Cuento Ajos y cebollas Por: Inés X. Galindo Olmos hacer promesa alguna de volver, quizá por Mientras pelaba los ajos observaba detenidamente las cascarillas iridiscentes, que les iba desprendiendo con dificultad, ahora tenía todo el tiempo para observar detenidamente los colores, la textura y percibir los aromas de los ingredientes que utilizaba al cocinar, después y sin ninguna premura sacó las cebollas del canasto, una de ellas cayó al suelo y salió rodando fuera de la cocina, deteniéndose junto al comedor principal, cuando ella
eso cocinar se había convertido en el mejor momento del día, le gustaba evocar con alegría aquellos tiempos donde su familia y amigos se reunían en casa, para compartir deliciosos desayunos, comidas en el verde jardín y qué decir de los inolvidables cumpleaños de todos sus hermanos, en donde además de la comida también se compartían los abrazos, los cariños, las
miradas
y esas
gratas
charlas
giro la cabeza en busca de la cebolla fugitiva, su mirada topo de frente con la antigua mesa, le pareció más iluminada que nunca, la luz matinal que se filtraba casi divino, la mesa seguía igual que antes, cubierta
con
manteles
blancos,
delicadamente bordados y adornada con las flores frescas del jardín, imaginó en la mesa a todos aquellos para los que había cocinado durante tantos años y que tiempo atrás se habían marchado poco a poco, sin
¡Ah! qué lindas tardes en donde todos disfrutaban sin duda alguna, se levantó para recoger la cebolla y regresó a la cocina y, mientras continuaba limpiando los ajos y las cebollas siguió rememorando las deliciosas meriendas en el comedor principal, con el rico pan de dulce que ella les horneaba desde muy joven y fue en una de esas meriendas donde conoció a Ricardo, el amor de su juventud.
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