RETO SEMANAL CCC VANIDAD Y COBARDÍA

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Núm. 12 31/01/2017



CUENTO CUENTOS CONTIGO

RETADOR Manuel Sรกenz de Miera


UN YIN Y UN YAN

C

omía a los lobos de espaldas. Solitaria ante su café mañanero, atusaba su cara de correctas facciones, con un buen trabajo de chapa y pintura. Pude ver cómo observaba la puerta a través de su espejo de arreglos, momento del que ella también se percató. Azorada por el cruce de miradas, se levantó de su asiento con un contoneo que marcó la voluptuosidad de sus curvas, para escribir desafiante en el aire: la vanidad es cosa de cobardes. Pagó en caja, me miró de soslayo mostrando levemente sus dientes, y dejó su perfume en el ambiente. Quedé perplejo y pensativo. Manuel Sáenz de Miera (relato fuera de concurso)


V

anidad y Cobardía se encontraron en el cruce de los cuatro caminos a la hora del alba. Ese era el lugar y la hora en los que, según rezaba la leyenda, debías estar puntualmente durante siete días consecutivos para alejar de tu vida a los espíritus del mal. Vanidad y Cobardía acudieron al lugar puntuales con el convencimiento de cumplir con el ritual y liberarse de los malos augurios que las importunaban. A fuerza de encontrarse, se pusieron a departir y entablaron una férrea amistad. Después de todo - concluyeron - somos las dos caras de la misma moneda.

María José Montero Núñez


APORTACIÓN AL HILO DEL RETO SEMANAL

Nunca perplejo estés De semejante perfume, Y si de estarlo, que sea De ese que es tu querer.

Isidro Ordás


EL CAJÓN DE LA SOSPECHA

L

o intuía. No, no; lo sabía con certeza: Había escrito un poema perfecto. Tanto que dolía; jamás podría superarlo por más que escribiera otros. Se sentía satisfecho. No, no; se sentía grande, insuperable... el mejor poeta del mundo. Iba a colgarlo en facebook cuando un miedo atroz le asaltó ¿Y si a alguien no le gustaba?, ¿y si no tenía los suficientes "me gusta"? Su poema perfecto no merecía que nadie lo cuestionara. Y él tampoco merecía una mala crítica de algún envidioso. Y desde luego, había muchos así. Mediocres sin escrúpulos. No, su poema merecía mucho más. "Lo enviaré a un buen concurso", se dijo. Después pensó que no, que quizá el jurado, por no verse en menoscabo frente a tanta perfección, lo descartaran sin más llevados por su ego herido. Su nerviosismo crecía, no pudo dormir. Al día si-


guiente, metió el poema en un cajón y tiró la llave por el váter. La cobardía parecía haber vencido a su vanidad. En realidad, era al contrario.

Puri Sánchez


P

odría ser tan normal como quisiera, si él quisiera, pero no quería. Podría dejar de ser un hijo de puta engreído si se lo propusiera, pero no se lo proponía, ni aun menos, quería. Sus heráldicos apellidos le recordaban quien era. Solo en aquella habitación, desnudo y atado como una alimaña, era capaz de purgar en cada latigazo del “ama”, su propia cobardía.

Flor Méndez Villagra


P

asaba horas en el espejo de su baño, acicalándose, peinándose, piropeándose. Luego vestía sus ropas de marca, volvía a observarse en el espejo de su habitación y besaba su presumida imagen reflejada. Había quedado con aquella chica, esa que tantas largas le había dado. Durante toda la cena no dejo de hablar de él, de su cuerpo musculoso, de su vida. Ella sonreía, escuchaba y se aburría cómo nunca lo había hecho. La despedida fue rápida, salieron del restaurante, ella puso cualquier escusa y caminó sola para casa. Él, dolido, la siguió, no entendía por qué le dejaba. A él. No, no podía ser. Dobló la esquina y vio a esos dos tipos acosándola. Ella intentó evadirse, ellos la cerraban el paso. Le llamó, sabia que él iba tras ella y le llamó. Pidió socorro. Él no lo pensó, sabia perfectamente lo que tenia que hacer. Dio media vuelta y salió co-


rriendo. Creyó volver a oír su nombre pero ya muy a lo lejos. Al fin y al cabo solo era una más, en el pub de siempre podía encontrar más chicas y seguir presumiendo de su cuerpo. Todo un dandy.

Juan Carlos García Crespo


EMOTIJURADO ha decidido que el ganador de esta semana sea el relato de…

Léelo a continuación…


LA VANIDAD DEL LEÓN

C

uenta la leyenda que cuando el señor de las fieras creó a los leones y las leonas ambos tenían la misma apariencia: cuerpo atlético, musculado pero ligero, preparado para la caza. Con ese aspecto los soltó en su hábitat. Las leonas se adaptaron enseguida y juntas planeaban exitosas estrategias de caza según lo previsto. Los leones, sin embargo, se pasaban el día tumbados a la sombra. El señor de las fieras, preocupado, habló con ellos. -Estamos completamente atemorizados, cada vez que intentamos cazar la cobardía se apodera de nosotros y somos incapaces de hacerlo. Nos gustaría que hicieras algo que escondiera nuestro miedo a ojos de los demás animales.


El señor de las fieras trató de convencerles de que vencieran el miedo, pero ante su negativa cedió, pues quería que todas sus fieras fueran felices. Así pues cogió el cuerpo del león y ensanchó todas sus formas, añadió un hermoso penacho de pelo al final de su cola y le colocó una espectacular melena alrededor de la cabeza que le daba un aspecto rotundamente majestuoso. Y desde entonces los leones se pasean exhibiendo su belleza vanidosamente mientras las leonas cazan sin descanso para todos.

Macamen de Vega


En muchos casos hacemos por vanidad o por miedo lo que no harĂ­amos por deber ConcepciĂłn Arenal


Editado por Puri Sรกnchez para


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