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Editorial

REVISTA AQUA E n 2015, una de las principales preocupaciones de la salmonicultura chilena era avanzar en el ámbito sanitario. La situación era delicada y estaba teniendo repercusiones a nivel de mercado. Sin ir más lejos, en abril de ese año se produjo un hecho que fue la gota que rebalsó el vaso, con el anuncio de la cadena de supermercados norteamericana, Costco, de reducir sus compras de salmón chileno debido al uso de antibióticos. La industria tomó cartas en el asunto y comenzó a trabajar decididamente –con apoyo de las autoridades sectoriales y gran participación de la academia– por mejorar su estatus sanitario y realizar las acciones que sean necesarias para un manejo más eficiente de patologías como Piscirickettsiosis (SRS), responsable en gran parte del uso de antimicrobianos en el sector, y el Cáligus (piojo de mar), responsable del uso de antiparasitarios. Fue así como ese mismo año se dio inicio al Programa para la Gestión Sanitaria de la Acuicultura (PGSA), iniciativa ejecutada por el Servicio Nacional de Pesca y Acuicultura (Sernapesca) y que contó con financiamiento del Ministerio de Economía y de la Asociación de la Industria del Salmón de Chile A.G (SalmonChile), además de otras salmonicultoras. Esta iniciativa se enfocó precisamente en SRS y Cáligus, dejando importantes conocimientos disponibles para una mejor ciencia al servicio del sector.

En 2016, en tanto, se dio inicio al Proyecto Pincoy, iniciativa colaborativa que persiste hasta hoy y que busca aportar en el objetivo de reducir el uso de antibióticos en la producción de salmónidos en Chile. Su plan de trabajo incluye la elaboración de estrategias entre distintos actores que consideren programas genéticos, dietas funcionales y de alto desempeño, una cuidadosa selección de smolts, vacunas, protocolos de mejores prácticas en las etapas de agua dulce y mar, además de un cuidadoso monitoreo y presentación de reportes de utilidad para toda la industria. Desde antes, está funcionando también el Proyecto Cáligus, coordinado por Aquabench, el cual cuenta con la participación de 13 empresas productoras de salmónidos que se han unido para abordar en conjunto las mejores estrategias para combatir al piojo de mar. Este proyecto continúa trabajando muy activo, enfocándose ahora en buscar soluciones para barrios con alta concentración del parásito. Hoy, los salmonicultores nacionales están cosechado los frutos de este trabajo donde la colaboración pública y privada ha sido el eje central. Gracias a estos y otros esfuerzos, hoy SRS y Cáligus están pasando por un periodo de bastante estabilidad y el uso de antibióticos ha tenido una notable baja. Así quedó reflejado en el Informe sobre Uso de Antimicrobianos en la Salmonicultura Nacional Año 2020 de Sernapesca, donde se consigna que el año pasado el Índice de Consumo de Antimicrobianos (ICA) fue de un 0,035%, muy lejos del 0,063% del 2015. No obstante, los expertos coinciden en que no hay que bajar la guardia. Hay una serie patologías emergentes –como Tenacibaculosis y Amebiasis– que están mostrando un alza y a las cuales será importante ponerles freno más temprano que tarde. Lo cierto es que el escenario ha mejorado y, sin duda, ello será un gran aporte para avanzar hacia una acuicultura más sustentable.

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