Boletin de La conversación del miércoles - septiembre 2012

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La conversación del miércoles De la cultura que tenemos a la cultura que queremos Ciclo 2012

¿Tiene futuro el humanismo?

Boletín septiembre

2007 - 2012 ¡Cinco años construyendo ciudadanía!


La conversación del miércoles Ciclo 2012: De la cultura que tenemos a la cultura que queremos Grupo de estudio

Conferencia preliminar Miércoles 29 de agosto de 2012 Auditorio CorpoZULETA

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alga decir que el escrito que a continuación se presenta carece de la profundidad que un tema como el humanismo merece, puesto que abordar éste significa dirigir la mirada a la historia toda que ha transcurrido el ser humano. Tarea compleja que encuentra, entonces, un comienzo en la charla que ofrecí y que intento plasmar en este escrito. Así pues, veamos este intento de aproximación al pensamiento humanista que ha signado el transcurrir de la criatura humana en el tiempo. La conciencia de que el hombre es producto de una construcción histórica, devenido del arraigo de una posición autónoma ante el mundo y Dios, del descubrimiento de la libertad ante la hechura del propio destino, de la comprensión del acaecer de la historia como progreso y de la apropiación de una educación como camino para su perfectibilidad, palpitó en el espíritu humanista del Renacimiento. Conscientes los humanistas de ser constructores de sí, ponen en el centro de la reflexión y como fin superior al hombre. Renacer fue, pues, la intención de estos humanistas. Volver al origen, a lo clásico, estudiar la filosofía, la poesía, el arte y la ciencia legadas por la cultura greco-romana, se entendió como posibilidad de liberación de aquél largo intervalo de sombras, de dogma, de petrificación, en el que estuvo sumida la humanidad durante mil años. De todas maneras, es el humanismo renacentista el humanismo que abre la dinámica del tiempo para el ser: la conciencia de su existir y de la posibilidad de crear en el mundo, sólo una versión del pensamiento humanista, ostenta múltiples expresiones, sin olvidar las formas en que captura el ideal de perfectibilidad trazado por aquel momento del renacer. De aquí que, la reflexión sobre el humanismo merezca una lectura de las formas que ha adoptado la humanidad en relación con ese ideal marcado a lo largo de la línea del tiempo, tanto en relación con el ser capturado por el dogma —fuera del tiempo—, como con el ser consciente de seren-el-tiempo. Dicho de manera sucinta, tal lectura podría abordarse a partir de la observación, en un tiempo determinado y específico, de la relación de ciertos significantes. Veamos: Antigüedad: hombre-

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animal racional, ciudadano, libre; Medioevo: hombre-Dios, fe, iglesia, imperio; Renacimiento: Hombre-razón, progreso; Ilustración: hombre-revolución (libertad, igualdad, fraternidad), individuo; Modernidad: ser humano-subjetividad, totalitarismo, capitalismo; Posmodernidad: ser humanoglobalización, ciencia, técnica. Si pensar el humanismo es ofrecer una mirada amplia a la

«(...) el humanismo expresa la innegable verdad develada por ser-en-el-tiempo: de que el ser humano es creador de su propia historia, de que está condenado a elegirla.» historia, dilucidar su densidad, comprender su dinámica y confrontarse con la atrocidad e incertidumbre que ella expresa, tenemos, entonces, que el humanismo e x p r e s a taxativamente la relación del ser humano con la hechura de su destino, con su elección de la realidad humana que habita, en otras palabras, el humanismo expresa la innegable verdad develada por ser-en-el-tiempo: de que el ser humano es creador de su propia historia, de que está condenado a elegirla. En consecuencia con lo anterior, y a propósito de las relaciones históricas mencionadas, encontramos que del ideal de perfectibilidad para la criatura humana trazada por el humanismo, se ha desprendido múltiples formas de comprender qué es lo esencial que ha de desplegarse en la constitución de aquélla y, por ende, en la construcción de su historia. Esencias que signadas al ser humano en el transcurrir de su tiempo: racional, libre, singular, etc., derivaron, en la amplitud histórica y en la relación indefectible del ser humano con su destino, en


La conversación del miércoles Ciclo 2012: De la cultura que tenemos a la cultura que queremos Grupo de estudio una posibilidad en el ser-del-lenguaje que somos. De esta manera, como diría el no humanista de “La Náusea”, no existe la Juventud, la Libertad, la Igualdad, sino la juventud, la libertad, la igualdad, estos es, existen ideales encarados por personas concretas, que hacen su vida en un marco específico de la historia, que guarda como memoria suprema dichos ideales, razón por la cual el ser humano —traigo a colación a Felix Duque con su texto “En torno al humanismo”— se encuentra “arrojado” a un mundo que no está lleno de cosas, sino conformado por tirones y proyectos, por rechazos e incitaciones, por logros y frustraciones. Con todo esto, la apuesta por el humanismo, porque él como ideal, esto es, como horizonte, acompañe el hacer histórico de todos, ha de tener en cuenta, en últimas, la relación entre lo universal –el encuentro de todos en los más caros sueños de la humanidad- y lo particular –culturas, historias, individuos, relaciones-, para de esta manera no hacer dogma del ideal, sino posibilidad. De aquí que no hay porque negarse la racionalidad y la individualidad en dicho horizonte, sino entenderlas como cercanas al ser, que, de todas maneras, nos compele, en nuestra libertad, al elegir, a interiorizar aquella bella expresión de Sartre que reza: “Al elegir, estoy eligiendo la realidad humana”. Los grandes ideales, entonces, pueden o no concretarse en una existencia, sin embargo, esto no nos exime de nuestra responsabilidad en la elección que ha tomado la humanidad, pues somos seres del vínculo y encarnamos ésta. Encarnar la humanidad implica, con lo expresado, a la lucha por ese viejo ideal humanista: luchar por la reivindicación de la dignidad humana, que sólo es posible si ha de desplegarse el humanismo, como es esencial en él, a todas las dimensiones de la existencia humana: a lo económico, lo político, lo social, lo cultural, lo espiritual, lucha que, no sustentada en el dogma, permita ese encuentro necesario entre el universal y la historia concreta de cada comunidad e individuo.

Daniela Cardona, expositora del grupo de estudio

nuevos dogmatismos, en el compeler violento a encauzar la vida propia por una forma estipulada. Me refiero a que esa densidad histórica que exige el pensar el humanismo, nos obliga a ponernos de cara, por ejemplo, al lamentable fin del proyecto socialista, cuando en pos de dicha perfectibilidad traicionó el ideal mismo: la reivindicación de la dignidad humana. Dicho esto, cito a Heidegger, quien en “Carta sobre el humanismo” hace una crítica de éste, crítica no para la defensa de lo inhumano, sino en pro de descontaminar al humanismo de toda interpretación fija, de todo interés por lo acabado, de todo fin que violente ese inabarcable morar en el lenguaje, que supone la existencia: “coinciden en que la humanitas del homo humanus se determina con respecto a una interpretación ya fija de la naturaleza, de la historia, del principio del mundo, es decir, del ente en el todo”. Así pues, la pretensión universal que guarda el humanismo -aquél señala la perfectibilidad para la criatura humana, para todos, un todos contenido en el gran común: que somos seres del lenguaje-, no ha de traicionarse entendiendo que esos caros sueños de la libertad, la dignidad, la racionalidad, etc., son universales sólo para un puñado de individuos que se endilgan aristocráticamente el adjetivo de humanos, sino que son universales porque han de comprenderse como

Daniela Cardona Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA

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Discusión

Miércoles 29 de agosto de 2012 Auditorio CorpoZULETA

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uego de una bella, angustiante y problemática exposición, lo que nos convocó fue la intención de indagar lo mejor posible en aras de encontrar también alguna claridad. Iniciamos con varias preguntas que de inmediato son enunciadas: ¿qué quiere decir entonces humanismo? ¿Qué hay de esencial en él, en su devenir histórico, para lograr precisar aquello que perdura en el tiempo? ¿Cómo reivindicar lo humano? El humanismo en tanto corriente filosófica aparece en los siniestros momentos del hundimiento del ideal fraterno y pacífico del ser humano. Éste ha demostrado una vez más que es un ser capaz de las más grandes creaciones y elevados ideales, y al mismo tiempo es criatura posibilitada para ejercer el mayor sufrimiento y la peor atrocidad. Una de nuestras asistentes resaltó la importancia de que en este ciclo que se titula De la cultura que tenemos a la cultura que queremos hayamos abordado la pregunta por el humanismo. “Nos interesa saber si tiene futuro precisamente porque nos angustia la continuación de la aventura humana, y reconocemos, más allá de las respetables

Tanto la sociedad colombiana como muchas en el mundo se han constituido con la costumbre de dar la espalda a la atrocidad de la que son capaces los seres humanos para poder reconocer un cierto goce de vivir, para dotarse de una buena “salud mental”. Tanto citadinos como personas rurales despliegan una especie de “ceguera selectiva” que permite apercibir la amenaza de la fragilidad humana para poder vivir como si el Otro no fuese un ser humano, e incluso algo peor, un ser humano también en la miseria. El reto de un humanismo hoy, de una posible respuesta a la pregunta que da título a este mes, es establecer un ser humano capaz de ver ampliamente, que logre dotarse de ideas e ideales para pautar una vida digna y al mismo tiempo recordar que no puede vivir de espaldas al otro. Hay que ser capaces de entender la densidad histórica a pesar del dinamismo del presente (en el que no hemos terminado de conocer y entender un acontecimiento y a la vuelta de la esquina ya se nos presentan muchos más) y la incertidumbre del futuro. Continuando precisamente la idea de la densidad histórica y recordando que en la conferencia preliminar se nos ofrecieron vastas ideas para ubicar históricamente al humanismo, no se puede pensar rayando en el ideal mesiánico —como lo hicieron otras épocas— que existe una humanidad buena y bondadosa y que hasta ella es necesario elevar al resto de la humanidad. Tanto el humanismo de la Ilustración como el socialismo y el cristianismo llegaron hasta la implementación de la idea de que ESA y sólo ESA doctrina o ideología constituiría la salvación y llevaría a la humanidad a un mejor y paradisíaco puerto. Tal como lo parafraseó un asistente: “una doctrina que indique que la salvación se hace de tal o cual forma, se concreta con estas acciones que usted debe hacer con plena fe, que afirma a ultranza que el sentido es hacia allá y nos encamina con decisión y firmeza ciega, con anteojeras que no dejen ver nada más, con discursos cerrados e inapelables que limitan cualquier tipo de interrogante, con castigo y sentencia a los que se atrevan a poner en duda el camino indicado”. Aquí es que hay que recordar a Sartre e indicar que no estamos salvados de la existencia, no estamos salvados

«(...) desplegamos una especie de “ceguera selectiva” que permite apercibir la amenaza de la fragilidad humana» creencias religiosas que alguien pueda ostentar, que es ésta la única de la que tenemos certeza, tanto de su inicio como de su fin”, decía.

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Tomado de: http://1.bp.blogspot.com

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de la necesidad de elección. Por el contrario: el tomar en serio la vida y la existencia es ponerse a la altura de las posibilidades que la misma ofrece y reconocer que cada quien es responsable de una historia valiosa, única e irrepetible. En este punto de la discusión surge otra pregunta: “a pesar de que nada salva… ¿cómo rescatamos, exaltamos y defendemos la dignidad humana?” Y quien tomó la palabra agregó algo más: en las bases del humanismo del siglo XX encontramos el reconocimiento de que “Dios ha muerto”, es decir, que ese gran significante ya no logra explicar el mundo y el ser humano en su propio devenir, por lo que es necesario aceptar que somos unos seres “arrojados” a la vida, al mundo, a la aventura de la historia propia y que no contamos con respuestas que nos antecedan a la hora de responder por la existencia que hará cada uno. Sin embargo, y terminando esta memoria del grupo de estudio, vale la pena mencionar un último planteamiento y los interrogantes que le sucedieron: la pregunta por el futuro del humanismo ha de llenarse de contenido antes de poder darle una adecuada respuesta. ¿Acaso quien se afirme como humanista está exento de responder qué entiende por humanidad y a qué la proyecta como

consecuencia de su afirmación? Una elección de tal calibre es también una afirmación que relanza nuestro objeto de elección a toda la humanidad. Decir “Yo elijo el humanismo” es una frase que extrapola su significado hacia la existencia de todo ser humano; ¿de dónde emerge el convencimiento que me hace elegir? Uno elije el humanismo… para mí y para todos. Ahora, no es difícil imaginarse el escenario en que otro propone otra cosa, y según la democracia por la que luchamos (en la que todos tienen lugar, palabra y posibilidad de acción), diferentes tendencias podrían y tendrían que existir, ¿pero hasta dónde llega? No está de más recordar que el nazismo se planteó como una posibilidad para los seres humanos, como un horizonte para el mundo. En la realidad concreta no siempre se permiten las coexistencias de todas las ideologías que pueden entrar en discusión: ¿es el humanismo garantía de una mejor humanidad?

Vincent Restrepo Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA

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La conversación del miércoles Ciclo 2012: De la cultura que tenemos a la cultura que queremos Conferencia central ¿TIENE FUTURO EL HUMANISMO? Miércoles 5 de septiembre de 2012 Auditorio Comfama San Ignacio

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a apuesta fundamental del pensamiento humanista en todas sus versiones históricas es la que apunta a la reivindicación de la dignidad esencial del ser humano, lo que se traduce en una valoración del individuo y en una optimista visión sobre las posibilidades de esta criatura para hacer una buena vida, tanto personal como colectiva. El humanismo renacentista, por ejemplo a través de Pico de la Mirandola, al interrogarse por lo que singulariza y le asigna un valor propio al ser humano, responde que es precisa y paradójicamente no estar provisto por la naturaleza de una identidad propia, lo que lo destina a tenerla que forjar por sí mismo, siéndole posible enrutarse hacia su perfección, para lo cual debe saber decidir y elegir bajo su responsabilidad el camino que ha de encauzar su existencia. Es esta incertidumbre frente a su destino la que, piensan los humanistas renacentistas, hace de la criatura humana la más esplendida de todas:

“He leído en los antiguos escritos de los árabes, padres venerados, que Abdala el sarraceno, interrogado acerca de cuál era a sus ojos el espectáculo más maravilloso en esta escena del mundo, había respondido que nada veía más esplendido que el hombre. Con esta afirmación coincide aquella famosa de Hermes: `Gran milagro, oh Asclepio, es el hombre`”. El humanismo representa la confianza en las dotes, el valor y la excelencia del ser humano y lo asume como artista de sí mismo en tanto no depende del sólo designio divino. En esta misma línea se halla Sartre al decir: “Por humanismo se puede entender una teoría que toma al hombre como fin y como valor superior (…) El existencialismo no tomará jamás al hombre como fin, porque siempre está por realizarse”.El humanismo hace de todo lo concerniente a lo humano objeto de su atención y de su estudio, resaltando en el individuo su libertad como condición para la creación y la autocreación. De ahí que tenga como ideal proveer una educación que permita avanzar hacia la perfectibilidad, educación que debe desarrollar, en consecuencia, la potencialidad humana para crear el mundo en el que habita y para automoldearse, de donde deriva el propósito fundamental que debe regir todo proceso formativo que haga de la vida lo esencial: me refiero al que alude a mejorar los vínculos interhumanos y a cualificar nuestra condición, tanto individual como social. A este respecto, son emblemáticas de la posición humanista las palabras de Goethe que rezan: “El hombre debe desarrollar todas sus capacidades humanas –sus sentidos, su razón, su imaginación, su comprensión- en una unidad real”. Aspirar a una educación que contribuya a materializar en términos contemporáneos el viejo ideal humanista de dignificación de la humanidad y de cualificación del individuo, requiere advertir que hay un recorrido histórico del humanismo que obliga a matizar las

Carlos Mario González Restrepo

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diferencias que se presentan entre el humanismo greco-romano, el renacentista y el ilustrado, teniendo en consideración las dos variantes de este último que representaron el liberalismo y el marxismo, hasta derivar a nuestro presente, tiempo que reclama un humanismo de nuevo cuño. No sobra agregar a esto que la pregunta por si el cristianismo puede ser considerado una concepción y una práctica humanistas, se responde según lo que se priorice como esencial en la experiencia humana, pues una cosa es estar convencido de que esta vida es una degradación frente a la “otra”, lo cual reduciría la práctica cristiana al acatamiento de una moral preparatoria de la “verdadera” vida que se consumaría en la eternidad, siendo muy difícil asignarle el calificativo de humanista a una visión que desdice de los goces de la existencia carnal; pero sí, como acontece con el cristianismo propugnado por algunos teólogos contemporáneos que reconocen el pleno derecho de la criatura humana a asumir esta vida en función de las dichas inmediatas que ella puede deparar, entonces ahí, quizás, sí se podría hablar de un humanismo cristiano. Sin embargo, dejando de lado este tipo de disquisiciones, se puede decir que, en síntesis, han existido tres grandes bloques históricos del humanismo: el Antiguo, el Renacentista y el Moderno, precisando, eso sí, que para los dos primeros la dignidad humana es un asunto de élites privilegiadas, mientras que para el último es algo universal, que integra, sin excepción, a todo ser humano. Incluso, afinando la mirada, se puede afirmar que los antiguos enaltecían al hombre en función de ser ciudadano de la polis, en tanto que los renacentista lo hacían en consideración a su capacidad de llevar a cabo una obra inmortal (digo bien: inmortal, no meramente famosa) y los modernos lo llevan a cabo a nombre del logro de una buena vida. Ahora, si el ser humano es enaltecido por la visión humanista, cabe preguntarse: ¿qué determinaciones se le han asignado a lo largo del tiempo para dar cuenta de esa condición especial que lo constituye, es decir, a qué se le ha atribuido que sea lo que es y no simplemente una forma más de la vida animal? Básicamente cinco han sido las respuestas: la primera lo asume como un ser especial a partir de disponer de la razón como rasgo connatural suyo; la segunda lo denota en su especificidad gracias al designio divino: Dios habría distinguido al ser humano

Salvador Dalí. Joven asomada a la ventana

Giovanni Pico della Mirandola

y le habría asignado calidades exclusivas, en tanto fue privilegiada como su criatura elegida; la tercera, promovida en la modernidad, busca en la naturaleza (su configuración genética, su disposición neurológica, etc.) lo que por excelencia marca en forma singular al ser humano; la cuarta resalta como determinación fundamental de lo que somos los términos histórico-sociales en que se forja cada existencia concreta; la quinta, y última, señala como característica estipuladora de lo humano su condición de ser-del-lenguaje, con lo cual se reconoce como tal a todo aquel ser que habla, que está destinado a hablar o que desciende de hablantes (como este texto está dirigido a lectores no necesariamente versados en los dominios de la filosofía y del lenguaje, conviene evitar un posible equívoco: al decir “hablar” no me refiero a la ejecución fonética sino a la inscripción en una lengua que, a su vez, posibilita la constitución a posteriori de lenguajes no verbales, de tal forma que, por ejemplo, un mudo habla, en tanto está inscrito 7


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nuestro tiempo y en el futuro? ¿Qué puede ser el humanismo después de las barbaries a las que hemos asistido en el siglo XX y en lo que va corrido del nuestro? ¿Ha caído en lo iluso la esperanza puesta en una humanidad libre, justa, digna, razonable y benévola? ¿Y, si aún es tiempo para el humanismo, cómo definir éste hoy por hoy? Tratar de responder a estas preguntas nos exige antes que nada precisar que el humanismo no ha sido ni un credo religioso, ni un sistema filosófico, ni una doctrina política, ni un movimiento social, no habiendo sido otra cosa que una aspiración que ha fungido como un ideal. Dicho esto, conviene precisar que si la humana es la criatura que debe responder por su destino, una posición humanista, acorde con nuestro tiempo y nuestros logros, debe plantear un saber y un hacer del ser humano al servicio del mismo ser humano y de la vida en general, esto es, que nuestra práctica y nuestro conocimiento sirvan para cualificar nuestra existencia y para garantizar las condiciones de la vida, incluyendo en éstas las del planeta. La reflexión y la acción humanistas propias de nuestra época deben contribuir a la supervivencia y el perfeccionamiento posible del conjunto de lo humano y de cada individuo en particular, asumiendo que lo que beneficie a la humanidad toda redunda en beneficio de la suerte de cada uno. La consigna humanista de ser capaces de alcanzar una buena vida colectiva y personal, parte

El Hombre Vitruvio - Leonardo da Vinci

mínimo en una lengua y goza de la posibilidad de otros lenguajes, bagaje todo éste del habla que ha sido transmitido por los hablantes que le antecedieron en la experiencia humana y lo recibieron en el mundo). Entre estas maneras de entender la determinación que signa y especifica lo humano hay algunas (las que hablan de la razón, de Dios o de la naturaleza) que terminan resaltando una esencia, en el sentido de algo eterno e inmutable, constituyente de lo humano, mientras que otras (las que afirman la primacía de lo histórico-social o la inscripción en el lenguaje) niegan cualquier esencialismo, señalando que, por principio, el ser humano viene a la vida y se instala en el mundo siendo “nada”, de tal manera que lo que llegará a ser y la existencia que disfrutará o padecerá será efecto de los avatares de su historia personal, historia que se despliega desde la inscripción en el lenguaje que le deparan quienes lo acogen como recién llegado, dándose todo esto en el marco de una historia social precisa y particular. Registro en el lenguaje que lo estructura como sujeto, contexto histórico-social y vicisitudes de la historia personal, articulan la doble faz que cada uno de nosotros posee: la de ser singulares y la de reconocernos en una universalidad; la de ser semejantes a los otros humanos y la de ser diferentes con respecto a los demás. Doble rostro que debemos saber integrar para realizar nuestra propia existencia contando, al mismo tiempo, con la de nuestros congéneres. Pero, ¿tiene el humanismo todavía lugar en

«(...) por principio, el ser humano viene a la vida y se instala en el mundo siendo “nada”» del principio de saber valorar y saber gozar de forma lúcida esta única, frágil, efímera e irrepetible vida que a cada cual le ha sido legada. Un humanismo valido para el presente no reconoce la cualificación de unos pocos, sino que reivindica la de todos, para lo cual es menester que los mejor dotados en conocimiento y capacidades aporten a los demás, en aras de contribuir a acrecentar las posibilidades de realización vital de éstos, esquivando esa forma de la indiferencia y la insolidaridad que consiste en monopolizar egoístamente las riquezas espirituales y materiales a las que uno ha tenido acceso. Un humanismo de tal talante no sólo convoca a

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un saber estar juntos, sino a conquistar esa forma de la dicha que está expresada como goce solidario. Cae de suyo que este humanismo sólo se puede desplegar en el seno de una sociedad efectiva y realmente democrática, es decir, una sociedad que posibilita el cultivo racional y afectivo de sus ciudadanos; que depara las condiciones materiales requeridas para una vida digna; que respeta el lugar del deseo en cada sujeto, en tanto fuerza constituyente de su destino; que promueve y propicia la participación ilustrada del ciudadano en la forjación del rumbo colectivo; que le asigna alos saberes científico-técnico y humanísticosocial una función civilizadora, exaltando la palabra en su disposición racional y argumentativa como el recurso por excelencia para tramitar la ineludible conflictividad humana y el inextinguible malestar que nos define en las relaciones que tenemos con nosotros mismos y con los demás; en fin, democrática –y, por tanto, humanística- es una sociedad que sabe atender para cada uno de sus miembros y desde lo más temprano de sus vidas, la potenciación de sus

necesariamente favorecen la afirmación de la vida humana, siendo posible que en ellos radique más bien lo que la puede degradar y envilecer. De ahí la importancia de no hacer un culto en abstracto al genio, a la sabiduría o a la investigación, pues siempre conviene preguntarse por qué y para qué son sus manifestaciones. Hoy se invoca, en consecuencia, un humanismo que partiendo de considerar la ineludible e insuperable división del sujeto y la imperfección estructural que lo constituye, sepa aceptar que la formación de lo humano siempre se dará en un “campo de combate” respecto de lo que habrá de primar en él. En razón de lo anterior, apostar por la benevolencia y perfectibilidad del ser humano y de sus vínculos no quiere decir que se suponga que él dispone de una esencia buena o perfecta, sino que se puede luchar para que estas tendencias y posibilidades suyas prevalezcan sobre las contrarias. No obstante, un humanista no se puede confundir con un ser carente de pulsión de muerte, ya que ésta es la que, paradójicamente, le depara esos atributos que le permiten responder y enfrentarse a la injusticia, atributos tales como el inconformismo, la indignación, la fuerza para luchar, la capacidad de enemistad, etc. A propósito de esto, conviene remarcar que un humanista no es un dechado de rubicunda tolerancia y de angelical serenidad, que, más bien, cuando las circunstancias lo exigen no duda en sacar a relucir su disposición a enfrentar la injusticia o demarcar terrenos con respecto a quien sólo le merece el sentimiento de la enemistad, tal como, para ejemplificar, nos lo muestra ese humanista excelso que fue Camus, al dirigirse a un antiguo amigo con el que rompe el vínculo amistoso cuando éste se convierte en militante del nazismo y participa en la invasión a Francia: “Ahora le consta ya que somos enemigos. Es usted el hombre de la injusticia y no hay nada en el mundo que aborrezca tanto mi corazón (…) Por eso mi condena será total, ha muerto ya usted a mis ojos (…) Y a pesar de ustedes, les seguiré llamando hombres. Por permanecer fieles a nuestra fe nos esforzamos en respetar en ustedes lo que ustedes no respetan en los demás”. Bello testimonio de un humanista que en nada desmiente su humanismo cuando declara su enemistad y su combate a la deslealtad y a la canallada. Un humanista no es un alma angelical, carente de posición, criterio y decisión frente a la infamia, ni es alguien que sólo responde con el estoicismo bonachón, por el contrario, en él también tiene cabida la posibilidad

«(...) la formación de lo humano siempre se dará en un “campo de combate” respecto de lo que habrá de primar en él» facultades intelectuales y anímicas, acendrando en ellos la convicción en que la vida dichosa de los demás es condición para la dicha de la propia. Empero, un proyecto humanístico pertinente a nuestra época debe contemplar el aporte al conocimiento de la condición humana que nos han ofrecido saberes como el estructuralismo, la lingüística, el psicoanálisis, el marxismo, etc., los cuales nos han advertido que cualquier proyecto que pretenda la realización del ser humano debe reconocer que éste es un sujeto estructuralmente escindido e incompleto, habitado por pulsiones eróticas y tanáticas, además de estar cruzado de manera inevitable por el conflicto y el malestar. Esta visión de lo humano nos resguarda de idealizarlo o de concebirlo como una entidad esencialmente buena y sólo circunstancialmente ganada por el mal, de igual forma que nos llama a ser cautelosos con respecto a la creatividad humana, pues ésta no es en sí misma un valor positivo dado que puede estar al servicio de lo mejor, pero también de lo peor, dicho de otra manera, que la inteligencia, el conocimiento y el talento no

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Conferencia de Carlos Mario González, La conversación del Miércoles.

del odio hacia quienes agencian un atropello a la dignidad humana, esquivando, eso sí, la vertiente bárbara del odio, esa que empuja a la destrucción literal del otro y optando, en su lugar, por la deriva civilizada de este sentimiento adverso, es decir, por aquella que trata de repeler el daño que el otro representa y que busca sostener la distancia respecto a quien se ha hecho acreedor del desprecio. En su faceta positiva y afirmativa el humanismo busca cualificar las relaciones del individuo consigo mismo, alentando en él el propósito de ponerse a la altura de sus propias posibilidades, al igual que pretende enaltecer las relaciones sociales mediante la promoción de valores tales como la justicia, la democracia, la hospitalidad, la delicadeza, etc. Lo dice Thomas Mann: “El interés y la pasión por la humanidad, la dedicación al problema del ser humano…se preocupan de ambos aspectos, el de la vida personal e interior y también el de la organización de la vida humana en sociedad”, y lo refrenda al recordarnos: “Muchas de las calamidades de Alemania han sido el resultado del concepto erróneo de que era posible ser un hombre culto y apolítico”. Hay que insistir en que el humanismo de nuestra época tiene como objeto al ser humano –fuereel que fuere, sin excepción de ninguno- en lo concreto de su vida real, propugnando porque éste no sea un ser mutilado y

propiciando para él la ampliación y realización de las posibilidades creativas y afirmativas que le depara su vida compartida con los demás. En este punto, el humanismo de nuestra época es taxativo al erigir como principio indiscutible la igual dignidad de todo ser humano,en gracia a su mera condición de ser humano,y el derecho que le asiste a potenciar y realizar sus posibilidades vitales. Lo que sí procede es no pasar por alto, en la tarea de resaltar el humanismo que nos compete defender hoy por hoy, la crítica que pensadores como Nietzsche, Heidegger y otros han hecho cuando se ha querido presentar la defensa de la dignidad del ser humano tomándolo como una esencia que sería el centro del universo y la medida de todas las cosas, con lo cual sólo se estaría refrendando la continuación de la metafísica al hacer de él un ser superior, amo de sí y del planeta. Pero que no es necesaria esta sobrevaloración imaginaria del ser humano para reivindicar su dignidad y su valía, es lo que nos enseñan el psicoanálisis, la historia, el arte, etc., que lo desentrañan y lo presentan exactamente como lo contrario: como un ser sin esencia, descentrado, escindido, incompleto, que ni es soberano del mundo ni siquiera de sí mismo, todo esto a partir del hecho de que su ser no está ahí con él, sino que es lo que no cesa de venir con el lenguaje, lo que nunca

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transformaciones pertinentes. 12. Enarbolar como bandera indeclinable de acción la defensa irrestricta de los derechos humanos. Para terminar, hay que enfatizar en que este ideario que traza un horizonte de perfectibilidad para los seres humanos y su sociedad, requiere cambios de mentalidad y procesos formativos que permitan reconocer la urgente necesidad de cerrar la brecha entre las dos culturas intelectuales -que hoy no quieren saber una de la otra-, la científico-técnica y la humanístico-social, pues ambos dominios del saber son fuerzas decisivas e imprescindibles para el cometido de cualificar y dignificar la experiencia humana, separación funesta de los saberes que nos entrega a un ser humano amputado en su conocimiento, incapaz de tomar éste como un recurso integrador de la propia persona y de la sociedad misma. Dejando atrás el vocabulario imperante y sin ánimo de hacer un mero juego de palabras, conviene recordar que el conocimiento científico-técnico bien puede considerarse como saber humanístico allí donde contribuye a enriquecer y a amplificar lo que somos, mientras no es nada insólito que el conocimiento humanístico juegue el papel de antihumano cuando se aplica al examen parcelado del ser humano, llámese este examen desarticulado filosofía, política, historia, etc. Se impone, por tanto, avanzar en la dirección que conduce a reconocer las ciencias y las técnicas como lo que pueden ser: saberes humanos, al tiempo que estamos requeridos de evitar el antihumanismo por el que cada vez más se despeñan, particularmente en virtud de las modalidades académicas, los pretendidos y autodenominados saberes humanos. Sólo tendiendo puentes y rehaciendo la comunicación entre los saberes científico-técnicos y los humanístico-sociales, podemos sostener la vigencia del humanismo para nuestro tiempo y para el futuro, reiterando que se trata de un humanismo que toma al ser humano concreto, al de carne y hueso, en el uno por uno de una singularidad que a nadie exceptúa, en la dimensión integral de su existencia y que no se entrega al narcisismo arrogante de creerse amo de nada, pues se sabe reconocer y aceptar como una criatura fortuita, vulnerable y efímera.

Tomada de http://edu.glogster.com/

deja de rehacerse a partir de la falta que lo constituye. En este punto cabe que hable Heidegger: “La palabra –el habla- es la casa del ser. En su morada habita el hombre. Los poetas y pensantes son los vigilantes de esta morada”. El proyecto humanista, por consiguiente, pasa por la capacidad de construir una estructura económica, social, política y cultural que permita, por lo menos, consumar los siguientes logros: 1. Llevar a su mínima expresión el ejercicio de la violencia, sea legal o ilegal. 2. Propiciar el desarrollo y la realización de las posibilidades humanas, tanto individuales como sociales. 3. Favorecer en el sujeto la apuesta por su deseo, asumiendo y contando con el carácter inconsciente de éste. 4. Asignarle un lugar decisivo a la racionalidad. 5. Situar a cada persona a la altura del conocimiento alcanzado por la humanidad y alentar la función civilizadora del mismo. 6. Garantizar para cada uno el derecho a ser un sujeto moral. 7. Defender la dignidad integral de la persona humana, 8. Reivindicar la dignidad de todo ser humano. 9. Propender por una ciudadanía democrática en el seno de una sociedad que acate los principios de la justicia, la libertad, la igualdad y la solidaridad. 10. Reconocer el carácter universal de la condición humana (principio de semejanza) y las formas singulares de su realización (principio de la diferencia). 11. En tanto proyecto perpetuamente inacabado, habituar a una actitud permanente de revisión crítica y alentar la capacidad para encarar las

Carlos Mario González Miembro Fundador Corporación Cultural Estanislao Zuleta Profesor Universidad Nacional

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La conversación del miércoles Ciclo 2012: De la cultura que tenemos a la cultura que queremos Tertulia Miércoles 12 de agosto del 2012 Café Medellín, Orquideorama Jardín Botánico Joaquín Antonio Uribe Fiesta del Libro y la Cultura

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reconocer que el mundo no se acaba cuando ya no estemos en él-. Así iban las primeras participaciones hasta la emergencia de esta necesidad: hay que llenar ese significante 'humanidad', cómo es que se va cargando de todas esas aspiraciones que se tienen, que orientan nuestra lucha por el porvenir de ella. No se trata de una lucha de ella por ella misma, pues bien fácil se hace la constatación que nos refrendaría lo capaz que es de horrorosas acciones. Tampoco estamos pensando en un único proyecto, eso es imposible y nada deseable en estos tiempos de diversidad cultural. Más bien, se dijo en varias participaciones, debemos hablar en términos de potenciar a los sujetos, no de unas características que éste tenga que llegar a cumplir –como quien cumple con un perfil para un determinado cargo- sino más bien de disposiciones de esos seres para con ellos mismos, con la vida, con los otros; unas que valoramos y consideramos imprescindibles para esa humanidad con que soñamos. De repente se eleva una voz cercana que nos obliga a conceptualizar: sobre el sentido o significado de Humanismo ¿Cuál es o cuáles son?, ¿Qué es eso de valores universales?, ¿Qué eso de principios éticos universales, para toda la humanidad?, ¿Por qué no humanidades en lugar de Humanismo? En todo caso, si las cosas son de una manera en cuanto a la

eunidos esta ocasión en un espacio ambientado por las diversas formas en que se concreta la diversa palabra humana: el pensamiento, la conversación, los libros, la lectura, la escritura, un bello evento como lo fue la Fiesta del Libro y la Cultura en su sexta versión, logramos ser lugar de encuentro de múltiples voces todas apostadas al entendimiento de eso que llamamos 'Humanismo'. Pronunciamientos, ideas, preguntas al mismo significante (la mayúscula como posibilidad de ser uno solo y muy particular: ¿humanidad o humanidades?), al cómo de su configuración en las vías deseadas, al cómo es que deja de ser meramente discurso para ser acción y concreción, fueron los protagonistas de la tarde, los cuales aquí quedarán recogidos resumidamente. El Humanismo es una hechura del ser humano, por eso tiene una historia. En esa historia, ¿Cuáles son los rasgos que han permanecido, que permiten visibilizar la continuidad? Uno de ellos es la esperanza fundada en la idea de hombre, dirán hasta el siglo XVIII, humanidad, incluso humanidades, diríamos hoy; otro, una visualización de horizontes para la humanidad, horizontes de perfectibilidad como esos ideales que son el motor que nos impulsan hacia el futuro que concebimos como el más deseable para los que vienen detrás –hay una bella conciencia en esto que se dice, de

Tertulia de La Conversación del Miércoles en el Jardín Botánico, en el marco de la Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín

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configuración de humanidad que tenemos ahora, que no es una ni es homogénea, pero que se reconoce que hay líneas ineludibles de influencia para ella que se pronuncia con predominancia sobre el resto de humanidades existentes, y esta, la que se eleva de entre las otras no es otra que la propuesta, afirmada, creciente y devoradora 'humanidad del capital', no tiene porque seguir siendo así. Entonces, ¿Cuáles son esos mínimos por los que luchamos para la configuración de otra humanidad, de esa que queremos construir? ¿Es posible pensar en un proyecto que no sea totalizante en su propuesta de humanidad, que le sepa dar lugar al conflicto, las crisis y el sinsentido en que también se ve envuelto y abrazado el ser humano, ser frágil y vulnerable en su finitud?

educación con los procesos de transformación y configuración de otra alternativa para nuestra especie humana. Así entonces, ¿qué tiene que ver la educación en esta pregunta por la humanidad, las humanidades? Subsistir es ahora lo que se impone, y en esa urgencia, se olvidan preguntas esenciales para la comprensión de la existencia humana en su pluralidad de posibilidades para concretarse. La educación no parece estar interesada en pensarnos –filosóficamente hablando-, sino más bien en formarnos para engrosar la cadena productiva, dijo un asistente. La educación debe hacer parte de ese collage de asuntos dibujados en la bandera de la lucha por otra humanidad, pero no ella por ella misma, ¿de qué educación, pues, se estaría hablando? ¿Cuál es el futuro de todos esos saberes que nos encaminan hacia la reflexión que aquí estamos defendiendo, que nos aportan en la configuración de ese humanismo que queremos? Ante la pregunta que sirvió de hilo para la reflexión en torno al humanismo, esa que indaga sobre su futuro, posibilidades y configuración suya, cerramos la tertulia que entre ser afirmativos en la construcción de futuros posibles o declinar la lucha, optamos por la primera vía, la de inscribirnos como agentes de él, estando pues el reconocimiento de los determinantes y condiciones que conlleva pensar al ser humano en un contexto democrático y plural y que no basta con hacer preguntas ni pensar sólo en el plano de lo individual, sino traducir a acciones y que éstas sean colectivas.

«La educación no parece estar interesada en pensarnos –filosóficamente hablando-, sino más bien en formarnos para engrosar la cadena productiva.» Otra pregunta se sumó a las anteriores con la firme intención así enunciada de ser más dificultad potenciadora en esta indagación que traemos: ¿Quiénes son los sujetos que construyen esos mínimos? Porque por ejemplo, los Ilustrados propusieron humanidad y principios universales pero dejando a muchos por fuera, incluyendo en ella a una selecta minoría. Otra cuestión con iguales intenciones emergió: ¿qué de político tiene la enunciación, el reconocimiento y la lucha por una humanidad no cualquiera, que le de voces a todas las expresiones que de ella puedan emerger, siendo que se inscriban en esos mínimos comunes que se logren estatuir como comunes a toda comunidad humana –por ejemplo, la dignidad para todo ser humano-? Esa humanidad, enredada entre lo particular que se expresa de cada cultura y la propuesta homogenizante de la humanidad globalizada y capitalista, encaminada a la producción, se debate entre eso que se quiere y se debe conservar de cada ser/cultura/comunidad y lo que debe proponerse en el orden de lo universal; esto, por ejemplo, es bien político pues involucra una lucha en niveles estructurales de una propuesta de humanidad, la del capital; así como también lo es la relación que pueda tener la

Diana Suárez Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA

Santiago Gutiérrez Miembro Fundador Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA The Hammers March - Pink Floyd [The Wall]

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La conversación del miércoles Ciclo 2012: De la cultura que tenemos a la cultura que queremos Pensadores de referencia «El hombre es el único que no sólo es tal como él se concibe, sino tal como él se quiere, y como se concibe después de la existencia, como se quiere después de este impulso hacia la existencia; el hombre no es otra cosa que lo que él se hace. Éste es el primer principio del existencialismo. Es también lo que se llama la subjetividad, que se nos echa en cara bajo ese nombre.» Jean Paul Sartre El existencialismo es un humanismo “¿Como volver a dar un sentido a la palabra humanismo? Esta pregunta nace de la intención de seguir manteniendo la palabra «humanismo». Es verdad que ya hace tiempo que se desconfía de los «ismos». Pero el mercado de la opinión pública reclama siempre otros nuevos y por lo visto siempre se está dispuesto a cubrir esa demanda. También nombres como «lógica», «ética», «física» surgen por primera vez en escena tan pronto como el pensar originario toca a su fin. En su época más grande, los griegos pensaron sin necesidad de todos esos títulos.”

Martin Heidegger Carta sobre le humanismo

Jean-Paul Sartre (1905 – 1980) [izquierda] fue un filósofo, escritor, novelista, dramaturgo, activista político, biógrafo y crítico literario francés, exponente del existencialismo y del marxismo humanista. Fue pareja de la también filósofa Simone de Beauvoir. Martin Heidegger (1889 - 1976) [derecha] Filósofo alemán. Discípulo de Husserl, su indiscutible importancia dentro de la filosofía continental e influencia en el existencialismo del siglo XX se ha visto marcada siempre por la polémica, sobre todo la de su adhesión al régimen nacionalsocialista. Dentro de sus obras se encuentran Ser y tiempo (1927), ¿Qué significa pensar? (1954) y Cartas sobre el humanismo (1959)

Boletín de La conversación del miércoles Edición del 19 de septiembre del 2012 Revisión editorial: Vincent Restrepo Diana Suárez Diagramación: Vincent Restrepo

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Próxima conferencia: La vida personal y la colectiva en su opción entre la democracia o el autoritarismo Miércoles 3 de octubre 6:30 p.m. Auditorio Alfonso Restrepo Moreno Comfama San Ignacio (cuarto piso) Informes: Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA Web: www.corpozuleta.org e-mail: info@corpozuleta.org Tel: 234 36 41 Dirección: Cll 50 No. 78a - 89

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