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SOUS L´ARC DE TRIOMPHE

Sucedió cierto día, estando la Llama encendida, que al anciano se le apagó el farol.

Caminó despacio hacia la Estrella, con el peso de sus años a la espalda y el farol orientativo apagado. Se acercó a la llama de la Estrella. Se sentó en un banco próximo e hizo recuento de lo que pediría en ese lugar de los soldados caídos.

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Él vivió la gran guerra –que denominaba la Terrible–. Su casa y su campo fueron pasto de las bombas, y el fuego de ellas quemó el centro de su vida.

Estos tristes recuerdos vinieron a su mente y a su corazón mientras miraba el fuego desde su asiento bajo el Arc de Triomphe.

Lágrimas gruesas bañaron sus mejillas, y después de que sus ojos mayores se limpiaran la pena, acercó su farol a la Llama y mirando al cielo de la noche, donde habita

El que Nos quiere, hizo un ruego: Señor enciendo este farol por los necios que no ven lo terrible de la guerra.

Unió la Llama a su llama, cogió en sus manos el farol y marchó Champs-Elysées abajo.

M.ª del Carmen Martínez G ordillo

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