TEMA 1. ORIGEN Y DESARROLLO DE LA LENGUA ESPAÑOLA. Sabemos que uno de los principales factores que configuran y modelan a los pueblos son los hechos históricos, y si por otro lado admitimos que la lengua es la principal seña de identidad de los pueblos, podemos afirmar que la formación de la lengua de una comunidad se debe en gran parte a los avatares históricos. Por tanto, lengua e historia son dos realidades inseparables. Para comprender las particularidades lingüísticas de nuestra lengua es imprescindible conocer su historia, una historia condicionada por distintos factores de índole lingüística, política y sociocultural. Como veremos, el castellano es una lengua romance o románica, que tiene su origen en el latín, la lengua de Roma. La base latina de la lengua castellana se fue enriqueciendo a través del tiempo con los préstamos, voces que se fueron introduciendo en nuestro léxico procedentes de otras lenguas. A continuación ofreceremos una síntesis de las distintas etapas por las que ha pasado la historia de nuestra lengua. En la época prerromana la Península era un mosaico de culturas de origen muy diverso, como ya afirmó el geógrafo griego Estrabón. El mapa peninsular se repartía de la siguiente manera: -
El Norte y Oeste peninsular fue lugar de asentamiento de los pueblos celtas. El Sur y la mitad Este peninsular estaban ocupadas por los pueblos íberos. La actual Baja Andalucía y el Sur de Portugal fueron asiento de la civilización tartesia. En el centro y Nordeste estaban los ligures. En el Norte, a ambos lados de los Pirineos, los vascos o vascones. Los fenicios ocuparon distintos puntos de la costa sur mediterránea. Los cartagineses fueron sus continuadores. Los griegos fundaron colonias mercantiles en la zona mediterránea.
De todo ello se desprende que el panorama lingüístico que ofrecía la Península antes de la llegada de los romanos debió de ser de una enorme heterogeneidad. Se hablaban lenguas vascas, ibéricas, tartesias, ligures, etc. Todas, menos el vasco, fueron sustituidas por el latín, pero no desaparecieron sin dejar huellas o restos en la lengua invasora. Al conjunto de estos restos procedentes de distintas lenguas prerromanas lo denominamos sustrato y en el caso de nuestra lengua se manifiesta en: -
-
Algunos procesos de evolución fonética como: la pérdida de f- inicial latina, la ausencia de v labiodental y el sistema vocálico de cinco fonemas repartidos en tres grados de apertura. Rasgos morfológicas: sufijos derivativos como los despectivos -arro, -orro, -urro, -asco (guijarro, cachorro, baturro, peñasco), en las terminaciones -z,- az, -ez, -iz, -oz (Sánchez, Muñoz), del ligur; y en el céltico –iego (palaciego) y –eco/a (muñeco). Influencia léxica muy limitada, reducida a unos pocos nombres aislados de significado muy concreto (charco, arroyo páramo, manteca, perro, braga) y a vasquismos como aquelarre, pizarra, chabola, boina, izquierda. En cambio, en la toponimia el influjo es mucho más importante (el fenicio Gadir > Cádiz, y Malaka > Málaga); del celta muchos nombres donde entra el componente briga “fortaleza” (Conimbriga >Coimbra) o sego “victoria” (Segovia).
En el 218 a.C., con el desembarco de los Escipiones en Ampurias, los pueblos de Hispania pasarán a incorporarse al mundo cultural latino en un proceso conocido como romanización. El latín que llegó a la Península traía en sí el germen de la diversidad en el habla vulgar de legionarios, colonos y administradores de muy diversa procedencia, pero supuso el inicio de la unidad lingüística. La separación entre el latín culto, enseñado en las escuelas y regulado por los
1
gramáticos, y el vulgar (variedad oral) se fue agudizando a lo largo del Imperio, aunque el vulgar fue anticipando algunos rasgos del futuro romance como el orden sintáctico o el empleo de preposiciones especificadoras. Las lenguas prerrománicas pasaron de una situación de bilingüismo a una etapa de lengua familiar, para desaparecer ante el avance del latín, que significaba la unidad y permitía la comunicación de uno a otro extremo del Imperio. Por otra parte, en este período muchas palabras de origen griego entrarán en nuestra lengua no directamente, sino a través del latín, que las adoptó en sus contactos con este pueblo; helenismos como tragedia, comedia, música, poesía, coro, palestra, atleta y términos del cristianismo como iglesia, asceta, evangelio, apóstol, católico, eucaristía.
La fragmentación del latín hablado se acentuará a partir del siglo V, cuando las invasiones germánicas acaban con el Imperio romano. En el año 409 alanos, vándalos y suevos atravesaron el Pirineo y cayeron sobre España. Los suevos fueron arrinconados en el Noroeste peninsular, los alanos fueron exterminados y los vándalos emigraron al Norte de África en el siglo V dejando unos pocos topónimos (Puerto del Alano, Al-Andalus). En el siglo VI, llegaron los visigodos, los más civilizados de los pueblos germánicos, y se asentaron en la Meseta castellana. La romanización lingüística de este pueblo fue mucho más rápida, de ahí que la influencia gótica en nuestra lengua sea tan escasa. No influyen en fonética; en morfología sólo queda el sufijo -engo en derivados como realengo abolengo. Sin embargo, fueron muchas las palabras que entraron en el latín vulgar por influjo de superestrato germano: léxico militar y jurídico (albergue, guardia, espuela, guarecer, tregua, guerra, robar), léxico común (falda, ropa, hato, jabón, rico, fresco, blanco), pero la influencia fue bastante notable en onomástica (Álvaro, Fernando, Rodrigo, Elvira) y toponimia (Mondariz, Castrogeriz). La consecuencia más importante del período fue la formación del romance, que se hallaba ya en un estado de formación muy incipiente. En este paso del latín al romance se producen cambios fundamentales como: diptongación de e y o breves en sílabas tónicas (TERRA >tierra, PORTA > puerta), sonorización de consonantes sordas intervocálicas (CAPRA > cabra) y conversión de e, i átonas en semiconsonantes (fenómenos de yod).
La entrada de los musulmanes en el 711 en Hispania supuso un nuevo factor de diversidad. En poco menos de siete años conquistaron prácticamente todo el territorio peninsular, a excepción de una pequeña franja en el Norte. En territorio musulmán quedaron muchos hispano-godos, los mozárabes, que conservaron su lengua y contribuyeron a la formación del dialecto mozárabe, lengua en la que se escribieron los primeros textos líricos no latinos que se conservan: las jarchas. La influencia lingüística árabe fue relevante: -
-
En el plano fónico, los arabismos se acomodaron fonéticamente al sistema romance y los fonemas extraños se reemplazaron por los más próximos a nuestra lengua. En el plano morfosintáctico, influye en varios casos: el sufijo –í (baladí, muladí), el prefijo acausativo (acalorar), la preposición hasta, los indefinidos fulano y mengano y el orden verbo – sujeto – complementos. En el plano léxico, los arabismos que por influjo de adstrato resultaron de varios siglos de contacto son innumerables, aunque algunas estimaciones los cifran en más de 4000: o o
Guerra: aceifa, adarga, alcazaba, albarda. Agricultura: acequia, aljibe, alberca, noria, alcachofa, alubia, zanahori, berenjena, azafrán, azúcar.
2
o o o o
Jardinería: azucena, azahar, adelfa, alhelí, arrayán. Urbanismo y hogar: arrabal, aldea, zaguán, azotea, alcoba, alféizar, albañil, tabique, azulejo, alcantarilla, almohada, alfombra. Vestimenta: jubón, albornoz, borceguíes, babucha. Otros: joyas (alfiler, ajorca), objetos de uso doméstico (taza, jarra), minerales (azufre, azogue), comercio (almacén, zoco, maravedí), matemáticas (guarismo, álgebra)
Igualmente la toponimia de origen árabe también es nutridísima: Alcántara, Guadalquivir, Calatayud, Medinaceli, Gibraltar.
En el siglo VIII los cristianos de las montañas del Norte (Cordillera Cantábrica y Pirineos) comenzaron a avanzar hacia la cuenca del Duero dando así inicio al proceso de Reconquista del territorio peninsular. Durante esta época de batallas, se fueron formando reinos independientes (reino astur-leonés, Navarra, Aragón, condados catalanes) y se rompe definitivamente la unidad lingüística, con el sermo rusticus, aunque en todos ellos, para los usos cultos y oficiales se empleaba el latín. Castilla nació en la antigua Cantabria, en las proximidades del área vasca, y se fue extendiendo hacia el Sur en forma de cuña. A diferencia de los dialectos que se formaron en los otros reinos de la Península, el castellano se mostró más activo e innovador; así, pierde la finicial latina, hace evolucionar los grupos cl-, pl-, fl- a ch y transforma el grupo -ct- en ch. Es en estos momentos cuando aparecen los primeros textos que incorporan palabras en romance primitivo, las Glosas (Emilianenses y Silenses), lo que significa el uso consciente de la lengua vulgar. Y ya en el siglo XII, el Poema de Mío Cid, al mismo tiempo que es un ejemplo bastante claro de cómo Castilla imponía su dialecto, da idea de una lengua bastante elaborada, aunque repleta de localismos y tanteos. En el español arcaico de los siglos XII y XIII están presentes la diversidad, las vacilaciones y los dialectalismos. El sistema fonológico medieval está apegado aún a la etimología latina con fonemas desconocidos en el moderno, con s sorda y z sonora, b oclusiva y v fricativa. Pero estas vacilaciones de la lengua castellana terminan en el siglo XIII gracias a la labor de Alfonso X el Sabio (1252-1284) y a la fundación de la Escuela de Traductores de Toledo. La llamada “revolución alfonsí” consistió en escribir en romance castellano obras de carácter culto que en toda Europa se habían escrito hasta el momento en latín. Por otra parte, el rey Sabio contribuyó a la capacitación del idioma para la exposición didáctica y, en consecuencia, se intensificó el uso de la prosa romance. El castellano drecho propugnado por Alfonso X triunfa con sus continuadores (Juan Ruiz, don Juan Manuel, Sem Tob y Pero López de Ayala). El siglo XV se constituye como un período de transición entre el mundo medieval y el estado moderno. El reinado de los Reyes Católicos (1476-1517) contribuyó al afianzamiento del castellano por los hechos históricos que en él tuvieron lugar: fin de la Reconquista, unión de los reinos de Castilla y Aragón, descubrimiento de América y difusión de la imprenta. El castellano se va despojando poco a poco de rasgos medievales, aunque el proceso no llegará a su culminación hasta el siglo siguiente. Por otra parte, las relaciones con Italia se intensifican y se despierta el interés por el mundo grecolatino. La Antigüedad clásica supone un nuevo modelo lingüístico y literario a imitar; se da un intento de elevar el castellano a la dignidad del latín, latinizándolo; de este modo, prolifera el uso de cultismos, adjetivaciones y usos sintácticos latinos (hipérbaton, participio de presente, verbo al final de la frase). La Gramática castellana (1492) de Elio Antonio de Nebrija puso de relieve el grado de madurez alcanzado por la lengua castellana y su idoneidad como vehículo de contenidos científicos y literarios.
3
Durante el siglo XVI la hegemonía política de Castilla durante el reinado de Carlos V (1517-1556) hace que el castellano se imponga como lengua en toda la Península mientras que el resto de romances peninsulares pierden terreno y quedan reducidos al habla local. Por ello, el nombre de lengua española tiene desde el siglo XVI absoluta justificación y se sobrepone al de lengua castellana. En todo caso, nuestra lengua, castellano o español, es una lengua de gran prestigio y calidad, y así lo defiende Juan de Valdés en su Diálogo de la lengua (1535). En los siglos XVI y XVII, los llamados Siglos de Oro de la literatura, suele fijarse el nacimiento del español moderno. Durante estos siglos se produjeron cambios importantes en el nivel fonológico, morfosintáctico y léxico. La inestabilidad y vacilación propias de la época pasada van a ser superadas: desaparece por completo la f- inicial latina, disminuyen las vacilaciones de timbre en las vocales átonas (vanidad, vanedad, virtud, vertud), las variantes de s sorda y sonora medievales se reducen a la sorda; se perfila y delimita el uso de los verbos haber y tener, ser y estar y se generaliza el uso de la preposición a ante CD. Igualmente, en el siglo XVI se produce uno de los mayores aumentos en el léxico del español, que continuará a lo largo del siglo XVII, debido fundamentalmente a la llegada de italianismos (escopeta, centinela, fragata, esbozo, diseño, balcón, novela), lusitanismos (sarao, soledad) y americanismos (patata, maíz, tomate, canoa, sabana, huracán, cigarro, tiza).
En el siglo XVIII, la llegada de los Borbones al trono español supuso cambios en todos los órdenes de la vida. Felipe V promulgó una serie de decretos a partir de los cuales el castellano se convertía en la lengua de la administración y de la enseñanza en todo el territorio español. También durante el reinado de este monarca el Marqués de Villena, don Juan Manuel Fernández Pacheco, fundó la Real Academia Española (1713), con el propósito de defender la pureza de la lengua española y convertirse en norma reguladora (“limpia, fija y da esplendor”). En un claro esfuerzo por aproximar la escritura a la pronunciación, se resolvieron vacilaciones antiguas: distinción de u y v para vocal y consonante respectivamente; supresión de la cedilla, con la consiguiente distribución del uso de c y z; y aplicación del criterio etimológico para las grafías b y v y para ph, th, ch. Todos estos cambios quedan reflejados en el Diccionario de Autoridades (172639), la Ortografía (1741) y la Gramática (1771). Por otro lado, la transformación y el avance de los conocimientos científicos y filosóficos, el progreso técnico y las cuestiones políticas o sociales que se plantean en el XVIII, incorporaron a la lengua un importante vocabulario que, en su mayoría, procedía del francés. Aproximadamente entraron en nuestra lengua unos dos mil galicismos como: -
Vida social: ambigú, burgués, coqueta, etiqueta, petimetre, equipaje, hombre de mundo. Vestido: chaqueta, pantalón, corsé, satén. Cocina: croqueta, merengue, potaje, cacerola. Vivienda: hotel, chalet, secreter, sofá, gabinete, fichero.
En el siglo XIX, aunque en un principio se continuó la política de centralización del Estado y unificación lingüística, a partir de la segunda mitad empezaron a surgir las primeras reacciones nacionalistas en Cataluña, País Vasco y Galicia, fomentadas por el Romanticismo europeo. Los distintos pueblos sentían que debían defender sus peculiaridades históricas, culturales y lingüísticas. Surge así la Renaixença en Cataluña y el Rexurdimento en Galicia y se recuperan sus respectivas lenguas para el uso escrito y literario. Los cambios más importantes que experimentó el español en este siglo son los relacionados con el léxico, pero no con el léxico básico, que está prácticamente constituido, sino con la entrada de voces cultas de origen latino o griego, así como de neologismos y voces especializadas. En primer lugar, hay que señalar la creación y el afianzamiento de un vocabulario político-social, que viene a 4
reflejar los diversos cambios políticos y sociales que tienen lugar en la sociedad española. Surgen así patriota, patriotismo, civilización, cosmopolita, revolución, constitución, socialista, comunismo, clase media, asalariado, huelga, obrero. Pero es la traducción de obras científicas – del francés y del inglés - la principal vía de enriquecimiento del léxico intelectual, científico y técnico del español. Surgen diccionarios que recogen las voces de la ciencia y la técnica, pero también diccionarios de uso general que ven incrementado el número de entradas especializadas.
En el siglo XX, el español se confirma como una de las lenguas más importantes del mundo por lo que a número de hablantes y a extensión geográfica se refiere. Este hecho pone de manifiesto la vitalidad y diversidad que lo caracteriza, pues nuestra lengua cambia continuamente para adaptarse a las necesidades comunicativas de los hablantes. Precisamente esta dispersión lingüística ha hecho temer a muchos lingüistas un futuro de fragmentación semejante al del latín, aunque instituciones como las Reales Academias y el Instituto Cervantes trabajan para preservar la unidad de nuestra lengua y su difusión uniforme. En las últimas décadas es de destacar cómo el español se ha visto afectado por cambios interesantes; entre ellos son notables los relacionados con la permeabilidad que nuestra lengua muestra hacia otras lenguas, principalmente hacia el inglés, y con el uso de las nuevas tecnologías de la comunicación, sobre todo Internet.
5