RETO SEMANAL C C C VIAJANDO

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2 7 0 1 Núm. 10 02/01/2017



CUENTO CUENTOS CONTIGO

RETADOR Flor Méndez Villagrá

VIAJAR es un placer (o no) que nos suele suceder… Anécdotas, pesadillas, sueños, fantasías….un tema que espero pueda dar mucho de si y hacernos pasar buenos momentos.


¿

Y usted dónde se baja?,

me pregunta

la buena mujer (de esas de las de antes, de las que aún te dan los buenos días y te sonríen cuando se sientan a tu lado). “En la última", le contesto yo, sonriéndole también como si fuera contagioso. Ella se da cuenta de que conmigo le da tiempo a iniciar una conversación, así que se sienta a mi lado y recurre a la socorrida fórmula: “vaya día tenemos hoy…” y, como para ayudarte, por si acaso no pensabas contestar, añade... “¿verdad?”; y ahí es donde tu mente, en fracciones de segundo, debe elegir la respuesta correcta, porque si contestas con un "YA" frío y distante, es seguro que ahí termina la conversación, pero si te viene a la cabeza aquello de que "tienes que ser educada sobre todo con la gente mayor" y se te ocurre contestar cosas como... "es que el tiempo está loco", ahí te la has jugado, porque sabes que lo que acabas de decir va a ser el comienzo de un monólogo (por su parte) que normalmente se inicia con... "en mis tiempos esto no pasaba" y que seguirá con un buen repaso de la sociedad actual y ¿cómo no? de la juventud actual “(... como están... dios mío... cómo están...). Claro que, con lo difícil que es encontrar trabajo (...a los políticos, en el paro les querría yo ver..., para que supieran…); a cinco, señorita, a cinco estoy manteniendo yo en casa con mi pensión”, y de repente como sorprendida se levanta y me dice:


— Esta es mi parada. Y abandona el autobús despacito, porque... "el reuma me esta matando"... y ahí me quedo yo, contemplándola hasta que el autobús arranca, y su asiento de repente se ve invadido por un niño que llora agitando en el aire un chupa-chups babado, y su madre que le grita, y el niño que llora aun más fuerte, y yo que veo el caramelo salir volando y… aterrizar en mis pantalones...; pero eso..., eso es OTRA HISTORIA.

Flor Méndez Villagrá (Fuera de concurso)


DE SAFARI

S

e sujetó fuertemente a la carrocería del todoterreno, pues con tanto bache tenía miedo de

caerse. El calor era insoportable y los mosquitos no le dejaban a uno tranquilo. Pronto se le pasaron todos los males al ver un grupo de cinco jirafas atravesando la llanura con su elegante caminar y su armoniosa desproporción. Siempre le habían gustado las jirafas por lo extraño de su físico. Un poco más adelante pastaban unas cebras junto al inmenso río de agua marrón donde, seguro, algún cocodrilo esperaba como petrificado que una de ellas se acercara confiada a beber a la orilla. Se ajustó los prismáticos de última generación con brújula incorporada y visión nocturna. Nada. Ni rastro de la leona y sus cachorros. Debía encontrarlos antes que el nuevo macho o los dos pequeños acabarían devorados. Si los recogía a tiempo, al menos en la reserva tendrían una oportunidad... De repente, el vehículo se detuvo en seco y los dos rollos de cartón pegados con celo se le cayeron de las manos. —Vamos Álvaro, tenemos mucho trabajo en el maizal. —Jo, abuelo— dijo bajándose del tractor— estaba a punto de encontrar a la leona... Macamen De Vega


AQUELLO DE SER LIBRE

T

enía miedo a viajar.

Nunca lo confesó. Lo

escondía como quien esconde secretos de cama. Se avergonzaba. La gente normal, la valiente, siempre hablaba de lo bueno de viajar. De cómo el alma se expandía, de cómo se inflamaba la tolerancia y remitía ese dolor en las banderas. De cómo te hacías más sabio a base de sentirte más pequeño, más parte de algo grande. No sabía idiomas, y en su infancia habían realizado un implacable trabajo recortando alas, alimentando inseguridades, entrenando complejos. Se imaginaba incapaz. Se perdería, o peor aún, se sentiría ridículo. También podían meterle droga en la maleta, que su avión se estrellara, ser secuestrado, encarcelado… Y cuando eso pasara, sentiría que nada se podía hacer. Estaría a demasiados kilómetros, perdido en alguna lejana casilla del juego de la Oca de la vida. Siempre encontraba alguna excusa para evitar esa fábrica de ansiedad. Pero aquella vez, sin saber muy bien porqué… viajó.


Y por primera vez en su vida se hizo grande. Hasta se atrevió a usar en tierra extraña un tren en vez de un taxi para llegar a tiempo al aeropuerto. Aquello de ser libre… le había enganchado para siempre.

Mario del Castillo


A

la aventura, como siempre,

y por la ca-

rretera más pisada. Salir de viaje, sin un destino concreto, así, a la bartola, que dice mi madre y probablemente no le falta razón, es una auténtica delicia. Subes al coche y tu compañero te pregunta : —¿ Hacia dónde tiro? Y tú : —Ah, tú eres el que conduce, así que haz lo que te parezca. Y él, pone el coche en marcha y te responde : —Bueno, pues vamos por la carretera más pisada. Podemos amanecer en Lisboa, en los Pirineos de Huesca, en un rincón de Galicia, en Andalucía o mismamente en Cáceres. No, en Cáceres pernoctamos, porque lo que se dice dormir, no dormimos. En recepción fuimos muy claros: —¡Queremos una habitación silenciosa! —Por supuesto —nos dijo el recepcionista—, este hotel es de lo más silencioso. Lo que no nos contó es que encima de nuestra habitación había un local particular. Una odisea de noche. ...Tras, tras, ras. Así hasta las cuatro de la mañana que decidimos dejar la habitación. Otro recepcionista nos pidió disculpas y nos explicó que arriba vivían unos ta-


piceros. …Tras, tras, ras. Ahora comprendimos el significado de los ruidos: Grapadora y arrastre de sillas. Amablemente, nos cambió de habitación. —Aquí, podrán dormir sin problema —aseguró. Pero se olvidó contarnos que debajo había una discoteca. Aún así, seguimos viajando por la más pisada, y siempre traemos alguna aventura graciosa, un mundo de aprendizaje y un océano de humildad. Viajando me doy cuenta que soy una arena en medio del desierto.

Mª José Montero Núñez


LAS COSAS PEQUEÑAS

E

stá todo preparado para el viaje.

La

maleta hecha tal y como me enseñaron. Ocupando los rincones vacíos están las cosas pequeñas. La ropa doblada y superpuesta con mimo en un intento de evitar arrugas de más. Un libro, música, un regalo. En cuanto me llames, salgo. Está todo preparado para viajar. Sonrío desde dentro tal y como me has enseñado. Los besos, los abrazos, las caricias, las palabras, esas pequeñas cosas ocupan todos los rincones a menudo vacíos. Empieza a doblarme la espera, me sobrepongo con cuidado en un intento de no arrugarme aún más. Te leo, te escucho. No llamas. Estábamos preparados para este viaje. Te sonrío sin verte. Te dejo los besos, los abrazos, las caricias, las palabras, esas cosas pequeñas que apenas sí ocupan espacio y llenan, sin embargo ¡tanto!. Me desdoblo y me arrugo. Leo y escucho. Salgo. Estábamos preparados para viajarNos. Estábamos. Isamil9


S

iempre soñé con viajar.

Es lo que hacemos

los niños. Desde nuestras casas, nuestras aulas y nuestras ciudades, imaginamos mundos lejanos, otras tierras y otras gentes. Un día, no hace mucho, estaba curioseando en casa de mi abuelo como solemos hacer los niños. Encontré un libro que me fascinó, un Atlas. Este libro me permitía observar la totalidad de la Tierra, los diferentes países, las cordilleras, los ríos… ¡Todo un descubrimiento!. Los fines de semana estaba como loco por ir a casa de mi abuelo a coger el Atlas y ensoñar con países lejanos, planificar viajes que tendría que hacer de mayor, imaginarme conversando y jugando con otros niños amables y hospitalarios que vivían en otras naciones diferentes a la mía. Hace poco pude comprobar que aquellos sueños distaban mucho de la realidad. Por motivos que escapaban de mi control, tuve que emprender un gran viaje, el viaje de mi vida. Aquellas ideas que mi inocencia e inexperiencia habían sembrado en mi cabeza, sobre las maravillas que encontraría cuando tuviese la oportunidad de viajar, pronto se revelaron erróneas. Salí de Alepo con mi familia, con las escasas pertenencias que nos quedaban, huyendo de la muerte y la des-


trucción en busca de refugio. Aquellos países que me fascinaron, no nos trataron como a iguales. No se dan cuenta de que somos personas como ellos, que buscan apoyo y refugio en sus semejantes. En este viaje, he perdido la inocencia. A pesar de llevar más de dos años de viaje inesperado, sigo manteniendo la esperanza de poder descubrir aquellas partes del mundo que me den la bienvenida y que pude conocer gracias al Atlas de mi abuelo.

Óscar Blázquez


EL HECHIZO

M

is súplicas han dado sus frutos

y po-

dré viajar a la ciudad. Veré los rascacielos que tantas veces he admirado desde la distancia, sentiré bajo mis pies el duro asfalto y exploraré sus intrincados laberintos. Caminaré por las aceras sintiéndome una de ellos y cumpliré el sueño de probarme cuantos zapatos y pantalones se me antojen, antes de que mis piernas se unan y se llenen de escamas otra vez.

Yolanda Nava


V

iajar siempre le había producido cierto estrés. Le agobiaba preparar un des-

plazamiento aunque solo fuera al pueblo o unos días a la playa. Y no digamos si el vehículo utilizado era el avión. Así que aquel embarque para ir a la ciudad de Estambul empezaba a alterarle el sueño, la decisión la había tomado sin pensar. Y allí estaba, preparando la maleta y dejándose arrastrar por esa vorágine organizada por sus amigos. Tiempos modernos de maletas de viaje pequeñas, de seleccionar bien la ropa, de planos de ciudades consultados con el móvil, de prisas y papeleo. La sobada frase de que los viajes te abren el horizonte no le convencía. Debía de serenarse para no perder ni un rincón, ni una imagen y empaparse de cultura turca y dejarse llenar de costumbres y músicas nuevas; daba igual si tenía que vestir la misma camiseta todos los días. Era una bulliciosa aventura que le recordaba los tiempos de niño cuando se anunciaba en el colegio una excursión a cualquier lugar, el contraste entre el miedo a lo desconocido y la ilusión por conocer. Hay que viajar con los ojos de la mente y del corazón muy abiertos.

Julia Álvarez


L

a verdad es que esa sensación

que

tengo a veces de que todo es una metáfora, me desanima; los indicios son la única certeza pero nunca nos llevan a ninguna parte concluyente; parece que llegar es el imprevisto de los imprevistos, ningún viaje es indefinido. Bretón nos lo había advertido. Hemos parado a tomarnos un descanso. —A mi no me gusta pensar —nos dice—; me agota y siempre acabo poniéndome de mal humor. —Y cuando tienes que resolver algo, ¿cómo lo haces? —Me dejo llevar y espero; las cosas que pasan transcurren por si solas y siempre llegan a donde tienen que llegar —Juer, qué suerte tienes; yo no puedo evitar comerme la cabeza por todo —digo. —¿Y te da resultado? —Normalmente no; puedo acelerar el desenlace o, en el peor de los casos, retrasarlo. — Pues en ese forzar las cosas, es donde se desata la cadena de lo imprevisto… y ahí ya te puedes dar por jodida —Ese es mi caso —se acaba de meter una raba en la boca y la mastica como si estuviera sola—; yo sigo viviendo las consecuencias de una de las primeras decisiones que tomé en mi vida; bien meditada, por cierto. —¿Cuál?— preguntó. —Estas rabas saben a pollo frito.


—Será que el cabrón de la cocina no ha cambiado el aceite a la freidora. —Si sigues practicando, lo acabaras consiguiendo. Nos vamos, continuamos el viaje; ellas se montan delante; la que conduce me tira un calcetín usado al lado y me insta a que adivine de quién es. —¿Persona conocida? —pregunto. —Claro —ya ha arrancado y la carretera absorbe toda su atención, chapurreo de miradas que vete tú a saber dónde se posaron antes. —Tengo que esperar un poco, se me ha quemado la pituitaria con las rabas que sabían a pollo frito. —Va a ser que lo tuyo no es ser perra. Miro al frente, ni una sola curva; dentro de un instante el sol se pondrá, pero nos importa un bledo, tan lejos hemos dejado la última línea del horizonte.

Cristina Flantains


E

l tren, a punto de partir,

iba llenando sus

asientos de pasajeros. Familias enteras viajaban en sus vagones sin mas equipaje que sus vidas, sin maletas u objetos personales. Hacía años que no subía a aquel tren. Subí, el revisor no tardó en coger billetes. Allí sentado, observaba cómo algunos padres irradiaban felicidad; otros, prudencia y pundonor al despedir a sus hijos o a la familia entera. El conductor hizo sonar la bocina; aquel sonido tan característico activó mis recuerdos y el viaje comenzó. Me vinieron a la memoria recuerdos de niñez, cuando aquel mismo trayecto se convirtió en una mezcla de ilusión y miedo. El túnel llegó tan pronto como lo hicieron los gritos de los viajeros. En la oscuridad, apenas pudimos ver como un ser subía al vagón y nos atacaba; los chillidos se mezclaron con lloros infantiles; no iba a ser el viaje tranquilo que yo esperaba. Afortunadamente, la cueva medía solo unos metros; nadie parecía herido, pero por lo que recordaba el trayecto estaba plagado de túneles. Unas chiquillas que viajaban en el compartimento delantero al mio comenzaron a gritar. Pude verlo de cerca; el ser, una mezcla de lobo y hombre, daba más pena que miedo. Parecía ensañarse con las adolescentes.


El viaje se convirtió en una pesadilla. Los túneles eran sinónimos de griterio y la salida a la luz nos devolvía a una realidad aún peor. Aquel viaje era patético; habían cambiado la escoba por un martillo musical y más que diversión, producía hastío y apatía. El tren de la bruja ya no es lo que era.

Juan Carlos Crespo


M

i madre me dijo por tercera vez

que

cogiera mi ropa para marchar. Yo tenía mi discurso preparado y lo solté: —Mamá estoy cansado de hacer estos viajes, no me gusta viajar en absoluto, está muy sobrevalorado, mi cuerpo nota el cambio lo padece, sabes que tardo días en volver a ir al baño con regularidad. Además, el viaje que importa es el interior, aquí sentado puedo recorrer kilómetros de mí mismo. Mi madre se quedó mirándome con actitud de enfado contenido. —Solo vamos a ver a tu abuela a 70 kilómetros de aquí, ya te daré yo suficientes verduras para tu problema intestinal ¡Mueve el culo! Llegamos a la estación de autobuses con tiempo de sobra, cómo era costumbre en mi madre; comprendí que la situación era la que era y comencé a planear cómo pasar el tiempo en casa de mi abuela sin aburrirme. En el autobus, para mi sorpresa a mi lado se sentó Laura , la hija de una vecina de mi abuela; hacía mucho que no la veía y me pareció preciosa. Deseé que aquel trayecto fuese más largo, quitando las miradas de mi madre que me recordaban que no había querido venir, todo era perfecto; creo que así, por primera vez, me enamoré viajando. El verano con Laura fue toda una aventura, pero eso es otra historia. Marcelo Óscar Barrientos Tettamanti


S

obre las tres estoy en la estación

de

autobuses con el billete en la mano y con más ganas de volver que de marchar; voy al pueblo de la familia a un funeral de una tía lejana, bonito

plan. Me subo al bus y busco un sitio tranquilo en la parte trasera, dentro mucha gente joven que vuelve a su pueblo o a donde sea, me acomodo, me pongo los cascos y a desconectar del mundanal ruido. Entre que el autobús arranca y no, yo cierro los ojos y no es que duerma pero casi. De repente siento que alguien se sienta a mi lado, yo no abandono mi estado ausente. No sé exactamente en qué momento mi vecino de asiento me hizo volver de mi estancia en esa Arcadia feliz en que me encontraba, me estaba dando golpecitos a la vez que me hablaba; “¿está dormido?”. Hombre con los ojos cerrados y el asiento echado para atrás…, pero como soy un hombre educado, me contuve y le dije que no. Enseguida el hombre empieza hablar, me cuenta su vida en un momento. El hombre es del concejo de Salas, me cuenta que estuvo casado, pero que su mujer y sus dos hijas lo abandonaron y que ahora, por medio de un amigo había contactado con una mujer de cerca de Santoña, habían hablado por teléfono unas cuantas veces y se habían gustado, el viaje era para conocerla, que estaba muy nervioso y necesitaba contárselo a alguien.


Uno, aunque ya ha perdido parte de esa idea de que la bondad es inherente al ser humano, si, esa con la que nacemos todos, pues me compadecí del pobre hombre, le animé y le dije que seguro que con esa mujer tendría una buena vida, o algo así.

José Luis De León García


S

iempre me ha gustado viajar en tren,

con su olor, su traqueteo, su vaivén... Pero aquella ocasión era distinta. La tía Dolores había decidido llevarme de vacaciones al norte porque decía que me venía bien respirar aire puro y correr (eso estaba por ver, porque no tenía intención ninguna de correr y menos de respirar. Había decidido dejar de hacerlo ¡en señal de protesta!). En eso estaba pensando cuando me fijé en ella: escéntrica, bajita, regordeta, de mejillas sonrosadas y un peculiar gusto por los vestidos estampados y sombreros esperpénticos. —¡Con ese sombrero nunca encontrará marido! —me dije. La tía asomó la cabeza por encima del libro que sostenía (siempre sospeché que lo utilizaba para hacerse la interesante mientras echaba una cabezadita). Me miró por encima de las gafas, siempre incrustadas en la punta de su nariz y me dijo: —¿Qué tal vas? —le encantaba hablar con monosílabos. —¿Cuándo llegamos? —respondí, y empecé a quejarme. Una voz enlatada de señorita que seguro que en su tiempo libre es profesora de matemáticas, escupió a través de los altavoces: "Próxima parada: Canfranc". Y fue allí, en aquella estación, que se alzaba imponente y orgullosa, donde encontré mi lugar.

Belén Martínez



EMOTIJURADO ha decidido que el ganador de esta semana y primero del 2017 sea el relato de

SERGIO VÉLIZ DEL CARPIO

Léelo a continuación…


"Be there, is Everything" (Eslogan de Air New Zeland)

23:58 horas 24 de abril de 2013 En algún punto del Mar Mediterráneo

A

maal, una muchacha de 18 años, viaja hacia tie-

rras más seguras que las de su Siria natal. Primera parada: Grecia. Hoy es su cumpleaños.

22.58

horas

24 de abril de 2013 C/Chiquinquirá, esquina con C/Mar Adriático, Hortaleza (Madrid) Ariadna, una muchacha de 18 años, espera un taxi que la lleve al aeropuerto. Es semana santa y aprovecha para visitar a su abuela en Atenas. Celebrará con ella su mayoría de edad. Hoy es su cumpleaños.


07.36 horas 25 de abril de 2013 El aviĂłn A330, con salida de Madrid y destino Atenas, acaba de estrellarse a las afueras de SalĂłnica. Todo apunta a un error humano.

07.36 horas 25 de abril de 2013 La balsa de Amaal desaparece frente a las costas de Mikonos. Todo apunta a un error de humanidad. *** Sobrevaloramos los viajes, cuando infravaloramos el punto de partida.

Sergio VĂŠliz del Carpio



El mundo es un libro, y aquellos que no viajan leen solo una pĂĄgina. San AgustĂ­n

No hay viaje que no te cambie algo. David Mitchell


Editado por Puri Sรกnchez para


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