Willem Bant. Ensayo conflicto armado colombiano en novela colombiana contemporánea

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El conflicto armado colombiano: una mirada crítica a través de tres novelas contemporáneas (1998 - 2013) Por Willem Bant

En el año 2013, el Centro Nacional de Memoria Histórica de Colombia publicó ¡Basta ya!. Colombia: Memorias de guerra y dignidad. En este informe se presenta "[...] un relato sobre el origen y la evolución de los actores armados ilegales [...] no solo como aparatos de guerra, sino especialmente como productos sociales y políticos del devenir de nuestra configuración histórica como país", tal como explica la contraportada de la publicación. Aunque el informe presente una imagen amplia y objetiva del conflicto armado, no es la historia completa. Es bien sabida que a veces las ciencias sociales e históricas fallan si realmente queremos entender, sentir y experimentar ciertos hechos socio-históricos. Y en esos momentos la literatura nos puede ser útil; el autor de obras de ficción sigue donde terminan el historiador y el sociólogo y gracias al trabajo de todos ellos obtenemos un panorama completo y realmente vivido. En la actualidad colombiana, muchos autores de literatura han sentido su responsabilidad hacia el público y han transformado los hechos comentados y expuestos en el informe del Centro de Memoria Histórica en literatura. En su relato Líbranos del bien, Alonso Sánchez Baute cita a la gran autora surafricana Nadine Gordimer quien comentó la responsabilidad que tiene un autor frente al mundo en el que vive de la manera siguiente: "La responsabilidad de los escritores no puede ser eludida. No existen torres de marfil frente al acoso de la realidad. El diccionario nos dice que un testigo también es quien da un testimonio que nace desde el interior." En la buena literatura no se trata de contestar preguntas, sino de hacerlas, para que el lector pueda ampliar su perspectiva sobre cierta situación problemática o se ponga a pensar sobre temas y cuestiones actuales o universales. Un tema que se problematiza en muchas de las obras ficcionales escritas sobre el conflicto armado nacional es el papel de los diferentes actores en el conflicto (la guerrilla, los paramilitares, el ejército y el Estado). Mientras que en los análisis socio-históricos se definen y clasifican claramente los diferentes partidos, en la vivencia del colombiano medio estas clasificaciones no funcionan. ¿Qué diferencia hay entre ser víctima por parte de la guerrilla o ser víctima por parte de los paramilitares? Para las víctimas de las Estudiante de la Licenciatura en Literatura y Lengua castellana. Universidad Santo Tomás, Bogotá. Correo: willembant@ustadistancia.edu.co ∗

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2 atrocidades se trata en ambos casos de una fuerza a veces anónima que destruye sus casas, sus campos y sus vidas. Como consecuencia lógica de la pregunta por el papel de los diferentes actores, surge la cuestión de la culpabilidad y la pregunta quién es victima y quién es culpable. Veamos cómo se tratan estas cuestiones en tres obras recientes. El protagonista de Los ejércitos, novela con la que Evelio Rosero ganó el II Premio Tusquets Editores de Novela, es el maestro jubilado Ismael Pasos, que vive con su esposa Otilia en el pueblo San José. Hace dos años, el pueblo fue atacado por "no se sabe todavía qué ejército si los paramilitares, si la guerrilla" y "puede suceder que la guerrilla, o los paramilitares, hayan decidido tomarse el pueblo esta noche, ¿por qué no?" Con la palabra 'guerra', los habitantes de San José refieren a las actividades de todos los diferentes actores en el conflicto nacional. Los narcotraficantes, el ejército, la guerrilla y los paramilitares - todos tienen sus intereses en la región y para cada grupo San José tiene su importancia estratégica. ¿Y los habitantes del pueblo? "Estamos más indefensos que esta cucaracha", opina el médico Orduz. "Un solo batallón contra dos ejércitos." Cuando San José es atacado por la guerrilla, el ejército nacional se retira y la guerrilla ocupa el pueblo. 'El brasilero', el vecino de Ismael, es secuestrado, a pesar de que "pagaba sus buenas vacunas, tanto a los paras como a la guerrilla." Se asesina al curandero Claudio Alfaro, "por colaborador". Con Ismael, el lector se pregunta: ¿con quién y contra quién? Los jóvenes se van y en una falsa tranquilidad San José agoniza en el calor, "es un pueblo muerto, o casi, igual que nosotros, sus últimos habitantes." Ismael Pasos es el representante de la desesperación y de la incertidumbre que reina entre los pobladores de San José. No entiende lo que está pasando y sin su mujer desaparecida anda perdido y desamparado. No es el único: "Cuidado, profesor. No sabemos aún en manos de quién quedó el pueblo." Lo que le quedan son la soledad y el miedo: "O nos vamos, o nos morimos, así lo quiso Dios, que sea lo que Dios quiera, lo que se le antoje a Dios, lo que se le dé la gana." En poco tiempo San José se convierte en un pueblo fantasma de carácter rulfiano. Ismael Pasos refiere irónicamente a San José como "pueblo de paz"; la misma paz reina en Camposantos, donde se desarrolla El Espantapájaros de Ricardo Silva Romero. Camposanto es una vereda que "había sido pacificado por el miedo", un lugar donde "había tanto miedo en 2


3 todas partes, en las cañadas, en las cavernas, en los pastizales, que un día uno lo confundía con la paz." En este pueblo de unos trescientos habitantes se esconde supuestamente el Espantapájaros, un bandolero mítico con el quien el Cigarra, el alias de Over Zúñiga, líder de un grupo pequeño de paramilitares que forma parte de los ejércitos del Doctor, tiene desde hace mucho tiempo un conflicto personal. Dentro de unas horas, el grupo de Cigarra arrasa todo el pueblo con violencia irracional y guiado por la superstición y sentimientos de venganza. En Los ejércitos, el narrador y focalizador de los sucesos es Ismael, un anciano que ya no entiende lo que está pasando en su pueblo; con él andamos perdidos por San José. La confusión externa que reina en el pueblo se ve reflejada en la mente de Ismael y en la experiencia lectora del público. Silva Romero ha escogido otra manera de contar su historia. Ha optado por múltiples perspectivas y así vivimos el ataque a Camposanto desde diferentes ángulos. No se puede afirmar que gracias a esta perspectiva múltiple y a veces omnisciente se justifiquen los actos de los hombres de Cigarra, pero gracias a sus historias personales sí podemos comprender por qué hacen lo que están haciendo. Por otra parte, tal como Rosero, pero de otra manera, Silva Romero nos deja vivir y sentir las mismas confusiones que sufre la población de Camposanto - y con ellos muchos colombianos en todo el país. La confusión no reina solamente entre los habitantes del pueblo, sino también entre los integrantes del grupo de Cigarra. Es llamativo, por ejemplo, la pregunta que en la primera página le hace Polilla a Cigarra: "¿A dónde disparo?, ¿a quién hay que matar?" Para Cigarra no hay dudas: tiene una misión, que consiste en "corregir el rumbo de la historia". Además, quiere justicia. Se trata, lógicamente, de una justicia que cabe dentro de su manera de razonar, ese círculo vicioso de odio y venganza sin final en la que la superstición y una moral de dos caras son ingredientes importantes. Sobre ciertas cosas, Cigarra no tiene dudas: "yo no empecé" y "todo crimen tiene su castigo". Para él, los ejércitos del Doctor se han encargado de la seguridad de la región y él no es bruto en absoluto: "Si algo odia en este mundo [...] es que alguien se atreva a creerlo bruto". Los brutos son los demás -pero no es tan fácil para definir a 'los demás'-, quienes, por otra parte, no siempre son los mismos ya que los papeles de los diferentes actores dentro del conflicto no son muy fijos. Pero para todos los integrantes de todos los bandos sí es seguro que están sirviendo a la patria -a su propia manera, eso sí. Uno de los integrantes del bloque del comandante Cigarra nos lo explica de una manera clara: "Si no fuera por nosotros, si no 3


4 hubiéramos empatado las cosas a tiempo, a estas alturas el país estaría sometido por los comunistas como los rusos o los cubanos [...] no tendríamos lo que se dice una democracia. Somos, si uno lo piensa bien, los verdaderos libertadores." En todo el libro, el lector sigue dudando sobre la existencia del Espantapájaros. ¿No es posible que los hombres de Cigarra estén luchando contra un espejismo, un fantasma - algo parecido al 'comunismo de los rusos'? ¿Quiénes somos nosotros y quiénes son los demás? Uno de los hombres de Cigarra se pregunta en cierto momento: "¿Quién está disparando? ¿Quién le avisó a la guerrilla o al ejército o a la policía que iban a hacer esa limpieza? ¿De dónde vienen los tiros?". Son preguntas sin contestar, pero se puede estar seguro de una cosa: no es el Gobierno. Después del ataque a San José el ejército y el Gobierno se retiran: "El presidente afirma que aquí no pasa nada, ni aquí ni en el país hay guerra." Con Ismael Pasos, el lector puede sacar una sola conclusión: sean quien sean las partes contendientes y pase lo que pase, San José no existe para el Gobierno. En Camposanto se saca en cierto momento la misma conclusión: "Camposanto no existe cuando nadie está mirando." Los habitantes de Camposanto pueden repetir la pregunta que se hizo Ismael Pasos: "¿A merced de quién hemos quedado?" Para el comandante Cigarra "no hay inocentes" en Camposanto y gracias a la perspectiva que maneja Silva Romero, podemos darle la razón. Si no hay inocentes, no hay verdaderas víctimas y, lógicamente, los culpables no son tan culpables, también son víctimas; por ende todos son inocentes - ¿o no? Por otra parte, ¿quién determina quiénes son los culpables y quienes son las victimas? ¿Un tribunal? ¿La historia? Cada uno tiene su historia y sus propias justificaciones y muy frecuentemente el azar y la casualidad definen de qué bando uno va a formar parte. Esto se ve de una manera fascinante en Líbranos del bien de Alonso Sánchez Baute, obra en la que conocemos a los líderes de dos bandos opuestos: Ricardo Palmera Pineda, mejor conocido como el líder de las FARC Simón Trinidad, y Rodrigo Tovar Pupo, el líder paramilitar Jorge Cuarenta. Ambos crecieron en Valledupar (de donde es el autor y donde los conocía en su juventud) en situaciones socio-económicas parecidas. A pesar de una historia compartida, tomaron en cierto momento decisiones completamente opuestas. Ambos se fueron al monte, pero con objetivos bien distintos. En su libro, Sánchez Baute combina el periodismo con la literatura, lo que resulta en una obra híbrida fascinante. Al narrador, que es, se supone, el mismo autor, no le interesa marcar 4


5 exactamente los límites entre historia y ficción; en una de las primeras páginas del libro afirma que "no hay nada más falsa que la verdad" y "la verdad es bien diversa". Para justificarse, cita a Gabo: "La vida no es la que vivimos sino la que recordamos." El objetivo del autor es claro: su obra es una "investigación" y quiere "hocicar en la tragedia de mi ciudad hasta determinar qué llevó a mi generación a actuar de la manera en que actuó." Se pregunta "por qué, de la noche a la mañana, los vallenatos [...] nos convertimos en corruptos y asesinos para el resto del mundo" y "¿en qué momento mis amigos se convirtieron en bestias al acecho?" Más adelante, refiriéndose a Rodrigo Tovar, el narrador se pregunta "¿Cómo un man tan bacán, tan divertido, puede ser al mismo tiempo un asesino?" Entre las muchas entrevista que han sido la base de Líbranos del bien, la entrevista a Josefina Palmera, una anciana de cien años y familiar del narrador, forma la línea roja. Gracias a las historias de Josefina, vivimos cómo cambia Valledupar, cómo desaparece el "realismo mágico" de antes y cómo en su lugar crece "un monstruo rojo y despiadado". O, en las palabras de Sánchez Baute: "A lo largo de veinte años, guerrilleros y paramilitares hicieron de este pueblo la narrativa del Guernica." En resumen: el libro presenta una imagen impactante de una época, una región y de dos protagonistas del conflicto armado nacional. Tal como en las novela de Rosero y Silva Romero, al principio no hay mucha claridad sobre los diferentes bandos que actúan en el departamento del Cesar. Josefina comenta: "Todos enmudecimos y comenzamos a sentir terronera. Horror. Pavor. Pánico. Nos paniqueamos, como dicen ustedes los jóvenes, consecuencia de la desconfianza, de la sospecha que invadió a la ciudad de lado a lado. [...] cualquiera podía ser un infiltrado de algunos de los dos bandos." En relación con estas palabras de Josefina, el narrador se pregunta: "¿En realidad la gente calló por miedo o lo hizo por complicidad?". Tanto Ricardo Palmera Pineda como Rodrigo Tovar Pupo se van al monte, donde van a luchar por una causa digna -según ellos mismos. Ambos líderes están convencidos, tal como el Cigarra de Silva Romero, que actúan en provecho de la sociedad. Cuando al final de su libro, Sánchez Baute trata de buscar motivos, razones y explicaciones por todo lo que pasó en su ciudad natal, cita al filósofo español Ortega y Gasset, quien dijo: "Yo soy yo y mis circunstancias." Sánchez Baute concluye que más que la maldad natural del hombre, es lo que sucede a nuestro alrededor lo que nos lleva a actuar de manera criminal; es decir, es más el contexto que el pretexto. Josefina no tiene ningún problema con las crueldades perpetradas por 5


6 Jorge Cuarenta: solo él podía salvar a los de su clase social. Es mucho más negativa sobre Simón Trinidad, que para ella traicionó a su propia clase, algo que no puede aceptar la anciana. De todo lo que pasó en el Cesar, Sánchez Baute puede sacar una sola conclusión: "Hoy en el Cesar -y mucho menos en Valledupar- no se puede cosechar un solo fruto de ninguna de las dos experiencias, de ninguna de las dos visiones, de ninguna de las dos versiones ideológicas." Se teme que esta conclusión valga para toda Colombia. Para Sánchez Baute, "Colombia no es más que una madre que arrastra una herida sin restañar."; compara su país con el avestruz: "Este país vive a espaldas de la verdad." A veces, este silencio es lo conveniente, pero generalmente vale más hablar, comentar y reflexionar. Y aquí entra la literatura, que por hacer preguntas puede ser una manera valiosa de superar los traumas del conflicto armado nacional. En las palabras de Sánchez Baute: "Yo no escribo para que me quieran, ni para tener más amigos. Ni siquiera para vender libros. Lo hago para escapar del dolor, pero a la vez para encontrar una voz con qué gritarlo." Tanto este autor vallenato como Rosero y Silva Romero han 'gritado', cada uno a su propia manera. El resultado de su trabajo son tres libros valiosos que nos pueden ayudar a sobrellevar y superar las heridas de la historia reciente colombiana. Gracias a la literatura podemos oír las voces de las víctimas del conflicto nacional. Lo que queda es la pregunta por los culpables. En su publicación más reciente, William Ospina (2013: 179) nos da la siguiente respuesta: "Todos esos esfuerzos por encontrar un culpable de nuestras pestes evitaban el problema central: preguntarse quién arrojó a los guerrilleros a la insurgencia, a los delincuentes al delito, a los pobres a la pobreza, a los mafiosos al narcotráfico, a los paramilitares al combate, a los sicarios a su oficio mercenario, sino una manera de gobernar al país que cierra las puertas a todo lo que no pertenezca al orden de los escogidos."

Referencias Centro Nacional de Memoria Histórica (2013). ¡Basta ya! Colombia: memorias de guerra y dignidad. Bogotá: Imprenta Nacional. www. centrodememoriahistorica.gov.co OSPINA, William (2013). Pa que se acabe la vaina. Bogotá: Editorial Planeta. ROSERO, Evelio (2007). Los ejércitos. Barcelona: Tusquets Editores, S.A. 6


7 SANCHEZ BAUTE, Alonso (2011). Líbranos del bien. Bogotá: Distribuidora y Editora Aguilar, Altea. Taurus, Alfaguara, S.A. (2011; ed. revisada) SILVA ROMERO, Ricardo (2012). El Espantapájaros. Bogotá: Alfaguara.

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