Portada: Paco Cosano
Impreso y hecho en Bormujos (Sevilla), en los talleres de Gráficas Moreno, S.L.
Andalucía. España. MMXIX
Edición de 300 ejemplares del nº 95 de CUADERNOS DE ROLDÁN
EJEMPLAR Nº
“
Montilla clara, la verde estrella. El sol de oro y la piel centella.
Canto a Montilla, la tres veces bella”.
José Garnelo y Alda
“Vista de la Campiña y del Castillo de Montemayor desde la atalaya de Montilla” (1934). Óleo sobre lienzo.
Museo Garnelo
Montilla
Dibujo de Pier María Baldi (1668).
Ilustración del manuscrito Viaggio de Cosme III de Médicis por España y Portugal, de Lorenzo Magalotti. Biblioteca Laurencia, Florencia.
Vista reproducida en la edición de Ángel Sánchez Rivero. Madrid, 1927.
Fundación Biblioteca Manuel Ruiz Luque
Eloísa Garnelo Aparicio
“Vendimiadoras montillanas” (1892). Óleo sobre lienzo.
Colección Particular
CANTO A MONTILLA*
En el mar de la campiña como un barco sobre el agua de verde y ocres teñida, como Munda ya lejana araña el perfil Montilla.
Montilla y los montillanos, un corazón que palpita.
De la torre de Santiago como si fuera una espita abre el cielo a nuestro santo desde la pila hasta Lima, Francisco también Solano.
Montilla y los montillanos, un corazón que palpita.
El castillo de las ruinas dibuja su duro trazo de una memoria perdida arrastrado por la historia de Gonzalo y de su villa.
Montilla y los montillanos, un corazón que palpita.
(*) Este Canto a Montilla fue estrenado con música de Luis Bedmar en el Concierto Lírico de Ópera y Zarzuela en Montilla en el Teatro Garnelo el día 3 de noviembre de 2018. La música la puso el piano de Antonio López y la letra fue cantada al alimón por el barítono Luis Santana, la soprano Carmen Serrano y el tenor Manuel de Diego.
—8—
En la tierra nos acoge más altiva que la viña entre olivos de la noche, los sarmientos de la vida y el orgullo de ser noble.
Montilla y los montillanos, un corazón que palpita.
En las faldas de las lomas se derraman las casillas como motas blanqueadas entre arroyos que caminan hacia los llanos de Vanda.
Montilla y los montillanos, un corazón que palpita.
Con el rumor de lo ya ido, ya no es tiempo de elegías sino de canto y recuerdos, de nostalgias siempre vivas en el mar de la campiña.
Montilla y los montillanos, un corazón que palpita. Antonio Varo Baena
—9—
A MONTILLA
Siervo es quien pone al verso una traílla, libre quien lleva al cuello una maroma, el encadenamiento de un aroma, el hierro a fuego que me ató a Montilla.
Sólo a tu mano doblo la rodilla, sólo me hostiga el freno de su doma. Nunca el laurel se elige, ni se toma sin más la barca hacia la incierta orilla.
De Munda en sombras, como yo sumida, sedienta la cuchilla ardió hasta hendirme, sangre y acero el canto entonces mío.
Qué tarde me ganaste la partida, qué bien supiste airarme y reducirme, qué dulce cautiverio y señorío.
Vicente Núñez
—10—
María José Ruiz
Es que tengo alegre la tristeza, y triste el vino.
G.A. Bécquer
A Antonio Varo
Ynos encontramos. Eran tan solo trece los años que vestían nuestras pieles, recorriendo las galerías de Portaceli, frías como el pasado.
Y persiguiendo al viento veloces como pájaros. Éramos jóvenes, y nuestras risas eran frescas e infantes. Después nació una tarde Casamanolo, para desgranar canciones y poemas, y verter las lágrimas adolescentes de ciertos amores.
Y un día, apareció Montilla, la verde estrella en el horizonte, para encontrarnos en el lagar de la vida y la muerte cercana como un presagio. Volviste a tu Córdoba llana, como un patricio romano.
—12—
Y en Poley con Vicente, libaste el vino puro de sus versos en la Ochavada.
El hermoso poema en El Tuta, con Elena y los niños durmientes te hizo poeta de hondas sabidurías. Y ahora que sé que la Vida es de un solo recorrido, te echo más en falta, pues es breve el tiempo, para hablar de los asuntos que nos atañen, y que esperan ser resueltos sin demora. Tan sólo decirte buen amigo, que tampoco obtuve el beso esperado.
Manuel Rámila
—13—
BAJO VELO DE FLOR
A la inefable solera del vino de Montilla
A fuerza de apurar cáliz y boca a no sé, dulce amor, qué sabe el vino.
A savia, a roja sed, a luz herida, el vino y el amor, dime ¿a qué saben?
Manuel Gahete
—14—
Antonio
Bujalance
AMANECER EN POLEY
A mis amigos Concha y Pepe
Fue Alberto García Ulecia quien me dijo que, antes de escribir, se dedicaba a coleccionar puestas de sol y amaneceres.
¿Es que acaso la belleza no sugiere y suscita diferentes experiencias?
Amanece en Poley y Vicente Núñez, sabedor del valor de la rutina, encamina sus pasos hacia El Tuta.
Allí su mesa reservada, cual Pessoa siempre presente en el café A brasileira.
Allí en la plaza Ochavada, como él gustaba de decir en lugar de Octogonal, resuena el rumor del grupo Cántico en tanto que el crepúsculo dibuja su color por las viñas de Montilla y Aguilar.
Amanece en Poley; y la obra de Vicente, no lo dudo, nunca ya, conocerá la indiferencia, el ocaso y el olvido.
Yebra
—16—
Ismael
Paco Salido
AUGUSTA GENETRIX ULÍA*
Campos de Girasol. Campos de Ulía. Mientras en el piano escucho los preludios de Chopin, mi memoria a tu regazo vuelve. Mudapelo... Mosaicos por los que cuando niño corrí. Frescos jardines.
Olivos cuyas ramas, agitadas al viento, despertaban en mí el gozo de una huída.
Columnas, capiteles, estancias donde tú, tras la ventana, huías a un cielo azul que hería tus ojos con sus manos. Y más allá el mar, de donde las legiones nos traían recuerdos de la Roma Imperial.
“Ulía, madre augusta”. Raíz primera donde unas manos escarban y buscan anhelantes mientras los girasoles y los campos de trigo me dicen que no es cierto, que tú nunca exististe, que todo es espejismo y este paisaje seco que diviso a lo lejos es mi tierra real.
Y no puedo creerles. Sé que fuiste vergel, paraíso soñado donde viví de niño. No pueden engañarme aunque sigue sonando la “Polonesa Heroica” y me duermo en los brazos de la música mientras un mancebo me deja en la mesa una carta de Lucio Anneo Séneca.
Fernando Serrano
—18—
(*) De Cuaderno Azul, Premio Nacional de Poesía “Mariano Roldán” (1990). Colección ANFORA NOVA 2. Rute, 1991.
Carmen Herrera
BIOGRAFÍA DEL VINO
Para Paco Cosano, un creador a quien admiro.
Crece la uva robando espacio al espacio, expandiendo su pulpa en ondas concéntricas mientras se apodera del subsuelo, absorbe el goteo de la tierra, organismos y fermentos, el largo silencio mineral que como esperma la hace alcanzar la plenitud de su carne. Completado su orbe de exacta geometría, vendrá luego el brío y el desorden, un desandarse hasta la savia primigenia, un licuarse en arroyos que llevan dentro el latido del sol y buscan en la umbría la fecundidad de las bodegas para levantarse al fin robando espacio al espacio, expandiendo su aroma en ondas concéntricas, gloriosamente ardiendo, alzándose con gozo en pie de abrazos, en pie de vino, en pie de vida y vino.
—20—
Salvador Compán
Paco Cosano
NADIE NOS DIJO
Nadie nos dijo que todo era tan breve. Fue necesario hablar en pretérito perfecto para darnos cuenta que habíamos existido y rescatar la luz de los espejos cuando siempre alumbraban primavera.
Derrochábamos los días como insensatos que se sueñan eternos. Ítaca era un lugar demasiado lejano y nadie nos esperaba.
Apenas empezábamos el viaje y el rumbo era un frágil destino. Nada importaba. Las sirenas cantaban cada noche mientras tejían velos de caricias en el cuerpo desnudo del marino.
—22—
Se rompían las jarcias, se rasgaban las velas, y corríamos locos por un bosque incendiado hasta abrir el alba cegando las farolas sin apenas cubrir el trámite del sueño.
Hoy, que Ítaca se otea en la distancia se despertó el otoño en primavera. Me sorprendió azul y trasparente colgando poemas en las ramas que desnudan el cielo de los parques. Como sirena o vestal regresabas de nuevo y llenabas mi copa sin mesura mientras tornaban las naves nuevamente al punto de partida.
José Rey García
—23—
INTERSECCIONES
Ahora puedo verlo todo en el páramo elástico de una larga suma. Sobre este arder en la Campiña Sur, aquel otro verano conmigo entre el júbilo de jóvenes invadiendo las calles. (Eso tienen las glorias del estío, que son tan intensas como evanescentes cuando las esferas rigen los mimbres naturales de músicas y sueños)
De las leyes gravitales fulgieron dos ascuas que flotaron en la penumbra de las andanas en orden para llevarme de la atmósfera lenta de levaduras y aromas, ¿a dónde? ¿a qué alegría alentadora de dioses antiguos?
(Qué mundo pudo ser el nuestro)
Ahora puedo verlo todo en la suma delgada: los cuatro espejos entregados al alma del instante... aquel ancestro mío con nombre de reina anglosajona y su caída fortuita al vacío sin oxígeno… el relato en la vendimia… el Condado …las huellas del amor…
—24—
Rosario F. Cartes
Felipe Cejas Leiva
TIERRAS DE VINO
Albarizas las tierras que crían este tesoro, blancas como la espuma como la luz de día, esponjosas y ricas que convierten en oro la savia de las cepas que nos trae la alegría.
Agradecidos pagos de Montilla-Moriles nos dan las excelencias del vino generoso, que crece en las entrañas de mágicos barriles, amontillado, fino, en rama y oloroso.
Te haces mayor, maduras en la tibia bodega que cuida tus aromas, sabores y armonía y así acabas tus horas en la grata taberna. Bebida de los dioses que a todas partes llega y junto al pan divino en sacra compañía será sangre de Cristo que da la vida eterna.
—26—
Joaquín Marín Almenara
Emilio Serrano
VINO DE MI NOCHE INSOMNE A Montilla
Evoco el tiempo de la inocencia, tu paisaje impregnado de dichas, del suave “bouquet” de infancia.
Rememoro la época de la pureza para amarte: dorada campiña de sudor y sangre.
Detengo el espacio del jazmín para delectarme en el goce de tu *utopía, la que me embriagó de *verde –y sin saberlo– desde niña: ensueño de *Pura Vida y *Libertad por el que luchamos, inflamados, los corazones de cuerpos desgarrados, danzando entre la angustia de las aristas y el abismo de lo imposible con su hilo tensado.
Hasta aquí he caminado y desandado con valor; con la fortaleza necesaria para sobrevivir sin fe en la *noche oscura
—28—
de la esperanza quebrada; con la conciencia destrozada de estar asistiendo, cada día, a la batalla hortera del *espanto: en esta madrugada me salva el delirio de que estos son los últimos versos que yo le escribo.
Agradecida, tierra vinícola, abrazo las delicias inundadas de lo sagrado dionisíaco que te habita. Brindo con el vino voluptuoso de tu vientre:
¡POR UN CIELO LIBERTARIO ILUMINÁNDOLO TODO!
(Y un verano libre –festivo, continuado…–emerge de la amorosa miríada de soles congregados en el horizonte resplandeciente).
Solange Sand
—29—
EL ARTE LAVA LEJOS
Busco palabras y solo encuentro imágenes. Somos lo que protegemos, lo que cuidamos. El arte lava lejos el polvo. Desde esta casa no veo el mar, pero sí una larga extensión de viñas y olivares: lo más hermoso nace y crece bajo tierra, junto a los diamantes, el oro. El silencio.
La contemplo desde la azotea. El amigo que la construyó tenía buen gusto y buenas manos: el sol no escuece a la sombra de las parras, entre las rosas. Aunque sea invierno. Si la memoria tuviese forma sería esta casa.
Aquí he comprendido que la soledad solo se apacigua aceptándola con cariño, acomodándola en un espacio donde no se sienta amenazada. Hay que dejarla que viva, que respire, no inquietarla.
Busco palabras pero solo imágenes; en el cielo un lienzo: un ser andrógino montado en un caballo que vuela en el aire, y ese ser sostiene a un bebé y baja los ojos hacia una mujer que, tendida en el suelo, con los brazos en el pecho, le devuelve la mirada. De una oscura materia escribo. La piedad. La compasión.
Abro la puerta y ahí está la noche: húmeda, inmensa.
Tiembla la escarcha de los cuerpos entre pámpanos carnosos y verdes. Hojas que brillan como pequeños peces de plata bajo la luna. El arte lava lejos del alma el polvo de la vida cotidiana.
Miguel Ángel Toledano
—30—
Jacinto Lara
LA CASA DE LAS AGUAS
Un beso junto a la pared seca de la Casa de las Aguas anochecida. En aquel pueblo del sur, las casas blancas, ocre la campiña, de oro verde las uvas, probaste la juventud.
Un zumo de engañosas frutas, ay, días de vinos y rosas cuando uno, era imposible, nunca iba a morir.
¿Qué sería de ella?
De aquella mujer, la del beso fugitivo, que desapareció en la noche.
Su vestido de hippie primeriza, al aire, refulgiendo entre piedras.
Tenía la ternura de las hadas blancas.
Francisco Gallardo
—32—
Luis Cárdenas
CASA DE LAS COLUMNAS
Para Antonio Varo
“pero en esas cosas, esos muebles, esos retratos, hay algo más que el tiempo”
Cuánta belleza guarda la quietud de la luz; sin nadie que quiera venir a presagiarla; la memoria habla de aquello que no muere; lo que ya no es, un ala misteriosa; cualquier rumor repica en la paz vesperal; el silencio de una casa que desprende olvido; la oscuridad del quicio de las puertas; cuando entonces te llevaban las criadas en los brazos; nanas sobre los faldones de un recién nacido; los momentos y el prodigio de los primeros pasos; ya tu destino ligado a estos muros patriarcales. Tu casa en un lugar llamado Cerro de los Muertos; allí está sola en la sombra, en espiral de huida; las escaleras amplias, los barandales, los tejados; la pilistra, el limonero verde o el magnolio; que sólo tú, huésped deshabitado, visitas. La biblioteca, la bodega, las columnas, el patio; o tal vez los pequeños detalles de la vida diaria: el billar, el pick-oup, el gramófono; los sonidos, las voces, el tacto de las cosas; los vestigios históricos, no muy lejos de Munda; la sacudida del aire sobre los árboles del huerto, misterio de paisajes en un lugar de la campiña, no admite olvido.
Soledad Zurera
—34—
Antonio Varo
F. J. Castro
Y en aquel retorno en aires sonoros del atardecer se licuaba la leyenda de heroicos hechos en armoniosos ecos, ritmos de una historia retornada hacia el sueño, hiriendo el fuego de los hogares reflejado en los rostros que la voz del anciano en violento elevar de sus manos quebraba el silencio y entretejía cadencias… renaciendo
en los conmovidos semblantes absortos en su infancia y unidos hacia la voz…
Ancianos juglares, ahora yertos, viviendo la entraña de olvidados pueblos, quebrados en las memorias y solitarios en las mentes donde el sabor del paisaje nos desvela su luz.
Joaquín Verdú de Gregorio
—36—
Carmen Márquez
Paseábamos sus calles cuando dimos con una cata de vino en su bodega más señera. A la geometría de los bocoyes se unían el oro fino de los catavinos y el fuerte aroma del vino de la tierra. Pero nos esperaba en Baeza Antonio Machado en su paseo de todas las tardes frente a la lejanía de olivares. Y pensé mientras lo acompañábamos a su propia escultura de bronce y vientos que igual pudo haber sido el campo de Montilla con sus viñas, su historia y sus monumentos, pero también sus pendantones al paño y sus borrachos de vino malo.
Y más aún en tiempos de revival cuando los bodegueros se vuelven caballistas y los balcones se adornan de pendones para posibles desfiles cívicos.
Antonio Machado en Montilla: que buen relato para el futuro.
Carlos Abadía
—38—
MONTILLA
Rafael Rodríguez Portero
LUNA FALSA
Para Vicente Núñez en sus Champs Élysées (coplas del canon para un heterodoxo)
MALAGUEÑA
A tu puerta llamé ayer y no me quisiste hablar, me tendré que repetir como las olas del mar.
SOLEÁ
¡Dios mío, dios mío! corté un árbol con el hacha y el tocón ha florecío.
SEGUIRIYA
Mi vida es un pozo sin otra salía que volver andando por tus ojos negros a la luz del día.
SEGUIRIYA LIBRE
La luna, la luna de color violeta, falsa como tú, con tu luz prestada de falso poeta.
Antonio Molina Flores
—40—
Juan Hidalgo del Moral
Esto es Mayo, la puerta del verano
De leoninos cabellos rubios hace acopio de miradas facinerosas
¡Oh, mes de las artificiales flores y de los pechos rizados y juveniles! También se ha creado un éxodo de romeros mientras te desnudas
¡Oh, virgen privada del ermitaño!
Me pego a ti como la magia cuando anda suelta por las Noches de San Juan
Pero todo eso ahora no importa porque apenas entrado se va Mayo sin haberlo siquiera conocido
José Cuevas
—42—
MAYO
Justo Girón
BRINDIS
Subir por la pendiente de Montilla exige un esfuerzo desusado que puede provocar, por duras penas, sudores al cerebro ya gastado.
No es fácil ver al dios de los conventos, con tantos oropeles arropado, libre de culpa en hechos que la historia desnuda y manifiesta al explicarlos.
Más fácil, ver al dios de los dineros matar por aire, mar y a caballo –cubierto de murallas con almenas–portando el estandarte blasonado.
El dios de los sudores y escaseces, con hombres de la gleba y el arado, pendido permanece del madero con ira de esperanza fabricado.
Brindemos con el vino de Montilla, como en día de cielo soleado, por dïoses que traigan a los hombres el pan de la justicia sin engaño.
Alejandro García Acebes
—44—
Isabel Blanco
MONTILLA
A mi entrañable amigo
Rafael Raya Rasero
Bajo el manto de la noche voy bebiendo los aromas de tus mostos que alimentan los recuerdos más pequeños, y se anidan en lagares circulando por las venas como un río encajonado empapando los misterios. Montilla, en tus ojos rojos, las cepas se están durmiendo con la abundancia de lunas que enamoran tu albariza. Entre mimos y delirios, ya me escucho en la campana y te veo desde lejos: Una Aguilar que enamora, los aires de tu nobleza, los racimos de tus uvas, la santidad de tus hombres, los calores de mi infancia y un descanso en mis sueños que se funde entre sonrisas. Intensamente he vivido encuentros que me encaminan a un pasado en los versos que han cantado tu grandeza los poetas de una Córdoba de piel morena y cobriza.
Jesús Solano
—46—
Carmen Mogollo
—48—
Carlos Ruiz-Padilla
FELIZ OCURRENCIA: EL VINO A Jesús Raya y a el Tejarejo.
Recorro conmovida las cuadrículas de terruños, que traen sabor a viña temprana, olor a tierra fértil, vigorosa y próspera; que tiñen el paisaje de verdes dorados y negras garras de cepas y sarmientos, sus abuelas.
Ya se ven más esbeltas, enredadas a la espaldera, abrazadas unas a otras, hermanas, las vides modernas.
Se veía la cuadrilla ataviada con pañuelo y sombrero, quebrada la espalda ante el fruto dorado, cubierto por hojas, de Adán y Eva amparo. Sus manos curtidas, armadas de tijeras o hábil navaja, tomaban los granos arracimados, untosos, en lacrimosa guirnalda.
Y el aire del lagar se llena de olor a mosto, orujo y moscas...
Y en la bodega sombría y silenciosa la araña es testigo, mientras teje de la flor de sus madres, del reposo, como ha sido antes del envero o el trasiego.
—50—
Al final de la vendimia y sus cuidados cantos, en septiembre, acuestan y encauzan en calles, que son lechos, las dulces y negras pasas.
Luego aparece como feliz ocurrencia: el vino, medicina del mundo, para refinar los sentidos en teatrales catas: decantándose en la copa, perlando el cristal, con matices de oro viejo y caramelo; oliendo elegantemente a flores, madera, especias o frutas... dando un sabor generoso, redondo, carnoso, delicioso, o a seda.
Ya entra en la sangre y el júbilo brota; nos toma y embarga como mágico espejo de la Naturaleza: La entrañable Campiña Cordobesa.
¡Brindemos todos, al tiempo, por el arte y por los juegos de la vida con un confiado sorbo dorado, casi divino!
—51—
Jaén
Catalina
MONTILLA
A caballo se hinca el Inca y teme tu barril de amontillado. Sometido el campo de olivares apenas guarda un lugar para la cepa. Calles sin aceras y conventos de añoranzas y maitines. Brinda el Guadalquivir sin abrazarte y casi desconoces a quien tu pulso marca. Caen matando los lienzos de tus muros sobre escombros de pasado ibero. Con su cohorte de olivos, Munda te rodea, ya sin batalla.
Apenas te reconozco,
…pero cómo pedir cuentas a quien un reino, Montilla, me regala.
Mario Rodríguez García
—52—
Aguilar
Rafael
TIERRA DE RASTROJOS
Se embalsama el aire de olor a frutales: los racimos tiemblan de frutos cargados, el sol se adormece con tonos dorados en el horizonte sobre los trigales.
Contemplo el paisaje tras de los cristales, mientras que los campos perecen ahumados, llenos de rastrojos se extinguen quemados entre altas encinas, pinos y jarales.
Suena una campana en la tarde umbría, del cercano pueblo. Esta gran sequía propicia este viento, este aire solano que extiende amarillos como una paleta de tierras, de sienas, de ocres…, completa. Colores del campo después del verano.
—54—
Concha Ortega
Antonio Luis Cosano
EL VINO AMABLE
El oro de la tarde juega con la luz y la recoge en lágrimas de cristal fino con el néctar dentro.
Río embriagante del alma, que los sentidos exaltas y luego los dejas caer en lasitud de luz evaporada. Canciones... penas en el alma y risas compartidas cuando el oro de la tarde vacío deja el cristal fino.
Mª
del Carmen Martínez
Gordillo
—56—
Marian Pantoja
¿Montilla?
¿Es apellido? ¿Pueblo? ¿Vino?...
¡Por aquí... me inclino! Con el catavino en la mano y el codo en la barra apoyado, no es asunto baladí, aunque la uva sí, evocar esos campos alberos, de verdes, verdes viñedos que darán caldos generosos, finos, dulces y olorosos, en el mediodía cordobés, echándole el pulso a... Jerez
Juan Masero Flores
—58—
Antonio Martínez
SOLEDAD MALDONADO
Contar sus años no sabe, su mirada curtida en mil cosechas, de sus dedos como ramales nacen semillas que siembra. No conoció más soles ni más lunas que la suya, a su campo y a su calle, la vida se mudó a oscuras.
Su sudor, su sangre, su alma, sólo a la tierra atañen; su sonrisa ya caduca, pintaba amores y amantes.
Dicen que por abril o marzo, cuando las vides van soplando, sus pies se tornan raíces, sus arrugas aceitunas, sus huesos parecen robles sugiriendo curvaturas.
Para yacer donde la tierra, donde el reloj para el tiempo.
Dando a la siembra su alma vieja, dando a la espina su barbecho.
Úrsula Moreno Benítez
—60—
Osorno
El tiempo y el espacio son infinitos en el Universo. El tiempo y el espacio son finitos
para nosotros.
Todos recibimos una doble herencia: biológica y cultural.
Para comprender lo que somos y cómo actuamos, tenemos que ubicarnos en un sitio.
Ese sitio o lugar es una ciudad, la cual tiene características que las define:
A Montilla además del paisaje, las tradiciones, y el bagaje cultural de varias civilizaciones, nos regala un olor que le da renombre universal. Olor que inunda los sentidos a la vez que insufla aire al espíritu: el vino.
—62—
Manuel Castillo Martos
María José Barco
Cargan las grúas los barcos y las nubes agolpadas en la densidad del viento esperan su turno, pero se quedan en el puerto, como nosotros, y llegados a este punto solo queda dejar de esperar por horas. El mar estará cerca, porque sin verlo, escuchamos el encuentro de sus olas.
Carolina Abadía
—64—
Domingo Jiménez