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Rafael, José María Calzado Almodóvar
Rafael
JOSÉ MARÍA CALZADO ALMODÓVAR
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Generoso porque siempre estaba dispuesto a ofrecer su tiempo y sus capacidades desinteresadamente. Afable porque de su boca salían palabras agradables, conciliadoras y de amabilidad, porque el trato siempre era cercano y familiar. Inteligente, con gran rapidez de pensamiento y mucha facilidad para hablar y componer relatos. Con un gran sentido del humor mantenido ante la adversidad hasta el final de su vida.
Como decía Machado, era un hombre en el buen sentido de la palabra, bueno.
Que lo diga yo, que soy su hijo, es de esperar, claro, pero lo que acabo de escribir es lo que oído decir de él a lo largo del tiempo a personas de muy diversa condición y edad. Con muchas ganas de aprender, desde las consultas a los Peritos de Extensión Agraria para mejorar en su oficio de labrador, hasta los curso Bíblicos organizados por la diócesis. Lector incansable de libros muy distintos en estilo y temática. Destacar que leyó el Quijote dos veces y que tenía especial predilección por Delibes. También ha ido leyendo todas las novelas históricas de Sánchez Adalid, menos la última, porque sus condiciones físicas no lo han permitido. Ha tenido gran facilidad en el manejo del lenguaje, no sólo para componer versos sencillos buscando rimas elementales, sino que ha sabido expresar sus emociones y sus ideas con fina sensibilidad poética y también con un suelto y ágil gracejo. Lo habéis podido comprobar en las publicaciones que cada año presentaba en esta revista. A lo que ha ido contando de su vida tan sólo podría añadir que ha sido una suerte para todos los que le hemos conocido y tratado.
Muy dinámico y dispuesto a organizar y participar en cuantas actividades se realizasen en el pueblo.
Autodidacta en la música, tocando en el templo parroquial, en las misas y en las bodas, de forma desinteresa durante todos los años que ha podido.
Lo mismo podía organizar teatrillos con carácter benéfico, representar de escenas bíblicas y participar en “El retablo de la Pasión” interpretando a Pilatos.
No veía ninguna contradicción así mismo en participar con la misma chiquillería que le acompañaba en las representaciones “religiosas” en murgas y pasacalles de carnaval.
En Cáritas, junto a su muy estimado amigo Martín García, que ha querido acompañarle en tan solo cuatro meses después, estaba dispuesto a llevar a cabo cualquier empresa que pudiera beneficiar a alguien, aquí, o en Lima.
Finalizando su vida tuvo la cortesía con Vicenta, su mujer, de abandonar este mundo el mismo día que ella, tan sólo unas horas después. Algo que sucedió el 5 de noviembre de 2020 después de compartir setenta años.
Es admirable saber que toda su vida ha sido coherente con su pensamiento, discurso y hechos.