SIGLO XVIII

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TEMA 1. EL SIGLO XVIII: MARCO HISTÓRICO Y CULTURAL. CARACTERÍSTICAS. AUTORES Y OBRAS MÁS SIGNIFICATIVAS. El siglo XVIII supone en Europa la paulatina descomposición del Antiguo Régimen – cuyo suceso más significativo a finales de siglo fue la Revolución Francesa (1789) – y el reforzamiento del Estado y la centralización del poder en monarquías absolutas en un sistema político conocido como Despotismo Ilustrado (“Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”). En lo económico, superada la crisis del siglo precedente, es una época de grandes transformaciones, sobre todo en lo referente a la agricultura y a la industria, que se traducen en un crecimiento demográfico significativo. Culturalmente el siglo XVIII se identifica con la Ilustración, movimiento cultural e ideológico nacido en Francia cuya base fundamental es la defensa de la razón - y los nuevos métodos de trabajo (observación, investigación y experimentación) – como principal fuente de conocimiento. El estilo artístico que corresponde a estos principios ilustrados es el Neoclasicismo, que propugna una vuelta al modelo clásico grecolatino y el sometimiento a unas normas fijas, siempre con un propósito educativo. A pesar del notable avance que, en líneas generales, se experimentó durante el siglo XVIII tanto en política como en economía o educación, la estructura social continuó siendo estamental; es decir, encontramos: nobles que viven de sus tierras; un clero que dispone de las enormes riquezas de la Iglesia; campesinos en condiciones precarias; y artesanos y comerciantes que poco a poco van constituyendo una importante burguesía, aunque insuficientemente organizada. Contexto histórico español España inició el siglo XVIII con la Guerra de Sucesión (1700-1713), pues al morir sin descendencia Carlos II el trono se lo disputaron Felipe de Anjou y el archiduque Carlos de Austria. Tras el fin de la guerra, con Felipe V se instaló en el trono español la dinastía de los Borbones, de origen francés, y España perdió las pocas posesiones que le quedaban en Europa (Países Bajos, Nápoles, Sicilia, Gibraltar y Menorca). Durante el reinado de Felipe V (1700-1746), además de sentarse las bases del futuro desarrollo, se fundaron importantes instituciones culturales – la Biblioteca Nacional (1712), la Real Academia Española (1713) y la Real Academia de la Historia (1735) – y se produjo la centralización y unificación administrativa del Estado a través de la promulgación de los Decretos de Nueva Planta (1716). Con Fernando VI (1746-1759) el país vivió un período de paz interior que favoreció la paulatina introducción de los ideales ilustrados. Sin embargo, fue durante el reinado de Carlos III (1759-1788) cuando se impulsaron las más importantes reformas ilustradas y se llevó a cabo la expulsión de los jesuitas (1767). Finalmente, los acontecimientos desencadenados con la Revolución Francesa marcaron los años de gobierno de Carlos IV (1788-1808) y provocaron que se cerrasen las fronteras y no se permitiera la entrada de propaganda revolucionaria; con todo, esta progresiva decadencia culminó con la invasión napoleónica de 1808 y el levantamiento de los españoles contra el ejército francés en la Guerra de la Independencia.

1.1. LA ILUSTRACIÓN Es un movimiento ideológico y cultural que nace en Francia y cuyo principio fundamental es la defensa de la razón como fuente de conocimiento; de ahí que se le conozca a este periodo como Siglo de las Luces. Este espíritu reformista y crítico afectó a todos los ámbitos del saber: filosofía, política, arte y literatura. Sus principales características fueron:

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Racionalismo – El fundamento del conocimiento se encuentra en la razón, y no en instancias superiores como Dios, la tradición o la autoridad de los escritores de la Antigüedad. La fundamentación racional del saber favorece lógicamente el desarrollo científico y técnico y , por el contrario, menosprecia todos aquellos aspectos no racionales del ser humano ( emociones, fantasía). Utilitarismo – Frente a las concepciones religiosas y metafísicas de tiempos anteriores, se impone ahora una concepción materialista y burguesa del mundo para la cual lo importante es aquello que es práctico. Reformismo – Los ilustrados aspiran a que sus ideales tengan una concreción práctica en la realidad, por lo que proponen reformas sociales, económicas y políticas que los hagan posibles. Neoclasicismo – Es el estilo artístico que recoge las ideas ilustradas y cuyas manifestaciones artísticas están siempre sujetas a reglas, basadas fundamentalmente en Horacio y Aristóteles. De todos modos, constituye un error identificar el siglo XVIII con el Neoclasicismo (iniciado a mediados de siglo), pues se dieron otras corrientes artísticas como el posbarroco, el rococó y el prerromanticismo. Didactismo – El conocimiento de la realidad debe ir acompañado de su divulgación para que resulte útil al conjunto de la sociedad. El ensayo y las obras de divulgación son los géneros que más favorecen el didactismo y el utilitarismo que proponen.

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Por lo que se refiere a la Ilustración en España podemos afirmar que fue una ilustración tardía, pues su influjo es notable sólo a partir de la segunda mitad de siglo; tímida, ya que los reformadores españoles, al mismo tiempo que defendieron la razón y la actitud crítica como elementos imprescindibles para el progreso, se plantearon como meta únicamente las reformas y no el derrumbamiento de la sociedad y el gobierno establecidos; y breve, pues no pudo madurar debido a que los acontecimientos del país vecino retrajeron a muchos ilustrados y ejercieron una notable presión. En definitiva, el fenómeno ilustrado en España fue moderado, antirrevolucionario y de inspiración cristiana.

2. TENDENCIAS ARTÍSTICAS Y LITERARIAS DEL SIGLO XVIII Aunque el siglo XVIII suele designársele como la época del Neoclasicismo, pero también pueden encontrarse otros movimientos: • •

El posbarroquismo: Las características formales de la literatura barroca, arte sin contenido, pervivieron hasta mediados de siglo. El Neoclasicismo: Los autores se someten a la preceptiva clásica, de ahí que la literatura resultante sea formalmente correcta, pero carente de emoción y espontaneidad. Las principales reglas serán: - La obra debe tener un alcance de universalidad y verosimilitud. - Se debe mantener la unidad de estilo y la separación de géneros - Debe tener finalidad moral y educativa El Prerromanticismo: Las frías ideas de la Ilustración fueron evolucionando hacia la emotividad prerromántica. Se divulga la idea de que el progreso y la civilización corrompen al hombre y se

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propone el regreso a la vida natural. Sus autores tenderán a expresar sentimientos de carácter melancólicos como impulsos del ser humano.

3. GÉNEROS LITERARIOS

PROSA

Es fundamental en este siglo, pues se va a convertir en el principal vehículo de difusión de ideas. A todos les preocupan más las ideas – las viejas para combatirlas y las nuevas para propagarlas – que la creación artística, e incluso ésta se supedita a la crítica o a la propaganda. La voluntad de intervenir en la vida pública a través de la literatura tuvo consecuencias estilísticas, pues la prosa del siglo XVIII sacrificó la pompa a la claridad y adquirió una sencillez de tono moderno que constituye su principal atractivo. El género en prosa más importante de todo el período es el ensayo, que nace precisamente en este siglo y se constituye como el medio más eficaz para difundir el pensamiento ilustrado. Con una extensión y una estructura muy variadas, en él se presentan desde una perspectiva personal y sin carga erudita temas de todo tipo. Sus principales representantes fueron: Feijoo, Cadalso y Jovellanos. Considerado el primer ensayista moderno español, el monje benedictino Fray Benito Jerónimo Feijoo (Casdemiro, 1676 – Oviedo, 1764) consiguió integrar el pensamiento de la Iglesia y el nuevo espíritu científico. Su obra, de gran variedad temática, perseguía dos fines: la introducción de doctrinas nuevas a fin de que España se abriese a Europa y el destierro de los errores “comunes” y las supersticiones que aún se mantenían vigentes. Su magna obra se recoge en los volúmenes del Teatro Crítico Universal (1726-1739), un conjunto de disertaciones sobre distintas materias: medicina, ciencias de la naturaleza, geografía e historia, literatura, teología….y en sus Cartas eruditas y curiosas (1742-1760). Su estilo es sencillo y natural pues su intención es científica y didáctica y no estética. Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811) representó mejor que nadie la síntesis del pensamiento de la época. Fue un observador nato de la sociedad de la época y trató de resolver de modo práctico los problemas del momento. La intención que anima sus escritos es el reformismo. La mayor parte de su obra consiste en ensayos dedicados a diversos aspectos de la sociedad: la agricultura, la educación, los espectáculos. Sus obras más emblemáticas son: Memoria sobre la policía de los espectáculos y diversiones públicas en España (1790) y el Informe sobre el expediente de la Ley Agraria (1795). Su prosa es sobria y elegante. José Cadalso (Cádiz, 1741- Gibraltar, 1782), además de su obra lírica y dramática (Ocios de mi juventud, Sancho García), cultivó la prosa ensayística en Cartas marruecas, publicada póstumamente en 1789. La obra tiene forma epistolar, pues está constituida por las cartas que se intercambian tres corresponsales: Gazel, joven marroquí que realiza un viaje por España; Ben Beley, su preceptor; y Nuño Núñez, español que sirve de amigo y guía de Gazel. En este tipo de obras se retrata el propio país a través de las impresiones de un turista extranjero, recurso que permite ofrecer una visión crítica de la sociedad, las ideas y las costumbres nacionales. Cadalaso justifica el retraso de España como consecuencia de la ruina provocada por las continuas guerras, la pereza de los españoles, el atraso científico, las supersticiones…A pesar de ese escepticismo, Cadalso manifiesta confianza en el ser humano y en el progreso.

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El otro gran género en prosa por excelencia, la novela, tiene un escasísimo cultivo. Ello se debe al afán de los ilustrados por hacer literatura útil y al hecho de que se trataba de un género que carecía de público, pues el género por excelencia dedicado a la diversión y el que más agradaba al pueblo era el teatro. Con todo, va a destacar la famosa Vida de Torres Villarroel y el Fray Gerundio de Campazas del Padre Isla, donde se critica la mala educación que se da a los sacerdotes y los excesos y alambicamientos de la oratoria sagrada. Sólo en la segunda mitad de siglo podemos hablar del pequeño auge que experimentó la novela, con las obras de Pedro Montengón y Paret, en particular Eusebio, de carácter educativo, y Mirtilo, considerada la última novela pastoril.

En cuanto a la POESÍA, ésta no se muestra uniforme a lo largo del siglo XVIII. Se corresponde, en líneas generales, con las cuatro etapas artísticas que dominan el período: -

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La poesía posbarroca, caracterizada por seguir vinculada a la estética del siglo precedente y a sus modelos (Góngora y Quevedo), está representada por Eugenio Gerardo Lobo. La poesía rococó, que trata fundamentalmente temas menores – amor, naturaleza y belleza femenina – y que se caracteriza por su valor decorativo y refinado, tiene a su máximo representante en Alonso Verdugo y Castillo, conde de Torrepalma (1706-1767). La poesía neoclásica, que corresponde fundamentalmente al reinado de Carlos III, se va a caracterizar por: el predominio de lo racional sobre lo sentimental, la sujeción a unas normas y la finalidad didáctica y moralizante (el docere delectando); la figura más representativa de esta tendencia es Juan Meléndez Valdés (1754-1817), que compuso numerosas anacreónticas (Los besos del amor) y epístolas (El filósofo en el campo) que recogen las inquietudes del momento. Por otro lado, los autores que recuperan la fábula clásica en este momento satisfacen la preocupación didáctica ilustrada; sus máximos representantes fueron Tomás de Iriarte (Fábulas literarias, 1782) y Félix María de Samaniego (Fábulas en verso castellano, 1781). Finalmente, la poesía prerromántica fue cultivada por los líricos nacidos en la segunda mitad del siglo XVIII que sufrieron la experiencia del destierro y que entraron en contacto con la literatura de otros países; en sus composiciones recrean la grandilocuencia casi romántica que tiene como temas las revoluciones sociales y la prédica del liberalismo; destacan Nicasio Álvarez Cienfuegos (Mi paseo solitario de primavera, Un amante al partir su amada) y José María Blanco White (Una tormenta nocturna en alto mar).

El TEATRO va a ser un género que va a encontrar numerosas trabas y dificultades creadas por el clero en su afán por preservar la moral y las buenas costumbres de la corrupción que creían ver en las tablas. Fueron numerosas las polémicas mantenidas en torno a la cuestión dramática entre los defensores del teatro barroco y los del teatro clasicista, que pretendían que el teatro exaltara la verosimilitud y criticaban el exceso de acciones secundarias y el personaje del gracioso. El máximo logro ilustrado en este sentido fue la prohibición de los autos sacramentales en 1765. Por otro lado, eran pocas las ciudades que contaban con teatros estables. Madrid, ciudad con intensa vida teatral, contaba con tres teatros públicos: Teatro de la Cruz, Teatro del Príncipe y los Caños del Peral. La pervivencia del teatro barroco – que ocupó la mayor parte del siglo – se manifestó, aunque degenerado, en autores como Antonio Zamora (No hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague y convidado de piedra, versión particular del Burlador de Tirso) y José de Cañizares (El anillo de Giges).

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El subgénero dramático de la tragedia resultó un auténtico fracaso en este siglo; ello fue debido en parte a la inexistencia de una auténtica tradición trágica española, en parte al excesivo mimetismo de sus cultivadores, que en un principio se apegaron a los modelos y personajes de la Antigüedad y de la historia bíblica. Sólo después, comenzarán a cultivar los temas de la historia nacional (Sancho García de Cadalso). Con todo, la obra de mayor éxito fue la Raquel, (1775) de Vicente García de la Huerta, que ponía en escena las artimañas de la judía de Toledo, amante de Alfonso VIII, por hacerse con el control del trono y en la que los contemporáneos quisieron ver una alusión velada al motín de Esquilache. Por su parte, la comedia gozó de un justo éxito, aunque tardío. Formalmente, se caracterizó por ajustarse a las tres unidades clásicas (lugar, tiempo y acción) y estar dividida en tres actos; dentro de la verosimilitud y el afán moralizador, son obras de crítica social sin estridencias y con toques de sentimentalismo. Su mejor representante fue Leandro Fernández de Moratín (1760-1828). Escribió cinco comedias según los moldes clásicos y su temática fue básicamente la crítica familiar – los matrimonios de conveniencia – y literaria – ridiculización del drama barroco –. Su obra más exitosa, representada en 1806, fue El sí de las niñas, donde censura la falta de libertad de las jóvenes a la hora de contraer matrimonio. Dentro de la comedia triunfó la comedia sentimental o lacrimosa, importada de Francia, y caracterizada por combinar elementos cómicos y sentimentales con un propósito moral o pedagógico, siempre con un final feliz. La obra más representativa fue El delincuente honrado de Jovellanos. Finalmente destacaremos la importancia que tuvo un género menor, el sainete. Se trata de una pieza corta que refleja el ambiente, costumbres y lengua del Madrid popular en una clara búsqueda del pintoresquismo y de la viveza de los diálogos. Su principal cultivador fue Ramón de la Cruz con obras como: La Pradera de San Isidro, El Rastro por la mañana, El petimetre, Manolo, tragedia para reír o sainete para llorar. En conclusión, podemos afirmar que es el XVIII un siglo poco valorado desde el punto de vista literario, y esto no debe hacernos caer en el error de que se escribía mala literatura, sino que debe llevarnos a pensar que la literatura escrita en este siglo es hija de su tiempo histórico: la Ilustración.

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