La conversación del miércoles Ciclo 2011: El mundo en que vivimos
Historia de la relación madre-hijo en el horizonte de la autonomía de la mujer
Boletín septiembre
¡Cuatro años de La conversación del miércoles!
¿Qué es La conversación del miércoles?
La conversación del miércoles es un espacio de formación ciudadana destinado al encuentro con el otro a partir de la palabra, que tiene como foco el desarrollo de un tema o problemática. Dicho espacio tiene cuatro momentos: el primero es el grupo de estudio que se realiza el último miércoles de cada mes en el que se lleva a cabo una conferencia preliminar acerca del tema que nos convoca teniendo como referencia un libro en particular del pensador de nuestro tiempo elegido para cada ocasión. Luego de ésta, se lleva a cabo una conversación en la que, teniendo como base un fragmento leído previamente, precisamos líneas de abordaje, de desarrollo o dificultades a la hora de pensar el tema que nos convoca. El segundo momento, una semana más tarde, se realiza la conferencia central de La conversación del miércoles, ofrecida por Carlos Mario González, quien, tomando insumos de lo dicho en el grupo de estudio, elabora una conferencia en la cual desarrolla unas hipótesis y tesis que permiten abrir el diálogo con los asistentes. Siendo fieles a la palabra conversación, el tercer momento corresponde a la tertulia que se lleva a cabo en el deck del Claustro de San Ignacio el segundo miércoles de cada mes; ésta abre un espacio de discusión para que las preguntas y planteamientos que surgieron a partir de lo dicho en la conferencia puedan tener un lugar en el cual pronunciarse. Por último con este boletín pretendemos construir una memoria escrita del trabajo realizado en los momentos anteriores, para que cada uno pueda recoger las preguntas y reflexiones que allí surgieron y construya así su propia posición.
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Grupo de estudio Miércoles 24 de agosto de 2011 Auditorio CorpoZULETA
“El amor maternal es sólo un sentimiento. Y es, como todo sentimiento, incierto, frágil, imperfecto.” Elisabeth Badinter
Conferencia preliminar
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endemos a pensar que la forma como llevamos a cabo la vida en el presente fue la misma que en un pasado, remoto o tardío, realizaron nuestros semejantes. Me explico: si bien podemos saber o imaginar las indumentarias que otrora nos vistieron, los vehículos que en un tiempo pasado a cuestas nos llevaron y las viviendas que tiempo atrás nos albergaron, en materia de sentimientos y relaciones con los otros no sucede lo mismo: creemos que hemos amado, soñado, sentido de la misma manera en todos los tiempos, por ejemplo, frente a la muerte, la pareja, el niño. Precisamente, en relación con este último, tema que convoca este escrito, se ha creído que el sentimiento materno ha sido vivenciado de modo igual por todas las mujeres, tanto en la Grecia Antigua, como en el Medioevo, la Ilustración, incluso en la época a la que hoy asistimos: la tecnológica y la de un avanzado camino en la emancipación de la mujer. Creemos aún que el sentimiento materno siempre se ha expresado como un amor absoluto de la madre por sus hijos, una entrega total a ellos en detrimento de la vida propia, un amor falto de contradicción y, para acabar de ajustar, connatural a la mujer, que la impulsa a olvidarse de sí y encauzar su vida en pos de su prole. Se piensa de esta manera que en la naturaleza de la mujer está inscrito el amor maternal. Sin embargo, cuando dejamos la expresión “la mujer” por la de “las mujeres”, nos encontramos con el carácter histórico que en todo ser humano subyace y, por tanto, con las múltiples experiencias de la maternidad, las más de las veces inimaginables por la desarticulación que tuvieron con el amor, que las mujeres han vivenciado en el trasegar por el tiempo. Volvamos. Si en vez de la expresión “la mujer” acudimos a su pluralización y entonces nombramos a
La maternidad - Frida Kahlo
“las mujeres”, hallamos que se nos ha definido a partir de dos preceptos: el natural y el histórico, muy recientemente dentro de este último. Estos dos preceptos, opuestos y definidores de dos maneras de llevar a cabo el destino, subyugadas a una sola manera de existir –ser madres- , si es la naturaleza la preceptora de la vida; o con la opción de cargarla de diversos matices–conciliar ser madre y ser mujer o excluir del deseo lo primero-, si nos consideramos como sujetos históricos, han sido pilares de la dominación o de la posibilidad de liberación de la mujer, respectivamente. Amplío: si el amor maternal se entiende como algo que es connatural a la mujer y, por tanto, definitorio de su condición, creyendo así que la mujer derivará en toda madre, haciendo de su existencia, como ya lo decía, una entrega absoluta al hijo, lo que hacemos con esto es designarle a la mujer un único lugar y acabado, que la encierra y la circunscribe a una única manera de hacer la vida: una vida hecha en torno a los demás y enajenada de sí; en cambio, si entendemos a las mujeres como seres históricos que pueden desplegar su existencia de múltiples maneras, le dejamos el ser madres como una opción, algo mucho más loable pues si ella se inclina hacia dicha opción será por deseo, más no por deber. Un viaje por la historia de la relación madre-hijo, nos ayuda a entender como el amor maternal es una construcción históricasocial y no un instinto, una construcción que 3
paulatinamente va calando en la dimensión subjetiva de la mujer y que lo hace vía el encuentro con el llegado al mundo y con el reconocimiento del mismo, que, al mismo tiempo, es el reconocimiento de quien lo recibe. Al ir a la historia de la maternidad nos encontramos con que tal “instinto maternal” no hacía presencia en una gran cantidad de mujeres y en las que, supuestamente, sí, no era precisamente por obra de la naturaleza, sino a fuerza de reclamos, amenazas y promesas que las instituciones sociales le hacían a la mujer. De un amor maternal que empieza a arraigarse en el fuero íntimo de la mujer sólo se puede hablar desde finales del siglo XVIII. En este sentido, digamos que la conducta de la madre cambia según hacia donde apunte “el foco ideológico” de una determinada época, entiéndase por aquél (dilucidación que permite el texto “Existe el instinto maternal?”) el conjunto de ideas sociales, culturales, políticas y hasta religiosas que se entreveran para exaltar, en una época particular, una función, un lugar, unos valores o unos ideales, con el fin de organizar las formas como debe llevarse a cabo las relaciones entre los individuos tanto en el ámbito privado como público. De soslayo demos un vistazo a las dinámicas que puede imponer la dirección que tome el “foco ideológico”: hasta comienzos del siglo XIX, con todas las variantes y matices que esto presenta, la autoridad paternal y marital era aquello que se exaltaba como forma de replicar las lógicas de la dominación y los valores de la obediencia y el orden que se necesitaban conservar en todo el entramado social, en el cual la lógica
Grupo de estudio
del patriarcalismo era definitoria, lógica que dejaba para la que se entregara al cuidado de su prole, sólo su reconocimiento mujer y el hijo un lugar de poca o ninguna importancia . El dentro del entramado social la sedujo, derivando así a la hijo no entendido como un ser para amar y educar en función función de “ama de casa” y con ello a representarse como serde una vida a futura, ni la mujer comprendida como la para-el-otro que puede abnegarse por la felicidad de sus hijos. transmisora de dicho amor y cuidado, hacían de la función Pero son las ideas, nuevamente, las que trastocan el anclaje materna algo sin valor dentro de dicha lógica social. Sin un que ha hecho una representación. La representación de la sentimiento por la infancia, éste comienza a consolidarse a mujer como “ama de casa”, se vio resquebrajada gracias a la mediados del siglo XVIII, y concomitante a esto, sin un amor lucha de las propias mujeres. El movimiento feminista, que maternal arraigado en la subjetividad de las mujeres (querido encuentra raíces, desde el siglo XVII, en luchas como la de las lector, para entender un poco más esto puede remitirse al “Preciosas”, y que cobra fuerza en el año de 1960 en texto de Badinter, allí ella nos cuenta sobre el abandono Norteamérica, abre para la mujer el camino hacia ella. La moral y físico-, el infanticidio, la indiferencia que sufrieron reivindicación del saber, de la socialización y del trabajo los niños parisinos, casi hasta el siglo XIX, al no encontrar en como posibilidades que pueden tener también las mujeres las sus padres una mirada de reconocimiento y de valor), la lleva a situar al hijo en otro lugar: no es éste la realización de su función de ellas se destinaba sólo a la procreación, asunto éste vida, puede entrar en los proyectos de la misma o no ser favorable para las mismas, pues no considerado dentro de ésta. El hijo, tenían que ocuparse de la extenuante si se considera dentro del proyecto tarea de amamantar y atender a sus existencial, se entenderá como un hijos, tareas éstas destinadas a otras ser al cual, obviamente, debe mujeres, ya fuera la nodriza o la procurársele los cuidados que gobernanta. Sólo hasta que el “foco merece para que en un futuro pueda ideológico” exaltó y contribuyó a la hacer una vida autónoma y lo mejor construcción del sentimiento por la posible, pero no como la única infancia, el reconocimiento de la realización de la mujer, por tanto, importancia de la madre para el la atención que deba deparársele cuidado del niño devino, debe entrar en una lógica de la reconocimiento que empieza a darse democracia: no son las mujeres las desde finales del siglo XVIII y que únicas que deban ocuparse de los cobra fuerza a lo largo del XIX y que cuidados que su prole necesita; las impulsado por discurso políticos, funciones de alimentarlo, llevarlo a filosóficos y hasta económicos van a la escuela, organizarlo deben ser lanzar a la mujer a lugar de esposa y también del domino de los madre entregadas. Para dicha época, hombres, claro está, otro tanto época que es cubierta por la sucede con el agenciamiento de la Modernidad, fue de suma ley, ésta no es potestad ni del importancia estatuir la familia hombre ni del padre. Es así como el nuclear y localizar en ella los ideales hijo que es llamado al mundo y de la igualdad y la felicidad con el fin recibido por una familia, sea de darle orden a la sociedad y de nuclear, fragmentada, uniparental o consolidar una población que la forma que a bien tengan realizar alimentara social, cultural y los que hicieron dicho llamado, económicamente la misma. La mujer debe inscribirse en un escenario que derivaba en madre era pues democrático, donde los que han reconocida, su importancia dentro http://movimientovivo.blogspot.com/2011_05_01_archive.html asumido su tenencia puedan del hogar como madre y señora significaba, al tiempo, su participar de esto, es decir, acompañarlo y ayudarlo a ser y a importancia dentro y fuera para la nación por lo antedicho. existir , pero, al tiempo, puedan seguir haciendo lo propio Como lo expresaba, es esto sólo un veloz paneo por la –viviendo su vida-, pues sólo el cultivo del ser posibilita relación de la mujer con la maternidad, paneo que invito a estar de cara al otro y crear con él un vínculo fértil donde la profundizar pues posibilita entender como la sociedad construcción de una vida con sentidos sea posible. destina funciones y lugares a hombres y mujeres según las necesidades que éstas en su devenir histórico vayan Daniela Cardona encontrando. Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA Ahora bien, nada fácil fue convencer a la mujer de
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Grupo de estudio Miércoles 24 de agosto de 2011 Auditorio CorpoZULETA
Discusión
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iempre presentes tanto el título de la conferencia como el texto de referencia (correspondiente a este mes: “Existe el amor maternal?” de Elisabeth Badinter), comenzamos nuestro habitual espacio de discusión. La primera pregunta arrojada —pregunta que ya nos depararía un interesante derrotero de trabajo— fue la siguiente: ¿es la maternidad histórica? Quien preguntó esto agregó a su vez que si respondíamos afirmativamente dábamos por hecho que no puede ser instintiva, pues los instintos no están sujetos a cambios históricos sino que se hallan petrificados en esa articulación de información imprescindible que es la genética. Alguien se apresuró a problematizar aún más la pregunta: “este 'instinto maternal' del que muchas instituciones y autoridades hablan parecen suponer una esencia en la mujer que le deparan un horizonte de a m o r, p r o c r e a c i ó n y c u i d a d o doméstico. Una concepción así desconoce profundamente el deseo de alguien que puede llegar a decir con todo derecho y autonomía 'no quiero tener hijos'” Pues bien, ubicamos entonces un gran problema que posteriormente dejaremos en suspenso: el instinto. ¿Qué representaciones nos cruzan cuando pronunciamos semejante palabra? Pensemos en un tigre hambriento frente a un pedazo de carne. Seguramente inclinará su hocico, olerá y comerá; ya saciado dejará de comer y procederá su conducta como la de la mayoría de los tigres del mundo. Ahora bien, pensemos en un ser humano hambriento frente a un pedazo de carne: quizás la cocine, quizás coma sólo un poco por temor a engordar o quizás coma más allá de la saciedad. Podría
también no comer porque simplemente es vegetariano o ha decidido estar en huelga de hambre. El ser humano entonces hace elecciones desde el consciente y el inconsciente, pero no posee un “instinto” de comer, o valga decir, una especie de empuje fuera de toda decisión que le induce a comer. Tampoco posee un “instinto de conservación”, si así fuera no fumaría o practicaría un deporte extremo; no hablemos siquiera del suicidio.
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En aras de no huirle a nuestro tema, otra intervención situó la idea de la necesidad de revisar históricamente la relación del hijo con el padre entendiendo que en este último tampoco hay un “instinto” que lo haga amoroso o indiferente por principio con su prole, y reconociendo que hasta hace relativamente poco solía ser partícipe junto con la madre en el infanticidio o en el abandono de la criatura. Esta perspectiva nos pone de cara a la idea de que la madre puede ser tan indiferente o 5
amorosa con un hijo o hija como el padre, idea que debe derivar en situar la amorosidad de quien es progenitor o progenitora fuera de las categorías hombre o mujer. Así abordamos otra pregunta que rondaba las intervenciones: ¿es el cuidado amoroso o el establecimiento de la ley algo de rol delimitado?, o en términos más concretos: ¿un hombre que cuida de un hijo es un padre o una madre? De nuevo alguien tomó la palabra y nos recordó que esta época ha dado paso no sólo a la adopción o tenencia de hijos en parejas homosexuales sino también la conformación de parejas uniparentales. ¿Se reconoce entonces la validez de una familia de estos tipos teniendo en cuenta que el amor y la ley o la maternidad y la paternidad no se ajustan a géneros hombre y mujer? Este grupo de estudio concluyó afirmativamente argumentando que en consideración al establecimiento de la maternidad como el campo del amor, el cual depara el cuidado que la frágil criatura humana requiere para su desplegar en el mundo, y la paternidad como el dominio de la ley, es decir, la imposición de un límite ante el goce, podemos pensar que dichos papeles logran confluir en un sólo ser, en otras palabras, que un hombre o una mujer puede ser agenciador o agenciadora de la amorosidad y la ley, pensando esta articulación como un reto que tiene la posibilidad de aportar caminos democráticos a la relación padre-hijo o madre-hijo sin que ello implique el desvanecimiento del amor o el olvido de la ley. Vincent Restrepo Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA
Conferencia Conferencia Miércoles 7 de septiembre de 2011 Auditorio Comfama San Ignacio
HISTORIA DE LA RELACIÓN MADRE-HIJO EN EL HORIZONTE DE LA AUTONOMÍA DE LA MUJER
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icho de forma sinóptica, el camino que siguió mi exposición fue el siguiente: ¿Qué entender por maternidad? Es una expresión del goce de ser, de la femineidad –no necesaria ni exclusivamente de la mujerque se despliega en torno a otro ser vivo, en función de la tenencia consigo, la crianza, el cuidado y la afirmación en la existencia de ese otro al que se brinda atención. De la infancia a la adultez la función materna puede –y debe– variar, de tal manera que asuntos como la tenencia consigo y la crianza cedan su lugar a la independencia y a la autonomía del hijo, permaneciendo como lazo maternal con éste la disposición al cuidado cuando las circunstancias lo requieren y el apoyo afirmador que se le depara. Entendida en estos términos, la maternidad no es asunto exclusivo del género mujer y nada obsta para que los hombres desempeñen también funciones maternales, pues, para ser más precisos, la maternidad es la traducción a los hechos del “campo del amor” en el que deben ser acogidos los hijos, al igual que deben ser inscritos en el “dominio de la ley”, campo y dominio que no se pueden seguir adscribiendo mecánicamente a los géneros, de tal manera que tanto al padre como a la madre les compete la ofrenda de amor al hijo y el agenciamiento de la ley ante él. Una representación ideológica ha fungido como mecanismo de sujeción y dominación sobre la mujer: el “instinto maternal”. Hacer de la maternidad un asunto de “naturaleza”, es tanto como declarar que una esencia de la mujer es ser madre, con lo cual no sólo se estigmatiza a quienes, por la razón que fuere, no lo son, sino que se le asigna a las que llevan a efecto su maternidad que su destino bien puede consumarse en el ejercicio maternal. Pero hablar de “instinto maternal”, entendiendo por esto un llamado de la naturaleza a la realización de la mujer como quien da a luz, excluye a los hombres de la función amorosa frente al hijo, siendo esta función la que cubre la tenencia, la proximidad, el cuidado, la protección y la afirmación que es menester depararle a éste a efecto de que pueda llevar a cabo la mejor vida posible. Pero, además, tras haber hecho una necesaria disquisición sobre el concepto de instinto, para esquivar la acepción popular que lo reduce a una especie de automatismo no consciente, la conferencia avanzó a sustentar la proposición relativa a que, excepción de los comportamientos básicos reflejos, el ser humano no dispone de una información natural, es decir, de un a priori o de un código innato que rija sus conductas. También aludí a las falacias que apoyadas en un inapropiado uso de la genética,
http://cartastipo.blogspot.com/2010/03/solicitud-descanso-por-paternidad.html
todo lo simplifican llevando cuanta dimensión humana se les ocurre al vertedero de los genes. Esa utilización de la genética por tanto impostor que la precipita a avalar explicaciones que no son del dominio del maravilloso objeto del que ella se ocupa, no es más que otro recurso ideológico para conducir los asuntos humanos y sociales a un dominio como el biológico, escamoteando las necesarias y pertinentes indagaciones históricas, sociales y políticas, pues son éstos los factores determinantes de lo que el ser humano es y hace y son, por tanto, los que tienen que ser intervenidos y transformados en aras de una cualificación de la experiencia humana tanto personal como colectiva. La maternidad es un sentimiento que, como todos los sentimientos humanos, antes que venir informado por la naturaleza, es una construcción histórica y social. A este respecto la historia nos ilustra de las muy diversas prácticas que a lo largo de los siglos y de las sociedades muestran que las mujeres no necesariamente están ligadas al anhelo de un hijo y no perentoriamente gozan de tenerlo. La imagen de la “buena madre”, cuya otra cara de la moneda es “buena esposa”, reducida a las cuatro paredes de su hogar, cosa que se le compensa dándole el título de “ama de casa”, es una construcción que data, en la sociedad occidental, de fines del siglo XVIII y corre a lo largo del XIX, teniendo aún remanentes en nuestros días. Es una construcción ideológica que induce en la mujer la convicción de que el sentido de su vida se reduce a tener, levantar y velar por los hijos, razón por la cual el olvido de sí, la abnegación ante el otro y la claudicación de todo proyecto personal son
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Conferencia Conferencia Conferencia caso de las que sí optan por él, de la necesidad de introducir un contexto diferente respecto a la maternidad, el cual debe comprender por lo menos tres modificaciones sustanciales, asumiendo que en este rubro de la vida cotidiana se ponen en juego tanto asuntos de la subjetividad como asuntos de lo social y de lo político. Esas modificaciones señalan en tres direcciones: 1. Es ineludible una redefinición del concepto y del ejercicio del emparejamiento humano, que replanteé los términos y las reglas del compromiso que contraen quienes dan a la existencia un nuevo ser; 2. Es menester una lucha social contra las extensas e intensas jornadas laborales que el capitalismo ha conseguido imponer y que copan, en buena medida, el tiempo y la energía de la gente, dejándole sólo un resto menguado para los compromisos hogareños, cercenando cualquier posibilidad de hacer de la vida algo que vaya más allá del trabajo y de la casa; 3. Es imprescindible entender el carácter político que debe adoptar el esfuerzo dirigido al logro de unas condiciones apropiadas para el ejercicio de la maternidad, sea ésta ejercida por las mujeres o por los hombres, carácter político con el que se indica la necesidad de comprometer al Estado en la obligación de propiciar dichas condiciones, tanto materiales, espaciales y educativas que permitan la adecuada atención a los infantes, de tal manera que para los padres se facilite, por terceros idóneos, el cuidado y la atención de los hijos, propiciando así que quede un tiempo liberado que pueda destinarse a eso que es tan importante como el trabajo y el hogar y que en nuestro tiempo tiende a desvanecerse: hablo del Mundo, de ése donde se despliegan las relaciones de ciudadanía, de amistad, de sociabilidad y de ocio creativo.
elevados al rango de “virtudes”, con lo que a nombre de enaltecer a la mujer se le termina sometiendo a los grilletes de una vida doméstica, negándole la relación con el mundo y la búsqueda de realizaciones diversas y complejas para su existencia. Tras haber presentado algunos elementos probatorios, de carácter histórico, sobre la versatilidad del vínculo real o imaginario de la mujer con el hijo, elementos refutadores del tal “instinto maternal”, la conferencia buscó hacia el final examinar el lugar distinto que en la nueva mujer que ha comenzado a irrumpir desde la segunda mitad del siglo XX, ha de tener la opción de ser madre. Las transformaciones que las mujeres han implementado con respecto a su forma de estar en el mundo y de asumir su vida, no pueden hacerse a costa de negar el goce de ser madre o a las satisfacciones de disponer de un hogar, para quienes entre ellas así lo deseen y lo decidan, pues no se trata de plantear el falso dilema “o la mujer con derecho al mundo o la mujer en el goce de tener un hijo y un ámbito doméstico”, sino de cómo una cosa y otra se le hacen posible. Este nuevo planteamiento de la condición de ser mujer en nuestro tiempo reclama, de un lado, reconocer que habrá mujeres que sin menoscabo de su condición de tales, no integrarán la tenencia de un hijo a sus planes de vida; y de otro lado, advierte, para el
Carlos Mario González Profesor Universidad Nacional – sede Medellín Departamento de Estudios Filosóficos y Culturales Miembro Fundador Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA
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Tertulia Miércoles 14 de septiembre del 2011 Stand de CONFIAR. Fiesta del Libro y la Cultura
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ara esta ocasión, la Fiesta del Libro y la Cultura supo acogernos en el stand de la Cooperativa Confiar, a veinte personas convencidas de que el diálogo democrático abre las posibilidades para el pensamiento en comunidad y para la construcción colectiva de caminos de comprensión de problemas cotidianos como el que nos convocó a esta tertulia: el vínculo materno-filial y el lugar de la mujer en dicho vinculo y en la sociedad. Comenzó la tertulia dedicando sus primeros minutos a la recordación de lo ofrecido en la conferencia que consta, muy sucintamente, de cuatro puntos:1. No hay un instinto materno; 2. La relación materno-filial es histórica; 3. El ideal de “la buena madre” se ha impuesto para la mujer desde el siglo XIX y aún hoy perdura; 4. Atendemos hoy a procesos de búsqueda de autonomía de las mujeres. Un quinto punto vendría con una precisión que el conferenciante recibió vía electrónica: el siglo XIX, además de construir el deber-sermujer constreñido al ser madre y esposa, fue también un tiempo de erosión del modelo de la familia nuclear como célula de la sociedad debido a los efectos que la Revolución Industrial trajo consigo en materia de organización social y laboral. Partiendo de estos primeros comentarios, y precisando que no se trata de una denegación de la relación madre-hijo sino de un esfuerzo por reconfigurarla, la tertulia se desarrolló alrededor de tres grandes asuntos que reseñaré: la mentalidad o la ideología como principal sustrato de las diversas maneras de ver el mundo; el asunto del deseo y cómo determina éste el tipo de vínculo que se establece entre la madre/el padre y el hijo y, finalmente, el problema de la maternidad/paternidad y sus implicaciones tanto en el plano personal comoen el orden social. Ante la primera cuestión se impusieron varias preguntas: si la idea que prima para la mayoría de las mujeres es que están destinadas por naturaleza a ser madres y que es éste el camino trazado como posibilidad única para su realización vital, una vez se identifica por una parte de ellas que otras vías le son dables –unas más democráticas, que proveen de más alternativas-, ¿cómo intervenir sobre esa idea que impera aún en ellas (nosotras), con mayor presencia en los estratos bajos de la sociedad pero también en los medios y altos, y que no conciben (porque no quieren, porque no saben, porque no les suena) la posibilidad de realizaciones diferentes a la maternidad y al hogar? ¿Es acaso una tendencia de las mujeres el afirmar querer ser madre? ¿Cómo se interviene o erosiona una mentalidad? Unas orientaciones fueron ofrecidas por Carlos Mario a este respecto: las ideologías entendidas éstas como atmósferas de donde se
inhalan los valores, actitudes, prácticas, entendimientos, explicaciones, ideas, imaginarios, con que cada ser elabora los lentes (o los recibe en la mayoría de los casos) para contemplar, comprender y recrearse el mundo y aprestarse a él, no son homogéneas en el conjunto de una sociedad y, además, son históricas y por ello susceptibles de ser modificadas. Entonces, ¿cómo es que hemos llegado nosotros, afortunados acá presentes, firmes en la apuesta por un pensamiento crítico y reflexivo que nos ha llevado a dejar atrás los lentes heredados —quizá conservando de los anteriores muchas cosas que son valorables—, a construir los propios? A este respecto, y en pro de una sociedad más justa y más humana para hombres y mujeres en igualdad de condiciones, las ideas, la conversación y el pensamiento propio fungen como “puntas de lanza” conincidencia en las ideologías dominantes y son, pues, las herramientas con las cuales debe acometerse la lucha por una humanidad de concepciones diferentes. A propósito del deseo, de ese que en el decir de una mujer “yo deseo tener un hijo” obliga a pensar qué trae consigo dicha afirmación, situó una asistentela diferencia entre decir “yo quiero” a “yo deseo”.Decir lo segundo implica un apostarse a la construcción de un vínculo con el ser que llega, decir lo primero es simple expresión de algo que, sin saberse muy bien el por qué, se enuncia y se lleva a cabo. ¿Qué significa entonces decir “deseo un hijo”? Pregunta que, agregó un participante, debe ser ampliada también a los hombres en su relación con la paternidad e incluso al vínculo de pareja y el lugar de éste en él.Seguir el llamado del deseo, identificarlo, implica darle cabida al trauma, dice quien dirige la tertulia, pues impacta al ser 8
Tertulia
integrante suyo con los vicios y las virtudes que su formación le provea, así por ejemplo, un hijo criado bajo la premisa de ser todo para la madre puede derivar en un ser que no se reconoce como no todo, un ególatra y un heterónomo inhabilitado para establecer sus propias búsquedas, incapaz de posicionarse en el mundo de cara a él y de contar con el otro. La tertulia tuvo que buscar su fin pasado el tiempo destinado para ella, quedando varios asuntos pendientes para ser discutidos. Siempre, mes a mes, nos sorprender ver cómo se logra poner en evidencia ese decir que hace referencia a la potencia de la conversación, más aún cuando se trata de ahondar en asuntos tanto difíciles como pertinentes de ser reflexionados en la vida de cada ser humano y de la especie.
trastornando su existencia. Por este camino quizás se explique el hecho de que muchas mujeres se decidan por la maternidad casi de manera automática, puesto que no han logrado identificar aquello que desean y, en el devenir de una vida sin un sentido apostado de manera consciente, se presenta la oportunidad de no tener que pensarlo ni construirlo, sino más bien acoger esta opción, lo cual nos hizo preguntarnos: ¿cómo se devela el deseo? ¿Cómo logra uno reconocer esos objetos que lo movilizan hondamente en pro de ellos trayendo grandes dichas y/oprofundas heridas? Respecto al tercer punto, es de resaltar la precisión que un asistente propuso: traer un hijo al mundo tiene efectos para el individuo que lo pone en él y para la sociedad que lo recibe. Por un lado, quien lo trae adquiere una obligación: aprestarse al acogimiento amoroso de ese ser, su formación y su bienestar, y asumir una elección que es para toda la vida. Por otro lado, para la sociedad, en tanto ése será un nuevo
Diana Marcela Suárez Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA
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Pensador de referencia “Al recorrer la historia de las actitudes maternales, nace la convicción de que el instinto maternal es un mito. No hemos encontrado ninguna conducta universal y necesaria a la madre. Por el contrario, hemos comprobado el carácter sumamente variable de sus sentimientos, de acuerdo con su cultura, sus ambiciones, sus frustraciones. Cómo no llegar a partir de allí a la conclusión de que el amor maternal es sólo un sentimiento, y como tal esencialmente contingente, aunque sea una conclusión cruel. Este sentimiento puede existir o no existir; puede darse a desaparecer. Pone en evidencia su fuerza o su fragilidad. Privilegiar a un hijo o darse a todos. Todo depende de la madre, de su historia y de la Historia. No, no existe ninguna ley universal en este terreno que escapa al determinismo natural. El amor maternal no puede darse por supuesto. Es un amor «no concluido»” Existe el amor maternal? Elisabeth Badinter
Elisabeth Badinter (1944) es catedrática de Filosofía en la Escuela Politécnica de París y discípula de Simone de Beauvoir. Es conocida por sus trabajos sobre el siglo XVIII, en especial en relación con la historia de las mujeres, y por ser una de las principales estudiosas del movimiento feminista. En los últimos 30 años cuestionó la noción de instinto materno y culpó a las feministas de haber inventado el concepto de "victimización" de las mujeres. Su grito de batalla más reciente: defender a las mujeres de la imposibilidad de ser "la madre perfecta" y hasta de la presión de ser madre, lisa y llanamente. Entre sus trabajos más conocidos se encuentran La mujer y la madre: un libro polémico sobre la maternidad como nueva forma de esclavitud (2011), El Infante de Parma (2009), Por mal camino (2004), XY: La identidad masculina (1993).
Próxima conferencia: De un mundo de múltiples sexualidades Texto de referencia: Michel Foucault y la genealogía de los géneros Rosa María Rodriguez Miércoles 5 de Octubre 6:30 p.m. Auditorio Alfonso Restrepo Moreno Comfama San Ignacio (cuarto piso)
Boletín de La conversación del Miércoles Edición del 21 de septiembre del 2011 Revisión editorial: Alejandro López Sandra Jaramillo Diana Suárez Vincent Restrepo Diagramación: Vincent Restrepo
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