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Leer en pandemia Libros que saLvaron vidas
En tiempos de incertidumbre, un libro puede ser un sostén y un aliado. A muchos, la cuarentena ayudó a fortalecer hábitos de lectura, gracias a la positiva proliferación de clubes y talleres. Conócelos y explora.
Por Paulina Terán. Fotos: 123rf.
E
s innegable, el 2020 lo cambió todo. Para siempre. No es exagerado atrevernos a asegurar que no hay una sola persona en este planeta que no haya pasado por una transformación durante estos largos meses de encierro, temor e incertidumbre. Algo que también sucedió de manera muy evidente es que la gran mayoría de nosotros se refugió en todo lo que el arte tiene para ofrecer: cine, series, música y literatura han sido bálsamos durante de estos meses de pandemia y post-pandemia. En ese contexto, notamos que los hábitos de lectura de la gente también empezaron a cambiar. De pronto, los clubes y talleres de lectura y literatura que solíamos tener presentes unas pocas veces al año, empezaron a difundir su oferta con mucha más frecuencia, además de ver el nacimiento de nuevas escuelas y clubes literarios, casi de manera masiva, haciendo que nos cuestionáramos esa creencia negativa que se tenía sobre nuestro país eso de que en Ecuador leemos “medio libro por año” comparado con otros países de Latinoamérica.
¿Qué tanto leemos los ecuatorianos?
El último dato claro que tenemos con respecto a los hábitos lectores del Ecuador, es el obtenido en el 2012 por el Instituto de Estadísticas y Censos del Ecuador (INEC). Según datos de la encuesta, el 73.5% de los ecuatorianos leía, en contraposición con el 26,5% que no dedicaba tiempo para la lectura. De este último porcentaje, el 56.8% no leía por falta de interés, y el 31,7%, por falta de tiempo. El 73.5% de ciudadanos lectores correspondía a un grupo mayoritariamente joven. El 83% de las personas, entre los 16 y 24 años, se ubicaron en este grupo. Resulta importante mencionar que las personas de 25 años en adelante, señalaron que la lectura era una vía para acceder a un conocimiento, mientras que, en la población de 16 a 24 años, la razón estaba orientada a fines escolares. Este dato es fundamental, porque nos mostraba un enfoque instrumental de la lectura: se leía para acceder a una información, mas la lectura como placer y disfru-
te todavía no se encontraba incorporada en los comportamientos de la población ecuatoriana. ¿Cómo leemos hoy? En el Ecuador, funciona desde el 2017, el Plan Nacional de Promoción del Libro y la Lectura. Sin embargo, los resultados aún no han salido a la luz. En una entrevista para Diario El Comercio, publicada el 21 de septiembre de este año, la escritora Juana Neira, señaló que el plan está enfrentando dificultades presupuestarias, por haber tenido que asumir recortes considerables. Por otro lado, la encuesta de hábitos lectores que para este año ya debía haber arrojado resultados claros, apenas va a empezar a desarrollarse, se pospuso a causa de la pandemia. Se planea entrevistar a 15492 familias de 23 provincias del país, con entrevistas que durarán más de una hora.
clubes y talleres: la palabra como vínculo
Si bien no existen cifras oficiales actuales que nos hablen de una transformación considerable en los hábitos de lectura de las y los ecuatorianos, sí podemos tomar como referencia el comportamiento que se ha visto reflejado en clubes de lectura y talleres literarios, liderados por organiza-
ciones y librerías públicas y privadas, en donde se ha visto una clara proliferación de actividades, inquietudes y ofertas.
centro cultural benjamín carrión la lectura como institución
La Casa Carrión, como la conocen quienes llevan visitándola durante años, es un referente cultural y artístico y su biblioteca se caracteriza por contener títulos literarios especializados. Para César Chávez, quien ha ejercido como bibliotecario de este centro cultural desde hace veinte años, la pandemia trajo cambios en los hábitos de lectura y se ha visto una proliferación de clubes y talleres durante estos meses, motivado por dos factores: la gente que ha buscado refugiarse en los libros y autores y gestores culturales que buscan generar nuevas formas de ingreso. “Este vínculo con la
lectura ha llegado a manos privadas que son los talleres. Hay unos buenos y también hay otros que son malos, es difícil tener una medida por la proliferación de este tipo de grupos. Sin embargo, hay que analizar por el lado de quién es el que imparte el taller, investigar un poco sobre la persona y evitar aquellos que te ofrecen promesas vanas, los que te dicen: ‘de aquí vas a salir escribiendo’”.
De cualquier manera, para César este renovado interés es positivo, pues hace que la gente recuerde la función de la literatura y del arte en general, sobre todo en una sociedad golpeada y fragmentada en pleno 2020: “En los primeros meses de pandemia lo conversamos con amigos: era difícil mantener activo el hábito de la lectura porque era muy complejo tener concentración por la incertidumbre, pero una vez que nos fuimos adaptando al momento, la lectura se convirtió en un acompañamiento vital, en una parte de tu vida que te acompaña siempre, tanto en los momentos alegres, como en los momentos duros; se hace así el sostén de la cordura”. Anota también que es necesario fortalecer el hábito de literatura entre los adolescentes, quienes suelen caer presa de sagas de éxito comercial: “Si luego les dices a los chicos que te lean un libro como Los Adioses de Onetti, que tiene más o menos la misma cantidad de páginas que las sagas que leen, no lo logran. No se trata solo de la cantidad, sino de la calidad”.
Finalmente, César observa que para que un club funcione debe tener cierta estructura y rigurosidad, pero que tampoco es positivo que se caiga en el elitismo: “En Quito hay alrededor de treinta clubes de lectura, pero también son clubes más cerrados, a los
que se entra con invitación. En ese caso, los grupos son muy homogéneos, pero esa homogeneidad también puede llegar a ser castrante. Se vuelven círculos ya endogámicos que ya no pueden romperse. Lo interesante es cuando se abre más la entrada al taller, y tienes gente que llega con doctorados y gente que tiene apenas escolaridad, que sí ha sido algo que hemos experimentado aquí en el centro”.
conde mosca la curiosidad: ¿cómo viven los otros?
“Ha sido inevitable, durante la pandemia, asomarse a la ventana o salir al balcón y voltear a ver e imaginarte cómo está llevando tu vecino, o la persona de la casa de más allá todo esto. La lectura te permite, de alguna manera responder esa pregunta, acercándote a las vidas y las ideas de otras personas” observa Doris Carrasco, quien junto a Marcelo Recalde han sacado adelante un proyecto de librería creada por lectores para lectores y que se sostiene con éxito considerable desde hace casi cinco años: “Tenemos pasión por la lectura; nos ha acompañado desde la infancia, por eso tenemos esa empatía con nuestro público, porque nosotros mismos lo hemos sido. Nosotros, más que un grupo de clientes, hemos construido una audiencia” observa Marcelo. Durante la pandemia, Conde Mosca hizo una transición en sus clubes de lectura hacia el formato online y la acogida fue absoluta: tuvieron sus dos horarios completamente llenos y se mantuvieron activos durante todos estos meses. Hasta hoy han cumplido nueve ciclos de lectura en formato club durante tres años y medio.
seshats las señoras de los libros
Seshat es una antigua deidad egipcia, guardiana de las bibliotecas y protectora de los libros, conocida, literalmente como “la señora de los libros”. Usando este arquetipo como inspiración, un grupo de mujeres quiteñas empezó a reunirse para leer y comentar libros, creando lo que hoy es un club de lectura con un formato específico, en el que se reúnen hasta doce mujeres. El club tiene cinco años y tiene varios objetivos, el principal, ayudarse las unas a las otras a nivel emocional y personal a través de lecturas enriquecedoras. Su visión es lograr un aporte a la sociedad, incentivando la lectura para empoderar a más mujeres y para que el legado del club siga a través de las generaciones. Su misión es compartir experiencias pensamientos, expresarse y profundizar sobre la lectura y criterios para apoyarse entre todas para un crecimiento personal.
Funciona así: una seshat llega con una propuesta de tres libros. Se hace una votación y se elige el libro en una reunión. Ese libro se lo lee durante todo el mes al finalizarlo, se hace una reunión de cierre que incluye conversatorios, juegos, etc., para fomentar la discusión sobre el libro. La idea es que haya debates y enriquecerse con las opiniones diversas. También se hacen reseñas, a través de distintos formatos que comparten en su Instagram, para que sus seguidores las acompañen con la lectura del título del mes. Durante la pandemia el club continuó con sus actividades vía Zoom: “Fue tremendamente emocionante para nosotras vernos en estos espacios, aunque fuera virtualmente. Significó un apoyo y una motivación para salir adelante. Pero lo más importante es la manera en
que despegó nuestro Instagram en estos meses. Vimos que el interés de la gente en la lectura creció muchísimo” señala Gaby Dueñas, una de las coordinadoras del club.
palabra lab leer para sortear el pánico
Suena un poco fuerte. Pero cuando vives en una ciudad como Guayaquil, el epicentro de la pandemia en nuestro país, la necesidad de aferrarse a la lectura alcanza magnitudes insospechadas. Es lo que pasó con Palabra Lab, un centro cultural que tiene ya diez años de funcionamiento y que empezó como un espacio de promoción de lectura para niños y en menos de un año se expandió con la creación de clubes de lectura y talleres para jóvenes y adultos. La pandemia, sin duda, cambió todos los planes de Palabra Lab para el 2020. Entre otras cosas, tuvieron que cambiar los títulos que habían planificado para sus talleres, pues no eran apropiados para el momento y en su caso vieron un decrecimiento de la participación en clubes y talleres (de 80 que participaban hoy participan 50, aproximadamente), pues la gente estaba atravesando momentos demasiado difíciles que les impedían enfocarse en otras actividades. Para los que se quedaron, sin embargo, la literatura se tradujo en alivio y refugio y lo más positivo de todo fue que el cambio al formato online permitió que gente de otras ciudades y otros países empezar a sumarse: “justamente durante la primera semana de pánico en Guayaquil se iniciaba el club de lectura y en los correos que enviamos dijimos: hagámoslo de manera virtual y pues luego de eso probablemente ya nos podremos ver. Seis meses más tarde, aún no nos hemos visto. La literatura se volvió una forma de protección para todos, una forma de cuidarnos de tanta información, de tantas malas noticias y no te voy a mentir en el primer ciclo hubo mucha desesperación y hubo mucha gente que se retiró. Pero a la larga para mí es una experiencia positiva porque hoy puedo recibir gente de cualquier lugar del Ecuador y del mundo que está interesada en leer…” cuenta Adelaida Jaramillo, creadora de Palabra Lab.
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