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capítulo
¿podrán salvar a esta familia?
DÍA 1 La familia McCray tenía un problema; de hecho, tenía siete problemas. Dos padres y cinco hijos revoltosos, consentidos y mal educados, cuyas edades estaban en el rango de tres a nueve años. Papá Craig, policía de la ciudad de Nueva York, era duro como roca en el trabajo, pero en casa resultaba incapaz de instaurar la ley. Mamá Tracy, ama de casa, se encontraba tan abrumada que casi desiste en su intento por disciplinar a los chicos. Los niños se golpeaban unos a otros, gritaban y chillaban todo el día. Tracy respondía a gritos. Ellos no escuchaban. En algún punto, ella simplemente dejaba de prestarles atención y se derrumbaba, aunque ellos estuvieran, literalmente, trepando por las paredes. Era un milagro que ninguno hubiera resultado seriamente herido al escalar los libreros o al utilizar el pesado candelero de mamá ¡como bat en sus prácticas de beisbol! “Paso mucho tiempo en el trabajo, así que cuando estoy en casa soy un tanto permisivo con los niños, pues me siento culpable”, dice Craig mientras se inclina hacia su hijo Jack. Luego le dijo a su hijo de siete años: “No le digas a mamá que te di café, si le dices que te di café, estaré en problemas. A mami no le gusta que anden con las bicis en la casa. ¿Quieres probar tu bici, Jojo”? Afortunadamente, mamá no escuchó esa parte de la conversación, ella debía lidiar con sus propios dolores de cabeza.
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—Disciplinar a los niños, esa es una hazaña. ¡Eh, deja de hacer eso! —le grita a CJ—. Voy a traerte por los cabellos. Ve adentro y ¡quédate ahí! ¿Por qué le pegas a mamá? —Porque quiero —responde su encantador pequeñín. Tracy levanta sus manos. —¡Ay!, ¡no me muerdas! —chilló. Todas las tardes los niños pedían la cena a gritos, y entonces, después de dar algunos mordiscos a la comida, se tiraban debajo de la mesa. Para entonces Tracy estaba demasiado agotada como para ocuparse. Craig gritaba un poco más. Nadie escuchaba. Eventualmente, cada uno caía a la cama completamente rendido. Entonces, a la mañana siguiente, el caos comenzaba a hacer ebullición nuevamente. Nadie en la familia estaba feliz con esta situación. Todos despertaban malhumorados y fuera de control. ¿Alguna vez le ha ocurrido a tu familia algo como esto? Quizá la situación no ha alcanzado niveles tan extremos, pero llegado cierto punto, cada padre y madre ha querido simplemente rendirse y dejar que la locura tome el control de la situación. Veamos qué ocurre cuando llegue la niñera Stella. Ella evaluará el escenario, se sentará con Tracy y Craig y determinará un plan. Dale un vistazo a las reglas de la niñera que ella elige utilizar, y observa cuán rápido comienzan a surtir efecto.
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Día 2 Después de pasar un día entero dedicada a observar la locura en la casa McCray, la niñera Stella tuvo una charla terminante con Craig y Tracy. —Al estar en su casa, he observado algunas cuestiones, —dijo Stella—. Entre ellas puedo decir que no hay absolutamente ninguna disciplina en esta casa. No hay coherencia. Los actos no tienen consecuencias. Nadie ha establecido qué es correcto y qué está mal. La buena noticia es que yo entro en escena con un plan. Si ustedes lo aplican y se apegan a él, entonces llevarán una vida familiar mucho más normal. Se los garantizo. La mala noticia es que creo que su estado es de total negación, y no estoy convencida que estarán receptivos a todo lo que tengo que decir. Tracy se sorprendió, pero estuvo de acuerdo en intentarlo. Craig también estuvo de acuerdo, pero luego admitió que estaba tan seguro de que el plan de la niñera fracasaría que habría apostado su pensión contra él. Reunidos en familia, todos mostraron verdadero pasmo en el rostro mientras la nana Stella avanzaba sobre la lista de reglas de la Niñera que más necesitaban. • Lo primero que deben hacer es establecer el orden: introducir un horario y mantener a los niños informados al respecto. • Ustedes tienen que tomar en serio todo lo que digan. He escuchado muchos “no hagas eso”, pero nada ocurre si lo hacen. • No hay absolutamente ninguna disciplina en esta casa. Los actos tienen consecuencias. Por lo tanto, debe haber sanciones para la mala conducta • Me gustaría introducir el “tiempo fuera”. • Tienen que ser firmes, no gruñones. No deben gritar. Créanme, gritar nunca funciona. • Deben tratar a su familia y a los demás como les gustaría ser tratados. Ustedes son una familia y, sin embargo, todo el tiempo están gritando, peleando y chillando. El respeto es recíproco. • Absolutamente bajo ninguna circunstancia, en ningún caso, nadie va a golpear a nadie nunca más. Las manos no son para golpear. Las manos son para rezar o para jugar, pero no para golpear. • Ustedes son hermanos, son una familia, y en las familias se dan amor unos a otros. Serán hermanos por toda la vida.
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• Igualmente importante, recuerden papá y mamá que los padres trabajan juntos, como equipo. • De verdad me encantaría ver algunos buenos modales. Los modales nunca sobran. Honestamente, no creo haber escuchado algún por favor o un gracias. • Voy a mostrarles su horario. Establezcan una rutina. Éste será su esquema a partir de este momento y en adelante. A las siete de la mañana despertamos, luego, de 11 de la mañana a 12 del día tenemos la hora del almuerzo y la siesta. • Ustedes cenarán juntos porque el tiempo en familia resulta esencial para la comunicación. La habitación se quedó en silencio por un momento, mientras la familia digería esta larga lista. Craig no parecía feliz en absoluto. —Te ves un poco atemorizado, Craig —le dijo la niñera Stella. —El problema está en dejarlo en manos de una mujer —respondió. —¡Gua! —exclamó la niñera Stella. —¿Qué se supone que significa eso? —preguntó una indignada Tracy. —Bueno, tú sabes a qué me refiero —dijo Craig, mientras llevaba sus manos hacia arriba—. Cuando entra en juego tu instinto maternal, todo se va por la borda. —Por lo tanto, es mi culpa —dice Tracy con algo de ira. —Bueno, a ver si eres capaz de seguir este horario —dijo Craig. —No es sólo para Tracy. Craig, es para ti también. Se supone que los padres deben trabajar juntos, como un equipo. Este es su horario familiar. Seguirlo hará la vida de todos mucho mejor. Craig se ve más escéptico aún. —Bueno, estamos dispuestos a intentarlo —dijo dudoso. El tiempo fuera Antes de que cualquier otra cosa sucediera, los niños debían comprender la regla de la niñera sobre las consecuencias que todo acto acarrea. Para lograrlo, fue necesario regresar a lo básico: el tiempo fuera. Este recurso primordial de la niñera es una efectiva técnica de disciplina que
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parece increíblemente simple y, al mismo tiempo, resulta increíblemente eficaz. Tiempo y fuera eran palabras desconocidas en la casa McCray antes de que la nana Stella llegara. Revisaremos con mayor detenimiento la técnica del tiempo fuera en el Capítulo 6, pero aquí están sus fundamentos. A un niño que se porta mal se le envía a tiempo fuera. Éste es un periodo de reflexión que se abre para los traviesos recurrentes, a quienes primero se les advierte que si no dejan el mal comportamiento caerán en tiempo fuera. La norma es un minuto por cada año de edad. El niño pasa su tiempo fuera en un lugar predeterminado para ello, donde se encuentra un cronómetro. Si tu hijo empieza a tener cualquier clase de mal comportamiento durante el tiempo fuera, como buscar llamar la atención, hablar, tratar de salir del área delimitada, y otros por el estilo, el cronómetro reinicia el conteo del tiempo en sanción. Unos minutos pueden parecer nada para los adultos, pero son una eternidad para un niño. Y este es el motivo por el cual funciona la técnica del tiempo fuera. En la casa McCray, CJ de nueve años de edad, el hijo mayor, era el cabecilla. Ágil y cínico, era un verdadero sabelotodo, y estaba muy consciente de ello. A menudo provocaba a sus hermanos menores para iniciar batallas o emprender golpizas que propinaban unos contra otros como locos. Luego pretendía ser la inocente víctima: tranquilo, se sentaba a gozar del caos con una sonrisa desenfadada. Tenía una capacidad única para hacer que todos los demás cargaran la culpa de sus travesuras. Lo peor es que, en su calidad de hermano mayor, se hizo cargo de introducir a sus hermanos menores en esta dinámica. Esto es bastante típico. El niño más grande marca la pauta para el resto de los hermanos. El truco consiste en convertir al hijo más grande en, por así decirlo, el gobernante. Después de ello, los otros chicos lo seguirán. Así las cosas, CJ fue el primero en ser enviado al tiempo fuera. ¡Nueve minutos de tortura pura! La nana Stella puso el cronómetro, y el chico tuvo que sentarse en el sofá de una sala intensamente iluminada, mientras sus hermanos rondaban muy cerca y Stella lo observaba desde la habitación contigua. No salía de su asombro: estaba siendo disciplinado. Puso en práctica
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sus dotes teatrales, pero nadie le prestó atención. Entonces se levantó y trató de detener el cronómetro, pero al hacerlo sólo empeoró las cosas para él. —Cada vez que abandones el tiempo fuera, el conteo se iniciará de nuevo —le dijo la nana Stella a CJ, mientras reiniciaba el cronómetro—. Así que vas a permanecer en tiempo fuera por el resto de tu vida, a menos que desees comportarte. —¡No hablas en serio! —replicó CJ con una carcajada. —¿Qué edad tienes? —le preguntó la niñera Stella—. Cada vez que te metas en líos regresarás al tiempo fuera, así que mejor escucha desde el primer momento y haz lo que tus papás te piden. CJ hizo una mueca. Volteó hacia el sofá y se dejó caer en él.
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—El tiempo fuera es como sentarse en una jaula —dijo—. Una jaula oscura tenebrosa. Finalmente, después de lo que pareció una eternidad para CJ, la alarma del cronómetro comenzó a sonar. —Cuatro, tres, dos, uno… ¡Oh, sí! ¡Libertad!, —exclamó el niño—. ¡El mundo vuelve a la normalidad! —Estoy muy orgullosa de ti —le dijo la nana Stella. —Él intentaba hacer una rabieta —explicó Stella—. Eso no me intimida, mi filosofía es la constancia: no importa la técnica que apliquen, si se mantienen firmes. Si siguen enviando a sus niños a tiempo fuera, con el paso de los días, ellos tendrán claro el mensaje de que ustedes van en serio. Entonces permanecerán tranquilos en sus sitios. —CJ realmente parecía un poco más relajado cuando su tiempo fuera concluyó —dijo su padre con cierto asombro. También CJ permanecía en shock porque, de hecho, estaba siguiendo normas disciplinarias. Los tiempos fuera son una manera efectiva de tranquilizar a los niños, de hacerlos responsables de sus actos y de enseñarles que el mal comportamiento no se tolerará. Día 3 Hora de ir al parque. Después de 20 minutos, el coche seguía afuera de la casa porque tres de los chicos se negaron a entrar en sus asientos para automóvil. Era toda una hazaña lograr que los cinturones cerraran y luego evitar que los niños los desabrocharan. Hubo tanto escándalo, tantos gritos y chillidos que Tracy se dio por vencida. De hecho, es ilegal circular con los hijos sin su asiento de automóvil o su asiento elevado; en muchos estados de Estados Unidos y en México, los niños deben viajar en sus sillitas hasta que cumplen ocho años de edad, o cuando pesan poco más de 36 kilos. No cumplir estas disposiciones puede ser extremadamente peligroso y potencialmente letal. Para la niñera Stella, la primera prioridad con cualquier familia a su cargo es la seguridad. (Por supuesto, también es un asunto prioritario para los padres.) La nana Stella no habría dejado a Tracy arrancar mientras los chicos revoloteaban fuera de sus asientos. Los niños deben aprender
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que, y esto no es negociable, si quieren viajar en el coche, deben ir tranquilamente sentados en sus sillitas de automóvil. Por lo tanto, Stella sugirió que Craig llevara a la casa los asientos de automóvil, para permitir que los niños jugaran con ellos, que se les treparon por donde quisieran, y que se acostumbraran a ser abrochados a ellos. Tracy se burló de inmediato de semejante idea, pero después de que Craig llevó todas las sillitas y las colocó en la sala, ella se sorprendió cuando los muchachos se encaminaron directamente a sus asientos, para jugar felizmente en ellos. Al llevar los asientos del coche a la casa, los niños se acostumbraron a ellos, y lograron superar el factor miedo. Además, cada niño pudo identificar su sillita como propia. Esto los hizo sentirse orgullosos y ser cuidadosos con ella.
Craig logró pasar con los niños una larga y agradable tarde en el parque, después de la cual, llegó la hora de la cena. —Mamá, ¿podemos cenar fuera? —preguntó Francis. —Esa es realmente una buena pregunta —dijo la nana Stella—. ¿Sabes cuál debería ser la respuesta de mamá? —No —respondió Francis. —Su respuesta debe ser: “Sí, si ustedes se portan bien” —respondió la niñera. La hora de comer en la casa McCray era como el tiempo para alimentar fieras en el zoológico. No tenían una hora fija para la comida, así que rara vez se sentaba la familia completa a la mesa. Los chicos comían por igual en la sala mientras veían televisión, que en el suelo, debajo de la mesa de la cocina; a veces engullían algunos bocados y luego se arrojaban el resto de la comida unos contra otros. Lo que dejaban era un desastre terrible en el suelo, que su desesperada madre debía limpiar. Como la nana Stella estaba en casa, Tracy y Craig intentaron hacer que los niños comieran en la mesa con ellos. En un principio lograron su objetivo pero tan pronto como CJ abandonó su silla, sus hermanos
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menores comenzaron a deslizarse sobre sus platos para tomar algunos trozos de comida y luego desaparecer debajo de la mesa. Cuando terminaron de comer y lanzarse comida, simplemente se levantaron y se fueron a ver televisión. En la cocina quedaron un sorprendente desorden y una madre frustrada. La niñera Stella sostuvo una charla con Tracy. —El tiempo familiar en la mesa es esencial para la comunicación —explicó—. Para que funcione correctamente los niños deben permanecer en sus lugares, y todo el mundo debe decir por favor y gracias. Lo que se aplica en el hogar se aplica en un restaurante, y viceversa. Sin embargo, cuando los niños comenzaron a descender de sus asientos, tú y Craig no hicieron nada. —Yo estaba comiendo, —protestó Tracy—. No podría hacer más. Estoy cansada. Ya he tenido bastante. Normalmente iniciamos todos en la mesa, y siempre terminamos así. —Porque se trata de un hábito —dijo Stella—. Sólo que es uno indeseable. —Quiero decir que resulta simplemente ridículo para mí pescarlos uno por uno y ponerlos de nuevo en sus sillas —Tracy prosiguió, sin saber que su llanto no perturbaría el ánimo de la niñera en lo más mínimo—. Mi cena se arruinaría. —La cena de todos se arruina cuando los niños comen en el suelo, —dijo Stella con calma—. En realidad esperas que un milagro ocurra
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para que, de la noche a la mañana, los niños permanezcan sentados en sus asientos, pero no estás dispuesta a hacer nada para que esto suceda. Al final del día, Tracy estaba tan fastidiada por semejante caos, que simplemente dejó de preocuparse. Como es natural, el comportamiento de los niños se volvió aun peor. Stella tuvo otra charla con mamá y papá. Craig parecía receptivo a sus sugerencias. Tracy no. —Stella tiene algunas buenas reglas —admitió—, pero no creo que vayamos a seguirlas. Evidentemente, Tracy debía estar en sintonía con su esposo, de otro modo esta familia no tendría salvación.
Día 4 Tras una visita de la madre de Tracy, la niñera Stella comenzó a comprender mucho más acerca de la dinámica familiar. Tracy estaba tan acostumbrada a ser criticada que simplemente había dejado de escuchar. No se daba cuenta de que estaba haciéndoles exactamente lo mismo a sus hijos. Ellos habían dejado por completo de hacerle caso. Tracy parecía incapaz de transmitir que todo acto tiene consecuencias; aparentemente, tampoco podía enviar a los niños a tiempo fuera, o francamente hacer cualquier cosa que no fuera elevar la voz.
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Peor aun, sus intentos de convertirse en paladín de la disciplina eran constantemente vilipendiados por Craig. Los padres deben trabajar juntos, como un equipo, si se espera que cualquier tipo de norma disciplinaria funcione. Esto es rotundamente necesario. Cuando los niños reciben constantemente mensajes contradictorios de mamá y papá, no saben a quién creerle, o bien, aprenden rápidamente cómo enfrentar a los padres uno contra otro. Finalmente, la paciencia de Tracy se agotó. La gota que derramó el vaso cayó cuando su hijo Jack, de dos años y medio de edad, se portó mal. Observa cómo papá contradice a mamá. Mamá: ¡Oh por Dios!, rayó todo mi sofá. Ah, esto me enferma. Jack escribió en mi sofá nuevo, rayó con una pluma mi sofá de cuero. Papá: Jackie, ¿quién hizo eso? Él no quería hacerlo. Probablemente fue alguien más. Mamá: Claro que quería hacerlo. Tomó la pluma y lo rayó. Niñera: ¿Por qué crees que lo hizo? ¿Para llamar la atención? Mamá: No, lo hizo porque es un mocoso malcriado. Vas a irte a tiempo fuera por haber escrito en mi sofá. Papá: ¿Quién? Mamá: Jack. Papá: No, no, ya le di una advertencia. Mamá: Jack, vas a ir a tiempo fuera porque estás arruinando mis muebles… Papá: Basta, deja de hacer tanto escándalo. Mamá: No. Él va a sentarse justo ahí. Jack, estás en tiempo fuera. ¡No debes rayar el sofá de mamá! Niñera: Tracy, estoy tan impresionada que podría llorar. Debido a tu sofá te has puesto más firme de lo que jamás de haya visto. Buen trabajo. Mamá: Permanecerá seis minutos: dos minutos por cada raya. Papá: ¿Cómo sabes que fue él con esa pluma? Sus hermanos dicen que fue Francis. Mamá: Yo lo vi con ella. Jack tenía la pluma en la boca. Niñera: Sé que esto está matándote Craig, pero debes apoyarla.
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Jack rayó el sofá. Mamá: Jack, ¿rayaste el sofá? Niño: [Llorando] Sí. Tan pronto como Craig cayó en la cuenta de lo que estaba haciendo, dejó de ponerse del lado de su hijo y apoyó a Tracy. Su cometido era dejar muy claro para Jack que rayar los muebles no es aceptable. Craig incluso le pidió al pequeño que trajera jabón y limpiara el sofá, cosa que Jack hizo con presteza. Esa noche, cuando la familia se reunió a la mesa, Tracy y Craig se mostraron firmes en cuanto a las nuevas normas. Ellos eran una familia y comerían juntos, en la misma mesa. No estaban permitidos los cuestionamientos a las normas ni sentarse en el suelo, debajo de la mesa. La comida empezó bien pero después de unos minutos, los niños gritaban, chillaban e intentaban escabullirse hacia su lugar habitual. Esta vez Tracy y Craig actuaron como un equipo. Colocaron de regreso en su silla a cualquiera que abandonó su lugar y le recordaron que debía comportarse. Eventualmente, los chicos comprendieron el mensaje. No fue fácil pero Tracy y Craig unieron fuerzas. Sorprendentemente, los niños terminaron la cena en la mesa y luego, sin preguntar, recogieron sus platos y los pusieron en el fregadero y el lavavajillas. Los hermanos, todos, trabajaron también como un equipo.
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Tracy y Craig aprendieron que la hora de comer es muy importante. El tiempo que pasan en familia en torno a la mesa es esencial. No sólo se trata de acercarse como familia sino también de aprender a socializar. Se trata, en fin, de todo lo que los niños necesitan saber. Día 6 CJ, el hijo mayor, ha vivido una sorprendente transformación. Quien fuera el cabecilla del circo de travesuras, ahora desempeña rigurosa y entusiastamente su papel de hermano mayor; como tal, ha acogido a sus hermanos pequeños bajo su protección. Cuando él se porta bien, ellos se portan bien. Lo buscan para que los oriente y aconseje, lo cual hace que CJ resplandezca de orgullo. En lugar del temible hermano mayor que daba un mal ejemplo a los menores, ahora CJ infundía en ellos una sensación de responsabilidad y orgullo. Hoy la cena es divertida y relajante para todos. Los niños hablan de lo que hicieron durante el día, cuidan sus modales; ayudan a poner la mesa, a limpiarla, llenan el lavavajillas y hasta lavan algunos platos. Tracy y Craig no podían creerlo pero los niños demostraron que son dignos de confianza. Ahora es posible conferirles alguna responsabilidad porque estarán dispuestos a superarse y ayudar. Craig y Tracy llenan a sus hijos de bien merecidos elogios. Al final, se dieron cuenta de que la constancia y el trabajo en equipo dan como resultado la buena educación de los hijos.
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Día 7 Una reunión familiar en un refinado restaurante italiano, anunciada desde tiempo atrás, había ocasionado que el nerviosismo invadiera a Tracy. Craig también estaba preocupado por el comportamiento que los niños mostrarían en público, sobre todo, porque estarían en una habitación llena de familiares criticones. Antes de salir, Tracy y Craig sostienen una sincera charla con cada uno de sus hijos. Para hacerlo, se agachan hasta colocarse a su nivel. Esta posición resulta esencial para comunicarse de manera eficaz (vamos a estudiarla con mayor detalle en el Capítulo 3). Les dicen cuán importante es esta reunión y cómo deben comportarse. Los niños escuchan atentamente: quieren complacer a sus padres. Con respeto a la inteligencia de sus hijos y honestidad al hablar de sus sentimientos, Craig y Tracy son capaces de trabajar con los niños como un equipo. En muchas ocasiones, los chicos no saben lo que se espera de ellos, particularmente, durante una ocasión tan especial. Sin embargo, incluso los niños pequeños son lo suficientemente inteligentes como para entender lo que están a punto de hacer, si sus padres los preparan con anticipación. Los McCray pueden confiar ahora en que sus hijos los escucharán y los ayudarán, justo cuando más lo necesitan. En el restaurante, la mamá de Tracy comenzó a llorar de alegría. Ella nunca había visto a sus nietos comportarse tan bien, especialmente en público. Tracy y Craig lloraron también. Se sentían como una familia. Finalmente, también actuaban como uno mismo. Cuando la niñera Stella llegó a sus vidas, los niños no tenían límites en absoluto; podían hacer cualquier cosa que quisieran sin enfrentar ningún tipo de consecuencia. Sin embargo, en una sola semana los niños habían aprendido a ser corteses y respetuosos. Los tiempos fuera funcionaron. Establecer una rutina resultó. Los buenos modales funcionaron. Tracy, Craig y todos sus hijos pueden estar orgullosos de su ardua labor: de su trabajo en equipo.
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