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Solidaridad frente a pandemia, Juliana Cabrera Gómez

Solidaridad frente a pandemia

JULIANA CABRERA GÓMEZ

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Escribir este año para nuestra Revista local —que fiel a su cita anual llega puntualmente— y no hablar de la Pandemia, aunque el tema nos sature por ser demasiado manido, equivaldría a no haber vivido “este devenir” tan inusual como inesperado. Todos tendríamos, de una forma u otra, algo de que hablar, diferente y diverso según las vivencias experimentadas.

Este año, sin ningún género de dudas, ha sido y es una puesta a prueba en nuestra forma de vida, un año que ha tambaleado, en primer lugar, nuestra forma de pensar y nuestra seguridad de primer mundo, en el que todo está tan planificado que creemos que nadie nos va a alterar nuestra ¿segura? línea de vida: me casaré, tendré un hijo que estudiará…, me compraré…).

Y de pronto, como si de un albadonazo se tratase, se presenta un huésped inesperado: un virus nos arrebata los planes de futuro, solo podemos vivir el presente. Ese vivir el presente, que es tan habitual con solo desplazarnos unos kilómetros y adentrarnos en nuestra vecina África u otros continentes o países a los que solemos llamar Tercer Mundo.

Como sociedad y como persona individual respondemos, en cada momento de manera diferente ante una crisis.

Cuando el miedo a morir era tal que nos paralizaba, parecía que de esta lucha incruenta saldríamos reforzados como personas y como sociedad, pero en realidad, pienso que esta crisis no nos ha reforzado ni nos ha hecho mejor, ni peor persona o sociedad. Creo que simplemente ha visibilizado lo que en nuestra realidad éramos y somos: los individualistas, con nula visión de futuro, no son capaces de mirar más allá de su propio yo o su propio núcleo familiar, continúan siendo así; los de carácter agrio, éste se les ha acrecentado; y, finalmente, los solidarios, los empáticos, que normalmente pasan desapercibidos, supieron dar un paso al frente, colaboraron positivamente en que salgamos a flote y facilitan, con su quehacer cotidiano, poder atisbar, más pronto que tarde, la cima de esta crisis y llegar a la claridad del final del túnel.

Es primordial no olvidar que vivimos en un mundo globalizado, y que ganar al virus, en España, en Europa, solo servirá para darnos la seguridad de poder seguir viajando y exponiéndonos de nuevo al virus, con la posibilidad de que nos afecte otra cepa y podamos a nuestro regreso introducirla y contagiar de nuevo a los más vulnerables. Es decir, dejaremos de tener al virus detrás de nosotros, cuando la mayoría del planeta esté vacunado. No constituye un acto pleno de solidaridad hacer que la vacuna llegue a otros países, en el fondo es un acto de egoísmo que va a facilitar o salvar nuestra vida.

Cuando acabé la carrera, comencé mi ejercicio profesional, empecé trabajando en localidades donde, a veces, yo era el único médico, carente de enfermera y, en ocasiones, a más de 2 horas de un hospital. Eso te curte para resolver los problemas por ti misma.

Cuando el Tsunami sacudió Indonesia, me presenté voluntaria para ir junto a otros compañeros a ayudar. Finalmente, no entramos en acción, pero de ahí se formó un grupo de Intervención Rápida en Catástrofes. A los integrantes de este grupo se nos formó en el “para” y “como” poder sobrevivir a la llegada a una zona desconocida, asolada, arrasada y sin servicios (después de un terremoto, maremoto…) y así poder realizar nuestra labor sanitaria de médicos y enfermeros voluntarios en esta situación hostil.

En este grupo estuve varios años y después de estar avisados en varias ocasiones para intervenir, nuestro grupo de voluntarios de Intervención Rápida en Catástrofes se disolvió, seguramente porque nuestra administración no era tan rápida como decía el nombre del grupo y cuando quisiéramos salir ya otros habrían salido. Se disolvió con frustración de muchos voluntarios.

Simultáneamente en este grupo decidí intervenir en Cooperación al desarrollo en Camerún, donde los medios eran análogos a los lugares donde ha ocurrido una catástrofe natural y donde lo que prima por encima de la carencia de medios, es la capacidad de diagnosticar y tratar con medios y medicamentos escasos y básicos, es decir poner de relieve el arte de la medicina.

Después de esta trayectoria personal, hace algo más de un año, nos llega el COVID, una catástrofe vestida con un disfraz diferente, pero catástrofe, al fin y al cabo, y además en la puerta de casa, donde los que se mueren son los nuestros (esos que aún no les tocaba morirse, sino hubiera llegado la pandemia), no los que viven a miles de kilómetros, sino los nuestros.

Y ese día llegó. El día de la petición —llamamiento de intervenir: de forma rápida en la catástrofe—, ese que tanto había deseado hacía unos años, me llaman para intervenir en una residencia de ancianos, donde la mortalidad por Covid está subiendo de forma drástica.

Ese día, desde el minuto uno, decido aceptar, y decido ir actuando de igual manera que si hubiera ido a un terremoto, tratando de sobrevivir y de ayudar, todo esto improvisando por no tener experiencia previa personal, ni referente en medicina de los que aprender por lo novedoso, con los medios de una residencia, con escaso material médico y unas cuantas pruebas diagnósticas, decido voluntariamente y junto a otros compañeros medicalizar la residencia de ancianos, con el único objetivo, la suprema meta de salvar vidas.

Finalizada esta intervención, formamos el grupo, que nosotros en la intimidad llamamos Grinco19 (Grupo de Intervención Rápida en Covid-19), y después de esta residencia vinieron otras, hasta 4 intervenciones, en las que íbamos acumulando experiencia y por tanto seguridad, pero donde las dificultades eran mayores por la oposición del entorno de la residencia, que teniendo ya menos miedo a la propia muerte, provocaban con su ignorancia, descuidos, dejadez y desidia, retrasos, muchas veces claves, que ponían en peligro la vida de otros.

Entramos, como es de suponer en las residencias a intervenir, con mucho miedo, miedo al fracaso y a morir, pero sabiendo que cuando transcurran los años y alguien nos pregunte como vivimos la Pandemia, diremos orgullosos que fuimos útiles y colaboramos en detenerla, salvar vidas y, nuestra vida así, si tiene sentido haberla vivido.

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