PRESENTACIÓN
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Por qué La vorágine (1924) continúa siendo una obra narrativa clásica, esto es, mantiene su vigoroso valor literario, estético, y nos sigue hablando de un pasado problemático que aún nos pertenece? La vigencia o actualidad de La vorágine es múltiple y, como las obras de su género, se presta a diversas interpretaciones. Las dificultades de su comprensión, de su acceso a las claves comprensivas y del lenguaje son de diversa naturaleza. Para La vorágine saltan dificultades de orden semántico, histórico y sociocultural. La distancia de esta obra con el presente se puede tomar como un abismo infranqueable, pero, sin duda, la riqueza literaria y la osadía creativa de la obra de José Eustasio Rivera nos comprometen a salvar las distancias que se ofrecen al lector joven. Esta edición está destinada a facilitar la comprensión y por tanto garantizar el placer de la lectura de La vorágine. Las dificultades en la comprensión del léxico, de los modismos regionales, de los giros literarios elegantes son traducidas a un lenguaje sencillo. Las costumbres y usos regionales son complementados con explicaciones breves e ilustrativas. La dimensión o características de los personajes, de las escenas más relevantes y del sentido figurado de muchos pasajes son acompañadas de interpretaciones que permitan dar a la fantasía un mayor vuelo. El texto está, además, acompañado de insertos que buscan o quieren complementar la curiosidad de la obra, del autor, de la geografía y rutas de los personajes de la novela, de la vida política, económica y cotidiana de los años veinte en Colombia. Por lo demás las ilustraciones que acompañan determinados pasajes de gran valor dramático tienen la intención de recrear visualmente los sucesos y estimular la dimensión imaginativa los lectores. L a vor á g i n e [ 5 ]
“La vorágine es una historia llena de aventuras, de violencia, de animación dramática”.
“En La vorágine el hombre comete violencia contra el hombre y la naturaleza. Esta, a su vez, responde violentamente”.
La vorágine es una de las novelas de mayor importancia de la historia literaria de Colombia. Su actualidad no se puede contraer a pocos renglones, pero sí insinuar en dos trazos. La vorágine es una historia llena de aventuras, de violencia, de animación dramática. Gracias a ella podemos adentrarnos en los círculos infernales de los Llanos colombianos, a su selva amazónica, densa, cruel, misteriosa, legendaria, habitada por tribus tan lejanas y desconocidas por nosotros, por hombres que emprenden una carrera sin fin en pos de un riqueza imaginada y nunca alcanzada. La vorágine parece reproducir en el siglo XX, los ideales de enriquecimiento inusitado –no fácil, en todo caso– de los conquistadores españoles del siglo XVI. En la sangre de Arturo Cova, pero en las de muchos otros personajes de la novela, se traslucen esos valores hispánicos, de riesgo, hombría, violencia, afán de poder y de dominio. En la imaginación exaltada de algunos personajes (como en Barrera) se revive ese sueño de conquista, arrojo, valentía, traición. Las páginas de La vorágine están cuajadas de violencia. La violencia, en formas y dimensiones aterradoras, acompañan casi todas las páginas de esta creación literaria sin antecedentes en nuestro país. En La vorágine presenciamos escenas escalofriantes. Vemos fratricidios, masacres, genocidios. El engaño, la envidia, la astucia con fines dobles, la seducción están presentes, animan el relato y activan el paso de una situación a otra. El hombre comete violencia contra el hombre y la naturaleza. Esta, a su vez, responde violentamente. De la cabeza del lector no se quitan por días y por semanas ciertos pasajes, que cabe considerar inolvidables: cuando un toro arranca la cabeza del baquiano Millán y la revuelca entre los matorrales; cuando las grandes hormigas voladoras, las tambochas, arrasan a su paso todo en medio de un ruido o silbato ensordecedor, sembrando muerte y desolación; o cuando un bruto cualquiera arroja a las fauces de un caimán un niño de brazos que ha sido arrebatado del seno de su madre indígena y quien a su vez salta al río para salvar, en vano, a su hijo. Y muchas más. La vorágine es también un canto a la naturaleza y al valor moral del hombre. Rivera era conocido por sus bellos poemas de Tierra de promisión (1921). Ese amor incomparable a la naturaleza del huilense es traducido en La vorágine a páginas de valor universal. La compenetración del poeta Cova con los llanos, con la inmensidad de esas pampas bellas e inaprensibles a la vista, con los profundos murmullos que nacen de la tierra, es acaso la nota más universal y de mayor vigencia de La vorágine. Rivera ha sabido plasmar en hermosísimos [ 6 ] José Eustasio Rivera
pasajes el sentimiento universal de comprenderse el hombre parte y sustancia de la naturaleza. El hombre es naturaleza, es parte de ella y a ella retorna. El ser moral de Cova se eleva y dignifica en contacto con la naturaleza. Él escucha, como poeta, la armonía universal de la naturaleza, que en general le es mezquina a los oídos de los hombres corrientes. Rivera-Cova es un hombre de excepción que nos hace recordar que la condición humana es naturaleza. Este rasgo filosófico, si cabe así denominarlo, hace de la novela una fuente de profunda reflexión y eleva el relato, de una simple sucesión de aventuras, a una unidad literaria o creativa de sentido estético y ético. La historia de Cova y Alicia no es una historia simple de amor. Se puede calificar como una historia de amor, odio, indiferencia, de venganza o de desquite. Rivera supera con esta ambigua historia sentimental el esquema romántico o la imagen de una historia unilateral y esquemática. Cova es un personaje complejo, contradictorio: en un momento lleno de ideales buenos, en otro, inusitadamente, de pensamientos confusos, irritantes, violentos. Cova se podría llamar un héroe o un antihéroe; pero es un ser de carne y hueso. No es clasificable o definible de un trazo. En esta profundidad psicológica de Cova, como de la misma Alicia, o de Griselda o de Franco, descansa otro valor literario de la novela. La vorágine nos enseña a identificarnos y a la vez a rechazar a los personajes. Ella nos enseña, cómo no, a admirar a Cova, pero admirar más a Clemente Silva. Porque el pastuso cauchero es la encarnación del dolor popular colombiano. Del hombre que sufre, pero que aguanta; del hombre que no desmaya ante las dificultades; que no cede y que guarda un amor piadoso por el recuerdo de su hijo extraviado por las selvas. En Silva vemos hoy a quienes buscan a sus hijos desaparecidos en las últimas y penúltimas oleadas de violencia colombiana. En Silva vemos amor paternal, dignidad humana, perseverancia como componente moral. El largo relato de Silva, en que nos cuenta la historia de sus desgracias, es la ocasión narrativa, el inserto clave, por el cual el relato que se concentraba hasta ese punto en la historia de odio de Cova contra Barrera, se convierte en una historia de vindicación universal. Por virtud de ese sufrimiento Cova se redime asimismo y se entrega a una causa superior. Así como Cova o Silva nos arrastran a tomarles cariño, comprensión y amor, así en la novela de Rivera abundan personajes cínicos, crápulas, malvados para los cuales guardamos solo desprecio. Narciso Barrera es uno de ellos, si no el principal. Como Cova, pertenece a las clases cultas, pero ha dirigido todo su talento al servicio de la L a vor á g i n e [ 7 ]
“Rivera supera con esta ambigua historia sentimental el esquema romántico o la imagen de una historia unilateral y esquemática”.
“En La vorágine, José Eustasio Rivera demuestra su valor civil como ciudadano y su valor artístico como creador literario”.
ambición personal. Barrera es el gran simulador, el hipócrita que convence y atrapa a sus víctimas entre palabras elegantes y venenosas. Barrera es el enemigo mortal de Cova, pero es el enemigo solapado de mucha gente. Es el gran enganchador, el traficante de mala fe, que atrae con el verbo y con las falsas mercancías. Es el mercachifle que, al final, perece a manos de Cova, no sin antes hacer mucho daño. El odio Cova-Barrera es un motivo épico, de historia convencional, pero que no se resuelve a favor de Cova. Este odio es motivo, pero también pretexto: o sea, otro acierto narrativo del gran novelista que es Rivera. Rivera escribió La vorágine a los 36 años. Hasta la fecha de su muerte, solo cuatro años después en la ciudad de Nueva York, quiso combinar su éxito literario con su fortuna económica y política. No lo logró. Con todo, su obra fue como una bofetada al clima literario de su época, al ambiente falso y sofisticado de la capital. Rivera hizo abrir los ojos del país a la violencia que carcomía sus entrañas y de la que no se deseaba enterar. Rivera hizo más: redescubrió la naturaleza americana para los americanos y para los europeos. La vorágine fue denuncia patriótica, pero también fue revelación literaria; fue un grito desgarrador, un “yo acuso” contra el capitalismo, pero también un deslumbrante testimonio estético, lírico y dramático, de la Colombia que se quería ocultar. En esto consistió –y sigue consistiendo– el aporte sustancial de Rivera a nuestras letras: su valor civil como ciudadano crítico y su valor artístico como creador literario. Dos valores fundamentales que nos permiten hablar de La vorágine como un patrimonio de la lengua española, permanente y de indiscutible actualidad. Juan Guillermo Gómez García Departamento de Filología e Idiomas, Universidad de Antioquia
[ 8 ] José Eustasio Rivera