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Cuento

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Poesía

Poesía

Mientras pelaba los ajos observaba detenidamente las cascarillas iridiscentes, que les iba desprendiendo con dificultad, ahora tenía todo el tiempo para observar detenidamente los colores, la textura y percibir los aromas de los ingredientes que utilizaba al cocinar, después y sin ninguna premura sacó las cebollas del canasto, una de ellas cayó al suelo y salió rodando fuera de la cocina, deteniéndose junto al comedor principal, cuando ella giro la cabeza en busca de la cebolla fugitiva, su mirada topo de frente con la antigua mesa, le pareció más iluminada que nunca, la luz matinal que se filtraba por la ventana le daba un toque angelical… casi divino, la mesa seguía igual que antes, cubierta con manteles blancos, delicadamente bordados y adornada con las flores frescas del jardín, imaginó en la mesa a todos aquellos para los que había cocinado durante tantos años y que tiempo atrás se habían marchado poco a poco, sin hacer promesa alguna de volver, quizá por eso cocinar se había convertido en el mejor momento del día, le gustaba evocar con alegría aquellos tiempos donde su familia y amigos se reunían en casa, para compartir deliciosos desayunos, comidas en el verde jardín y qué decir de los inolvidables cumpleaños de todos sus hermanos, en donde además de la comida también se compartían los abrazos, los cariños, las miradas y esas gratas

Ajos y cebollas Por: Inés X. Galindo Olmos

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charlas después de comer…

¡Ah! qué lindas tardes en donde todos disfrutaban sin duda alguna, se levantó para recoger la cebolla y regresó a la cocina y, mientras continuaba limpiando los ajos y las cebollas siguió rememorando las deliciosas meriendas en el comedor

principal, con el rico pan de dulce que ella les horneaba desde muy joven y fue en una de esas meriendas donde conoció a

Ricardo, el amor de su juventud.

Él la visitó muchas tardes en esa casa, pero una tarde ya no regresó, ni él, ni su familia, sin saber más, simplemente ya no lo volvió a ver, a nadie le confió su secreto de amor, ni el dolor que le causó su ausencia, se lo guardó solita en su corazón, nunca dio muestras de nada, ni del amor profundo que sentía y seguiría sintiendo por él, ni de la onda tristeza que minaba su alma.

Algunas veces se miró en el reflejo de las ollas en donde cocinaba y algo se reprochaba a sí misma, ella, la mayor de sus hermanos, la más bonita, la más

juiciosa, la más buena y la única de la familia que no se había casado, seguía viviendo en esa antigua casa herencia de sus padres, con sus recuerdos, tal vez el silencio absoluto de la casa le hacía

reprocharse no haber tomado las muchas oportunidades que tuvo de casarse, dejándolas ir como a las palomas blancas que se posaban cada día en su ventana.

Esa mañana mientras pelaba los ajos llamaron a la puerta con tono firme y seguro, ella se dirigió a la entrada lo más ágil que la edad le permitía a sus piernas, hacía tanto que nadie tocaba a la puerta, que sin saber por qué, sintió un calorcillo que le emanaba desde el pecho y se le iba regando por todo el cuerpo, cuando abrió la puerta y vio aquel hombre alto, tan bien plantado en el umbral de la casa, no creyó lo que veían sus almendrados ojos, era casi imposible, habían pasado tantos años, días y noches… que para ella, fue como ver una aparición, algo que no era de este mundo, de pronto sintió que sus piernas se reblandecían como tierra mojada en tiempo de lluvias y a punto de derrumbarse, trato de sujetarse de la manija de la puerta, pero sus fuerzas ya no fueron suficientes y mientras se desplomaba lentamente, sintió que unos brazos aún fuertes la sujetaban por la cintura en plena caída, mientras ella se hundía en un gran espiral sin fondo… poco a poco fue recobrando la conciencia mientras Ricardo la llevaba en sus brazos, miró de cerca aquel rostro envejecido y aquellos ojos que emanaban ternura, Sofía no pudo evitar tocar su rostro, su boca…

él por su parte paso por alto el fuerte aroma impregnado en sus manos y mientras la depositaba suavemente, ella revivió la hermosa tarde en aquella sala, en donde él le había declarado su amor, él recordó la triste noche donde su padre fue amenazado de muerte y de esa forma tan inesperada abandonaron todo, el tiempo había pasado, pero ambos aún recordaban aquel amor prometido, Ricardo beso su frente, sus

cabellos, después tomo sus manos y comenzó a besarlas delicadamente, Sofía quiso apartar sus manos al percibir el aroma de los ajos y cebollas, él no dejo ir sus manos y continuo besándolas…

Otra historia de amor por: Sofía Fernanda Sánchez Ramírez

Érase una vez una chica llamada Fabiola, ella vivía en Canadá, pensó que sería interesante viajar a Paris y así que un día tomó su computadora y compró un boleto a Madrid. Su viaje estaba programado para el 8 de noviembre, llegó el día de su viaje y sin decirle nada a nadie se fue.

Llegó a Madrid y lo primero que hizo fue a buscar un hotel para hospedarse, cuando encontró un lugar perfecto para ella. Entró y pidió una habitación, pagó 24 euros, al día siguiente salió muy temprano para explorar la ciudad de Madrid, allí chocó con un chico muy guapo, el chico la notó un poco perdida, así que le preguntó que, si quería que le enseñara la ciudad de Madrid, ella aceptó así que empezó a mostrarle la plaza de toros de Madrid y luego la llevó a conocer la estatua de Felipe III y así concluyó su día, los dos se despidieron y el chico que se verían al día siguiente. Así pasaron los días, Fabiola recibió una llamada de su mejor amiga diciéndole que toda su familia estaba preocupada por ella. Le contó a su amiga que estaba en Madrid y le contó que había conocido a un chico muy guapo y que tal vez ya no regresaría a Canadá así que su mejor amiga se preocupó más porque Fabiola era muy despistada, cuando su amiga le iba le iba a decir que era mejor que se regresara a Canadá, Fabiola le colgó, pues el chico guapo él había mandado una carta diciendo:

-Querida Fabiola eres una chica súper bonita y he aprendido muchas cosas sobre ti, pero creo que lo que tengo que decir es que ya no puedo verte solo como una amiga, y creo que eso me está afectando porque tú solo me vez como un amigo. Y por eso te escribo esta carta para decirte que me mudo de Madrid, te quiero. -

Fabiola echó a llorar y salió corriendo a buscarlo, cuando lo encontró caminando hacia el aeropuerto y le dijo: yo también te quiero, pero no sabía cómo demostrártelo, se abrazaron y él le dijo a Fabiola, ¿Quieres ser mi novia?, ella aceptó y toda la gente a su alrededor fue testigo de su amor.

Alumna de la Primaria General Adalberto Tejeda

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