¿QUÉ PASARÍA SI…? LA MÁQUINA DEL TIEMPO Erase una vez, un niño llamado Alex, que quería viajar en el tiempo. Él era un apasionado de los dinosaurios y animales prehistóricos, además de ser el mejor jugador de balompié de su equipo. Un día, éste chico se levantó de su cama, porque un resplandor lo despertó. Abrió la puerta de su armario, y se encontró... ¡una máquina del tiempo! Rápidamente reaccionó, se bañó, se vistió, desayunó, y preparó una mochila con un libro de dinosaurios, tres bocadillos de tortilla, agua, una cámara y un saco de dormir. Después, se sentó en ella y empezó a apretar botones sin parar. - ¿Cómo funcionará ésta máquina? Entonces, tiró de una palanca y el vehículo salió muy deprisa. Al terminar el trayecto, se abrió un portal y un cartel en el que estaba escrito: ERA MESOZOICA. Al salir, aterrizó en un terreno rocoso, pero lleno de árboles y plantas. Por delante, pasó un dinosaurio gigantesco, pero antes de que se fuera, lo dibujó y lo busco en el libro. Buscó información sobre ésta especie, y resulta que era... ¡un diplodocus adulto! Un rato después, el dinosaurio volvió corriendo, y detrás de él salió del 1
extenso bosque, un T-REX gigantesco que lo perseguía sin descansar. Alex intervino en la lucha, y le clavó un calmante, que le hizo efecto al momento. El cuellilargo se acercó a él y le dio un lametón tan grande que lo mojó entero. Se intentó secar, pero no había manera, así que se dio un baño en un lago cercano. Después, intentó fabricar una montura, unas riendas y una escalera muy larga. Intentaba ponérselo, cuando vio que era hora de regresar a casa. Al día siguiente, Alex preparó otras cosas, y ésta vez fue bien armado, con una pistola eléctrica y una cuerda con un gancho en su extremo. Se encontró con su amigo nada más salir del pasadizo, pero acompañado de su manada, para no sufrir más peligros. Seguidamente, lo acarició y le puso la montura. El dinosaurio estaba nervioso, porque su manada se dirigía a un bosque aterrador. En un primer plano, se veía una mata de arbustos a los que solo se les veían las ramas. En un segundo plano, árboles prehistóricos secos por no recibir la cantidad de agua necesaria. Y en un tercer y último plano, el cielo gris, todo cubierto por nubes. - ¡Brrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr! ¡Qué miedo! - ¡Uuuuuuuuhhhhhhhhhhhhhh! - susurró el viento. 2
- Solo ha sido el viento, Alex, solo ha sido el viento – se consoló el mismo. Así todos los días, pero cuando iba a salir de vuelta al pasado, la máquina ya no estaba, ¡había desaparecido! Empezaba a ponerse nervioso, pero no la encontraba. Tras un mes de búsqueda, en lugar de la máquina, encontró una bola dorada con unas misteriosas marcas. Apretó un botón, y de él salió un cinturón. Se lo puso y viajó por el tiempo para cumplir sus sueños. Adrián Rojas (5ºA)
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OBAMA SE CONVIERTE EN UN PASTOR ALEMÁN El otro día, el 17/2/2014, para ser más exactos, mi maestro mandó un trabajo sobre textos narrativos. Teníamos que inventarnos una historia graciosa, y aquí, en Nueva York, existen muchas. La mía trata sobre Obama y su perro. ¿Queréis escucharla? Pues, seguidme. Un día, Obama tenía mucha hambre y fue a la cocina a picar algo. Creía que estaba comiendo salchichón, pero en realidad se estaba zampando la comida de su perro, un Pastor Alemán que le regaló una asociación de perros abandonados, y al que no atendía muy feliz. Poco a poco, por efecto de la comida, se fue transformando en su perro y su perro en él. Su perro tenía la suerte de transformarse en una persona muy lista y a la que trataban con respeto. En cambio, Obama tenía la mala suerte de no tener las ventajas de ser quien era, y menos aún, siendo un perro. Cuando iba a la calle, tenía que ir atado y con un collar antipulgas. Tenía prohibido entrar a la cocina, de manera que si tenía hambre se tenía que aguantar. Un día, por la noche, entró a escondidas a la cocina para comer comida de persona e intercambiarse otra vez los cuerpos. Cuando su perro y él volvieron a su estado natural, Obama trató a su perro con más respeto y los dos fueron muy felices. Sofía Hidalgo Canela (5ºA) 4
EL LÁPIZ MÁGICO Erase una vez un niño que sacaba malas notas. Se llamaba Carlos y era un niño de ojos claros, pelo rubio y alguna que otra peca. Era
gracioso,
travieso y un poco charlatán. También, en las explicaciones del maestro siempre andaba despistado, y era ése el principal motivo por el que siempre sacaba malas notas. Un día, cuando estaban en clase de Matemáticas dando los polígonos, y en el instante en que la señorita le preguntó a Carlos lo que era un polígono… - Pues, ¿qué va a ser un polígono, seño? ¡Lo que está allí, a la salida del pueblo, con muchas naves industriales! - contestó Carlos. Y toda la clase estalló en carcajadas. Otro día, en clase de Conocimiento del Medio, estaban hablando de las nubes y el maestro le preguntó a Carlos lo que era una nube. - Una nube, una nube, una nube, una nube, una nube…- respondió Carlos dudando. - ¿Una nube? ¡En las nubes que estás, tú! - le interrumpió el maestro, ya desesperado. Entonces toda la clase se echó a reír sin parar. Y es que Carlos siempre andaba distraído en clase pensando en sus historias de guerreros, dinosaurios, castillos, guerras,… por eso nunca se enteraba de lo que se estaba tratando en clase.
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Otro día lo castigaron sin recreo y se quedó solo en el aula, pero en vez de estudiar se dejó caer en la mesa y se quedó dormido. ¿A que no adivináis lo que soñó? Pues os lo voy a contar. Soñó que iba por la calle y se encontró un lápiz. Y como él había perdido el suyo el día anterior y poco después iba a tener un examen, decidió hacer el examen con ese lápiz. Al día siguiente, cuando el maestro les dijo las notas, Carlos se sorprendió por completo. ¡Había sacado un 10! Y al llegar a su casa: - ¿Cuánto has sacado en el examen?- preguntó su madre. - Un cero con un uno delante - le respondió Carlos. - ¡Qué mentiroso eres! - añadió su madre. -¡Pero, si es verdad! ¡Si quieres te lo enseño! - dijo Carlos. Así que cuando se lo enseñó, su madre se quedó paralizada durante 5 minutos, porque no se lo podía creer. Justo en ese momento, sonó el timbre del recreo y Carlos pegó un salto de la silla. - ¡Adiós, sueño bonito! - exclamó desilusionado. Por la tarde, Carlos fue al parque y se encontró un lápiz y. justo en ese instante, se acordó de su sueño. Así que, lo guardó en el bolsillo por si acaso. Al cabo de unos días tuvieron otro examen y se acordó de su lápiz. Lo usó y, cuando se lo devolvieron corregido, había sacado muy buena nota.
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De esta forma siguió sacando buenas notas. Por eso, nunca se separaba de su lápiz; siempre hacía los deberes con él. Y así acaba mi historia.
Moraleja: El estar en las nubes le sirvió para algo a Carlos.
José Manuel Cabello (5ºB)
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QUÉ PASARÍA SI… ME PERSIGUIESE EL DINERO Todo empezó un día cualquiera, cuando yo iba al colegio y pasé al lado de un banco. Seguí caminando, y un poco más adelante me encontré con mi amiga Carmen que se quedó con la boca abierta al verme. - ¿Por qué me miras así? ¿Tengo algo raro? - le pregunté un poco preocupada. -¡Échate un vistazo y te darás cuenta de lo que te pasa! - exclamó Carmen. Entonces me fijé y… ¡tenía todo el cuerpo lleno de dinero! Fuimos corriendo a mi casa para que mi madre me quitara el dinero de encima, pues ni Carmen ni yo habíamos podido conseguir despegármelo. Cuando llegamos, observé la cara de sorpresa que puso mi madre al verme. Y es que mi madre se había quedado tan sorprendida que hasta apagó la radio. ¡Y eso que estaba escuchando uno de esos programas de música que tanto le gustan! Tras unos instantes, buscó un imán y así consiguió que el dinero se despegase de mi cuerpo, por lo que poco después, Carmen y yo nos marchamos a toda prisa para el colegio. Estaba bien eso de atraer al dinero, pero ya no podía pasar por tiendas, ni al lado de gente que llevara dinero, porque… se me pegaba todo al cuerpo. Una noche me di cuenta de que tenía en la ropa unos trocitos de metal y pensé que tal vez por eso se me pegaba todo ese dinero. Así que me los quité y al día siguiente todo volvió a ser normal. Entonces, miré al cielo y vi
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a un hada muy pequeña con el pelo rubio como el sol, los ojos azules como el mar y los dientes blancos como perlas. Llevaba un vestido verde y le jugaba entre las nubes. Parecía muy buena. ¡Fue cuando comprendí que todo lo había hecho ella! Y le tengo que dar las gracias, porque conseguí un buen saco de dinero, ji, ji, ji,... ¿Os ha gustado mi historia? Pues claro que sí, porque es muy chula y divertida. Mari Cruz Díaz Álvarez (5ºB)
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QUÉ PASARÍA SI DE REPENTE PUDIERAS ATRAVESAR LAS PAREDES Y SER INVISIBLE. Un día me levanté para ir al cole. El día anterior había sido domingo y habíamos estado en un bar, por lo que iba un poco dormida al salir de la cama. De repente, ¡me hallaba en la cocina! ¿Cómo podía ser eso? Entonces choqué con otra pared, pero esta vez abrí los ojos y… ¡estaba en el baño! En ese momento, comprendí lo que estaba pasando… ¡Yo podía atravesar las paredes! - ¡Qué divertido! ¡Ahora voy a ir de nuevo a la cocina! – me dije a mí misma- Un momento, ¿por qué cuando antes he ido a la cocina mamá no me ha dicho nada? ¡Qué extraño!- reflexioné. Llegué a la puerta de la cocina y me paré a pensar que tal vez sería que mamá estaba enfadada conmigo, porque yo no hacía mi cama. Pero bueno, como tenía que desayunar, entré en la cocina. En aquel momento, mamá estaba dando golpecitos en la mesa y decía: - ¿Dónde habrá ido esta niña? ¡¡¡¡Carmen ¡!!! Mientras tanto, yo la veía un poco rara porque estaba justamente enfrente de ella. Total, que desayuné, me vestí y decidí irme al cole, pero justo en ese instante, mamá miraba hacia la puerta detenidamente. Breves segundos después, yo la abrí y dije: - ¡Adiós, mamá! - ¿Quién ha abierto la puerta? - gritó mi madre - Carmen, ¿eres tú?10
añadió. Yo estaba preocupada porque parecía que mi madre ni me oía, ni me veía, así que decidí apuntar este mensaje en un papel: - Mamá, la que ha abierto la puerta he sido yo. Acto seguido, puse mi nota sobre el mueble de la entrada, de manera que mi madre lo viera. Y así fue, pues se daba cuenta que algo raro había en todo esto, se había acercado a la puerta, descubrió mi mensaje y lo leyó con nerviosismo. - Todo eso significa que eres… ¡INVISIBLE!- exclamó preocupada mi madre. - ¡Qué chulo! También puedo atravesar paredes y… - estaba añadiendo yo. De pronto, empecé a escuchar a alguien que me llamaba. - ¿Qué ha pasado?- dije yo. - Venga, que vas a llegar tarde, cariño - escuché decir a mamá. Entonces me di cuenta de que todo había sido un sueño. Ojalá no me hubiera despertado mamá, porque seguro que ahora venía lo más divertido. Carmen Jurado Roldán (5ºB)
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UN DÍA ¿NORMAL? Era lunes, el peor día del mundo para mí, una niña de 11 años de pelo castaño y corto, ojos pardos, labios finos que suele ir vestida con ropa deportiva y cómoda. Me llamo Ana y tengo un trasto de hermano, Julián, un rubio de ojos verdes que siempre tiene la ropa manchada. También tengo una hermana, Adela, que es un bebé y lo único que hace es dormir y comer. Lo que no sabía yo era que ese lunes me iba a pasar algo realmente extraño. Aquel día en la puerta del colegio todo me parecía igual que siempre: levantarme, escuela, comer, deberes y acostarme. - ¡Nunca hay nada interesante que hacer! - exclamé. Precisamente, en ese momento, tropecé con una piedra y estuve a punto de caerme. Al mirar hacia el suelo, me encontré algo; se trataba como de una especie de mando, así que decidí cogerlo y meterlo corriendo en la mochila. Intrigada, me di prisa para entrar en clase. En el aula de Mates saqué el mando de la mochila y, cuando empecé a jugar con él, vi que el profesor hacía cosas muy extrañas y enseguida me di cuenta de que era un mando para controlar a los maestros. Pero cometí un gran error sacándolo de clase, porque cuando llegué al patio el mando desapareció. La cosa no terminó ahí porque, cuando llegué a mi casa, mi madre había hecho pastel de berenjena y yo le dije que prefería pasta. Entonces, ella
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dijo “Sí”, aunque normalmente suele decir: - ¡Tú comes lo que hay en la casa y se acabó! Mi madre ESTABA MUY RARA, era como si hubiera sufrido el “hechizo del Sí” y a todo respondía sí, como cuando le dije si podía comer tarta para cenar y ella naturalmente dijo: - ¡Sí! Pero la hipnosis solo duró ese día, porque al siguiente le pregunté a mi madre si podía quedarme en casa en vez de ir al colegio y ella me contestó que si estaba loca, que de quién habría sacado yo esa loca idea. Entonces, me encogí de hombros y le dije que de ella o de mi padre. Y se enfadó tanto que casi le explota la vena que le sale en la frente cuando se enfada mucho. Ya camino del colegio, empecé a notar que no tocaba el suelo y era porque estaba… ¡volando! O sea, ahora observé que me habían aparecido superpoderes y eran los siguientes: volar, soplar fuerte y respirar debajo de agua. Todo fue genial hasta que por soplar tiré la pared de clase y por volar le metí la zapatilla en la boca al profesor de gimnasia y descubrí que todo eso había pasado por decir que todos los días son iguales. Así que me di cuenta que prefiero esto último a tener que hacer grandes locuras. Teresa Regal (5º B)
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ANNA Y EL REINO DE LA FANTASÍA Una fría noche de invierno, en el cuarto de Anna, pintado de rosa, con muchos cuadros y adornos, no existían ni la oscuridad ni el miedo, solos Anna y sus cálidos y felices sueños. Anna era una niña pequeña y delgada, de piel rosada, cabellos pelirrojos tan largos como el fuego, ojos azules como el mar, mejillas pecosas y labios finos y rosados. Normalmente llevaba puesto un vestido azul y fucsia de manga larga con mucho vuelo, acompañado de una felpa y unos zapatos también fucsias. Era obediente, divertida y estudiosa. Le gustaban los animales y aprender mucho. Siempre soñó con ser un hada, pero esta vez no se trataba de un sueño... porque, de repente, se encontró en un bosque soleado con grandes sauces, un lago de aguas cristalinas, una intensa hierba y... ¡Unas casita- seta! Unos instantes después, apareció una gnoma y anunció: - ¡Ha llegado un hada nueva! Cuando la gnoma dio a conocer eso, todos los gnomos y gnomas acudieron a aquel lugar y la gnoma continuó hablando: - Sigue dormida aún - dijo dando unas palmadas. - ¿Do, do,… dónde estoy? - se despertó Anna asustada - ¡¿Soy un hada?!- añadió mirándose cómo iba vestida. - Sí, eres un hada. Un hada de las estaciones - explicó la gnoma. - ¡Ahhhhh! - gritó la niña- ¡Mi sueño se ha hecho realidad! Bueno, ahora ve a cambiarte a tu casa que está en aquel copo de 14
nieve. Cuando sea verano, será un sol; en primavera, una flor; y en otoño, una hoja - agregó la gnoma - Allí tienes más ropa. - ¡Vale!- asintió Anna. Cuando eligió su vestuario, Anna regresó a casa de la gnoma. - ¡Ya estoy aquí! - Ven aquí - dijo la gnoma - Éstas son las normas de las hadas... Y ésta es tu enemiga, la bruja Locucha, a la que reconocerás en cuanto la veas pues es bajita, rellenita, con piel verde, cara larga y con ojos verdes. Viste una túnica negra que le cubre todo el cuerpo menos las manos y los ojos; lleva un bastón y seguro que ataca hoy para robar la Estrofa del Reino de los Gnomos, Gnomas y Hadas. Es la magia de la fantasía de este reino. - ¿Para qué quiere la estrofa? - preguntó Anna. - Eso te lo aclararé en el sueño de mañana, porque ya está amaneciendo y tendrás que despertarte - dijo la gnoma - Pero prométeme una cosa... - Dime - la interrumpió Anna. - Qué guardarás el secreto de que eres un hada y que existimos. Bueno, llega la hora de despedirme, dame la mano y volarás por el Reino de la Fantasía. Y así fue esta fantástica aventura de Anna. Más tarde, en el recreo, una amiga suya también había tenido una pesadilla. Tras contársela a Anna, su amiga le preguntó por su sueño y Anna pensó preocupada que no podía decirle nada del sueño, así que decidió inventarse esto: 15
- Pues yo he soñado que me he comprado un perrito - le comentó Anna a su amiga. - ¡Qué chulo! Yo también quiero un perrito - se emocionó su amiga Sobre todo, un Yorksire. Cuando Anna llegó a su casa, su madre le preguntó: - ¿Traes muchos deberes hoy? - Sí, unos cuantos - contestó Anna. - Pues come rápido y ponte a hacerlos - le ordenó su madre. - ¡Vale, mami! - respondió ella. Cuando hizo los deberes, fue a jugar con las muñecas y, mientras tanto, pensaba: - Podría echarme un sueñecito e ir a luchar contra Locucha para que no robe la Estrofa del País de la Fantasía. Y así lo hizo. De pronto, se sumergió en un profundo sueño. Enseguida llegó al fantástico reino y se encontró a Locucha destrozando las casasseta para robar dicho objeto. La fiel gnomita añadió: - ¡Anna, rápido, ve y coge la estrofa que está en tu casa - seta! - le susurró alarmada. - Pero si mi casa-seta está destrozada - respondió Anna apenada. - ¡Está entre los escombros! ¡Corre! Anna hizo lo que la gnoma le había indicado y encontró la Estrofa. Cuando Anna tuvo la Estrofa en sus manos, derrotó a Locucha con su ventisca helada y salvó a los gnomos y gnomas que habían sido heridos.
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La gnoma se lo agradeció y ésta le añadió más talentos, los cuales eran: hacerse invisible y el don de la construcción. Anna, loquita de contenta, se puso a reconstruir el poblado, cuando de repente, empezó a escuchar una voz que la llamaba... - Anna, Anna.... Anna, ¿ya te has vuelto a quedar dormida? ¡¡¡ Venga, ven a ayudarme-dijo su madre. - ¡Voy enseguida! - respondió Anna. Y así, día tras día, siguiendo su rutina diaria, Anna ya tiene nuevos dones: hipnotizadora de animales, controladora del agua y Hada Recolectora de Poder. María Cosano (5ºB)
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Qué pasaría si una mañana al levantarnos hubiera desaparecido el dinero. Mi amiga Sara y yo estamos juntas desde que teníamos dos años. Fuimos juntas a la guardería y después al colegio. Ahora tenemos 11 años y nos siguen gustando las mismas cosas: trepar a los árboles, montar en bicicleta, ir a natación, comer chocolate a escondidas y, por encima de todo, los libros de misterio. Un día ocurrió algo realmente misterioso y que nunca podremos olvidar. Recuerdo que todo sucedió un domingo. Sara se había quedado en mi casa a pasar el fin de semana. Nos gustaba quedarnos hasta muy tarde contando historias de miedo o de terror. Al final, mi madre siempre nos tenía que regañar para que nos durmiésemos, pero no nos importaba porque nos lo pasábamos genial. Aquel domingo algo hizo que nos despertáramos temprano. Fuera, en la calle, se oían voces, bueno más bien gritos. Nos asomamos a la ventana y vimos a muchos de nuestros vecinos corriendo de un lado para otro, gesticulando,… se les notaba muy nerviosos y molestos por algo. Pronto supimos lo que había sucedido. Al parecer había desaparecido todo el dinero que la gente tenía en sus casas, y el de los bancos, y el de todas, todas las partes. Todo el mundo se preguntaba que iban a hacer sin dinero porque no podían comprar nada. A mis hermanas y a sus amigas, adictas a las 18
compras, casi les dio algo. ¿Cómo podrían comprarse su maquillaje o sus zapatillas preferidas? Estuvieron a punto de llorar ¡Vaya drama! Era como si el mundo se fuese a acabar. Fueron pasando los días y, poco a poco, la gente aprendió que se podía vivir sin dinero,
y se olvidaron de las cosas que se podían comprar, y
observaron que las cosas importantes son gratis como los amigos, los recuerdos, la familia, reír o dormir. Así, todos fueron más felices, bueno excepto mi hermana.
Carmen Moreno Lamadrid (5ºC)
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LA MÁQUINA DEL TIEMPO
Hubo un tiempo en que tenía muchas inquietudes por saber cosas del pasado. Cuál fue mi sorpresa, que un buen día un inventor muy famoso me regaló una máquina del tiempo. ¡Qué alegría! Enseguida puse mi máquina en funcionamiento, me monté y la programé a los tiempos de Beethoven, porque me gusta mucho tocar el piano. ¡Qué gozada escuchar sus sinfonías! Otro día fui
a ver cómo vivían los hombres de la Prehistoria ¡Qué
estrés de vida, todo el día cazando
y pescando para sobrevivir y las
mujeres recolectando! También vi como realizaban las pinturas de las cuevas. Qué sorpresa cuando descubrí que las hacían los niños para divertirse. Al día siguiente, le di al botón para ir, porqué no, al Siglo I. Me encontraba junto al Maestro Jesucristo. Pude ver la multiplicación del pan y los peces, la curación de un paralítico, la conversión de agua en vino en una boda, la resurrección de la hija de Jairo y muchos más milagros. ¡Qué emoción! También vi su crucifixión ¡Qué injusticia! Y, cómo no, su resurrección. Este día llegué a casa agotada por tantas emociones. En días sucesivos, visité a muchos más personajes, como a Colón cuando llegó a América, a Velázquez pintando Las Meninas, a Cervantes escribiendo
un
fragmento
del
Quijote
20
y
un
largo
etcétera
de
personalidades más. Otro día, se me ocurrió ir a ver a mis abuelos que habían fallecido hacía tiempo. Me dieron un cariño enorme y yo a ellos. Cuando regresé ya los echaba de menos otra vez. Si hubiera podido los hubiera traído al presente. En otra ocasión, me trasladé para ver cómo eran mis papás de pequeños. Descubrí que eran tan traviesos como yo, aunque ellos siempre dicen que eran más buenos. Me lo pasé genial jugando con ellos. Tuve además deseos de saber cómo iba a ser mi futuro y, aunque me daba un poco de miedo, me monté en la máquina del tiempo y me trasladé a mis 25 años. Me vi con unas oposiciones aprobadas de registradora de la propiedad. Al regresar se lo conté a mis padres y se pusieron locos de contentos. ¿Será verdad todo esto…? Al
menos
he
vivido
y
seguiré
viviendo
¡¡¡ALUCINANTES!!!
Laly Moreno Jiménez (5ºC)
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una
aventuras…
¿Qué pasaría si… tus padres sufrieran el hechizo del “sí”? - Ana, Melisa, venid a recoger vuestro cuarto - gritó su madre. - Ya voy, mamá – le respondió Melisa, con pesar. Desde hacía algunos años, Ana y Melisa vivían en un pueblo corriente. Melisa, la mayor, era alta y guapa, no debía tener más de dieciséis años. Tenía el pelo del color de las hojas en otoño y largo, pues le llegaba a la cintura, y era liso. Su nariz era pequeña, y la bordeaban unas pequitas que hacían de ella una niña muy graciosa. Sus ojos eran de un tono azul muy peculiar, pues eran de un tono entre azul cielo y azul mar: toda la gente decía que eran especiales. Uno de sus conjuntos favoritos y, que solía usar muy a menudo, eran un top ajustado azul, como sus ojos, y unos pantalones rojos, acompañados de unos tacones de su mismo color. Ana y Melisa eran hermanas, o mejor dicho, eran gemelas idénticas en todo, excepto en una cosa, que no siempre se dejaba ver, pues Ana tenía un corazón en el muslo derecho. Además, las dos se vestían siempre igual y tenían el mismo corte de pelo, porque les encantaba engañar a la gente para que las confundieran. A pesar de que las hermanas eran grandes confidentes y compartían bastantes momentos de alegría, no eran del todo felices, pues pensaban que sus padres querían mantenerlas aisladas del mundo y a todo lo que preguntaban y querían hacer, siempre les decían que no. Si le preguntaban si podían salir de paseo con sus amigas, ellos decían que no, también les 22
daban una respuesta similar si preguntaban si les podían dar dinero para golosinas, si podían ir a casa de unas amigas…ellas estaban hartas de las constantes respuestas negativas de sus padres. Pero un soleado día de primavera todo cambió. Aquella primavera se celebraba en el pueblo la feria local. Era una feria muy popular por los alrededores y normalmente era punto de encuentro de los habitantes de pueblos vecinos. Ana y Melisa les preguntaron si podían salir con sus amigas, dispuestas a recibir el continuo no, pero, al menos, intentándolo: su sorpresa fue mayor cuando le respondieron que sí. Ellas estaban emocionadas, pero no dejaban de preguntarse cuál había sido la causa de ese repentino cambio. Así que, Melisa y Ana fueron a la feria dispuestas a pasarlo bien. Se montaron en algunas atracciones con sus amigas. Cuando ya estuvieron cansadas, las hermanas, que no estaban acostumbradas a salir hasta tan tarde, decidieron irse a casa. Saliendo de la feria vieron muchas casetas interesantes, como la de un perro que hablaba, el hombre que escupía fuego…de pronto, sus miradas se centraron en una caseta que anunciaba a una adivina. Decidieron entrar a su caseta. - Hola - dijo Ana - Hola, ¿necesitas mi ayuda, Ana? ¿o tal vez la necesites tú, Melisa? – les preguntó la adivina con serenidad. - ¿Cómo sabe usted nuestro nombre? - Ojos que todo lo ven, oídos que todo lo oyen- respondió la mujer enigmáticamente. -¿Qué necesitáis? 23
- Nos gustaría preguntarle una cosa: ¿usted puede conceder deseos? - Claro que sí. ¿Qué deseo querríais que os concediera, niñas?- repitió la mujer. - Bueno, nosotras somos felices, pero… sólo nos falta una cosa para ser completamente felices. - Y, ¿qué es? - preguntó la adivina con curiosidad. - Bueno…tal vez… sí, eso es, querríamos que nos concediera el deseo de que nuestros padres dijesen siempre que sí. - Creo que os lo podría conceder, pero…- les advirtió – luego os arrepentiréis, niñas. - No, no nos arrepentiremos - contestaron ellas saliendo de la caseta - Gracias. Fueron a su casa corriendo, para comprobar si el hechizo había funcionado. Cuando llegaron, se dieron cuenta de que sí había funcionado, porque a todo lo que ellas le decían, sus padres les contestaban que sí. Que si podían comer chuches, que si podían acostarse tarde, que si podían ver la tele en su cuarto,… Pasó el tiempo, pero un día Melisa llegó a su casa y le dijo a su madre que tenía novio, dispuesta para la charla, y su madre le contesto que sí, sin darle demasiada importancia. En esos días, Ana y Melisa empezaron a echar de menos las regañinas de su padre y los “no” de su madre, y se arrepintieron del deseo que habían pedido. Las hermanas buscaron a la adivina en la feria, pero no estaba. 24
Intentaron buscar por todos los pueblos cercanos, fueron a muchos lugares, buscaron en Roma, París, Atenas… La familia viajaba a todos esos lugares porque siempre les contestaban que sí a los continuos deseos de viajar de sus hijas, aunque ellos ignoraban realmente el motivo de tales viajes. Ninguna de las dos disfrutó del paisaje, sólo estaban concentradas en su misión. Al cabo de dos meses buscando, cuando ya empezaban a desesperarse, decidieron preguntar a un comerciante si sabía de la adivina en cuestión, y si decía que no, se rendirían. Cuando le preguntaron, su sorpresa fue mayor cuando éste les dijo que sí la conocía, y les indicó dónde estaba. Por segunda vez, entraron en la caseta y le explicaron a la adivina lo ocurrido detalladamente y les pidieron que deshiciera el hechizo. Después de un rato intentando convencerla, al final lo deshizo y les dijo que ya les había advertido y que la próxima vez fueran más prudentes. Ana y Melisa se fueron a comprobar si el hechizo se había deshecho, y llegaron a su casa más emocionadas que la primera vez que habían regresado de la caseta de la adivina. Cuando llegaron, Melisa le dijo a su madre que quería salir a pasear con su novio, a lo que su madre respondió que “no”. Las chicas se quedaron asombradas y se dieron cuenta de que la adivina había cumplido lo prometido. Corrieron hasta sus padres y les dieron un abrazo muy contentas. Y todo volvió a la normalidad. Miriam Cáceres Gálvez (6ºA)
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¿Qué pasaría si… mi perra hablara? Erase una vez una perrita que se llamaba Lily. Era de cuerpo blanco y manchas grises, con abundante pelo y orejas largas. Tenía la capacidad de hablar, pero yo no me había dado cuenta hasta aquel momento. Todo empezó una mañana que me levanté muy temprano, antes que los demás de la familia. Me fui al sofá a ver la tele y, como de costumbre, Lily se acurrucó a mi lado. Después, se quedó mirándome y de repente soltó: - ¡Has sido la primera en levantarte, qué raro! La miré y, mi perra me miraba tan normal. Pensé que eran alucinaciones mías, ¡un perro no habla! - ¡Eh, tú! ¡Sí, es a ti! – volvió a decir. Volví a mirarla y no me lo podía creer. - Lily, ¿puedes hablar? - dije yo. - Claro que sí – respondió - ¡si me hicieras caso cuando te llamo, a lo mejor te hubieses dado cuenta antes! Yo empecé a reírme, ¡la historia que me contaba era absurda! Enseguida pensé que iba a ser una amiga más. Después, me arrepentí porque creía que iba a ser igual de chivata que mi hermana y no me convendría tener una amiga que va contando mi vida a todo el mundo. No le volví a dirigir la palabra y quise ir a contarle lo sucedido a mi madre, que entonces ya se había levantado y estaba planchando ropa.
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- Sólo te pido que lo mantengas en secreto - dijo Lily, que parecía haberme leído el pensamiento. Hice como si no la hubiese escuchado y me fui en busca de mi madre. - Mamá, ¿sabes qué…? - me lo pensé dos veces y no se lo dije. No quería enfadarme con Lily ni que me dijera chivata. - ¿Me has hablado, hija? ¿Quieres algo? - dijo mi madre. - No, nada…- le contesté. - ¡Qué raro, había sentido que alguien me hablaba! - me volvió a decir. - Pues yo no te he hablado. - Está bien. Pero la curiosidad me podía y tuve que decírselo a mi hermana. Necesitaba a alguien con quien hablar de este tema. Mi hermana creía que la quería engañar. - ¿Sabes que Lily habla? - le dije. - ¡No digas estupideces! – exclamó - ¡los perros no pueden hablar! Y fue corriendo, como de costumbre, a decirle a mi madre lo que yo le había dicho. Mi madre miró a Lily, pero ésta no dijo nada. Creyó que mi hermana estaba loca y no le dio importancia. Yo me llevé a Lily a mi habitación, cerré la puerta y empezamos a charlar. Ella empezó a contarme su vida y yo le conté como cambió la mía cuando ella llegó a casa. Desde entonces fuimos empezando a conocernos mejor y a hacernos
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amigas inseparables. Lily venía conmigo a todas partes y, si me encontraba con algún amigo o amiga y charlábamos, ella esperaba a que nos quedásemos solas para opinar del tema. Desde que sé que Lily puede hablar, la vida me ha cambiado mucho y para bien. Ahora es ella quien me aconseja y apoya en todo, es decir, una amiga más. MORALEJA: En el amor y la amistad no importan ni la raza ni la edad. Laly (6ºA)
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EL HECHIZO DEL SÍ Tal y como os lo cuento, sí así, el “hechizo del sí” sobre mis padres. Cuando me di cuenta, creía que era un afortunado, pero aunque no os lo creáis, tanto si se hace muy pesado. Te aprovechas de las compras al principio, como yo: - ¿Mamá, me puedes comprar el nuevo Call of Duty, con la Play Station 4? – pregunté. - Pues claro, hijo - respondió mi madre. Sigues preguntándole cosas que en la realidad te diría que no: - ¿Papá, me puedes llevar a ver el Real Madrid contra el F.C Barcelona en Madrid? - pregunté yo. - Sí, claro -respondió mi padre. Pero cuando ya te has aprovechado de lo que quieres, ya empiezas a echar de menos a tus padres. Porque a las cosas que te alegras de que te digan que no, ellos te dirán que sí. - Mamá, ¿mañana no iremos a esa fiesta en la que está Antonio?, es que me cae muy mal – pregunté con miedo. -Sí, iremos con la abuela - respondió ella. Busco a gente que quite este hechizo: brujas, magos, hechiceros,… Me da igual lo que hagan y lo que cueste, haría lo que sea porque mis padres vuelvan a ser los mismos de siempre. Alejandro González (6ºB)
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QUÉ PASARÍA SI… TE HICIESES UNA MÁQUINA DEL TIEMPO Un día por la mañana me levanté, me duché y desayuné. Mis amigos me dijeron: - ¿Quieres jugar con nosotros? Respondí que sí. Así que fui para el parque para ir a jugar, pero un amigo mío tenía un resfriado horrendo, otro amigo tenía varicela porque aún no la había pasado, así que le picaba todo el cuerpo, y otro tenía un esguince de tobillo y no podía andar. Yo estaba aburrido de no estar haciendo nada, fui a mi trastero que tengo muchas cosas viejas, y pensé: - ¡Puedo inventar algo! Y se me ocurrió algo increíble, hacer una máquina del tiempo. Me puse a ello y la inventé, me monté y le pulse un botón rojo y realicé una cuenta atrás 3-2-1… ¡Despegué! Estaba todo negro y no veía nada, pero de pronto vi una luz que cada vez se hacía más y más grande. Al principio me asusté un poco, pero cada vez me tranquilizaba más, hasta que la máquina se paró. Yo me bajé, me puse a caminar, y de repente, se escuchó como un dinosaurio, y yo me asusté tanto que corrí para la máquina del tiempo y me subí en ella. Volví a mi trastero y me bajé corriendo porque no quería ir a ningún lugar extraño más. Me sorprendí al ver lo que yo había hecho, había sido 30
capaz de viajar en el tiempo con un increíble aparato inventado por un niño de tan solo 11 años. Aún hoy me arrepiento de haber estado sólo unos segundos en el pasado, pero tenía tanto miedo que no pude aguantar más. Creo que cuando sea algo mayor lo volveré a intentar e investigaré cómo vivían los dinosaurios. Así, me convertiré en un famoso historiador y siempre contaré la experiencia que había vivido en el pasado cuando solo era un niño. Andrés Solís Trigos (6º C)
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