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El Viaje de Orfeo

Sobre la corroboración de la experiencia mística. José Alfredo Rodríguez García

Querétaro es conocido, a lo largo del país, por su conservadurismo religioso. Difícilmente puede negarse que el dogma cristiano se encuentra inserto en sus centros culturales y educativos. Franciscanos y diocesanos, principalmente, se encuentran inmiscuidos en la administración de colegios y museos, las más de las veces, haciendo pasar por educación lo que, de hecho, es adoctrinamiento religioso. En este contexto social resulta, relativamente sencillo, encontrar quien presume comunicarse, de frente, con algún ser divino. A quienes cuentan con la facultad de hacerlo se les suele llamar “místicos”.

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Bertrand Russell en su ensayo Misticismo y lógica expone lo que, desde su punto de vista, son las creencias características del místico. Para el caso actual me referiré solamente a una de ellas. Según él, el místico mantiene la creencia de que, a partir del contacto con algún ente sobrenatural se obtiene una forma de sabiduría súbita 1 que contrasta con el estudio lento y fiable de las apariencias exteriores por una ciencia que se basa por completo en los sentidos 2 . El místico, tras experimentar lo divino, tiene acceso a un conocimiento que puede llamarse revelación, lucidez o intuición, en contraste con el sentido, razón y análisis, que se consideran guías ciegos que conducen al pantano de la Ilusión 3 . La idea central en esto es que hay una realidad detrás del mundo de las apariencias 4 y que el místico tiene el honor de conocerla.

En ciertos entornos esto puede resultar peligroso ya que alguno, asociado a grupos de poder económico, puede buscar mantener una posición social privilegiada o ejercer un control ideológico sosteniendo que ha tenido contacto con un ente divino y cuenta, por ello, con el conocimiento verdadero sobre sus designios y naturaleza. Sin embargo, como Russell indica, la experiencia mística, al no ser comprobada ni respaldada, es una garantía insuficiente de la verdad 5

El problema aquí es que se carece de criterios de verificabilidad. Cuando alguien afirma, por ejemplo, que fue víctima de un asalto, recurrimos a criterios empíricos o datos que nos dotan de elementos para sustentar la afirmación, por decir algo, consideramos sus gestos faciales, la agitación en sus palabras, el que carezca de sus pertenencias, además podríamos recurrir a testigos, cámaras de seguridad, etc. Pero si alguien afirmara que ha tenido comunicación con algún ser etéreo, los oyentes nos encontraríamos imposibilitados para asumir con certeza que tal cosa ocurrió ya que carecemos de algún criterio, fuera de sus palabras, que corrobore que eso fue el caso.

La experiencia mística y el supuesto saber especial que se obtiene de ella, no parecen estar basados en otra cosa que en la convicción personal de quien, según esto, la ha adquirido. Sin embargo, la convicción personal no puede ser garantía o demostración de nada, ni de que se tuvo tal experiencia de contacto ni de que el conocimiento obtenido sea verdadero. De hecho, es posible mantener con toda la fuerza del mundo, con toda la intensidad que se sea capaz, una creencia y estar equivocado 6 . Siendo así ¿Existe otra cosa, además de su convicción, que pueda ayudarnos a asumir que tal cosa fue el caso? No.

Quien dice, literalmente, haber tenido un encuentro con Dios parece ignorar lo que podría ser considerado, posiblemente, lo valioso de cualquier religión. Las creencias religiosas no describen eventos concretos, sino que más bien representan o indican compromisos éticos. Carecería de importancia incluso, por ello, la enunciación de una anécdota así. Nadie podría dar por sentado que alguien ha tenido acceso privilegiado a una realidad suprema, sólo, tal vez, por apelación a la autoridad, o a un grupo o mayoría,

La idea del encuentro con lo divino es, en realidad, alegórica y carece de sentido si no se conecta con conductas acordes a la moral que iría vinculada a cualquier dogma religioso. Es por ello que, según la leyenda, el crucifijo de San Damián dijo a San Francisco: “Debes aborrecer todo lo que has deseado y amado, hasta ahora, según la carne”. O por lo cual Diego de Estella afirma que su encuentro con su Dios ha borrado en él el fuego de la concupiscencia 7 .

1. Bertrand Russell, Misticismo y lógica y otros ensayos, Edhasa, España, 2010, p 38. 2. Ibid. 3. Idem, p 39. 4. Ibid. 5. Idem, p 43. 6. Alejandro Tomasini, Nuevos ensayos de Filosofía de la religión, 7. Plaza y Valdes, México, 2008, p 95. 7. María Canellada, Cuatro místicos españoles, Oasis, México, 1967, p 109. 17

¿Cómo las manos?

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