De las piernas a los jamones. Merca 2
En una famosa entrevista a Jacques Derrida1, aparece en escena una interesante reflexión sobre «el punto de vista», frase que en el lenguaje común es usada para referirse a una postura pensada o expresada a viva voz, pero que en el contexto de una reflexión sobre fotografía se retrotrae a su sentido más literal, sobre todo teniendo como referencia las construcciones teóricas del punctum y el studium de Roland Barthes. En esa entrevista Jacques Derrida, casi evadiendo la pregunta inicial que le hace von Hubertus, pregunta y se pregunta: «¿Se puede pensar de otra manera que desde el punto de vista del punto?..., ¿se puede pensar desde un punto de vista?».
Lo que plantea Derrida dista mucho de ser una mera pregunta retórica. Es posible (vale la pena cavilarlo) que en una fotografía el punto de vista sea lo pensado como una visión: como lo pensado y lo visto sin distinción posible, más allá de los artificios y las ficciones del análisis. «Punto de vista», como expresión cuyo sentido se construye mediante una referencia a la visión, desoculta la estrategia visual del pensamiento fuera del sometimiento a la voz, la palabra o el concepto. Hace evidente que lo visual es parte del significado y que la vista, más que percibir, piensa: reflexiona. La visión vendría a ser una facultad activa en la construcción,
1 El siguiente fragmento de esa entrevista concentra la referencia que nos interesa comentar para este breve ensayo sobre el trabajo de Merca 2.3: Una de las cosas que sugiere Barthes en los márgenes de su rico y conmovedor discurso sobre la muerte, el studium y el punctum (el punto, el apuntar, lo punzante, etc.) es el más allá del arte: sea cual sea el arte del fotógrafo, su intervención, su estilo, hay un punto en el que el acto fotográfico no es un acto artístico, sino que registra pasivamente, y esta pasividad punzante sería el momento de la relación con la muerte; capta una realidad que está allí, que habría estado allí, en un ahora imposible de descomponer. La fotografía: copia, archivo, firma. Entrevista con Jacques Derrida. Hubertus von Amelunxen y Michael Wetzel. www.revistaminerva.com (acceso: 9 de enero 2015).
incluso, de conceptos. También ello implicaría que las ideas no son solo palabras. En la expresión «punto de vista» el pensamiento visual aflora o emerge en forma de metáfora en el lenguaje; en un lenguaje que quiere regirse por palabras, pero que solo es palabra mientras mantenga, insistentemente —tal vez con poca confianza—, esa idea de que es palabra. Ello viene al caso de Merca 2 por varias reflexiones que surgen cuando vemos las fotos agrupadas, pero sobre todo cuando las leemos sabiendo algo de su procedencia. Se trata de una reflexión visual que comienza desde el punto de vista documental y termina en la tarea colectiva y autoprogramada de un ensayo visual. El registro que buscaba conocer el Mercado de la Cebada en Madrid, quiso usar la fotografía para ese propósito en septiembre
de 2011. En aquel momento, al fotografiar el espacio y retratar a los propietarios, se buscaba comprender las relaciones humanas definidas por el comercio: a saber, un espacio físico que funciona como el lugar que alberga y administra el movimiento del encuentro (en)causado por el rigor del mantenimiento de la vida. Pero que en tanto espacio humano se abre hacia innumerables posibilidades, con un crono medido y con un topo de intensa circulación. Con el tiempo, ese punto de vista documental se transformó en otro tipo de registro. Se mantuvo el pensar visualmente lo que allí sucedía, pero entonces lo que sucedía se transformó en lo que podría suceder. Merca 2 está ya fuera del punto de vista del registro y ficciona el espacio; ello hace que sus condiciones físicas no agoten ya su realidad y subraya, en cierto modo, la reflexión de Derrida, porque es en la
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ficción, en la apuesta artística de Merca 2, donde queda contenido también el documento: el registro pasivo del lugar y el suceso acontecido. El tiempo y el lugar que surgen de la fotografía, ese presente que es captado como pasado, también confluye en ese tránsito desde el documento a la ficción. Tránsito que nunca sustituye o anula, según las palabras de Derrida, el estado de pasividad del registro documental anterior (en el caso de Merca 2), pero que al estar, además, construido por tres autores que actúan como colectivo, sucede en diferentes intensidades. La ficción más obvia está presente en el humor negro pseudopolicial de Álvaro León, mientras que en Susana Lizarralde se hace presente mediante un lenguaje verosímil que (re)crea la apariencia de restos de comida olvidados, cuando en
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realidad todo está cuidadosamente escenificado. Y es más sutil en la contemplación de la estructura física y la indagación del adentro y el afuera de las fotos de Miguel Ángel Sainero. En los tres puntos de vista, el registro documental remite al archivo, mientras que el trabajo ensayístico (digámoslo así) se aboca al acontecimiento, a lo que sucede —lo que podría suceder y lo que podría ser entrevisto—, en un mercado propuesto casi como la negación de su propia definición de espacio diurno de alta movilización. DUDA comienza a hacerse preguntas sobre ese lugar, piensa en los mercados y en el Mercado, en las tradiciones y en la ciudad. Se pregunta sobre los hábitos de consumo de las personas que lo transitan y sobre la influencia del mercado en sus vidas ¿Cuáles de todas esas preguntas podemos encontrar, registradas, en Merca 2?
Cuando conocí este trabajo, me despertó una gran curiosidad el mercado como lugar y me detuve a pensar en su carácter francamente universal. El mercado es el lugar del encuentro para el intercambio en función del mantenimiento de la vida humana, de la labor, como le gusta distinguir a Hannah Arendt. En el mercado se encuentra muy patente el esfuerzo que es volcado hacia la vida biológica del hombre. Pero ¿qué son los mercados cuando ese tránsito desaparece? O, más retóricamente, tal y como se pregunta DUDA: «¿qué ocurre después de finalizar la jornada en un mercado?». Se toman fotos de noche, una vez que ha finalizado toda actividad, y las respuestas aparecen ante la cámara: en la construcción de las ficciones fantasmales y policiales de Álvaro, en las de restos escenificados de Susana y en el regodeo espacial y lumínico-sombrío de Miguel Ángel. Apenas una foto
de toda la serie registra el mercado activo, pero en la distancia y a través de toda la opacidad de la decadente y descuidada estructura física. La otra vida del mercado aparece ficcionando el espacio, y con ello desbordando la construcción de la mirada (acto esencial de la fotografía) hacia la construcción de la realidad. La cámara deja de documentar y comienza a recrear. La inspiración del registro ya no es el movimiento vital del comercio de alimentos, sino el silencio, la luz y la decadencia del lugar que alguna vez quiso ser remozado: propósito que impulsó aquel registro en septiembre de 2011. Se construye como referente fotográfico una soledad que no tiene sentido, porque es natural que el mercado se quede solo cuando su temporalidad (el horario de las compras) así lo requiere. En todo caso, ya no se
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busca promover la restauración del lugar, y por ello se abandona la documentación. Ese impulso inicial ha sido vencido por la inercia de los comerciantes, por el hábito que congela y estremece frente al cambio. ¿Qué sentido tiene cubrir con un manto cultural la labor diaria? Los mercados turísticos no son para la Cebada. Pero entonces quienes lo registraron ahora quieren ser parte del descuido, comprenderlo y apropiárselo mediante un acto creativo: ficcional. Se fagocita el mercado con muertos y restos, con luces que penetran un lugar en penumbras. El Mercado de la Cebada es ahora un misterio; varios misterios. Así es asimilado en su ausencia, en la trascendencia de su movimiento diurno ordenado caóticamente. De pronto es decadente e interesante. Las historias de sus comerciantes, registrados en la cámara documental, son ahora historias de cadáveres
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y comida olvidada-animada, de adentros y afueras. La misma cámara mutó la mirada, cambió el punto de vista, pero manteniendo el anterior. Y cuando se abandona el registro, aparece con intensidad la muerte. Cuando se ficciona usando la cámara, lo que se registra, en tanto se capta y se congela en una imagen, no es una realidad pasada, sino una ficción contada. No se cambia un punto de vista por otro, sino que se desplazan, se difieren. DUDA se pregunta: «¿qué situaciones y acontecimientos nos son ajenos a los usuarios autorizados a permanecer en un lugar durante su horario comercial?, ¿existe otra vida más allá de los mercados en los que nos encontramos inmersos?, ¿solo podemos consumir pero nunca decidir?».
Y yo en cambio me pregunto quién quiere ser usuario de un mercado sin actividad. Solo los transgresores de la consabida y acordada realidad. Solo los ficcionadores. El valor subrayable en este trabajo es el de no querer registrar lo que está ahí, sino lo que acontece allí y más allá de ese ahí del ser-mercado. Pero también nos habla de la indagación extendida y la capacidad del ensayo y la ficción para toda comprensión. Eso es algo que ya saben bien los cronistas (que escriben) y que se da la ocasión de pensar visualmente a través de Merca 2. DUDA quiere, incluso, usar el Mercado de la Cebada, en su condición decadente y casi inerte (conservador en tiempos de cambio), como espejo, como biografía, como indagación «sobre la vida y la muerte, sobre la soledad, nuestros claroscuros, nuestras contradicciones y hasta sobre el
nuevo firmamento, no de estrellas pero sí de números y datos». DUDA, no sé si de manera demasiado intelectual, me parece que no, aborda el espacio fenomenológicamente, y con ello abandona la mirada modernista físico-espacial. Quiere registrar la vida (cuando estuvo situado en el punto de vista documental) y la muerte (ahora que cambia de punto de vista). Quiere registrar algo imposible: la existencia que transcurre en un lugar cuando pierde su función, cuando se des-realiza. DUDA es un colectivo: el hogar fotográfico de tres personas. Habrá que seguirles la pista para ver cómo siguen desarrollando esa identidad. Por ahora parecen tener la de un grupo musical muy bien representado
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por la foto de las piernas simuladas como jamones refrigerados. Parecen ser autores que tocan juntos, que se mantienen agrupados gracias a la armonĂa temporal de la tarea fotogrĂĄfica acordada. En estos momentos Merca 2 los hace ser tres miradas de un solo lugar que se evidencia como unidad imposible. Carmen Alicia Di Pasquale
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