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La lectora de las tierras altas
Su nombre es Amanda, tiene diez años, cursa el quinto grado y es de origen muy humilde. Su vida transcurre en una comunidad de la zona alta del departamento de Lempira, donde el Celaque deja ver su espesura, el aire es limpio y el viajero se detiene a presenciar la transparencia de un mundo hermoso y es posible creer en los más altos sentimientos y visiones.
Esta historia aspira a reconocer la maravilla de una niña que ha leído 637 libros. No es una exageración, son 637 libros y de cada uno de ellos, Amanda, sabe sus
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argumentos como evidencia de su poderosa memoria; además toma sus notas y apreciaciones en un cuadernito que le sirve de Diario Lector.
En una ocasión, un escritor hizo una gira por las comunidades de Lempira y se encontró con esta niña y describió el momento con emoción: «Continúo en silencio, estupefacto, escuchando lo que dice casi incrédulo. La observo con cariño y con la intriga natural de quién no sabe a ciencia cierta de qué forma es posible que una niña de su edad haya leído tantos libros».
El intelectual Sigifredo Infante, también conoció a Amanda, realmente estaba conmovido y no podía ocultar las lágrimas en sus ojos y expresó que no se trata sólo de un récord de lectura, sino que hay que re�lexionar sobre cómo Amanda y otros niños y niñas han leído centenares de libros en las bibliotecas Blue Lupin de Lempira.
Amanda es un ejemplo para todos los hondureños, sin embargo, no es un caso aislado, hay centenares de niñas y niños en Lempira que leen cantidades exorbitantes de libros, han elevado sus índices, se expresan sobre su realidad y sus derechos a través del arte y la literatura, pues también escriben sus propias historias.
Con el documentalista Ulises visitamos a Amanda para entrevistarla. Ella nos saluda con sus ojos negros y su sonrisa. Habla con una naturalidad impresionante de sus libros favoritos.
Estamos en las tierras altas, entre el ensueño de las resinas y de la �loresta y sentimos gratitud por asistir al descubrimiento de una lectora como Amanda, presenciar su progreso académico, su crecimiento en las relaciones de la vida escolar, comunitaria y familiar, pero sobre todo por a�irmar el más claro de los mensajes: el mundo será mejor si caminamos de la mano con la creatividad infantil.
Mientras hojeo los cuatro cuadernos que me entrega Amanda, sigo conversando con ella y voy descubriendo su universo lector, su letra, sus dibujos, su capacidad de lectora inmensa y auténtica que lee y reescribe el argumento de 637 libros o hace pequeñas críticas y comentarios.
La veo, tiene ojos negros vivaces que esperan más preguntas. Está ahí, feliz, dueña de la luz de la humildad. Ella no lo sabe, pero es quizá una de las niñas que más ha leído en la historia de Honduras a sus diez años. La conversación se extiende. Ella habla de paisajes, de personajes, de lo que aprendió, de lo que más le gusta o lo que le gusta menos.
Escogí 37 cuentos al azar y para sorpresa, Amanda hace un comentario oral de cada uno, hilvana historias, conversa con una naturalidad que vuelve mágica la tarde. Veo de reojo a mi compañero Ulises, que está presenciando esta conversación y también comprende lo que hay dentro de la mirada de Amanda; sabe que es un instante memorable en las lejanas montañas de Lempira.
Ulises ve profundamente a Amanda y dice: «Increíble, ¿verdad? Si uno cuenta estas cosas da hasta miedo que no le crean, todos deberíamos platicar con esta niña…».
Ella ha hecho el milagro y nosotros lo presenciamos: «Yo no podía leer ni escribir bien, pero cuando llegó la biblioteca todo cambió, pues los libros son lo mejor que hay, gracias a ellos aprendí a leer bien y a escribir bien, he subido las notas y en la escuela, me premiaron como la mejor lectora y subí el índice académico a 96%».
Amanda vive con sus padres y cuatro hermanas de 19, 16, 14 y 11 años, en una casita muy humilde, pero limpia, tiene un huerto donde cultivan naranjas, patastes, café y tiene muchas �lores; para llegar a su casa hay que subir una colina muy alta y desde ahí se puede ver casi toda la comunidad.
Lo que más adora Amanda es su familia. Le gusta estar en la casa y escuchar historias, además de ayudarle a su madre en las tareas del hogar. De la escuela le gusta la biblioteca. Hay veces que deja de jugar para ir a leer, pues siente que casi todo lo que ha aprendido ha sido en los libros:
«Me gustan casi todos los libros, pero los de terror me gustan menos. Yo pre�iero los cuentos que enseñan una moraleja, algo así como un mensaje. Algunos los escojo por el título o por los dibujos y luego los leo. Cuando voy leyendo me da como una alegría en el corazón y puedo ver las cosas que leo, es como imaginar las cosas o los personajes. He mejorado leyendo, porque uno también conoce más palabras o mira
dónde van los acentos o con qué letras se escribe una palabra. Mi otra hermana es bien aplicada en las clases y lleva el segundo lugar en la biblioteca, se ha leído 322 libros. Dice que un día me va a alcanzar, aunque la verdad no competimos. Lo que puedo decir es que he leído todos los días».
Al preguntarle por qué es importante leer, ella dice que «los cuentos nos ayudan a entender, no es sólo fantasía. Yo he aprendido el respeto a las personas mayores, a hacer el bien y no el mal, todos los libros nos dan algo, nos dicen que debemos cuidarnos, dar ayuda, ser buenos».
Ella dice que si tuviera una varita mágica «quitaría la pobreza y la violencia, haría más bibliotecas, ya no habría venta de guaro (alcohol) y todo mundo se entendería».
Comenta que el proyecto de bibliotecas «es lo mejor que hay en la comunidad y en la escuela», y que antes no soñaba tanto, pero que ahora sí. «Cuando sea grande quiero ser doctora y ayudar a las personas que más necesitan».
Este libro se terminó de editar en el mes de junio de 2022 en la ciudad de Gracias, Lempira, mientras las niñas y niños lectores de las bibliotecas Blue Lupin sobrepasaban la cifra de más de cien mil préstamos de libros.
Este es un libro de testimonios de niñas y niños lectores de las famosas bibliotecas Blue Lupin que implementa Plan International Honduras en el departamento de Lempira.
Son trazos de valentía y de resiliencia, un universo donde los astros son el empoderamiento de las niñas y niños, sus búsquedas, sus ilusiones, sus retos, su fuerza encontrada en el arte y la lectura.
Que exista una biblioteca en Honduras ya es un milagro, pero que existan docenas de bibliotecas Blue Lupin en Honduras, todas hermosas y con una metodología lúdica, donde se rebasa la idea tradicional de espacio de “adquisición, conservación, estudio y exposición de libros y documentos” para ser un espacio creativo y protector, donde las niñas y niños se expresan con igualdad, libertad y de forma inclusiva, donde hablan de sus sueños y dificultades de una manera creativa a través del arte y la literatura con el propósito de cambiar su mundo, supera el milagro y se convierte en una especie de hazaña que nos permite dimensionar la importancia de la niñez para un país.