La conversación del miércoles Ciclo 2011: El mundo en que vivimos
Boletín agosto
¿Qué es La conversación del miércoles?
La conversación del miércoles es un espacio de formación ciudadana destinado al encuentro con el otro a partir de la palabra, que tiene como foco el desarrollo de un tema o problemática. Dicho espacio tiene cuatro momentos: el primero es el grupo de estudio que se realiza el último miércoles de cada mes en el que se lleva a cabo una conferencia preliminar acerca del tema que nos convoca teniendo como referencia un libro en particular del pensador de nuestro tiempo elegido para cada ocasión. Luego de ésta, se lleva a cabo una conversación en la que, teniendo como base un fragmento leído previamente, precisamos líneas de abordaje, de desarrollo o dificultades a la hora de pensar el tema que nos convoca. El segundo momento, una semana más tarde, se realiza la conferencia central de La conversación del miércoles, ofrecida por Carlos Mario González, quien, tomando insumos de lo dicho en el grupo de estudio, elabora una conferencia en la cual desarrolla unas hipótesis y tesis que permiten abrir el diálogo con los asistentes. Siendo fieles a la palabra conversación, el tercer momento corresponde a la tertulia que se lleva a cabo en el deck del Claustro de San Ignacio el segundo miércoles de cada mes; ésta abre un espacio de discusión para que las preguntas y planteamientos que surgieron a partir de lo dicho en la conferencia puedan tener un lugar en el cual pronunciarse. Por último con este boletín pretendemos construir una memoria escrita del trabajo realizado en los momentos anteriores, para que cada uno pueda recoger las preguntas y reflexiones que allí surgieron y construya así su propia posición.
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Grupo de estudio Miércoles 27 de julio de 2011 Auditorio CorpoZULETA
Conferencia preliminar Los seres humanos somos una criatura arrojada al mundo sin referentes o instrucciones “incluidas” en nosotros para desplegar nuestra existencia en todos sus frentes. Hemos tomado lo que hemos podido de la naturaleza y de la condición biológica que permite que existamos, pero hay diferencias insalvables que nos alejan de otros seres vivos, por ejemplo, los animales. Nosotros tenemos historia, sabemos que existió una Antigüedad Griega y muchas otras épocas; una vaca no sabe esto. Hemos intervenido este planeta al punto de poder acabarlo con una guerra atómica, mientras que los animales no tienen guerras. De igual forma estamos inscritos en el lenguaje, cosa que posibilita que de este lado del mundo hablemos español o inglés, y del otro lado alemán o japonés, mientras que las abejas de Colombia, de Estados Unidos o las de Japón están condenadas por sus instintos a “comunicarse” de la misma forma incluso La libertad guiando al pueblo. Eugène Delacroix independientemente de la época en que existan. Esta plasticidad del ser humano nos permite crear estructuras de civilización, lógicas para intervenir nuestro entorno y también formas de dominación, pero al mismo tiempo nos deja saber que todo esto puede ser modificado, pues no son eternos designios naturales sino constructos históricos. En este sentido, la dominación que generalmente han sufrido las mujeres por parte de los hombres se inscribe en estructuras que pueden y deben ser interrogadas e intervenidas en aras de una igualdad de las partes (igualdad en posibilidades educativas, profesionales, políticas, etcétera). Pero las palabras “hombre” y “mujer” han sido interrogadas a su vez por esta época, que poniendo ante nuestros ojos la problemática de la diversidad sexual y de género, nos ha mostrado que esos sentidos que parecemos tener tan claros en realidad no lo son tanto. Dentro de las muchas definiciones que tenemos se pueden encontrar varias que inmediatamente hacen alusión a una especie de “esencia del hombre” y “esencia de la mujer”, y en base a ello dicen que la mujer o, más bien, la esencia de la mujer es por principio débil, vulnerable, servil, pasiva y amorosa, mientras que la esencia del hombre implica la rudeza, la demostración de poder o una gran fuerza violenta. Si estas ideas no son refutadas racionalmente podríamos continuar perpetuando la idea, por ejemplo, de que las mujeres poseen la “esencia” amorosa, cosa que nos hace concluir fácilmente en que el lugar de éstas es la casa, la crianza y la cocina, desconociendo así que las mujeres, al igual que los hombres, pueden ser grandes potencias científicas, intelectuales, políticas y demás; del mismo modo nos transfieren la idea de que los hombres no pueden ser en ningún momento padres amorosos o amigos entrañables pues habría una especie de “mujerización” de aquel hombre que ose sostener un vínculo amoroso con otro ser humano. Son estas “esencias” precisamente las que grandes y valiosísimos movimientos reivindicativos como el feminista han tirado abajo, luchando contra esas formas de entender lo humano en una separación esencial y categórica que a su vez establece jerarquías de mando (por ejemplo que los hombres, independientemente de cualquier contexto social e histórico, han de dominar a las mujeres); de ahí es que los hombres también pueden saberse militantes en contra de esa misma dominación, pues no necesariamente hay que ser mujer para luchar por causas feministas. El ser humano está cruzado por múltiples formas de dominación: discriminación racial, desigualdad social, inequidad bajo la estructura de trabajo asalariado – capital, etcétera, por lo que no sólo tiene la dominación de género ante sí, sino que ha de luchar en muchos frentes si es que su deseo habita la idea de hacer de este un mundo más justo y equitativo, no sólo para las mujeres, sino también para las comunidades indígenas, los y las travestis, los obreros explotados y cualquier minoría que, como decía Dostoievski, se halle entre los humillados y ofendidos. Vincent Restrepo Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA
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Grupo de estudio Miércoles 27 de julio de 2011 Auditorio CorpoZULETA
Discusión Ante el desafío de ir más allá de la descripción, el develamiento y la denuncia que en un primer momento son imprescindibles para abordar el problema de la dominación de género, nos vimos instados a que el discurrir de la palabra intentara ahondar en lo conceptual y lo estructural del problema propuesto para el mes. Sobre lo primero se propone una primera pregunta: ¿qué es un género?, ¿cómo definirlo desmarcándolo de lo biológico?, ¿existen tan sólo dos géneros?; y sobre la segunda dimensión hay una pregunta sustancial: ¿por qué la dominación de los hombres sobre las mujeres es casi un universal, en el sentido de que se ha datado en las más diversas culturas y en los más lejanos tiempos?, ¿tiene esto relación con la pulsión de muerte que nos enseñó Freud, la cual es efecto de que en el ser humano habita la posibilidad de gozar con el mal y con el sufrimiento del Imagen tomada de: http://personaltrainingbrugge.blogspot.com semejante? Alguien se animó a mencionar que uno de los efectos que ha dejado la “revolución femenina” ha sido el de instar a que los hombres se pregunten también por lo que los define, por los roles que quieren seguir ocupando en la sociedad y por teñir de historicidad sus tradicionales tareas de “proveedor, preñador y protector”. A esto se suma el sentido común que deja la vulgarización freudiana cuando se afirma que los hombres están marcados por una angustia existencial que viene de sentir amenazado eso que los define en su virilidad. Dicho lo cual se afanó otra persona con la aclaración de que existen tres parejas que hay que diferenciar tajantemente: macho-hembra, hombre-mujer, masculino-femenino, y que no hay que creer en determinaciones directas del tipo: los machos son hombres y gozan masculinamente, pues las combinaciones son tantas como las matemáticas lo permitan. Pero como nuestro grupo de estudio es un laboratorio en el que no nos satisfacemos rápidamente con respuestas y al contrario buscamos mantener las preguntas, hubo quien interpeló lo anterior diciendo que si bien dichas parejas son diferentes no se pueden tomar como independientes completamente y valdría la pena explorar también las relaciones que existen entre ellas porque hay una alta tendencia a que una criatura que viene al mundo en condición de hembra se comporte socialmente como mujer y devenga en un goce femenino. De otro lado, hubo una palabra que puso en el tapete la necesidad de examinar con mucho cuidado el tema de la dominación, pues existen algunos feminismos que en su lucha por la igualdad dan un salto al vacío y se llevan por delante el poder y la admiración, viendo en ellos mecanismos de dominación per sé. Lo que hay que interrogar no es el poder, sino la forma dominadora o democrática (en la medida de lo posible) que cobra en un momento dado. Igual pasa con la admiración porque hay una tentación de descalificar a la mujer que admira un hombre sin entender que allí habita una de las condiciones del amor: admirar a otro porque se le reconoce portador de características que se admirar y se anhelan para sí. Ahora bien, buscando examinar estructuralmente el problema del mes, alguien advirtió que superar la dominación de género no será efecto de relaciones armoniosas que eventualmente llegaran a darse entre los seres humanos, pues la armonía no es dable para esta criatura. Pero una vuelta de tuerca más se dio en nuestra conversación: ¿y qué hacemos con aquellos seres que gozan de ser dominados?, pues ya nos dijo Dostoievski que los seres humanos amamos las Imagen tomada de: http://sillonesdemasaje.bhshiatsu.com/page/8/ cadenas. Se agregó que en ese esfuerzo por conceptualizar la categoría género, para lo cual se depende de los marcos teóricos en los que se mueva una discusión, hay que contar con las tendencias queer que nuestra época ha dado a luz y que en una crítica muy mordaz a todo aquello que quiera proveer identidades busca reventar el género mismo porque se cree algo que puede limitar libertad humana. Pero ¿de qué libertad hablamos si carecemos de los referentes que nos proveen nuestras identidades? Sandra L. Jaramillo Miembro Fundador Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA
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Conferencia Conferencia Miércoles 3 de agosto de 2011 Auditorio Comfama San Ignacio
DE UNA ÉPOCA QUE SUPERA LA DOMINACIÓN MASCULINA... Y LA DE CUALQUIER OTRO GÉNERO De entrada hay que decir que el título de esta conferencia tiene un término erróneo: “masculina”. ¿Por qué? Muy sencillo –y fue algo que traté de demostrar a lo largo de la exposición-, porque la dominación de género ha sido de los hombres sobre las mujeres. Lo masculino atañe a un concepto que no concierne con la dimensión del género, sino con la relación al goce. En este sentido la conferencia que ofrecí partió del reconocimiento de que aún hoy tenemos un mundo jerarquizado en lo relativo a los géneros, pero que es menester precisar qué se entiende por género para no seguir incurriendo en esa imprecisión conceptual que termina confundiendo todos los análisis e imponiendo el malentendido en todos los debates. Así las cosas, no se puede seguir tomando como sinónimos hembra, mujer y feminidad, como tampoco quieren decir lo mismo macho, hombre y masculinidad. No es un purismo del lenguaje el que aquí se invoca, sino la exigencia de ser rigurosos en lo que se nombra y de marcar las diferencias entre lo nombrado. El viejo precepto cartesiano sigue vigente: que los conceptos nombren cosas claras y distintas. Si en la realidad todo está entreverado, para efecto del análisis los elementos que participan en esa realidad se deben precisar y distinguir, pues no otra cosa es lo que le compete al conocimiento: su tarea es tratar de encontrar la estructura que subtiende a aquello que se ofrece de manera manifiesta. Para el caso del que me ocupé fue menester diferenciar tres parejas que tienden a confundirse en el vocabulario común, pero que analíticamente hablando obedecen a determinaciones muy distintas: macho-hembra; hombre-mujer; masculinofemenino. La primera es atinente a la identidad biológica, la segunda a la identidad histórico-social, la tercera a la identidad sexual. Con la biológica hablamos de conjuntos humanos que se diferencian en función del criterio de la reproducción que estatuye la naturaleza; con la histórico-social estamos ante agrupamientos diferenciados por las funciones, los estereotipos, las atribuciones, los gestos, en fin, por los semblantes que estipula una sociedad en un momento histórico suyo; finalmente, con la sexual estamos ante la bipartición de los dos caminos posibles para el goce humano, sea el que se alcanza en la carne o el que deparan los objetos intangibles: el goce de ser y el goce de poder. El camino que seguí trató de recorrer estas tres identidades, precisando sus diferencias y, por ende, lo erróneo de traslapar los términos de una a los dominios de las otras. Pero en particular traté de clarificar qué quiere decir eso de que el goce femenino es un goce de ser y el goce masculino un goce de poder, advirtiendo de paso que estos goces no se pueden calificar en términos de bueno o malo, ni se pueden jerarquizar como inferior o superior, pues ambos son imprescindibles para la dicha humana de vivir y para su dimensión afirmativa y creadora. De otra parte propuse una definición del género que confeccioné a partir de las precisiones antedichas y que se expresa así: “Un género es un conjunto humano constituido por personas que responden a un semblante específico establecido por la sociedad y la cultura para trazar marcas de diferenciación (no necesariamente de desigualdad), semblante que se transmite desde el Otro y que se asume como una forma de identidad inconscientemente arraigada”. En esta definición queda resaltado que las relaciones de género y la problemática del poder entre ellos se escenifica en el estrato histórico-social; pero también con esto queda destacado que no es imperativo que apenas haya dos géneros, lo que
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Conferencia Conferencia
nos faculta para enfrentar teorías, como aquellas que se propagan en Colombia, que pretenden arraigar el género en la naturaleza e imponer la supuesta verdad de que únicamente hay dos, los cuales, siempre desde esta visión arcaizante y profundamente retardataria, sólo procederían de forma “normal” si se aparejan en forma hetero, pretendiendo de esta manera poner unos grilletes ideológicos y morales a la pluralidad de sexualidades humanas y a la diversidad de sus goces, al igual que a la proliferación de géneros posibles. En este apretado paneo de una de por sí muy apretada conferencia –no siempre espacio y tiempo favorecen la adecuada exposición y sustentación de las proposiciones-, se hace necesario mencionar, y apenas mencionar, otros aspectos imprescindibles en un enfoque coherente de este complejo asunto representado por la dominación de género: examinar qué papel juega en el ser humano la naturaleza, ese factor que es determinante en la vida animal, pero que nada por principio le confiere el mismo lugar en el homo sapiens sapiens; reflexionar sobre por qué la identidad de género no es en sí misma una forma de sometimiento, como lo sostienen algunas teorías queer; señalar algunos rasgos de dominación de los hombres sobre las mujeres, rasgos sutiles pero eficaces, vigentes aún, incluso en muchos hombres que se asumen como agentes de un lazo democrático con las mujeres, y rasgos empotrados férreamente en la sólida y atávica ideología que legitima la primacía de aquéllos sobre éstas; en consonancia con lo anterior, la necesidad de examinar los aparatos ideológicos de reproducción de la dominación de género (familia, escuela, iglesia, medios, instituciones estatales, etc.) y los agentes en quienes encarna la tarea de transmitir este orden de cosas; la ineludible obligación de examinar las formas en que el lenguaje, tanto en sus versiones cultas como cotidianas, petrifica, cual si fuera natural, la jerarquización entre los géneros; la posibilidad, no obstante, de luchar por la conquista de una relación entre los géneros caracterizada por la igualdad democrática entre ellos y, al tiempo, la supervivencia de los matices de diferenciación, matices en los que se instala y florece el deseo, advirtiendo además que igualdad y diferencia no son dos opuestos, pues lo que se opone a igualdad es desigualdad y lo que se contrapone a diferencia es semejanza, de tal manera que no hay nada absurdo en aspirar a lograr una relación de género caracterizada por ser iguales y diferentes. Pero las dos preguntas cruciales, las cuales apenas alcancé a enunciar, pero para las que disponía de una tentativa respuesta que espero poder ofrecer en otra oportunidad, fueron estas dos: 1. ¿Qué explica que universalmente la dominación siempre haya estado del lado del hombre y en contra de la mujer?; y 2. ¿Qué explica que la tendencia general sea la de que las hembras se configuran como mujeres y se adscriban de forma preponderante al goce femenino, en tanto los machos suelen derivar a hombres y decantarse por el goce masculino? Espero que nuestra reflexión pueda proseguir… Carlos Mario González Profesor Universidad Nacional – sede Medellín Departamento de Estudios Filosóficos y Culturales Miembro Fundador Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA 6
Tertulia Miércoles 10 de agosto del 2011 Deck del Claustro de San Ignacio
De nuevo la palabra, la reflexión, la conversación y una pregunta –o más bien varias preguntas- lograron convertirse en un encuentro más, uno que logró reunir a quince personas en torno a un asunto nada fácil, muy actual y de vital importancia para nuestra sociedad: la relación entre los géneros, siendo protagonista de dicho encuentro el esfuerzo por una conceptualización que derivara en una mayor comprensión y posibilidad de análisis de tan compleja cuestión y que permitiera a su vez, trascender del plano denunciativo de cómo se han configurado estas relaciones a uno más explicativo de ellas. La conferencia nos brindó puntos de apoyo teóricos para dar comienzo a la reflexión: a) tres identidades, una biológica, una histórico-social y una sexual que producen parejas para la diferenciación de los individuos, a saber macho-hembra, hombremujer y masculino-femenino respectivamente; b) una perspectiva histórico-social desde la cual abordar el problema evitando los esencialismos y el recurso de la naturaleza como modelo explicativo; y c) una definición que recordaré aquí, tal y como se hizo en la tertulia, pues brindó los elementos que nos mantuvieron en permanente diálogo: “un género es un conjunto humano constituido por personas que responden a un semblante específico, estatuido por la sociedad y la cultura para trazar marcas de diferenciación, no necesariamente de desigualdad, semblante que se transmite desde el otro y se asume como una forma de identidad inconscientemente arraigada”. Ahora bien, entre esta definición de género y una indagación por la dominación de uno sobre otro basculó nuestra tertulia y en las primeras participaciones, precedidas por un primer momento de silencio que denotaba la dificultad para expresarse al respecto, aceptamos que al hablar de géneros nos referiríamos a “mujer” y a “hombre” de donde una primera precisión emergió: un participante situó que es a partir del reconocimiento de un órgano sexual específico que se configura por un otro, por ejemplo la madre o quien cumpla la función de recibir y acoger amorosamente a la cría humana, un semblante determinado para quienes nacen con tal o cual órgano (dejando de lado, para efectos de esta conversación, los excepcionales casos de los hermafroditas), semblante que nos presenta y representa frente al otro y que socialmente están delineados y establecidos, que hacen parte de la época y su ideología, que están arraigados inconscientemente y así son transmitidos a cada nuevo ser y, sin embargo, no es aquí, en los semblantes, desde donde se explica la dominación de los hombres sobre las mujeres sino en la diferenciación de los goces masculino (de poder: afirmación, ratificación e incluso imposición de lo que somos) y femenino (de ser: expandir, renovar, arriesgar, explorar, crear, desbordar lo que somos). Grandes preguntas se impusieron: ¿por qué la tendencia a lo largo de la historia ha sido la identificación hombre-masculino y mujer-femenino que le ha dado a los hombres la efectiva dominación sobre las mujeres? Cuando se habla de diversidad de géneros ¿a qué otros géneros se refiere? ¿Qué otros semblantes existen? ¿Pueden estos nuevos grupos (transexuales, gays, lesbianas, etc.) llamarse “géneros”? ¿Qué es lo que los diferencia -el semblante, el goce- y entonces cómo llamarlos? ¿Cómo se han configurado esas dos formas de goce del ser humano? Las participaciones a lo largo de la tertulia fueron intentos de rasguñar un poco estas difíciles preguntas sintiéndonos cada vez más en la necesidad de precisar los términos con los que construíamos aquello que tímidamente expresábamos, y que al estar atendiendo a una propuesta inicial de definición nos recordaba cada vez el lugar al que debíamos volver en cuanto a la pregunta por los géneros, esto es, los semblantes a los cuales ellos responden. Y cuánta dificultad se nos impuso, cómo se mezclaron los goces y los semblantes en las ideas que
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surgían, y cómo reíamos nerviosamente al final de cada intervención al reconocernos confundiendo de nuevo ambas identificaciones, y sin embargo permanecimos muy cerca de los interrogantes y logramos, atravesados por la inquietud, algunos pronunciamientos: que ambos goces, de poder y de ser, tienen y deben tener presencia en la configuración de cada sujeto, que ese poder al que se hace referencia el <goce de poder> es el que posibilita por ejemplo la concreción de la acción, una acción promovida por el <goce de ser>, es decir que no deben moralizarse los tipos de goce humano pues ambos proveen de importantes 'posibles' al ser; que el semblante, si bien atiende al “golpe de vista”, a la apariencia física con la cual no presentamos al otro en eso que sentimos que somos, éste también incluye las formas de comportamiento, las expresiones y movimientos corporales, todos estos elementos circunscritos y determinados por la época, por la ideología y el contexto social en donde ellos operan y que además lo hacen sobre un conjunto de seres, hombres y mujeres, y no sobre individuos aislados. De igual forma se dijo que la educación participa en el proceso de construcción de la identidad de cada sujeto desde el semblante que a cada neonato le debe ser presentado acorde a su sexo pero que su límite aparece en la configuración del goce donde sólo puede apostar a ser posibilidad no garantizada para quien recibe la transmisión; que es necesario interrogar esa tendencia de identificación de la mujer con el goce femenino y el hombre con el goce masculino para profundizar en esa dominación que también ha sido históricamente tendencial, la del hombre sobre la mujer. La tertulia llegó a su fin, dejando la sensación de que estamos frente a uno de los más duros asuntos que actualmente se preguntan las sociedades, desde diferentes posturas, y que exige grandes precisiones conceptuales que logren, es la lucha, orientar la discusión por los caminos de la equidad y el respeto tanto en la manera como se relacionan hombres y mujeres así como en las configuraciones resultantes de las diferentes identificaciones que los sujetos hacen atendiendo a las determinaciones de los semblantes y de los goces. Diana Marcela Suárez Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA
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Pensador de referencia “En realidad, está claro que en la historia lo eterno sólo puede ser el producto de un trabajo histórico de eternización. En otras palabras, para escapar por completo al esencialismo no sirve de nada negar las permanencias y las invariantes, que forman una parte incontestable de la realidad histórica; es preciso reconstruir la historia del trabajo histórico de deshistorización o, si se prefiere, la historia de la (re)creación continuada de las estructuras objetivas y subjetivas de la dominación masculina que se está realizando permanentemente, desde que existen hombres y mujeres, y a través de la cual el orden masculino se ve reproducido de época en época.” La dominación masculina Pierre Bourdieu Pierre Bourdieu fue un sociólogo francés nacido en 1930. Fue profesor en la École Normale Superieure entre 1964 y 1984 y desde 1981 director de la L'École Pratique de Hauts Études. Obtuvo el nombramiento de Doctor Honoris Causa por las universidades Libre de Berlín (1989), JohannWolfgang-Goethe de Fráncfort (1996) y Atenas (1996). Tiene una extensa producción intelectual, entre muchas de sus obras se ubican: La distinción. Crítica social del juicio (1979), Homo academicus (1984), etcétera. Alcanza su mayor éxito con La miseria del mundo (1993), donde denuncia el sufrimiento social, que bebe en las fuentes marxistas y foucaultianas, y traza, en una combinación de sociología y antropología social, la radiografía de la exclusión social, de los desheredados de la modernización, del progreso tecnológico y de la globalización. El discurso de Bourdieu se acentúa en los últimos años de su vida con nuevas argumentaciones contra el neo-liberalismo y en favor de la sociedad civil y del naciente foro social mundial, participando cerca de los sindicatos, de las organizaciones no gubernamentales, de los emigrantes y de las asociaciones cívicas contra las posiciones neoliberales que nutrían el discurso de la sociedad llamada postmoderna. Murió a causa de un cáncer en el 2002.
Próxima conferencia: Historia de la relación madre-hijo en el horizonte de la autonomía de la mujer Texto de referencia: Existe el amor maternal? Historia del amor maternal, siglos XVII al XX Elisabeth Badinter Miércoles 7 de septiembre 6:30 p.m. Auditorio Alfonso Restrepo Moreno Comfama San Ignacio (cuarto piso)
Boletín de La conversación del Miércoles Edición del 17 de agosto del 2011 Revisión editorial: Alejandro López Sandra Jaramillo Diana Suárez Vincent Restrepo Diagramación: Vincent Restrepo
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