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en el (des) orden internacional

La crisis del Covid-19 ha trascendido el ámbito biológico y de la salud; sus implicaciones son sociales, económicas y políticas. Ha puesto en evidencia lógicas de confrontación entre países y muchos se atreven a afirmar que estamos frente a un nuevo orden internacional diseñado por la pandemia.

Por Martha Dubravcic. Fotos: 123rf y Getty Images.

“E

l mundo nunca va a volver al aislamiento y nadie puede cortar los lazos entre países”, decía el líder chino Xi Jinping durante la reciente Asamblea de las Naciones Unidas. Mientras que, minutos antes, Donald Trump expresaba que “solo si cuidas de tus propios ciudadanos

encontrarás una base real para la cooperación …Me siento orgulloso de poner a Estados Unidos primero, tal y como ustedes deberían poner a sus países”.

Dos direcciones opuestas, dos llamados distintos. Uno que apuntala una globalización que a todas lu-

en el (des) orden internacional

ces está en crisis y otra que fundamenta, con “inusitado humanismo”, la necesidad de pensarse hacia adentro. En resumen, dos potencias que pugnan por el liderazgo mundial; una -Estados Unidos- que lo detenta claramente desde hace décadas; y otra -China- que se apresura en la carrera por consolidar su liderazgo en medio de la peor crisis sanitaria universal de la que otros países la responsabilizan.

Para muchos fue el fin de la Guerra Fría, con la bipolaridad Estados Unidos-Unión Soviética, lo que diseñó un orden internacional con Estados Unidos como potencia al frente y un Occidente fortalecido. Pero además, Estados Unidos se mantuvo a la cabeza, tras haber sorteado la crisis desatada por los atentados del 11 de septiembre de 2001 y el colapso financiero del 2008. Hoy, que enfrentamos la crisis global del Covid-19, todo parece distinto.

Donald Trump articuló, desde el inicio, un discurso que desestimó la pandemia, luego la enfrentó casa adentro y, finalmente, no dejó de añadirle un tinte geopolítico llamándolo en todas partes “el virus chino”, pese a que la comunidad científica ha convenido en llamar Covid-19 a esta enfermedad, justamente para que no hiciera alusión a ninguna ubicación geográfica, animal, individuo o grupo humano. Estados Unidos alentó así una tensión mundial y no la búsqueda de soluciones.

Si bien el liderazgo global estadounidense ya venía debilitándose, la crisis de la pandemia prácticamente lo exterminó y el tablero de la geopolítica tomó una dirección para algunos predecible y para otros inesperada; un nuevo orden internacional que muchos han dado en llamar “desorden”, carente de un liderazgo afianzado en valores sólidos y capaces de convocar a la mayor parte del planeta.

Estados Unidos y China ya venían disputándose la punta de lanza en lo comercial y lo tecnológico; y ahora también disputan la carrera por la creación de la vacuna. En el contexto de la pandemia, lo cierto es que Estados Unidos cedió espacio -y mucho-, nada menos que a China que, pese a la controversia generada por representar el origen del virus, hoy busca posicionarse como la fuerza número uno, fundamentalmente en lo comercial y tecnológico. Quizás no sorprende que China tome la delantera; de alguna manera esa venía siendo la dirección desde hace años; lo que sorprende es que lo consiga en medio de este escenario de gran complejidad.

Un manejo controlado de la crisis, una rápida recuperación económica y una diplomacia de mascarillas (como se ha denominado a la cooperación sanitaria de China a través de la venta y donación de insumos a Latinoamérica, Europa y África), contribuyeron al acelerado paso y pisada fuerte de China en el escenario mundial, mostrándose no solo como origen del virus, sino como parte de la solución y mecenas global. En esta misma línea, Rusia, con menos fuerza y presencia, intentó también dar pasos a través de la asistencia, enviando insumos y especialistas a países europeos, principalmente Italia, y ahora está enfocada en dar a luz la vacuna, con evidentes intereses geopolíticos, más allá de los propios que mueven a una crisis de salud.

En medio de ello, decenas de países enfrentan la pandemia, cada uno con sus recursos, con diferentes resultados y un denominador común: la incertidumbre frente a un virus tan nuevo como impredecible.

Cada quien a su manera

Frente a una crisis de enorme proporción que escala a gran velocidad, la escena internacional demanda aún una respuesta. Aquello que un mundo globalizado permite y obliga: un accionar conjunto para concertar acciones y enfrentar de mejor manera la crisis global. ¿Qué ocurrió? Varios hechos en varios puntos geográficos: l China, con un cuestionado accionar, aparece acusada de obstruir las investigaciones sobre el virus y de ocultar información relevante a la comunidad científica internacional. Sin embargo, intenta afianzar relaciones

Una Unión Europea no tan unida, EE.UU. contra China, Rusia con pocos aliados estratégicos y China, de donde salió el virus, quiere liderar el mundo a toda costa...

La creación de la vacuna contra el Covid-19 ha sido la carrera más competitiva en la que los países del primer mundo se han enfrentado. No se trata solo de altruismo, sino de ganar el liderazgo mundial y reconocimiento...

a futuro a partir de la debilidad de otras regiones. l Estados Unidos, con un liderazgo orientado a captar votos para las elecciones, perdió el rumbo y se convirtió en el país número uno en contagios y muertes. Desde un inicio, el mandatario tomó decisiones erráticas y echó todos sus dardos contra China para responsabilizar a este país de haber conspirado contra el mundo. Y finalmente, puso al mundo en alerta, desde hace algunas semanas, cuando estalló la noticia de que Trump y su esposa Melania habían contraído el virus. l Una “desunida” Unión Europea, con Italia y España como países más golpeados, y potencias como Alemania y Francia cerrando fronteras y negando sus insumos médicos, se muestra ante el mundo como débil y poco solidaria. El cierre de fronteras internas simbolizó un profundo retroceso. El mundo vio una Europa fragmentada pese a su sistema de integración, hasta entonces ejemplar en muchos aspectos. l Finalmente, una Latinoamérica abrumada enfrenta la pandemia desde la precariedad de sus sistemas sanitarios, con altos niveles de deuda, corrupción y profundos conflictos sociales. Brasil, que era la economía más prometedora, acabó en una gravísima crisis sanitaria y social. Muchos responsabilizan de ello a Bolsonaro, un líder desafiante que alentaba la no reclusión y al que sus ministros terminaron renunciando.

¿una ruta de salida?

Pareciera que la única opción posible es la coordinación económica y política, pero los países no han mostrado solvencia en ello, tampoco confianza. Lo que parece claro es que quienes podrán sortear mejor esta crisis serán aquellas naciones que tengan mayor capacidad de innovación y respuesta frente a un enemigo nuevo, cuyo comportamiento es tan desconocido como desconcertante. Una analista política decía que lo peor que podría pasar en esta crisis es que no ocurra nada, que nada cambie. Y mientras esperamos que algo cambie, nos preguntamos si tras la pandemia, tendrá más fuerza la globalización o el proteccionismo; si los mercados y flujos comerciales se van a cerrar y contraer mientras no haya cura o vacuna; y si el debilitamiento del multilateralismo, que ya venía ocurriendo, tiene opciones reales de revertirse.

La pandemia nos ha puesto contra las cuerdas y podría ello ser un gran punto de inflexión para, al menos en bloques regionales desde la institucionalidad de algunos sistemas de integración, actuar y responder a la crisis del coronavirus.

Es probable que la incomodidad internacional, respecto de nuevos centros de poder, ponga a algunos países a correr para llegar primero a la meta prometedora de la vacuna. Si es así, quizás habrá valido la pena este entramado de tensiones y fragmentaciones, y quien se atribuya la autoría de una cura tendrá nuevas razones para pensarse y posicionarse como un nuevo poder mundial. Habrá que recordarle a quien tenga ese lugar, que para ser líder mundial no solo es cuestión de ser el más fuerte, sino de generar adhesión, empatía y confianza; ser quien marque la ruta.

Que no es tal un liderazgo que sacrifica las libertadas por el progreso económico y/o tecnológico. Y, claro está, un liderazgo será más sólido si es capaz de concentrar valores con los que comulgue la mayoría.

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