AMORES ALUCINÓGENOS
CRISTTOFF WOLFTOWN
AMORES ALUCINÓGENOS
CRISTTOFF WOLFTOWN
AMORES ALUCINÓGENOS Cristtoff Wolftown ©
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“No hay grito más desgarrador que el silencio”
Luego de responder a tientas y media dormida el teléfono y, tras una larga conversación con su querida amiga, Ema colgó con un dejo de preocupación que no pudo disimular al despedirse, omitiendo hasta el adiós. Juliana la dejó demasiado en ascuas al comentar todo y cuanto habían hecho después de aquellos tragos al salir de la oficina durante la noche, pues había muchos pasajes que, sencillamente no recordaba del todo; incluyendo su llegada a casa. Se levantó, sintiendo una resaca de proporciones, caminó hacia el ventanal y deslizó las cortinas para tomar algo de aire y sol. Ensimismada, se quedó mirando a través de los edificios del condominio hacia la nada; meditaba, sin encontrar respuesta a sus inquietudes. Se avergonzaba de sí misma al no lograr recordar nada, o al menos parte de los
detalles importantes que mencionó, riendo, Juliana. Las únicas pistas del individuo que, según su amiga, era muy probable haya dormido en su cama, puesto que Ema no lo habría dejado en paz durante toda la noche, actuando como gata en celo cuando alguien de las chicas quiso intercambiar palabras con él, eran que se trataba de un tipo de gran talle, varonil, apuesto y cortés; atributos suficientes para que, según Juliana, Ema no lo soltase y se dedicara durante toda la jornada a coquetearle, descaradamente: - ¡Si creíamos que te lo servirías en el baño, galla! - fue lo último que escuchó antes de cortar la llamada. Ya en la cocina, se dedicó a preparar algo liviano para comer, pero... no podía sacarse de la cabeza las palabras de Juliana, por lo que continuó haciendo el ejercicio de repasar
cada minuto desde que ambas hubieran planeado irse de juerga la tarde anterior. Efectivamente tuvo una semana de locos y junto a Elena y Juliana acordaron, en un minuto, olvidarse de todo y salir juntas; estaría prohibido hablar de trabajo y bajo ninguna circunstancia limitarse entre las tres. Sería una reunión, como varias otras que sostenían una o dos veces al mes, pidiendo la promoción de turno, que solía variar entre mojitos, vodka tónica o algún sour; inclusive cervezas, según la sed. El tema es que justo ayer recibieron un premio especial de la barra por atreverse a cantar juntas un tema en karaoke y ello las alentó a quedarse un rato más. ¿Qué más sucedió después?, es lo que debería recordar... Retirando la ropa seca y mientras bailaba ordenándola en las cajoneras del closet escuchando un especial de
Erasure, de repente hizo un alto inesperado; imágenes en desorden le atormentaron por un segundo. Caminó al living y se desplomó en el sofá. Frente a ella, el televisor con el video de una de las mejores canciones de aquel grupo. ¡Había bailado ese mismo tema anoche! Lo recordó en forma nítida, pero... ¿Por qué no estaban sus amigas con ella? Una laguna demasiado grande es la que debía sortear. Desesperada, se amarró unas zapatillas y salió rauda de casa. Necesitaba aire. Se sentía ahogada. Se dedicó a trotar por varias cuadras, enceguecida e intentando pensar en nada, absorbiendo la brisa helada en su rostro. Cansada, decidió hacer un alto. Un agua con sabor le haría bien para hidratarse; sin embargo, otra imagen la atacó furtivamente. Recordó estar a las puertas de un motel de
mala calaña y desecharlo de inmediato, mientras convencía a quien la acompañaba, que prefería tenerlo a solas y en su propia casa... ¿Cómo tan puta, por dios!, se recriminó una vez más, tapándose la cara con ambas manos y soltando la botella de agua al suelo. En seguida tomó el celular y marcó a Juliana. - ¡Dime que recuerdas el nombre del idiota que anoche tanto acosé, July! - le ordenó a su amiga quien, asustada sólo alcanzara a mencionar, - Pablo... creo… -, antes que Ema cortase de nuevo y se encaminara de vuelta a casa. Regresó sudando y abrió de sopetón la puerta para quedarse congelada en la entrada. Tomó aire, mientras se agachaba con las manos en la espalda para recobrarse. Se dirigió a su pieza y comenzó a trajinar, desquiciada, primero
los cajones de ambos veladores, debajo de las almohadas, bajo la cama. Arrancó de cuajo las sábanas y desmenuzó la cobija del plumón, lanzándose al suelo. Se tiró sobre el colchón y echó a llorar desconsolada. ¡No podía ser! ¿Por qué pasarle estas cosas a ella! Ella, que se sabía y era respetada por su inteligencia, una ejecutiva dentro y fuera de casa, ahora convertida en una soberana tonta, una puta descarada que al parecer se acostó con un desconocido en su propia cama y que encima de todo no recordaba nada. ¿Y si la violó? ¡Quizás le robó! pero, la muy bruta no se acordaba... Sollozando, se abandonó en un profundo sueño, de espalda, en la cama desarmada y con el rostro abrazado a una almohada.
El tiempo a veces pasa sin preguntarnos nada, y fue así como de un momento a otro, se encontró escuchando una voz que le murmuraba al oído «ser la mujer que siempre soñó», mientras permanecía sumida en el goce mismo que desde su interior brotaba y la inundaba. Una bomba, ¡pero de racimo! es la que sentía por dentro, estremeciéndola en múltiples llamaradas de placer infinito. Semi inconsciente, sentía cómo era presa de aquellas manos diestras. Por más que lo intentase, no podía volver en sí; el placer la mantenía secuestrada a sus anchas. Cero voluntad, solo un visceral deseo porque dicho instante no terminara jamás. Sabemos que existe un lapsus de tiempo donde no podemos distinguir entre sueño, imaginación y recuerdos... Es lo que sucedía a Ema, tendida en su cama; entregada sin
resistencia
alguna
al
placer
que
se
encontraba
experimentando. Aquella voz, tan cercana, tan inolvidable, tan profunda y deseosa. Dejó que aquel extraño finalizara su buen trabajo, abandonándose a la dicha de sentirse en otra dimensión, estremeciéndose, arañando todo a su alrededor, entre convulsiones y espasmos, ahogada en un sublime placer para, retomando fuerzas, recobrarse y aferrarlo a su cuerpo. Necesitaba besar sus labios, necesitaba besarlo interminablemente e incitarlo a entrar en ella; no podía sola con toda esa sensación; no podía permitirle no sentirla, no sentirlo dentro; no compartir ese bendito y permanente goce. ¡Cuánto había esperado por sentirse tan amada y deseada! ¡Cuánto hacía que no sentía el ser recorrida con tal desmedida, con tal lujuria!
Al borde del abismo, esperando ser inundada por la simiente de aquel ser, despertó… sola, desconcertada y palpando su humedad de espaldas en la cama. No, no, no y mil veces no… ¡Pero de dónde diablos tanta estupidez en un mismo día! Se abandonaba nuevamente, pero esta vez ya sin rabia, sino con impotencia. Ya no sabía qué era real y qué no. ¿Había hablado realmente con Juliana al despertar? ¿Qué día es hoy? ¿Realmente salieron juntas ayer y existió aquel hombre? Las preguntas ahora resonaban con eco dentro de Ema. Se sentía enloquecer y descartaba de plano llamar siquiera a Elena como para probar lo de Juliana; y si todo había sido realmente un sueño y la muy tonta nunca estuvo en lado alguno sino en casa… Las manos en la sien. Sin ánimo
alguno de abrir los ojos, permaneció en silencio, al centro del living, respirando profundamente. Inspiraba, exhalaba. Inspiraba,
exhalaba.
Sumida
en
el
más
absoluto
ensimismamiento, sintiendo sólo su pausado respirar fue repentinamente sacada de sí al sentir cómo alguien introducía una llave en la puerta de entrada, dejándola por completo paralizada. Los ojos abiertos, vuelta hacia la entrada, sin saber a qué atenerse. La piel, su piel erizada y el corazón de pronto sin ritmo alguno, mientras fuera quien fuese abría lentamente e ingresaba, oculto por las sombras de una noche sin estrellas, sin ninguna luz encendida. Quizás cuánto tiempo estuvo ahí, parada y ahora esto… No atinaba a nada, siquiera un parpadeo… El pulso volvía a ella, pero de tal manera que ya se veía delatada. No quería mover
músculo alguno. Nada, sino hasta que aquel ser avanzara un poco más y poder distinguir la figura y asestarle con lo primero que encontrase. Sintió cómo avanzaba, a tientas buscando el interruptor… Se encontraba más cerca. Comenzó a intentar visualizar con qué podría servirse para asestarle un golpe certero y terminar con todo en el momento… De repente y antes que pudiera identificar cualquier objeto, se prendió la luz, encegueciéndola por completo y solo atinó a taparse la cara y gritar... -¡Ema! Ema, despierta. ¿Soy Pablo, recuerdas? Fui por algo para comer y lleve tus llaves, que dormida me señalaste. ¿Qué pasó? Tardé máximo una hora, pero aquí ardió Troya… Disculpa que haya encendido así de improviso la luz, pero casi me estrello en el suelo, por un par
de almohadas… ¡Pero si estás blanca! Hermosa, si quieres te vuelvo a sonrojar a punta de caricias; prometo volver a ocuparme de ello… Eres la mujer que siempre soñé, ¿Te lo habré repetido tanto como para que me creas? Luego de amarse durante horas, Ema decidió levantarse y, delicadamente, dejó dormido a su amante y se fue al living. Si bien le costó encontrar el teléfono, al fin podría compartir su dicha a Juliana. - Amiga, hola! Quería agradecert... - pero fue interrumpida por su amiga. - ¿Ema, dónde mierda has estado todos estos días, por la cresta? Nos tenías preocupadas y pensando lo peor... ¡Responde, Ema!. ¿De qué hablas, July? He estado con Pablo, quien dulcemente me ha cuidado y amado... - pero del otro lado la volvían a interrumpirla - ¿Y quién mierda es Pablo, Ema!
¿Dónde estás, por la cresta? . - Pablo, el chico de la fiesta. De quien tú misma me refrescaste la memoria. ¿De quién más voy a hablar? Y claro que estoy en mi casa... – Sal de ahí, Ema ¡Vamos para allá con la policía, ahora mismo. Fuiste secuestrada y sólo dios sabe que más... Sal de ahí como puedas y espéranos con algún guardia. ¿Me entendiste, Ema?
...El silencio se dejó escuchar en los oídos de Juliana...