Cromomagazine azul

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CROMO MAGAZINE de Escuela de Color

abril / 2013


CROMOM

de Escuela

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#2/


AGAZINE

a de Color

Azul


Javier Osuna + José Alberto Lópe

Palma Medina + Jacinthe Chevalie

Julio Malo de Molina + Pepe Palacio

Francisco Basallote + Julián Delgad

Paco Piniella + J. Antonio Jiménez Millá

Fernando Casanova + Javier Lorent

Alberto Agraso + Mª Luisa Domínguez Mesone

Dolors Alberola + Ilde Reci

Mariló Rico + Inma Naranj 4

Adela Leonsegui + María R

Raquel Esteban + Ángel Pantoj

Virginia León + Felipe Ortega-Regalad

Felipe Benítez Reyes + Román Loka

Tamara García del Valle + Natalia Auffra

Fátima Vila + Elsa Karin Bosdotte


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Texto: Javier Osuna / Imagen: José Alberto López

Colores encriptados

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Se dice que el rojo y el gris trazan penumbras muy verdes cuando azul, su tono neutro siembra añil tu colorete. Se dice que naranja y gris unen el amarillo y negro; trenzan cálidos granas; si es blanco y fucsia aguafuerte; celeste, turquesa y oro. Nueve versos de colores: ocres, pasteles y neutros junta sílabas escondidas y llama a José Alberto.



Texto: Palma Medina / Imagen: Jacinthe Chevalier

Mi arcángel azul Llegaste desde Rusia como el típico felino de aquellas tierras lejanas. En cambio, soy consciente de que tu presencia sirvió para tranquilizar mi alma de los vanos demonios que me atormentaban. Ya Lorca describió en su Canción novísima a tu compañero Mefistófeles como maestro de alta melancolía que cura tristezas, pues mientras tú duermes como un dios perezoso, yo suspiro por algo que voló. Inspiras la creatividad, como a Rubén Darío en su primera obra que lleva por nombre el tono de tu pelaje. Pues ya lo dijo Víctor Hugo: el arte es azul.

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El gran Montgomery se preguntaba de dónde vino tu color deslumbrante. En Egipto dirían que de la templanza y la sabiduría. Pero yo que te conozco, sé que tu sangre no proviene de la aristocracia. Eres llano y sencillo. Y ese cian que te envuelve, es el que a mí me proporciona la paz que necesito cuando mi mente está abrumada. Me acompañas en mis desvelos. Sabes adivinar mis estados de ánimo. Por eso compartimos lo bueno y lo mano con que la vida nos sorprende a diario. Mi fiel amigo, con tu devoción lapislázuli de gema recién tallada, devuelves a mi corazón la frescura perdida en años de batalla. Tu timidez me desarma, cuando con tu voz melosa, ronroneas a mi lado con la luminosidad del cielo y del mar. Reconoces mi triste mirada, mis amores malogrados. Y entonces vienes a mí para que cure mis heridas al tacto de tus caricias. Con esa gratitud azulada en la que los sentimientos no se cuestionan.


“En cualquier lugar del arcoiris, los cielos son azules y los sueños que te atreves a soñar se vuelven realidad.” Lyman Frank Baum


Texto: Julio Malo de Molina / Imagen: Pepe Palacios

Todos los colores del azul proceden del mar, como la vida, como la libertad, como la propia arena dorada cuyas olas de dunas detienen las olas. Es tan difícil y a la vez tan elemental pintar el mar, la mar, infinito, infinita, seductor y seductora. Preguntad a los marineros, para ellos la vida y la muerte solo depende de escasos centímetros, lo que mide el espesor del casco de su viejo carguero oxidado, pero solo hay dos clases de hombres, los que navegan y los demás. Preguntad a quienes una y otra vez han desafiado el infortunio de las tormentas, siempre añoran la mar, mientras vivan les estará llamando. 10

A mí me seducen todos los cuadros que miran a esa mar que llevo observando desde que nací en una pequeña isla en medio del océano infinito. Todos los azules del mar, que son tan infinitos como las olas que pueblan sus superficie y bajo las cuales descansa Poseidon en un remanso de paz y silencio, junto a los restos del Titanic, mirando fascinado la orquesta que aún toca sin sonido sobre la cubierta rota en dos partes. Me seduce este cuadro porque huele a mar y arena porque al mirarlo recuerdo todos los mares de mi infancia y aquellos otros tan diversos sobre los cuales he navegado, la mar siempre te llama... no me pongáis frente a un cuadro que huele a mar, deberé como Ulises atarme a los palos de mi barco de piedra para no ser arrastrado por el rumor de las olas y del viento levantando pequeñas nubes de arena.


Elegantes pinceladas azules, verdes, blancas, sepias... Pepe Palacios nos enseĂąa la mar de noche cuando resulta mĂĄs seductora, tal vez para envenenar mis sueĂąos. Gracias Pepe.


Texto: Francisco Basallote / Imagen: Juliรกn Delgado

Sombra azul

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El oro que te cierne las sienes no interfiere la hondura de tus ojos, exentos de lascivia mas no de una profunda incertidumbre que solo el azul diluye en el aura rosada de tan firme torso.



Texto: Paco Piniella / Imagen: José Antonio Jiménez Millán

La mar brincaba al galope para terminar su azul en la arena. Y la espuma chisporroteaba: redonda y rabiosa; los cascajos se erizaban por los bordes. Silicio índigo, azulón en sus reflejos, perspicaz y atento en horizonte desdoblado. Una silla, un trono, para una sirena. Todo era azul delante de aquellos ojos, mortero denso y profundo,

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huellas de un solitario pescador, de un lobo escondido, medusas varadas como viejos candrais en el puerto pesquero. Chimenea gaseosa y vino de verano. La mar brincaba al galope para terminar su azul en la arena.


Texto: Fernando Casanova / Imagen: Javier Lorente

Apartando estrellas, ángeles, polvo cósmico, materia oscura y algunos querubines, me he abierto camino por el firmamento y he deambulado sin descanso buscando el origen de todo, el punto inicial, el principio de todos los principios.

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Con sorpresa, y en cada pliegue, en cada rincón del cielo, me he ido encontrando con los que a lo largo de la historia han formado opinión sobre la constitución del inicio, del “principio”. Allí, en mi recorrido, he podido ver a Empédocles, a Copérnico, a Anaximenes, a Giordano y a Galileo, a Inmanuel Kant. ¿Qué sé yo?... a todos; y cuando les pregunté qué debía hacer para llegar, para encontrar el origen, todos respondieron sin dudar del mismo modo: busca la luz. Y... volviéndome loco detrás de la luz, me di cuenta de que no necesitaba buscarla entre las galaxias: la luz estaba aquí con nosotros, a cada paso, en cada esquina. Es luz el color del cielo cada mañana, el concierto de los viernes por la noche y la manida puesta de sol, las fachadas de Chefchaouen o el cuerpo sugerente de una mujer; son de luz las lágrimas del dolor colocadas en la mejilla de cualquiera o la irreverente madrugada del lunes. Luz, sensaciones bajo un transparente tul que nos deja ver, tímidamente, un mundo atiborrado de formas. Un día la luz convocó a todos los dioses de los confines del cosmos y les invitó al gran espectáculo de la existencia. Ayudada por Afrodita proyectó su haz sobre las gotas que el agua, generosamente, había dejado en suspensión mostrándonos todo lo que escondía dentro de su casa. En un instante, mágicamente y en un acto de amor, pintó el cielo de colores, así, sin más. El gran espectáculo quedó servido.


Descubrí la pasión del rojo, la majestuosidad del naranja, el áureo amarillo, el sosiego del verde y junto al añil y al violeta, justo en ese lugar, reposaba “el principio”, el primero después de la oscuridad absoluta, el azul. De este modo la luz quiso explicarnos que los colores no eran una longitud de onda captada en la parte visible del espectro electromagnético, no, no eran emociones envueltas cuidadosamente con la brisa del mar. Si te fijas, si escuchas el silencio del cielo oirás como canta el azul cada mañana, como impregna los sueños, como se mece en el mar. Es el azul entre todos los azules, caeruleus, caelum, azul del cielo, AZUL CERÚLEO DE LAS PETUNIAS, el principio, el color.


Texto: Alberto Agraso / Imagen: Mª Luisa Domínguez Mesones

Un buen día, de entre las sombras grises de la rutina y el desaliento, tú, azul sublime, surgiste en mi mundo. Siempre habías estado allí, cubriéndome con tu manto infinito decorado de nubes y estrellas, alzándote imponente sobre las blancas azoteas, sobre nuestras cabezas nubladas por la ilusión de falsos desengaños.

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Siempre habias estado allí acariciando, inmenso, las costas de mis limitaciones aprendidas. Esperando con paciencia a que te descubriera para, por fin, sumergirme en tu profunda infinitud. Siempre allí, desnudo ante los ojos de mi corazón dormido. Invisible a unos sentidos incapaces de distinguir siquiera el milagro de su propia existencia. Pero una vez te vi, no pude abrirte de par en par las puertas de mi alma entera, y dejar que te instalaras en ella por siempre jamás. Tu cielo se convirtió en la bóveda de mi nuevo templo, y tu mar en la promesa cierta de una mañana sin imposibles. Y entre blancas azoteas, alejado de los ruidos y distracciones de tu regalo de vida, me cité contigo cada día, dichoso de encontrarme con la plena soledad de tu presencia. Tú y yo volvíamos a ser uno.



Texto: Dolors Alberola / Imagen: Ilde Recio

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El mar siempre fue azul, del color de la caja de la noche aclarándose en barcos o como el mismo sueño de intempestivas rosas que se hacinan en plásticos y beben del lado más cuadrado del delirio. Azul contra un azul más blanco y un negro que, azulándose, se agrupa a la corriente. Yo siempre fui de mar, de recuadros sin fechas, de antiguos calendarios madurando las frutas de los pechos y el dolor inguinal de las vendimias. Siempre fui de un silencio palpable que suena hasta vacío en estos almacenes de la vida, del color de la caja de las horas que no pueden guardarse lejos del corazón y sus andamios.



Texto: Mariló Rico / Imagen: Inma Naranja

Cóctel de luna

- ¿Has visto cómo la has dejado? - Es que este combinado gasta mucho. - Los gatos andan inquietos y la noche se ha puesto de un color sospechoso. 22

- Me parece a mí que este azul va a dar que hablar.



Texto: Adela Leonsegui / Imagen: Maria R.

La Morpho Azul De ignorarlo a desearlo, esa ha sido la evolución que en mi escala de valores ha tenido el color azul. Cuando de niña cantaba “tengo una muñeca vestida de azul”, andaba con la cabeza llena de mariposas y creía que esa muñeca era un juguete desgraciado. Las niñas vestían de color rosa, las muñecas de las niñas vestían de color rosa y en mi mundo infantil el azul no era un color, al menos uno de los que yo conocía. 24

De joven el colegio me puso en mi sitio. Mi uniforme, ese que tuve que vestir durante años todos los días de la semana, siempre fue azul. Las mariposas de mi cabeza pasaron a ocupar todo mi yo y en esos años me convertí en la “morpho”, una mariposa tropical de color azul que para el “finde” guardaba el pantalón vaquero, esos Lee que empecé a querer por no quedarme otro remedio. Aprendí, ya de adulta, a entender el valor y la belleza de las joyas y las piedras preciosas, de las que he sabido que solo existen cuatro especies: el diamante, el rubí, la esmeralda y el zafiro azul. Alguna de esas mariposas que todavía habitan en mí desean que mi amante, solícito y galante, me enjoye con un zafiro azul. A mí yo menos soñador le basta con seguir mirándole a los ojos y sentir mariposas azules en el estómago.



Texto: Raquel Esteban / Imagen: Ángel Pantoja

Sueños de críos, ilusiones pasadas, cuéntame un cuento, de princesas y héroes. Más allá que acá, cógeme la mano y corre. Risas alocadas, tiernas, las de la inocencia y la inconsciencia. Algodón de feria teñido de ilusión, tonto el último, colorín colorado esta historia no ha acabado.

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Y tú por qué no viniste? Es que tú ya has llegado? Ave María purísima, que en gloria esté. Si tú quieres, yo te llevo, si tú quieres, yo te espero. Duerme mi niño, duérmete ya, aquí todo es azul, nada te espantará. Respira, mi bien, respira, que más arriba la luna brilla. ...Adiós mi bien, aquí te espero, no temas nada que yo te quiero.



Texto: Virginia León / Imagen: Felipe Ortega-Regalado

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Es el surrealismo de una naturaleza salvaje y elegante lo que atrapa mi mirada. Naturaleza caprichosa, de elementos reconocibles e inventados. Naturaleza onírica, de posibles e imposibles. Descabellada y cautivadora. Naturaleza azul, la que me cautiva, porque es en ese azul intenso de esta obra de la serie “Recuerdos Futuros” de Felipe OrtegaRegalado, donde se acuna mi ideal de naturaleza. El del cielo alegre que azulea sin atisbo de tormenta y el del mar sereno que me serena cuando ahuyenta la marejada. El azul primaveral y sobrecogedor que desde la imposición de todo su ser arrasa hasta dominar esta naturaleza fantástica inherente a su artífice. Es el azul intenso de un pavo real que asoma sin pies ni cabeza; el de una larva que se arrastra hacia la meta ingrávida de un plumaje iridiscente camuflado de azul. Un azul solo perturbado por el dominio técnico del dibujo con que su autor teje los seres híbridos de su rico imaginario pictórico, de texturas desconcertantes, casi reconocibles, casi palpables. De figuras que asimilo desde el dulce azul que les envuelve. Es el azul poseedor y poseído por la elengancia surreal y natural en que se mece la obra del artista cacereño Felipe Ortega-Regalado. El azul que atrapa mi mirada.



Texto: Felipe Benítez Reyes / Imagen: Román Lokati

Una persona con una maleta es un misterio para quien la ve: “¿Adónde irá?” Unas figuras en el andén de una estación, en la desnudez del espacio en que las sitúa Román Lokati. “¿Adónde irán?” Viajeros pensativos, agolpados y solitarios, extraños entre sí, con un destino -provisionalen común. Con un destino -en abstracto- cabe suponer que tan diferente. Ve uno mucha soledad en estos cuadros de Lokati.

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Hay mucha soledad, ya digo, en estas figuras, anónimas en la metrópoli, hechas al ir de aquí para allá, desde muy de mañana. Las estaciones son el punto de encuentro de unos desconocidos que jamás se conocerán, que nunca se encontrarán. Personajes hechos de muchas teselas, como los de sus mosaicos. Personajes construidos con piezas muy pequeñas y minuciosas, obligadas a encajar en un todo, como la identidad, como la conciencia. Román Lokati, nos habla en estos cuadros de muchas cosas inconcretas, a la espera de que las interpretemos. Una persona con una maleta se convierte en misteriosa. Una maleta es el detonante de un misterio. Estas obras de Román Lokati proponen la inmersión en ese misterio.



Texto: Tamara García del Valle / Imagen: Natalia Auffray

Te esperaba, moreno, te esperaba desde la noche de los tiempos, desde el amanecer aquel de los relojes. Siéntate moreno. Siéntate a mi lado y comparte conmigo esta jarra hasta los bordes de sangre. Sangre azul de los besos salados, de los escondites del puerto, de cielo que clarea, de horizontes...

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Te esperaba, moreno, para desatarme el corpiño, que ya tengo las enaguas pegadas al cuerpo y las faldas ribeteadas de mar. Dibújame con tu abrazo oceánico en esta taberna que era oscura antes de tu llegada y que ahora se me antoja tan azul como tu pupila. Mejor, hagámonos invisibles. Que solamente queden estos cuencos como única huella de esta historia difusa. Libérame, moreno, libérame de mí y de ti. Vierte tu savia en mis redondeces pero antes déjame que derrame el vino por mi garganta. Báilame el agua que soy arena, que soy orilla, que soy arrecife donde rompen las olas. Bebe conmigo, moreno, que te aguardo desde siempre con la paciencia de las estatuas. Tómame, moreno, que te deseo desde el primer roce con la obstinación de los soñadores. Abandóname, moreno, que soy jarra, que soy cuenco, que soy sangre azul de los puertos, princesa de las tabernas oscuras, reina de los besos salados. Abandóname, moreno, antes de llegar si quiera a este espacio que te brindo, que si atraco en tu azul temo naufragar.



Texto: Fátima Vila / Imagen: Elsa Karin Bosdotter

El último día del verano último Ella lleva una camisa estampada y tiene los ojos muy celestes. Un hombro queda fuera y se muestra solícito mientras agita un largo y finísimo cigarro. Me ha llamado su padre esta mañana, suerte que estamos nosotros porque imagínate el panorama de esa casa. El azul del mar, las sombrillas, los bañistas. Todo se agita como sus manos al compás de unos rizos perfectos que perfilan la escena. Yo estoy sentado al otro lado, con el resto de niños. Su hija Paula y sus sobrinos que, disciplinados, reparten una baraja de esquimal me miran ridículamente felices sobre la mesa. Familias de siete países. Hace poco los volvieron a rescatar en una de esas colecciones nostálgicas de los kioscos. 34

Los adultos son afectadamente amables. ¿Quieres un helado, cielo? ¿te has puesto crema, cariño? Me han dejado tomar helado y repetir. Me han dejado estar en el agua mucho timepo, hasta que he tenido frío y, por mí mismo, he salido afuera, tiritando. La madre de Paula me ha acercado su toalla, me ha abrazado para darme calor. He olfateado su olor en la camisa estampada de pájaros. Me he quedado un tiempo ahí. Quieto. Una de las inmensas palomas que se cortan en su hombro parecía mirarme fijamente. El rizo de algodón gastado permite que se filtre el calor. La madre de Paula tiene esa temperatura perfecta de las madres. Siempre es simpática pero hoy lo es más. Hoy le tiembla la voz mientras me sostiene teatralmente la mirada. Hoy es amable con una contención dramática que yo finjo no notar y


que aprovecho a la hora de pedir un tercer helado. Sé que esa noche no dormiré en casa. En realidad no me importa, casi me apetece, mis padres rara vez me dejan quedarme con otros compañeros del colegio. ¿Va a cambiar eso a partir de ahora? De alguna manera siento que mientras esté allí con ellos, puedo


hacer como que no ha pasado nada. Puedo volver a meterme en el agua hasta tiritar y esperar luego que ella me abrace, puedo tirar un poco más de esa amabilidad impostada de quién no sabe cómo comportarse.

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Mañana mi abuelo vendrá a recogerme y juntos nos reuniremos con mi padre en ese edificio gris de las afueras. Allí estarán mis tías, mis vecinos. Mi padre sentado en un sofá con la cara entre las manos. Mañana, y el resto de este verano, no habrá más días de playa. Sentado en el banco mientras se acercan a besarme y tocarme la cara, yo solo pensaré en salir corriendo de allí y volver a la playa azul, a refugiarme entre las palomas de la blusa de la madre de Paula. El niño está en shock. Es muy pequeño para todo esto. Aún no se da cuenta de nada. Mientras parlotean a mi lado, fantaseo con que la madre de Paula viene a rescatarme. Espero su perfume caliente, sus rizos, esa culpa indisimulable de quien se alivia de no formar parte de una desgracia. El resto del verano lo pasaremos en la sierra con mis tías. En septiembre no volveré a ver a Paula. Han mandado a su padre a otro destino, me dio muchos besos para toda la clase. Ni a su madre. Ni a los pájaros azules de aquella blusa que en mis sueños huele a mantequilla y leche hervida. El año siguiente volveré a la playa. Creo que ya tienes edad para ir y volver solo. Papá me ha hecho un juego de llaves y puedo quedarme hasta que caiga la noche con el resto de chicos. La playa es la misma, el lugar es el mismo, la hora es la misma pero la luz, un día tras otro, ha cambiado. Es amarillo, blancao, naranja.


No he vuelto a ver aquel azul. El azul del último día del verano último. A veces, recuerdo aquel paisaje celeste tras el que nada volvió a ser lo mismo. Recuerdo los helados y los incómodos silencios. A la madre de Paula, sus rizos, el temblor nervioso de su cigarro. A veces, pienso en mi madre. También es azul. Azul como aquel día en el que acabó el verano. Azul como encontrar alivio después de tiritar de frío.



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Dirección José Alberto López Diseño y maquetación Paco Mármol

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