más esencial suyo. Todo, absolutamente todo está en duda: el amor y su realización, la sexualidad y sus límites, el sentido de la existencia, la posición ante la muerte, la condición de mujer y de hombre y la expresión de nuevos géneros, la relación de los adultos con los niños y los adolescentes, las formas de poder económico y político que han de regir en la sociedad el lugar de la justicia y la libertad, de la igualdad y la equidad en los diversos vínculos humanos, en síntesis, y para no alargar más la lista, que nuestra época se caracteriza por tenerlo todo en crisis. Pero, si bien que estemos permanentemente en estado de crisis, es decir, en estado crítico, es algo que nos angustia, también esta situación tiene su aspecto positivo, ya que nos pone de cara a pensar lo que somos y a reinventar la vida en aras de lograr unas mejores posibilidades y realizaciones para ésta, tanto en el plano personal como en el colectivo. De la conciencia de esto y de la necesidad de aportar algunos elementos de reflexión que permitan enfrentar lo más creativamente posible la crisis que nos cruza, y no dejará de cruzarnos, es de donde nace LA CONVERSACIÓN DEL MIÉRCOLES. ¿En qué consiste La conversación del Miércoles?
E
s un espacio en la ciudad para que el hombre y la mujer del común puedan encontrar una referencia en los logros del conocimiento que nos han legado la filosofía, el psicoanálisis, la historia, la ética, la literatura, etc., de tal forma que accedan de manera más propia a los diversos problemas que cruzan nuestra existencia en tanto individuos y sociedad. La intención es “llevar” el gran pensamiento que la humanidad ha producido, de las cerradas e indiferentes élites académicas, hasta el hombre y la mujer del común, con el propósito de que frente a los problemas que agobian la vida en el presente se provean Boletín de La Conversación de herramientas de reflexión que permitan a cada cual del Miércoles escapar de esos discursos de consejería y orientación que como los de la autoestima, la sexología, etc. quieren recetarle a la gente qué vida hacer y cómo realizarla, Contenido encontrando, mejor, una vía en la que cada uno se haga cargo de sí mismo, piense su particular situación e invente su propio destino. Grupo de estudio - Conferencia Preliminar
¿Para qué está concebida La conversación del Miércoles?
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ara contribuir al desarrollo de una ciudadanía más reflexiva y crítica, que compruebe que el gran pensamiento de la humanidad no tiene que estar restringido a los recintos académicos; de una ciudadanía que sepa reconocer que para hacer una buena vida no hay ni fórmulas, como las que vienen propalando tantos consejeros que pululan, ni destinos naturales, como los que difunden quienes quieren hacernos creer que nuestro ser está escrito en nuestra biología; en fin, una ciudadanía más dueña de sí y más capaz de asumir que la maravillosa vida humanase puede hacer de muchas maneras, pero no de cualquier manera.
Carlos Mario González Miembro Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA Profesor Universidad Nacional
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Grupo de estudio - Discusión Página 4
Conferencia Central Página 5 Tertulia Página 10
Pensador de referencia Página 13
La conversación del miércoles Ciclo 2014: De amores, sexualidades y géneros
Grupo de estudio Miércoles 18 de junio de 2014 Auditorio CorpoZULETA
Conferencia preliminar
Destinos del deseo: heterosexualidad, homosexualidad y otros
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ecir destinos del deseo es decir que son múltiples las expresiones que puede adoptar éste, que son diversas sus concreciones. Pero decir “Destinos del deseo: heterosexualidad, homosexualidad y otros”, es decir que una de las expresiones del deseo es la orientación sexual humana, siendo otras, por ejemplo, la del amor y la del saber, la primera muy necesaria de ser pensada en nuestros días, en los que la heterosexualidad viene siendo cuestionada como única y válida deriva sexual. Ahora bien, decir que el deseo tiene diferentes manifestaciones –la sexual, la del amor, la del saber- exige que pensemos como es que el ser humano deviene sujeto del deseo. Es por esto que en este texto me ocuparé más del origen de nuestra condición deseante, exponiendo, en consecuencia y sin mucha profundidad, ese destino de ella que es nuestra orientación sexual, terminando con algunas enunciaciones respecto a las trabas que, social e históricamente, se le ha puesto a eso de ser deseantes a eso de ser sexuales. Veamos: I Sobre el sujeto Ser sujetos del deseo tiene su origen en el comienzo de nuestras vidas, que otro haya decidido acogernos, tras nuestro nacimiento, en este mundo, es la primera condición para ello. Que se nos dé un nombre, un lugar, que se nos permitan circunstancias apropiadas para que nuestra vulnerabilidad al
Flottans Badhus - Eugene Jansson
Tomado de: http://www.steveartgallery.se/spain/picture/image-70442.html
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nacer no nos lleve a una muerte prematura (necesitamos que otro nos alimente, que otro nos cuide, que otro nos proteja), es la primera bienvenida que se nos hace, vía la expresión del amor de otros, a la condición de ser humanos. Ahora bien, el amor puede ser peligroso y puede destruir ese primer sí que se le dijo a la vida. Me explico: a la criatura humana recibida con amor se le resuelven, y a cualquier hora, todas sus necesidades, tendrá alimento cuando lo requiera, será aseado cuando lo necesite, será atendido en cualquier momento, atención, claro está, que deviene de la interpretación que hacen, según el llanto o una expresión de incomodidad, quienes están a su cuidado. Sin embargo, pasado un tiempo, empiezan a presentarse algunas restricciones para aquel que otrora lo tenía todo y lo era todo, a quien no le hacía falta nada le sucederá que ya no se le resolverá todo a cualquier momento, que él no lo tendrá todo ni lo será todo, introduciéndosele, en consecuencia, a la cultura y a las costumbres de ésta. Un ejemplo de lo anterior: cuando al recién llegado se le señala que hay horas para comer, que hay lugares para llevar a cabo sus necesidades fisiológicas, que hay, en fin, normas que acatar, lo que ocurre es que su complacencia se quiebra, con lo cual las mencionadas indicaciones van más allá de asuntos funcionales y comportamentales, pues lo que se le está enunciando a ese ser en devenir es que, dado que sus cuidadores han virado la atención al mundo, hay otros y otras cosas más allá de él. Con lo anterior, tenemos que el Otro de la Ley, que esos que lo representan rompen la completitud del recién llegado, pero, a su vez, le abren la posibilidad del ingreso al lenguaje, del ingreso a la cultura, del ingreso a la ley misma: necesitamos de la palabra cuando no somos todo, de una relación comunicativa cuando queremos expresar algo de sí, un deseo, por ejemplo, pero también necesitamos de esa relación comunicativa para que el otro se sitúe frente a ese decir de nosotros y de nuestro deseo; nos damos cuenta de la alteridad cuando no estamos volcados únicamente sobre nuestra satisfacción, nos enteramos del otro y del lazo cultural cuando no somos meramente “sí mismos”; podemos ir en búsqueda de algo cuando no somos todo cuando no se nos resuelve todo.
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Respecto a esto último, el psicoanálisis nos enseña que cuando la Ley interviene el estado de completitud que genera el lazo amoroso entre el recién llegado y quien o quienes lo cuidan, o cuando los cuidadores del recién llegado le dan cuenta que hay algo más allá de él, se desprende algo, se precipita, así es nombrado, el objeto fuera de la criatura humana. Cuando ya no somos todo y, por tanto, decae la ilusión de que completamos a quien o quienes nos han recibido, aparece el objeto causa del deseo, se precipita fuera de nosotros y se pone en el mundo, siendo menester ir en su búsqueda, en búsqueda de ese algo que se entiende, en palabras de Zuleta, como “una síntesis compleja de muchas características; que se produce y se construye en una estructura interhumana, lingüística y lógica muy compleja”. Y es ahí a partir de ese objeto precipitado, en ese objeto causa del deseo, donde, también desde el psicoanálisis, se ubica la sexualidad, nuestro devenir como sujetos sexuales, con lo cual, nuevamente evocando a Zuleta, tenemos que “la sexualidad necesariamente está articulada a un conjunto muy vasto, a una vivencia del tiempo, a una vivencia del otro, a una vivencia de las normas”. De esa intervención de la ley, dice el psicoanálisis, emerge las diferentes orientaciones sexuales: heterosexualidad, homosexualidad, bisexualidad y otros, siendo muy interesante poder pensar que nuestra orientación sexual tiene una historicidad, una historicidad cuyo origen es bastante temprano, que reside en nuestros primeros años de vida, que marca nuestra subjetividad y nuestra manera de ir al mundo. Situación ésta que mucho debería tenerse en cuenta a la hora de combatir esa ideología que señala qué es lo normal en términos de orientación sexual, ya que desde la perspectiva psicoanalítica, una que intenta ponernos de cara a lo humano, no cabría un patrón único en lo concerniente a esta dimensión nuestra, pues si decimos “soy bisexual” lo que estamos diciendo es que somos en lo más profundo de nuestros ser, que somos en lo más profundo de nuestros vínculos primarios, que somos legítimamente en nuestro devenir. Tenemos, entonces, que esa herida al narcicismo del recién llegado lo deja en falta, abriendo así tres caminos: el anhelo de ser y con ello la posibilidad del amor; la conciencia de ser-para-la-nada y con ésta la búsqueda de algún sentido para la vida; y, finalmente, la puesta de un objeto en el mundo -objeto causa del deseo- y con ello la apertura a la sexualidad. Lo que da cuenta, y contradiciendo a cierta arrogancia de la neurología y la psicología que pretende reducir toda expresión humana a lo biológico, que el amor, la búsqueda de un sentido para la vida y la sexualidad son asuntos devenidos de la cultura, del choque de la naturaleza con ésta. En este sentido, podemos decir que la sexualidad no es instinto (no funciona con el esquema estímulo-respuesta y no es conducta
heredada), no tiene un objeto predeterminado, pues ese objeto precipitado de sí puede adoptar múltiples formas y expresiones, que es, en fin y entre otras cosas, histórica y simbólica. II Destinos del deseo en lo social, lo histórico y lo político Esa compleja trama en la que se inscribe nuestro devenir como sujetos del deseo y, por tanto, como sujetos sexuales, ha sido bastante ignorada por las sociedades, a lo largo de la historia muchos dictámenes, en términos de la sexualidad, han desconocido al sujeto y su aventura vital, han desconocido lo laberíntico que son nuestros sentimientos, nuestros deseos. Con lo cual podemos preguntarnos: ¿qué ha significado, social e históricamente, la sexualidad?: discurso normativos, de perspectiva religiosa y biologista, todos desconocedores de la alteridad y de lo que se juega en ella, han pecaminizado, moralizado y vuelto enfermedad, respectivamente, otras orientaciones sexuales diferentes a la heterosexual, haciendo de las categorías sexuales y sus adjetivaciones formas de dominación y discriminación. Pero así como las sociedades han tenido una voz en torno a lo que es normal y anormal –voz que violenta al ser del ser humano- también desde la dimensión política de éstas se ha sabido entrar en pugna con esa voz, se ha sabido entrar al terreno del combate de las ideas. Tenemos, pues, que movimientos políticos, muy propios de nuestra contemporaneidad (no obstante sería importante rastrear la historia de éstos), han enarbolado una bandera en pos del sujeto, de su rareza y su diferencia, inventándose así una nueva noción de ciudadanía (de pertenencia al colectivo social): que las sociedades no se hacen a pesar de los sujetos y sus diferencias, sino que éstas han de contar con unos y otras, posicionándose así a la dimensión social como escenario democrático, en el que, desde una ética que reconoce al otro, se complejicen las relaciones interpersonales, se lleven a cabo, fuera de cualquier categorización a priori y discriminatoria. Así pues, los derroteros sociales serían hechura de todos, serían vinculantes en la diferencia, en la participación de lo humano plural, no queriendo decir con esto que no habría conflicto, sino que habría mejores conflictos, ya que se reconocería que los otros no tienen que ser lo que uno es.
Daniela Cardona Miembro Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA 3
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Grupo de estudio Miércoles 18 de junio de 2014 Auditorio CorpoZULETA
Discusión
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abe comenzar esta reseña recordando que el goce sexual es un escenario por excelencia del placer y del displacer, es decir, allí se alcanza o se fracasa frente a lo deseado. Y es que el goce es un asunto estructural y no meramente espontáneo, ligado a la historia personal y a todas las experiencias, saberes y políticas que se van configurando en lo singular y en lo colectivo. De ahí lo impredecible. Usualmente hemos señalado la participación en el ser de dos tipos de goce: el masculino y el femenino, los cuales no son exclusivos de hombres (el primero) y de mujeres (el segundo) sino que son dimensiones que pueden habitar a cualquiera de los dos géneros, y es por la forma como cada goce se manifiesta que cada quien define, desde lo inconsciente, un tipo de objeto de deseo, para el caso que nos convoca, un objeto erótico. Por ese camino ¿cómo es posible hablar de “asexualidad” en ciertas personas cuando se trata de un campo inmenso y desconocido del inconsciente que participa permanentemente de lo sexual? Todos somos de alguna manera un campo erótico y hay otro u otros (objetos o personas) que erogenizan ese campo, de ahí las diferentes vías que puede tener la expresión del goce. Entonces, una vez establecido el escenario de posibilidades múltiples entra en juego la pregunta por los referentes éticos. Si bien hay que darle cabida a las expresiones del ser ¿qué límites son necesarios? El movimiento queer resalta la dificutad de establecer categorías, mas ¿cualquier cosa es válida? ¿cómo es posible comprender, defender, lo que no está delimitado de algún modo así sea en principio por el lenguaje? No es accesorio rescatar la actualidad de un pensador como Sigmund Freud para reflexionar este tipo de problemas contemporáneos pues sus teorías, a más de transgresoras, aún hoy, permiten poner en la mesa lo inconveniente de
normalizar lo que tiene que ver con el goce. De ahí la necesidad de revisar lo que entendemos por lo normal y lo anormal, pues en el caso del goce la homosexualidad es tan normal como la heterosexualidad. Es así que se hace imprescindible tener un panorama más amplio soportado en saberes como el psicoanálisis y historia. Por ejemplo, la hoosexualidad en el caso griego estaba ligada con lo erótico, con la idea de belleza, con lo pedagógico, con la idea del poder y de los hombres libres (la mujer no estaba a la altura de los homres y los esclavos hombres no estaban al mismo nivel de los ciudadanos libres) entre otras cosas. Así, ¿cuándo y cómo una sociedad deviene predominantemente heterosexual y señala otras formas como aberrantes? De ahí podemos imaginar qué implicaciones puede tener el hecho de que una sociedad se transforme a un camino plurisexual. Además, con semejantes referentes, se logran comprender las diferencias y particularidades de cada época, los valores que defiende y lo que considera lo normal (familia, procreación, etc). Es bien sabido que cada sociedad encausa la relación con el amor, el placer y la muerte y que cada orden establece deberes de ser direccionando el cuerpo y el goce, de modo que posibilita y restringe desde los mismos imaginarios hasta lo legal y lo físico. La libertad total es una ilusión más no hay que desechar la necesidad de alcanzar con una ética la posibilidad de una libre expresión personal y un respeto por los demás en lo que se refiere a ese campo amplio y diverso que es el del goce erótico.
Eduardo Cano Miembro Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA
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Conferencia central Miércoles 2 de julio de 2014 Auditorio Comfama San Ignacio
Destinos del deseo sexual: heterosexualidad, homosexualidad... y otros llamada educación sexual, la que presenta a la heterosexualidad como la expresión paradigmática de la sexualidad humana, ocupándose entonces de descubrir órganos genitales y sus funciones de cara a la reproducción o la contracepción. Al margen de la pobreza explicativa que conlleva plantear la sexualidad en estos términos, los que ni siquiera dan cuenta de la misma heterosexualidad, resalta en esta enseñanza la de la negación de otras sexualidades y, por tanto, otros caminos del goce corporal y afectivo tramitados por algunos seres humanos, cual es el caso de la homosexualidad en sus variantes gay y lésbica. A partir de los años setenta es evidente que ha tenido inicio la reivindicación de otras expresiones de la sexualidad, lo que ha propiciado, por ejemplo, plantearse con rigor la pregunta por qué es la homosexualidad, dado que la heterosexualidad ya no se asume como natural y, por tanto, como la única forma susceptible de ser reconocida como legítima. No obstante el inicio de este halagüeño proceso de reconocimiento de la validez de otras sexualidades diferentes a la hetero, es evidente que aún hay un largo trayecto de las luchas por adelantar para alcanzar en forma cabal esta reivindicación, como algunos botones de muestra no lo indican: en cerca de ochenta países se penaliza aún la homosexualidad, en algunos incluso con pena de muerte; en el año 2013 asesinaron en Colombia a veinte homosexuales por el simple hecho de su orientación sexual; hace poco, en este año 2014, una niña española se suicida a consecuencia de las vejaciones de las que es blanco por parte de sus compañeras por el hecho de su orientación lésbica; este mismo año, en EE.UU, un adolescente de quince años asesina a un compañero a raíz de éste haberle declarado su amor; en regiones de Sudáfrica aún se realizan violaciones “correctivas” de lesbianas para encauzarlas en la orientación “debida”. Estos casos, traídos a colación a vuelo de pájaro, refrendan la dura e injusta realidad de muchos seres humanos que por razón de su orientación sexual se ven sumidos en la culpa, la vergüenza, el miedo y el sufrimiento. Sobra decir que este panorama, incluso tan escuetamente presentado, ofrece razones suficientes para sostener la lucha en los frentes ético, político y cultural por la no exclusión de
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lo largo de la historia tres categorías se han esgrimido como recursos para el control, sanción y exclusión de la homosexualidad: pecado, delito y enfermedad. La primera descalifica desde la moral, la segunda sanciona desde el derecho, la tercera clasifica supuestamente desde la ciencia, no estando de más recordar a este respecto que sólo en 1990 la OMS retiró la homosexualidad de su listado de enfermedades. Moral, derecho y “ciencia” (es imposible no usar el entrecomillado) se han conjugado en el tiempo para refrendar los tres grandes poderes homofóbicos que han signado a Occidente: el cristianismo en todas sus variantes, la sociedad patriarcal y la cultura heterosexual.
«(...) En EE.UU, un adolescente de quince años asesina a su compañero a raíz de éste haberle declarado su amor (...)»
La exclusión de la que ha sido objeto la homosexualidad, se ha dotado de una serie de prejuicios de amplia circulación en el seno de la sociedad y a través de las centurias, prejuicios como dar por sentado que los hombres homosexuales son más femeninos que los heterosexuales y, a la inversa, que las mujeres lesbianas son más masculinas que las mujeres heterosexuales; que las relaciones homosexuales son más frágiles y transitorias que las heterosexuales; que el mundo homosexual es más promiscuo que el heterosexual; en fin, prejuicio de prejuicios, que la homosexualidad es antinatural. Esta antiquísima descalificación a priori de la homosexualidad sigue vigente en nuestros días, ora en forma explícita, ora en forma velada. Una muestra de esta última nos la ofrece la 5
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Carlos Mario González - Expositor Central Fotografía: CorpoZuleta
heterosexuales; que el mundo homosexual es más promiscuo que el heterosexual; en fin, prejuicio de prejuicios, que la homosexualidad es antinatural. Esta antiquísima descalificación a priori de la homosexualidad sigue vigente en nuestros días, ora en forma explícita, ora en forma velada. Una muestra de esta última nos la ofrece la llamada educación sexual, la que presenta a la heterosexualidad como la expresión paradigmática de la sexualidad humana, ocupándose entonces de descubrir órganos genitales y sus funciones de cara a la reproducción o la contracepción. Al margen de la pobreza explicativa que conlleva plantear la sexualidad en estos términos, los que ni siquiera dan cuenta de la misma heterosexualidad, resalta en esta enseñanza la de la negación de otras sexualidades y, por tanto, otros caminos del goce corporal y afectivo tramitados por algunos seres humanos, cual es el caso de la homosexualidad en sus variantes gay y lésbica. A partir de los años setenta es evidente que ha tenido inicio la reivindicación de otras expresiones de la sexualidad, lo que ha propiciado, por ejemplo, plantearse con rigor la pregunta por qué es la homosexualidad, dado que la heterosexualidad ya no se asume como natural y, por tanto, como la única forma susceptible de ser reconocida
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lo largo de la historia tres categorías se han esgrimido como recursos para el control, sanción y exclusión de la homosexualidad: pecado, delito y enfermedad. La primera descalifica desde la moral, la segunda sanciona desde el derecho, la tercera clasifica supuestamente desde la ciencia, no estando de más recordar a este respecto que sólo en 1990 la OMS retiró la homosexualidad de su listado de enfermedades. Moral, derecho y “ciencia” (es imposible no usar el entrecomillado) se han conjugado en el tiempo para refrendar los tres grandes poderes homofóbicos que han signado a Occidente: el cristianismo en todas sus variantes, la sociedad patriarcal y la cultura heterosexual. La exclusión de la que ha sido objeto la homosexualidad, se ha dotado de una serie de prejuicios de amplia circulación en el seno de la sociedad y a través de las centurias, prejuicios como dar por sentado que los hombres homosexuales son más femeninos que los heterosexuales y, a la inversa, que las mujeres lesbianas son más masculinas que las mujeres heterosexuales; que las relaciones homosexuales son más frágiles y transitorias que las
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forma cabal esta reivindicación, como algunos botones de muestra no lo indican: en cerca de ochenta países se penaliza aún la homosexualidad, en algunos incluso con pena de muerte; en el año 2013 asesinaron en Colombia a veinte homosexuales por el simple hecho de su orientación sexual; hace poco, en este año 2014, una niña española se suicida a consecuencia de las vejaciones de las que es blanco por parte de sus compañeras por el hecho de su orientación lésbica;
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lo largo de la historia tres categorías se han esgrimido como recursos para el control, sanción y exclusión de la homosexualidad: pecado, delito y enfermedad. La primera descalifica desde la moral, la segunda sanciona desde el derecho, la tercera clasifica supuestamente desde la ciencia, no estando de más recordar a este respecto que sólo en 1990 la OMS retiró la homosexualidad de su listado de enfermedades. Moral, derecho y “ciencia” (es imposible no usar el entrecomillado) se han conjugado en el tiempo para refrendar los tres grandes poderes homofóbicos que han signado a Occidente: el cristianismo en todas sus variantes, la sociedad patriarcal y la cultura heterosexual. La exclusión de la que ha sido objeto la homosexualidad, se ha dotado de una serie de prejuicios de amplia circulación en el seno de la sociedad y a través de las centurias, prejuicios como dar por sentado que los hombres homosexuales son más femeninos que los heterosexuales y, a la inversa, que las mujeres lesbianas son más masculinas que las mujeres heterosexuales; que las relaciones homosexuales son más frágiles y transitorias que las heterosexuales; que el mundo homosexual es más promiscuo que el heterosexual; en fin, prejuicio de prejuicios, que la homosexualidad es antinatural. Esta antiquísima descalificación a priori de la homosexualidad sigue vigente en nuestros días, ora en forma explícita, ora en forma velada. Una muestra de esta última nos la ofrece la llamada educación sexual, la que presenta a la heterosexualidad como la expresión paradigmática de la sexualidad humana, ocupándose entonces de descubrir órganos genitales y sus funciones de cara a la reproducción o la contracepción. Al margen de la pobreza explicativa que conlleva plantear la sexualidad en estos términos, los que ni siquiera dan cuenta de la misma heterosexualidad, resalta en esta enseñanza la de la negación de otras sexualidades y, por tanto, otros caminos del goce corporal y afectivo tramitados por algunos seres humanos, cual es el caso de la homosexualidad en sus variantes gay y lésbica. A partir de los años setenta es evidente que ha tenido inicio la reivindicación de otras expresiones de la sexualidad, lo que ha propiciado, por ejemplo, plantearse con rigor la pregunta por qué es la homosexualidad, dado que la heterosexualidad ya no se asume como natural y, por tanto, como la única forma susceptible de ser reconocida como legítima. No obstante el inicio de este halagüeño proceso de reconocimiento de la validez de otras sexualidades diferentes a la hetero, es evidente que aún hay un largo trayecto de las luchas por adelantar para alcanzar en
«(...) en los animales no está
poder hacer lo que nosotros sí hacemos con nuestro erógeno cuerpo (...)» este mismo año, en EE.UU, un adolescente de quince años asesina a un compañero a raíz de éste haberle declarado su amor; en regiones de Sudáfrica aún se realizan violaciones “correctivas” de lesbianas para encauzarlas en la orientación “debida”. Estos casos, traídos a colación a vuelo de pájaro, refrendan la dura e injusta realidad de muchos seres humanos que por razón de su orientación sexual se ven sumidos en la culpa, la vergüenza, el miedo y el sufrimiento. Sobra decir que este panorama, incluso tan escuetamente presentado, ofrece razones suficientes para sostener la lucha en los frentes ético, político y cultural por la no exclusión de otros ejercicios de la sexualidad y la afectividad diferentes a la heterosexual. II Dos preguntas elementales se imponen: ¿en qué daña a un tercero el hecho de que alguien sea homosexual? Como la respuesta, seguramente, diría que en nada, se abre lugar el segundo interrogante: ¿de dónde se nutre y en qué se basa, entonces, la homofobia existente? Aquí arguyen algunos que el rechazo obedece al carácter antinatural de la homosexualidad, esto es, se acude a un supuesto orden natural que regiría las relaciones del ser humano con la sexualidad y el cual estaría transgredido por la experiencia homosexual. Se dice de la sexualidad está ordenada por leyes que la naturaleza instaura y que los seres humanos deberían acatar. ¿Dónde reconocer esas leyes? Se responde que en los animales y en su forma de relacionarse: un macho y una hembra se acoplan genitalmente con miras a reproducirse. A esto se le llama sexualidad animal, e,
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órganos genitales y sus funciones de cara a la reproducción o la contracepción. Al margen de la pobreza explicativa que conlleva plantear la sexualidad en estos términos, los que ni siquiera dan cuenta de la misma heterosexualidad, resalta en esta enseñanza la de la negación de otras sexualidades y, por tanto, otros caminos del goce corporal y afectivo tramitados por algunos seres humanos, cual es el caso de la homosexualidad en sus variantes gay y lésbica. A partir de los años setenta es evidente que ha tenido inicio la reivindicación de otras expresiones de la sexualidad, lo que ha propiciado, por ejemplo, plantearse con rigor la pregunta por qué es la homosexualidad, dado que la heterosexualidad ya no se asume como natural y, por tanto, como la única forma susceptible de ser reconocida como legítima. No obstante el inicio de este halagüeño proceso de reconocimiento de la validez de otras sexualidades diferentes a la hetero, es evidente que aún hay un largo trayecto de las luchas por adelantar para alcanzar en forma cabal esta reivindicación, como algunos botones de muestra no lo indican: en cerca de ochenta países se penaliza aún la homosexualidad, en algunos incluso con pena de muerte; en el año 2013 asesinaron en Colombia a veinte homosexuales por el simple hecho de su orientación sexual; hace poco, en este año 2014, una niña española se suicida a consecuencia de las vejaciones de las que es blanco por parte de sus compañeras por el hecho de su orientación lésbica; este mismo año, en EE.UU, un adolescente de quince años asesina a un compañero a raíz de éste haberle declarado su amor; en regiones de Sudáfrica aún se realizan violaciones “correctivas” de lesbianas para encauzarlas en la orientación “debida”. Estos casos, traídos a colación a vuelo de pájaro, refrendan la dura e injusta realidad de muchos seres humanos que por razón de su orientación sexual se ven sumidos en la culpa, la vergüenza, el miedo y el sufrimiento. Sobra decir que este panorama, incluso tan escuetamente presentado, ofrece razones suficientes para sostener la lucha en los frentes ético, político y cultural por la no exclusión de otros ejercicios de la sexualidad y la afectividad diferentes a la heterosexual.
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lo largo de la historia tres categorías se han esgrimido como recursos para el control, sanción y exclusión de la homosexualidad: pecado, delito y enfermedad. La primera descalifica desde la moral, la segunda sanciona desde el derecho, la tercera clasifica supuestamente desde la ciencia, no estando de más recordar a este respecto que sólo en 1990 la OMS retiró la homosexualidad de su listado de enfermedades. Moral, derecho y “ciencia” (es imposible no usar el entrecomillado) se han conjugado en el tiempo para refrendar los tres grandes poderes homofóbicos que han signado a Occidente: el cristianismo en todas sus variantes, la sociedad patriarcal y la cultura heterosexual. La exclusión de la que ha sido objeto la homosexualidad, se ha dotado de una serie de prejuicios de amplia circulación en el seno de la sociedad y a través de las centurias, prejuicios como dar por sentado que los hombres homosexuales son más femeninos que los heterosexuales y, a la inversa, que las mujeres lesbianas son más masculinas que las mujeres heterosexuales; que las relaciones homosexuales son más frágiles y transitorias que las heterosexuales; que el mundo homosexual es más promiscuo que el heterosexual; en fin, prejuicio de prejuicios, que la homosexualidad es antinatural. Esta antiquísima descalificación a priori de la homosexualidad sigue vigente en nuestros días, ora en forma explícita, ora en forma velada. Una muestra de esta última nos la ofrece la llamada educación sexual, la que presenta a la heterosexualidad como la expresión paradigmática de la sexualidad humana, ocupándose entonces de descubrir
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Zanele Muholi - Sin título Tomada de: http://superselected.com/groubreaking-photography-depicts-south-africas-black-lgbt/
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Dos preguntas elementales se imponen: ¿en qué daña a un tercero el hecho de que alguien sea homosexual? Como la respuesta, seguramente, diría que en nada, se abre lugar el segundo interrogante: ¿de dónde se nutre y en qué se basa, entonces, la
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homosexualidad en sus variantes gay y lésbica. A partir de los años setenta es evidente que ha tenido inicio la reivindicación de otras expresiones de la sexualidad, lo que ha propiciado, por ejemplo, plantearse con rigor la pregunta por qué es la homosexualidad, dado que la heterosexualidad ya no se asume como natural y, por tanto, como la única forma susceptible de ser reconocida como legítima. No obstante el inicio de este halagüeño proceso de reconocimiento de la validez de otras sexualidades diferentes a la hetero, es evidente que aún hay un largo trayecto de las luchas por adelantar para alcanzar en forma cabal esta reivindicación, como algunos botones de muestra no lo indican: en cerca de ochenta países se penaliza aún la homosexualidad, en algunos incluso con pena de muerte; en el año 2013 asesinaron en Colombia a veinte homosexuales por el simple hecho de su orientación sexual; hace poco, en este año 2014, una niña española se suicida a consecuencia de las vejaciones de las que es blanco por parte de sus compañeras por el hecho de su orientación lésbica; este mismo año, en EE.UU, un adolescente de quince años asesina a un compañero a raíz de éste haberle declarado su amor; en regiones de Sudáfrica aún se realizan violaciones “correctivas” de lesbianas para encauzarlas en la orientación “debida”. Estos casos, traídos a colación a vuelo de pájaro, refrendan la dura e injusta realidad de muchos seres humanos que por razón de su orientación sexual se ven sumidos en la culpa, la vergüenza, el miedo y el sufrimiento. Sobra decir que este panorama, incluso tan escuetamente presentado, ofrece razones suficientes para sostener la lucha en los frentes ético, político y cultural por la no exclusión de otros ejercicios de la sexualidad y la afectividad diferentes a la heterosexual.
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lo largo de la historia tres categorías se han esgrimido como recursos para el control, sanción y exclusión de la homosexualidad: pecado, delito y enfermedad. La primera descalifica desde la moral, la segunda sanciona desde el derecho, la tercera clasifica supuestamente desde la ciencia, no estando de más recordar a este respecto que sólo en 1990 la OMS retiró la homosexualidad de su listado de enfermedades. Moral, derecho y “ciencia” (es imposible no usar el entrecomillado) se han conjugado en el tiempo para refrendar los tres grandes poderes homofóbicos que han signado a Occidente: el cristianismo en todas sus variantes, la sociedad patriarcal y la cultura heterosexual. La exclusión de la que ha sido objeto la homosexualidad, se ha dotado de una serie de prejuicios de amplia circulación en el seno de la sociedad y a través de las centurias, prejuicios como dar por sentado que los hombres homosexuales son más femeninos que los heterosexuales y, a la inversa, que las mujeres lesbianas son más masculinas que las mujeres heterosexuales; que las relaciones homosexuales son más frágiles y transitorias que las heterosexuales; que el mundo homosexual es más promiscuo que el heterosexual; en fin, prejuicio de prejuicios, que la homosexualidad es antinatural. Esta antiquísima descalificación a priori de la homosexualidad sigue vigente en nuestros días, ora en forma explícita, ora en forma velada. Una muestra de esta última nos la ofrece la llamada educación sexual, la que presenta a la heterosexualidad como la expresión paradigmática de la sexualidad humana, ocupándose entonces de descubrir órganos genitales y sus funciones de cara a la reproducción o la contracepción. Al margen de la pobreza explicativa que conlleva plantear la sexualidad en estos términos, los que ni siquiera dan cuenta de la misma heterosexualidad, resalta en esta enseñanza la de la negación de otras sexualidades y, por tanto, otros caminos del goce corporal y afectivo tramitados por algunos seres humanos, cual es el caso de la
II Dos preguntas elementales se imponen: ¿en qué daña a un tercero el hecho de que alguien sea homosexual? Carlos Mario González Como laCorporación respuesta, seguramente, diría que en nada, se abre Cultural ESTANISLAO ZULETA lugar el segundo interrogante: ¿de dónde se nutre yNacional en qué se Profesor Universidad
Publicaciones periódicas
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Tertulia Miércoles 9 de julio del 2014 Salón cuarto piso Comfama San Ignacio
... la palabra desatada.
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Cómo es que una sociedad llega a catalogar de vicio a una forma de la sexualidad, a las formas distintas del goce sexual? ¿Cómo es entonces que se concibe al ser humano y a lo que este llega a ser? ¿De dónde emana un deber ser legitimo, verdadero, indicado, para que el ser humano sea? Esta, la primera intervención que siguió a la reseña que de la conferencia realiza cada vez Alejandro, uno de los moderadores de la tertulia de La Conversación del Miércoles. Esta vez, la sexualidad y sus destinos múltiples, la diversidad de ella, el asunto a tertuliar. La reseña había incluido ideas y consideraciones tales como: que la sexualidad está en juego desde muy temprano en la vida de cada quien, y va hasta el final mismo de su vida. ¿Es enseñable? ¡Que no!, ella es del orden de la invención, por más que se quiera hacer una enseñanza de ella en instituciones como la religiosa o la escolar o en la familia. Que la sexualidad es metaforización en el encuentro de los cuerpos. Que somos seres del lenguaje, y por lo tanto somos seres singulares, de ahí que la sexualidad no sea universal, la misma para todo el mundo, es como nosotros mismos: singular, es histórica, es personal. Que la nuestra es una sociedad que violenta a la diferencia, por ejemplo a la que se da con relación a la elección sexual, a las preferencias para la sexualidad. Por lo que hay que hacer una reivindicación de unos derechos y de unas necesidades, en el ámbito público, políticamente. Que este de la sexualidad es un tema muy íntimo que es un problema político, por lo que hay que propender por la democratización de la sociedad nuestra, hacer la brega por conseguir cada vez una mayor libertad y la ampliación del campo de las posibilidades para vivir más tranquilamente, sin ser violentado, y en derecho, las elecciones que a cada quien le convocan para la vivir la sexualidad, para hacer amores, para hacerse a un semblante. Esa primera intervención que hacía Aura recordaba cómo desde algunos discursos, o incluso desde instancias estatales como la Procuraduría General de la Nación, en boca del todavía actual Procurador –lo que resulta más grave en un Estado que se pretende social de derecho–, se emiten juicios descalificadores y sancionatorios de todo aquél o aquello que asuma para hacer su vida formas que no se inscriban en las normatividades morales hegemónicas, casi siempre tan cerradas, rígidas, vacías de reflexión, opresoras e inactuales. En atención a esa intervención siguió una que quería saber por qué sucede que se evidencie la diferencia, públicamente; que para una sociedad resulte necesario por ejemplo en relación a la sexualidad que se nombre lo heterosexual, lo homosexual, lo bisexual y lo que puedan ser las otras formas de ella. Encontraba en ello un proceder inoficioso, retardatario, conducente a la discriminación, preguntaba Pedro: ¿Por qué hay que definirse y nombrar públicamente esa definición? ¿Cuál es el sentido de los
rótulos? Es decir: ¿Cuál es el sentido de nombrarse?, señaló Alejandro. Por su parte, Santiago replicó: El sentido de nombrarse es reconocerse y reconocer lo otro: darle pues lugar a la diferencia, a su existencia, para que ella pueda ser, para que exista y pueda ser tenida en cuenta para lo que sea en los procesos de una sociedad, si es que una de las aspiraciones que tenemos es la de construir una sociedad democrática. Luego, pretendiendo retomar el camino que comenzaba Aura con su interrogación por la concepción o las concepciones que sobre el ser humano hay en los distintos discursos que se escuchan en iglesias, en centros educativos, en consultorios de medicinas, psiquiatrías y psicologías, en programas de radio, en plazas públicas, en sacristías y parroquias estatales, en libros y aún en otros escenarios, Santiago recordó el caso de un personaje de la película “Misterious Skin”, para incluir el problema de la elección en las preferencias sexuales, eso de que “nadie elige conscientemente su sexualidad”, los destinos para su goce sexual: un entrenador de béisbol que tenía en el encuentro sexual con infantes, a los que inducía a
«El sentido de nombrarse (...) darle lugar a la diferencia, a su existencia, para que ella pueda ser, para que exista» encuentros sexuales con él, la forma de su goce. ¿Qué le queda por hacer a una sociedad que se pretenda democrática, si reconoce que el destino de la sexualidad es algo que le acontece a la persona, que nadie elige consciente o volitivamente cómo gozar, con un goce como el de ese entrenador de béisbol que gozaba teniendo relaciones sexuales con menores? ¿Tratarlo? ¿Encerrarlo? ¿Vigilarlo? ¿Condenarlo? ¿Liquidarlo? Preguntó el mismo contertulio, y agregó: Y en el otro sentido, supongamos que se trate de una persona con aspiraciones democráticas: ¿qué le queda por hacer a esta persona con las formas de su goce, siendo que se reconoce que la infancia es un objeto prohibido para el goce sexual? ¿Decir de sí que es un monstruo, asumirse como tal? ¿Encerrarse? ¿Liquidarse? ¿Hacer de eso un objeto suyo de investigación? ¿Buscar dónde tratarse? Si la sexualidad, sus destinos, no se elige: ¿entonces? Esta intervención causó escozor, desazón en algunos de los contertulios, desagrado en alguien, pero también el interés de pensar la situación. “Carlos Mario nos coziampiró la herida muy grande” afirmó Claudia, aludiendo a la dificultad que le proponía lo que había escuchado en la conferencia, a propósito de los destinos de la sexualidad, de la diversidad de ella, para el
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La conversación del miércoles Ciclo 2014: De amores, sexualidades y géneros
Tertulia de La Conversación del Miércoles - Salón del cuarto piso de Comfama San Ignacio Fotografía cortesía CorpoZuleta
relacionamiento con el otro por ejemplo en el ámbito de la amistad: ella tenía por amiga a una mujer que se reconocía como lesbiana, y a ella esto le había deparado una dificultad por un tiempo. “¡Marica! ¿Qué es lo que eso significa? No queda otra cosa por hacer sino aceptar, aceptarnos, que nos acepten. No negar al otro, que no se niegue a nadie…” porque se reconozca como homosexual, bisexual, heterosexual, asexual o lo que sea. Insistiendo en lo que había dicho antes, ahora retomando el sentido que ofrecía Claudia sobre la negación del otro y el reconocimiento de la diferencia, sobre el empleo de los términos para nombrarla y el efecto de ese empleo: la constatación de la diversidad, Alejandro llamó la atención sobre la validez de los términos, diciendo que en ella radica el sentido para la diferencia: preguntarse por la validez de ellos es preguntarse por la validez de ella, dos preguntas que se implican. Por lo mismo, volvió a interrogar sobre la opinión de Pedro: ¿hacerle lugar a la diferencia, nombrándola, refuerza la violencia? ¿Cómo es eso? ¿De qué democracia hablamos entonces? ¡Estamos viviendo una época interesantísima: vean sino a Brigitte Baptiste, la directora del instituto Humbolt en Bogotá. ¡Llegó al mundo siendo una cosa, y ha decidido ser otra, conservando algo de lo que era! ¡Sucede que hay arquetipos que la sociedad crea y le ofrece a sus integrantes, esperando a que éstos se los apropien, y a que no introduzcan variaciones, o perturbaciones o modificaciones! Propuso Alguien cuyo nombre se le escapa al responsable de esta redacción. Alguien quería pues evidenciar, comprendiéndolo como un rasgo de nuestro tiempo, cómo los modelos que se inventa o que crea una sociedad, acaban siendo demasiado estrechos para los integrantes de ella, para sus aspiraciones.
Esta intervención le dio lugar a que Alguien más propusiera a la Naturaleza como referente para convencerse de que no hay otra salida que la de aceptar la diversidad: Ella ofrece a la percepción la diversidad como un hecho, ¡todo en ella es multiplicidad de formas, de aspectos, de apariencias! Motivada por esta intervención que invitaba a ver en la Naturaleza una constatación de la existencia de la diversidad, Lina introdujo esta pregunta: ¿La forma genera y define el contenido?, para refutar la idea de que porque se nazca con una determinada biología, con una vagina o con un pene, se esté condenado a ser entonces una mujer que goza heterosexualmente, o a ser un hombre que goza heterosexualmente. Su intervención evocaba las múltiples combinaciones que es posible que se den en la humanidad con respecto a el género, la identidad sexual y las formas del goce, de que ha hablado antes Carlos Mario. “En la naturaleza todo existe porque sí. La eficiencia es el primado en ella”, concluyó Lina, como si dijera: “si existe la homosexualidad, la bisexualidad, la heterosexualidad, es porque alguna causa eficiente se realiza en ellas”, conclusión con la cual, acaso sin darse cuenta, despojaba a la indagación por los destinos de la sexualidad de su necesidad y de su carácter político, histórico y subjetivo (social y personal). En relación a este problema, el de la diversidad, Claudia propuso y pregunto: ¡Lo normal está abolido! ¿La homogeneidad? ¿Cómo querer eso? Reconocer la diversidad permite entenderla. En atención a esto último, pero haciendo alusión a la intervención de antes que indagaba por el personaje de la película “Misterious skin”, Oswaldo indicó: La punibilidad de los delitos sexuales contra los menores, es una conquista de la humanidad. Y puede tomarse como la indicación de que
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La conversación del miércoles Ciclo 2014: De amores, sexualidades y géneros hay avances en la Ley para el reconocimiento de la diversidad, de que ella existe por ejemplo en relación a la sexualidad. Lo dicho por él podría comprenderse así: aquello que llega a ser objeto de La ley, sea por ejemplo para su condena, es porque existe. Si Ella se ocupa de eso, es porque eso puede darse. Una apelación interesante, pero ciertamente insuficiente para la labor que le corresponde a una sociedad que quiera hacerle frente a un asunto como ese. Con relación a esa misma intervención que aludía al problema de la elección en los destinos de la sexualidad tomando a ese entrenador de béisbol, Johanna, una estudiante de psicología, invocó a no confundir al goce con el deseo, y pretendió refutar la idea de que nadie elige el destino de su sexualidad con esta: Hay que operar con la consciencia, es responsabilidad de cada cual la construcción del deseo (en lo que se refiere al deseo sexual). Sin embargo, a esta idea de ella, valiéndose de lo que a ese respecto ha elaborado el mismo Carlos Mario en otras conferencias, conviene preguntarle: ¿Pero se puede construirlo, al deseo? ¿Cómo? ¿O lo que nos queda por hacer con él es reconocerlo y buscar cauces para él, para encauzar esa fuerza? Replica que a su vez le hizo Alejandro. ¿Por qué hay que polemizar? ¿Por qué hay que encasillar al otro con eso de homosexual, bisexual, lesbiana, heterosexual, asexual? Preguntó Jader, aludiendo a la misma interrogación que había hecho hacia el comienzo de la tertulia Pedro, y encontrando en la discusión que se estaba desarrollando como un atentado contra algo. Esta intervención suya expresa un rasgo de nuestra sociedad: lo devaluada que está en ella la discusión, el debate, la polémica, el disenso. De ahí que Alejandro señalara lo siguiente, retomando le propuesto por Johanna: ¿Lo que la tertulia puede dar. Lo que una conferencia puede dar?
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eso las condiciones para que ella pueda darse. Esta intervención, que casi apuntaba al fin de la tertulia, provocó todavía otras: La aproximación a lo Queer puede asumirse como un atentado contra un sistema dicotómico. Muy difícil querer pensar algo a ese respecto (la diversidad sexual) si no se desliga uno de ese sistema, propuso Camilo. José dijo: Cuando hay consciencia se elige. Pero no siempre se da esto, sino en ciertos asuntos de la vida. ¿Quién puede decir que la elección que encarna para la sexualidad que ejerce, la haya hecho por la acción de la consciencia? ¡Yo decidí que para mi sexualidad sería homosexual, bisexual, heterosexual! Esto no se decide, esto le acontece al yo que sea. Donde si tiene oportunidad de decidir con consciencia es en si se asume o no la identidad sexual, y cómo hacer esa asunción: “si sale o no del closet” según la triste expresión que se oye entre nosotros, triste porque denota la opresión, la exclusión, la discriminación de que somos capaces; si se vive abiertamente o no, si se acepta y vive o si no se acepta y se la niega. Aura indicó un drama: una inclinación (sexual) que dándose en un contexto particular, genera culpa en quien la siente, la vive, la encarna. ¿Se puede vivir la sexualidad sin tener en cuenta al otro? Edith preguntó: Educabilidad de la sexualidad. ¿En qué puede consistir pues eso? Rodrigo convocó: Construcción de relaciones éticas, la salida que nos queda. Por su parte Rosalba concluyó: Los niños sobraron aquí en la mesa de esta tertulia. Ella, madre y abuela preocupada del bienestar de sus hijos y nietos, estaba muy molesta con la alusión al personaje de “Misteriuos skin”, el que inducía a infantes a tener encuentros sexuales con él, con que algo como eso se diera. No encontraba tolerable que un hombre pudiera llegar a hacer una cosa tan horrenda, a tener una inclinación monstruosa, ni siquiera para hacer de ese asunto un objeto de indagación, de reflexión, de discusión en una tertulia. La última intervención, esta de Rosalba, reivindica el valor de un encuentro como es el de la tertulia: para conversar a propósito de lo que somos, de lo que podemos ser, admirable u horrible, para hacer consciencia de ello, para procurarnos otros entendimientos al respecto. Para conocer en función de problematizar la vida, según como había dicho Alejandro al inicio de la tertulia. Para saber de los paradigmas desde los cuales se concibe a lo humano. Porque hay que luchar contra sentidos comunes, y contra cristalizaciones del entendimiento que cierran a la comprensión de lo que ocurre y a la posibilidad de intervenir mejor en eso. Porque es necesario crear condiciones para la pluralidad, lo que implica adelantar una lucha políticamente, para que las posibilidades múltiples de gozar que encarnan los individuos, que sean legitimadas, puedan darse, para encontrar qué hacer con las monstruosidades que ocurren entre nosotros como son los goces que vulneran al otro, a la humanidad. Y porque no se puede prever el curso de la historia de los individuos.
hay que luchar contra sentidos comunes, y contra cristalizaciones del entendimiento que cierran a la comprensión de lo que ocurre y a la posibilidad de intervenir mejor
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Compartir y divulgar. ¿Por qué mi elección es ésta y no ésta otra? ¿Cómo darle lugar al deseo en la sociedad? Reconocer que no se elige lo que se es, lo que se desea. Hacer esto en una sociedad como la nuestra, que es una amplia y profundamente conservadora, es una tarea muy ardua, un combate que no hay que dejar de hacer. Lo que significa que: hay que discutir, debatir, polemizar, confrontar, y no temerle a ello o encontrar en ello un atentado contra la libertad, antes bien reconocer en
Santiago Gutiérrez Miembro Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA 12
La conversación del miércoles Ciclo 2014: De amores, sexualidades y géneros
Pensador de referencia CORPORACIÓN CULTURAL ESTANISLAO ZULETA Sigmund Freud (1856 – 1939), fue un médico neurólogo austriaco de origen judío, padre del psicoanálisis y una de las mayores figuras intelectuales del siglo XX. Su interés científico inicial se centró en el campo de la neurología, derivando progresivamente hacia la vertiente psicológica de las afecciones mentales, de la que daría cuenta en su práctica privada. A pesar de la hostilidad que tuvieron que afrontar sus revolucionarias teorías e hipótesis, Freud acabaría por convertirse en una de las figuras más influyentes del siglo XX. Sus teorías, sin embargo, siguen siendo discutidas y criticadas, cuando no simplemente rechazadas.
Boletín de La Conversación del Miércoles Ganador de la convocatoria a estímulos a publicaciones periódicas de la Secretaría de Cultura Ciudadana de la Alcaldía de Medellín Coordinación proyecto La Conversación del Miércoles
Información e imagen tomadas de: http://es.wikipedia.org/wiki/Sigmund_Freud
Sandra L. Jaramillo R.
«Los éxitos de la terapia psicoanalítica en el tratamiento de la homosexualidad, por lo demás muy variada en sus formas, no son en verdad muy numerosos. Como regla, el homosexual no puede resignar su objeto de placer; no se logra convencerlo de que, con la transmudación, reencontraría en el otro objeto el placer a que renuncia. Si es que se somete a tratamiento, las más de las veces será porque motivos exteriores lo esforzaron a ello: las desventajas sociales y los peligros de su elección de objeto (…)»
Equipo de trabajo del proyecto La Conversación del Miércoles Eduardo Cano Vincent Restrepo Álvaro Estrada Pablo Cuéllar Fernando Ríos
Carlos Mario González Sandra L. Jaramillo R. Alejandro López Aura Rendón Santiago Gutiérrez
Edición, diseño y diagramación
Caso de una joven homosexual Sigmund Freud
Vincent Restrepo Revisión de textos Dayana Cardona
Informes Escritores habituales
Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA Web: www.corpozuleta.org e-mail: info@corpozuleta.org Tel: 444 35 84 Dirección: Cll 50 No. 78a - 89
Carlos Mario González Santiago Gutiérrez Eduardo Cano Escritores en esta edición Daniela Cardona
Conferencias del ciclo Mayo - ¿No somos sino hombres y mujeres? Junio - Laberintos del amor en nuestra época Julio - Destinos del deseo: heterosexualidad y homosexualidad Agosto - ¿Sólo las mujeres son femeninas? ¿Sólo los hombres son masculinos? Septiembre - Lugar de gays y lesbianas en la historia y en el presente Octubre - Signo de hoy: ¿mujeres fuertes, hombres débiles? Noviembre - El amor se teje con palabras También apoyan:
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